20 mayo, 2013

(Im)parcialidad judicial



                Hoy he dado con una noticia entrañable, de ésas que te emocionan y te devuelven las ganas de emigrar o de matar elefantes reales. Parece ser que la Audiencia Nacional ha rechazado la recusación del magistrado D. Enrique López en el caso llamado de los papeles de Bárcenas, un caso de corrupción política y económica del Partido Popular o entre gentes notorias del Partido Popular. Don Enrique López es magistrado de la Audiencia Nacional, a la que se incorporó después de los largos años pasados en el Consejo del Poder Judicial, primero haciendo trabajo técnico en el mismo y luego como consejero y portavoz. En su labor como miembro y consejero del CGPJ nunca se le vio ni conoció actitud ni gesto de desacuerdo con el Partido Popular o de duda sobre si apoyarlo mucho o apoyarlo del todo. Al final el Partido Popular dio la batalla muy duramente para que Don Enrique López fuera elegido para magistrado del Tribunal Constitucional, pero se encontró con la oposición furibunda del PSOE, tal vez porque consideraban a Don Enrique demasiado imparcial e independiente. Hija, cómo son.

                Eran Izquierda Unida y varias asociaciones querellantes quienes recusaban al magistrado López en este caso de los papeles de Bárcenas, y la razón alegada era la de “manifiesta amistad” del magistrado con el PP, y hablaban también de “indudable relación de afinidad y cercanía” de don Enrique con “muchos” dirigentes del PP, particularmente con Don Federico Trillo, actual embajador en el Reino Unido. También explicaban que López ha participado como ponente en más de cincuenta seminarios y conferencias organizados por una fundación del PP o, incluso, en actos electorales de dicho partido. Fruslerías.

                Bueno, pues me pregunto yo varias cosas. Primero de todo, qué es la amistad, ¿eh?, y cuándo se sabe si la hay y cómo se averigua. A veces te ven por ahí todo el día con gente y creen todos que existe un sentimiento amistoso la mar de serio, pero es sólo una relación superficial, estar sin estar o pasar el rato, no sé si me entiendes. Por qué va a ser amigo un magistrado de un partido, por mucho que lleve quince o veinte años colaborando con él y siguiendo sus indicaciones o siendo promocionado por tal partido, pongamos por caso o si fuera el caso. Y aunque lo fuera, qué. ¿Acaso no puede uno con imparcialidad reconocer los defectillos de sus amistades si un día tiene que juzgarlas un poco? ¿No solemos, incluso, ser un poco más críticos con los más cercanos y no les exigimos más que a los otros? ¿No es la mayor afinidad la que se da en familia y mire usted cómo tratan algunos a los cuñados? ¿Por qué no ha de ser imparcial ese señor magistrado cuando resuelva recursos o casos que afecten una barbaridad al Partido Popular y por mucho que se haya codeado con los mandamases de ese partido y porque la vida tiene esas casualidades que uno no busca, pero surgen? ¿Pero todavía hay quien pueda pensar en este país que quedan jueces parciales, ahora que ya casi hemos acabado con el franquismo y en este Estado de Derecho fetén del todo que nos gastamos? ¿No hubo incluso quien defendió a Garzón frente a los que decían que qué parcial? Por favor, hombre, por favor, un poco de respeto.

                Bien, ahora en serio. Esto es un escándalo que no escandaliza porque es un escándalo más y ya tenemos la retina encallecida e insensible el alma, de tantos como vemos. Vaya por delante que hoy no pretendo hacer cuestión de personas, sino que ando más “estructuralista”. Y debo añadir, aunque sorprenda, que conozco personalmente a Don Enrique López, aunque hace tiempo que no tenemos ocasión apenas de tratarnos, y que siempre hemos mantenido una cordial relación. Lo que pasa que yo soy así, qué le vamos a hacer. Jodido hasta como amigo y, sobre todo, muy de mi casa y mis libros y felizmente resignado a la vida monacal y los gin-tonics con mi señora.

                El problema no está en el amigo Enrique ni en Perico de los Palotes ni en las docenas de magistrados que llegan a la cúspide del poder judicial o al Tribunal Constitucional aupados por los partidos, después de años de tratos con los partidos que vaya usted a saber cómo serían, y en deuda con los partidos hasta que la muerte los separe. Hubo un caso, el más llamativo, de uno que fue catedrático y militante, luego estuvo en el CGPJ, luego fue diputado, luego magistrado del TC, luego alto cargo de un ministerio del mismo partido de siempre y ahora anda en un tribunal internacional al que lo promovió ese partido suyo de toda la vida. O tal vez el orden no fue exactamente ese, pero de lo que sí estoy seguro es de que la teta era la misma y lo otro también. La repanocha jurídica es esto, y menuda habilidad la de algunos. ¿Cómo lo harán? No sé por qué se mete la gente con Enrique López, que, a lo máximo y en comparación con este percal, no pasaría de aficionadillo o modestísimo aspirante a la gloria togada.

