Dedicado a mis fieros amigos de allá lejos.
Me encantan los “críticos” en la “academia”. No digo los críticos, los que efectivamente critican y critican en serio y cosas serias, no se casan con el mejor postor, arriesgan y muerden hasta la mano del que les da limosna o les compra el silencio. Digo los “críticos”, con las comillas bien puestas. Como digo “academia”, y que aquí las comillas marquen la caricatura de lo que quizá una vez fue paritorio de ideas y lugar extraterritorial para el debate sin más que la palabra y el humus de lo que otros pensaron antes.
Ese “crítico” académico está por todas partes, medra en departamentos universitarios y engorda en mil foros. En España hay bastantes; en Latinoamérica, más. En nombre de la autenticidad viste uniformes nuevos, pero uniformes. Se despeina minuciosamente antes de cada comparecencia pública, se esmera con los rizos de la barba, se sienta sobre su cazadora cara para darle un aspecto raído. Engola la voz para fingirla sensible, puede que muestre en distintos lugares de su indumentaria anagramas y símbolos de un montón de luchas nobles. Fuera de los cuarteles y los sínodos, en ningún otro lugar se ve tanta uniformidad como en los congresos de “críticos”.
Manso antiimperialista feroz, da la vuelta al mundo para decir civilizadas pestes contra la globalización. Denostador agudo de los norteamericanos, desliza en su premioso discurso expresiones en inglés con acento gringo. Sabe de lo que habla, pues los títulos que más exhibe los consiguió en universidades yanquis que menciona con delectación. Quiere a sus hijos bilingües y prefiere a los de sus compatriotas hablando nada más que sus lenguajes nativos.
Ecologista de fin de semana, pacifista por aversión al riesgo físico, pone voz nada más donde los otros, pacifistas y ecologistas propiamente dichos, se entregan en cuerpo y alma y gastan algo más que palabras.
Se abona al multiculturalismo y predica el respeto con las costumbres de ese otro con el que nunca habla, pues casualmente sus amigos y colegas son todos de su origen, clase y condición. Unos los hizo en el colegio de pago, los otros se los encontró en sus andanzas por los departamentos norteamericanos de estudios culturales.
Su muy civilizada filípica prefiere exponerla en las universidades más caras, en los clubes privados, en algún think thank, si llega el caso y la invitación, donde faltan los negros y los gitanos y los pobres todos; pero, al fin y al cabo, lo que importa es la palabra y los profetas están nada más que para mostrar el camino, antes de que un carro de fuego se los lleve a algún despacho de caoba. Asume el sacrificado destino de las vanguardias, la soledad de los faros, la estela huidiza de las estrellas errantes y sonantes.
Pertinaz desenmascarador de los medios de comunicación de masas, por alienantes y manipuladores, vende su alma por una columnita en algún periódico dominante y se esponja si el dueño de la empresa le pone la mano en el hombro. Tan cómodamente instalado, acaba por descubrir esencias nacionales, ancestrales virtudes del pueblo soberano, valores inmarcesibles de la academia local, y así lo proclama con verbo encendido y fervor de neófito. El mismo fervor con que sigue advirtiendo de las acechanzas exteriores, de las envidias de los otros, de la radical incomprensión de los que no saben apreciar la envergadura moral de sus compatriotas.
Abomina las guerras, pero sólo toma partido en las lejanas, más que nada para no contribuir al enconamiento del conflicto en las cercanas. Pues a las que tiene próximas las llama conflicto para que no lo salpiquen tanto y seguir poniendo cara de perpetuo mediador a cubierto. Se compadece de las víctimas, pero en lo que le toca de cerca prefiere la muy ecuánime postura del que no sabe con seguridad quiénes son los culpables, salvo los que estén bien alejados. Adora el diálogo como remedio universal para todos los enfrentamientos, menos para los que amenacen a su situación personal o su influencia social. Cuando le mueven la silla o le cuestionan la estudiada pose, no dialoga; insulta y llama a la guerra santa por el mancillado honor de la nación y la dignidad de sus compatriotas. Porque es a sus compatriotas a quienes, al parecer, se ofende siempre que al "crítico" se le sacan los colores un poquito.
Del burgués que siempre ha sido conserva la habilidad para el cálculo de conveniencias propias. De su tranquilo pasado de panfletos y militancias alternativas guarda una retórica preñada de falacias. El que diga pestes de la impostura de los de su especie volverá a ser tildado de representante de poderes colonialistas e imperiales; el que ironice sobre lo poco atrevido de ese su compromiso con los oprimidos, que defiende a buen precio, será calificado como explotador y ciego; el que se tome a broma su progresismo de diseño y cinco estrellas recibirá el anatema de la insensibilidad.
