Voces irritadas se han oído estos días por la
aparición de dos nuevos idiomas en esa región alicatada de historia que es
Aragón donde han descubierto el lapao y el lapapyp. Y lo han hecho de repente,
como quien descubre un nuevo bacilo o una bacteria de prestigio. Hasta ahora
los idiomas eran el resultado de la sedimentación del habla de las gentes, de
la forma en que estas tenían para expresar por escrito el amor, la cólera, la
desesperanza o la alegría y todo ello era en efecto fruto del paso perezoso de los
tiempos. Nuestra España actual es sin embargo postmoderna, viva, futbolera,
ocurrente, peregrina, chistosa y por eso igual descubre unos idiomas como pone
alegremente en circulación una nueva palabra o una expresión. Así por ejemplo
desde hace poco “ponemos en valor” todo lo que pillamos a nuestro alcance, que
es mucho y de valor.
Tal disposición de ánimo, antes que condenarla o ser
objeto de burla, debe celebrarse y yo así lo hago en estas líneas.
Ahora bien, creo que el descubrimiento de los idiomas
lapao y lapapyp tiene más que ver con una exposición fastuosa abierta hace poco
en Madrid. Me refiero a la de Salvador Dalí. Hay en ella un cuadro
“emblemático” (este es otro hallazgo reciente), el famoso de los relojes
blandos. Según el autor, parece que la idea le vino, una vez acabado un paisaje
marino de Cadaqués, de una merienda que hizo a base de queso Camembert y la
evocación de su forma, precisamente blanda. Luego se ha ido rellenando el feliz
motivo con el tiempo y su fugacidad y con otras recreaciones.
Nosotros, con el cuadro y los relojes en la cabeza,
hemos empezado a dar vueltas a lo blando y tal parece que estuviéramos
descubriendo la riqueza de su contenido y la fertilidad de sus entretelas. Y es
por ese camino, bien sembrado de sorpresas, por donde llegamos al lapao y el
lapapyp que serían así idiomas blandos, por contraposición a los idiomas
rígidos y estrictos, aquellos -como el español- sometidos a las normas severas
de la Docta Casa, a los diccionarios, a la sintaxis y a otras pelmadas que solo
sirven para suspender a pobres chicos obligados a robar tiempo a la
“Champions”. Tenemos así en el solar patrio conviviendo idiomas tiesos y tan
endurecidos como las arterias de un valetudinario e idiomas blandos, templados
y suaves.
¿Quien puede negar que es una muestra más de nuestra
riqueza, de nuestra condición de “cráneos privilegiados” como hubiera dicho
Valle-Inclán? (por cierto hay que traducir su obra cuanto antes al lapapyp).
Creo, sin embargo, que nosotros, antes que el cuadro
de Dalí nos lo recordara, ya habíamos dado con lo blando y por eso hablamos
desde hace tiempo del “derecho blando” (lo decimos en inglés como políglotas
que somos: soft law), del fútbol blando, del tenis blando ... O describimos el despeje blando de aquel futbolero,
y en el ámbito de los toros, decimos que se lidió un sobrero blando o que el
encierro en su conjunto fue blando. Y así sucesivamente ...
Y es que España, en su conjunto, se nos ha vuelto
blanda, esponjosilla, dúctil, un sí es o no fluida. Hoy su imagen, en vez del
toro de Domecq, acaso sea la de una botella de gaseosa, blanda por supuesto, de
la que se desprende una espuma abatida.
2 comentarios:
Querido amigo: no está mal que te tomes a cachondeo los disparates de nuestros políticos. Al fin y al cabo es la única manera de sobrevivir. Porque habría que llorar amargamente cada vez que vemos hasta donde llegan sus diminutos cerebros. Hasta la fosa de las Marianas por lo menos. Un abrazo. Etelvina
El martes pasado estuve en Somosaguas. El espectáculo era bochornoso al lado de la Biblioteca de Ciencias Políticas. Y el ABC que no vende periódicos... ¿qué va a pasar?
Un abrazo, profesores.
David.
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