05 marzo, 2013

No son convicciones, es pereza



                Lo veo claro en el caso de la educación familiar de los niños. Durante bastante tiempo estuve pensando que la altísima tolerancia de tantos padres con sus hijos pequeños, a los que permiten hacer de todo y a quienes en nada reprimen, o casi, se debía a muy firmes ideas sobre la mejor manera de tratar a los pequeños y de convertirlos en adultos responsables y no muy traumatizados. Me parecía bastante erróneo ese dejar hacer libérrimamente, a costa del orden hogareño y de la paciencia del prójimo, mas, como digo, creía que era resultado de la asunción de todo un credo educativo. Ahora, después de fijarme mejor y de observarme a mí mismo, en mi condición de reciente padre canoso, caigo en la cuenta de que no es así, esas actitudes con los niños se explican más bien por vagancia, por descarada apatía.

                Primero me hizo pensar el que algunos de los padres más consentidores que he ido conociendo esta temporada son, al tiempo, poco activos en general, conformistas y con alto grado de pachorra, semovientes bastante inmóviles. Después por mí mismo fui cayendo en que enfrentarse a los pataleos, los llantos y  los cabreos de estos cabronazos de nuestras entrañas es verdaderamente agotador. ¿Que la bestezuela llora si no la dejas comer en el suelo mientras le saca los ojos a un muñeco o que se indigna y grita más si no toleras que vocee cuando los mayores hablan en la mesa? Uf, pues permítele hacer lo que le pete, porque, si no, tendrás que soportar su llanto, ponerte serio, explicarle por qué no puede hacer lo que pretende, hacerle ver que a cuento de qué va a salirse con la suya y, a veces, aplicarle severo correctivo por perseverar en su animalidad congénita pese a tus humanas razones. Todo eso te lo ahorras si pasas de todo y le permites vivir en estado de naturaleza en esa casa tuya que va tomando aires selváticos mientras la familia pierde amigos y los vecinos te pierden el aprecio a ti.

                Es trabajosísimo educar, labor esforzada y constante, empeño agotador. Así que en esta sociedad de zánganos, de serie unos y otros de imitación, tiramos por el camino más fácil, pero no lo reconocemos así. Es decir, no aceptamos que es por evitarnos molestias por lo que no les impedimos meter la manaza en la sopa o lanzarle piedras al abuelo, más bien recitamos consignas de ocasión, que si la represión es mala, que si el autoritarismo reprobable, que si tienen que aprender en libertad, que si madurarán solos. Pamplinas para desentendernos de los niños y de su mañana y seguir a lo nuestro y en nuestro placentero reposo.

                Pues es así con muchas más cosas. Somos gente con pereza de fofas marquesonas, adornada, eso sí, con retórica izquierdista y libertaria. Ahí tenemos, con harta probabilidad, una de las desgracias de la izquierda y del descrédito creciente de sus lemas y eslóganes: se ha tornado en camuflaje perfecto para aprovechados y trepas, tapadera para superficiales y disculpa para escapistas. Una pena y una desgracia. ¿Que evado impuestos? Es que protesto así por el gasto en armamento o la inversión pública en desalinizadoras, que contaminan una barbaridad los mares. ¿Que soy funcionario y no doy palo al agua o finjo enfermedades cada dos por tres? Es que me repatea el autoritarismo de esta Administración y el machismo de los jefes o el conservadurismo de las jefas. ¿Que soy profesor y regalo aprobados generales para no tener que corregir exámenes en esta convocatoria y la siguiente? Es que estoy en contra de la enseñanza represiva y a favor de la formación en competencias, habilidades y destrezas. Para destreza la tuya en el escaqueo, so jodío. Y así, un discurso colorido para encubrir el egoísmo más burdo y el hedonismo más infantiloide.

                Antes era arte casi exclusivo de los conservadores católicos, que manejaban como nadie la pauta aquella de que no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda y que vivían en el a Dios rogando y con el mazo dando. La crisis de la izquierda y la trivialización de sus discursos ha llevado a que hoy ya sea más fácil echarle cara dura invocando al Che que al Papa o recitando las consignas de la manifestación de mañana en vez de rezando avemarías mientras de defrauda, se roba, se toma lo ajeno o se engaña a la Administración o al Fisco.

                Y lo malo es que no se trata de hipocresía, sino que hay buena conciencia. Es una gustosa esquizofrenia y es encontrarse chulísimo y ejemplar del todo por soltar unas frases hechas o por ponerse aquella camiseta para la manifa o por firmar el manifiesto contra el maltrato de la mujer africana al tiempo que en casa es uno un machista de la talla de su abuelo o mayor. Nos hemos vuelto tan infantiles y simplones como interesados, mentimos de maravilla porque nos engañamos a nosotros mismos en primer lugar. Y la siguiente víctima de nuestro timo y nuestro trampear perezoso son nuestros hijos. Lo que sea y con quien sea antes que asumir esfuerzos o reconocer miserias propias. Y así nos va, mientras, curiosamente, somos bastante felices y hacemos tanto daño. De esa especie de tontos que jamás se equivocan en su contra.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Como lo de los chicos que pasan de curso suspendiendo cinco. Los padres protestan ante la junta de Andalucía y estos los aprueban pasando de los criterios de los profesores.

Quien quiere complicaciones ?

Codín. dijo...

Quien bien te quiere te hará llorar.

un amigo dijo...

Estimado,

¡segundo suelto consecutivo que comienza con la palabra "no"!

Aunque con retardo, pues tocaba ayer decirlo... ánimo, hombre, que hay muchos síes, muchos nóes y muchos mecagüenla que decir, muchos con los que escandalizar a la gente que ha pasado de pensar y que se ha apuntado al carro (perezosos ellos) del ser pensados...

Salud,

roland freisler dijo...

Preofesor ¿Cree que el criterio para que un condenado por corrupción ingrese en prisión debe ser más severo que en otros delitos?
A raiz de lo de Pallerols y Cía

Juan Antonio García Amado dijo...

Estimado Rolando:
Creo que en los delitos de corrupción habría que aplicar mayor dureza, en muchos sentidos. Dicho de otra manera y arriesgando más: ciertas garantías deberían aflojarse un poco en materia de tales delitos. Soy garantista y sé que al decir esto me meto en un el callejón de las contradicciones, pero un día habrá que pensarlos despacio y escribir alguna cosa sobre el tema.
Saludos cordiales.