                No, el problema no es de tal o cual persona y no se trata ni de juzgar ni de compararse. Mírenme a mí mismo, sin ir más lejos, tan purista que me finjo y, sin embargo, si me ofrecen sesenta o cien mil euros por defender el derecho natural tomista les planto una monografía encomiástica que se funde el misterio de la ley natural. Barato, barato. Pues cómo no, claro que la carne es débil y que el diablo acecha. Por eso no hay que andarse en vueltas con las personas, sino que tenemos que  construir reglas. Puestos a citar bibliografía que esté a la altura, miren mismamente el cuento de los Tres Cerditos. ¿Cuándo dejó el lobo de derribarles la casa y de zamparse cochinillos? Cuando la hicieron de piedra, resistente, y no de paja. Pues con la paja como elemento constructivo de las instituciones es con lo que debemos acabar.

                En otras palabras, no necesitamos jurisprudencia sobre los pecados, sino limitar las ocasiones para pecar. Es poco menos que absurdo poner a los compañeros de un magistrado de la Audiencia Nacional o del tribunal que sea a dirimir si su colega tendrá “amistad manifiesta” o no manifiesta con tal o cual partido. Qué van a decir, los pobres. Hoy por ti, mañana por mí, y arrieros somos y todo eso y la presunción de la Inocencia, que es un señora decente, pero muy presumida. Nada, pues, de establecer causas de recusación mediante conceptos jurídicos altamente indeterminados, como “amistad manifiesta”, “amor inmarcesible”, “hastío vital”, “sed de trascendencia”, “morriña atávica” o “deseo carnal”. No, eso es como poner un portero maniatado a parar un penalti que lanza Cristiano Ronaldo un día de furia. Hay que sacar la falta fuera del área, a ser posible al medio del campo. ¿Cómo? Un régimen de incompatibilidades de padre y señor mío. ¿Que un juez es nombrado para un cargo político, lo que significa que es señalado por el dedo alzado de un partido o coalición de tales? Excelente, pero no podrá retornar al ejercicio de la judicatura hasta quince años después de cesar en dicho cargo. ¿Que es mucho? Bueno, pues veinte, por protestar. ¿Y que qué hace durante esos veinte años en los que ha quedado inhabilitado? Uno, que se lo hubiera pensado antes; dos, que trate de seguir en cargos y medrando en el partido y que no hagan como ahora, que vuelven a la toga cuando tocan techo, tipo don Baltasar, que era otro de órdago; tres, que pongan un estanco o que se busquen una pareja rica o una viuda (o viudo) con posibles. Yo qué sé. Pero lo que no puede ser es que al mes o al año de dejar el cargo político vayas a juzgar al que te nombró o a uno de su cuerda. Eso apesta. Es lo de la mujer del César, pero a lo bestia y en aroma corporal. La mujer del César no puede soltar ese tufo, debe parecer higiénica.

                Y así todo. Mano de santo y solución facilísima. ¿Que un juez o magistrado va al CGPJ por elección de los partidos? Muy bien, nada que objetar. Pero al terminar su mandato en el Consejo se le jubila con todos los honores y una pensión excelente, superior incluso  al sueldo del que más cobre en el poder judicial. Ah, pero pensión incompatible con todo ejercicio profesional o político. Ese encomiable sujeto ya no podrá ser ni embajador ni ministro ni consejero de empresas públicas o privadas ni nada; si acaso, profesor asociado de tres horas en universidad de provincias. Y punto.

                ¿Y si se aburren?, preguntarán algunos. Bueno, siempre pueden escribir libros, sean sesudas monografías sobre el legado de cosa mueble o sobre la preterintencionalidad en los delitos de resultado, sean novelas o sean sus memoras profesionales o eróticas. Ojo, pero no olvidemos que tampoco han de poder salir en Tele5 sin perder su pensión. Régimen muy estricto para que este Estado parezca serio y no esto que parece, que sólo nos falta ponerle neones al BOE.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El nombramiento para el Tribunal Constitucional se prevé para antes del verano. El PSOE ha retirado su oposición a cambio de que el PP se trague a otro aún peor del otro bando.

Anónimo dijo...

Muy bueno, lo comparto al cien por cien, como cási tus cosas, menos lo de tus simpatias por UP y D, algún defectillo tenias que tener.

Un admirador y lector impenitente de tu magnífico blog.

Anónimo dijo...

Mañana por la mañana, junto a Psicología e Industriales, en Madrid, hay una campaña de donación de sangre. Vayan y donen sangre, por favor.

Gracias, profesor.

David.

Anónimo primero dijo...

Anunciado en este blog hace casi tres semanas.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/07/espana/1370606528.html