Nuestro “crítico” rechaza la crítica afeando las condiciones personales, reales o supuestas, de su interlocutor. Si éste pone en solfa el hermoso mundo en que el “crítico” vive, debe callar porque él, el crítico del “crítico, es parte de ese mundo y, en consecuencia, carece de legitimidad para hablar y rebelarse o porque él tampoco es tan ejemplar como debiera o porque la crítica sin miramientos le hace el juego a ese misterioso “sistema” tan horrible en el que los dos, el “crítico” y el crítico, están placenteramente instalados. El “crítico” se indigna con la crítica porque de ella pretende el monopolio, el usufructo vitalicio.
Ese “crítico” académico está por todas partes, medra en departamentos universitarios y engorda en mil foros. En España hay bastantes; en Latinoamérica, más. En nombre de la autenticidad viste uniformes nuevos, pero uniformes. Se despeina minuciosamente antes de cada comparecencia pública, se esmera con los rizos de la barba, se sienta sobre su cazadora cara para darle un aspecto raído. Engola la voz para fingirla sensible, puede que muestre en distintos lugares de su indumentaria anagramas y símbolos de un montón de luchas nobles. Fuera de los cuarteles y los sínodos, en ningún otro lugar se ve tanta uniformidad como en los congresos de “críticos”.
Manso antiimperialista feroz, da la vuelta al mundo para decir civilizadas pestes contra la globalización. Denostador agudo de los norteamericanos, desliza en su premioso discurso expresiones en inglés con acento gringo. Sabe de lo que habla, pues los títulos que más exhibe los consiguió en universidades yanquis que menciona con delectación. Quiere a sus hijos bilingües y prefiere a los de sus compatriotas hablando nada más que sus lenguajes nativos.
Ecologista de fin de semana, pacifista por aversión al riesgo físico, pone voz nada más donde los otros, pacifistas y ecologistas propiamente dichos, se entregan en cuerpo y alma y gastan algo más que palabras.
Se abona al multiculturalismo y predica el respeto con las costumbres de ese otro con el que nunca habla, pues casualmente sus amigos y colegas son todos de su origen, clase y condición. Unos los hizo en el colegio de pago, los otros se los encontró en sus andanzas por los departamentos norteamericanos de estudios culturales.
Su muy civilizada filípica prefiere exponerla en las universidades más caras, en los clubes privados, en algún think thank, si llega el caso y la invitación, donde faltan los negros y los gitanos y los pobres todos; pero, al fin y al cabo, lo que importa es la palabra y los profetas están nada más que para mostrar el camino, antes de que un carro de fuego se los lleve a algún despacho de caoba. Asume el sacrificado destino de las vanguardias, la soledad de los faros, la estela huidiza de las estrellas errantes y sonantes.
Pertinaz desenmascarador de los medios de comunicación de masas, por alienantes y manipuladores, vende su alma por una columnita en algún periódico dominante y se esponja si el dueño de la empresa le pone la mano en el hombro. Tan cómodamente instalado, acaba por descubrir esencias nacionales, ancestrales virtudes del pueblo soberano, valores inmarcesibles de la academia local, y así lo proclama con verbo encendido y fervor de neófito. El mismo fervor con que sigue advirtiendo de las acechanzas exteriores, de las envidias de los otros, de la radical incomprensión de los que no saben apreciar la envergadura moral de sus compatriotas.
Abomina las guerras, pero sólo toma partido en las lejanas, más que nada para no contribuir al enconamiento del conflicto en las cercanas. Pues a las que tiene próximas las llama conflicto para que no lo salpiquen tanto y seguir poniendo cara de perpetuo mediador a cubierto. Se compadece de las víctimas, pero en lo que le toca de cerca prefiere la muy ecuánime postura del que no sabe con seguridad quiénes son los culpables, salvo los que estén bien alejados. Adora el diálogo como remedio universal para todos los enfrentamientos, menos para los que amenacen a su situación personal o su influencia social. Cuando le mueven la silla o le cuestionan la estudiada pose, no dialoga; insulta y llama a la guerra santa por el mancillado honor de la nación y la dignidad de sus compatriotas. Porque es a sus compatriotas a quienes, al parecer, se ofende siempre que al "crítico" se le sacan los colores un poquito.
Del burgués que siempre ha sido conserva la habilidad para el cálculo de conveniencias propias. De su tranquilo pasado de panfletos y militancias alternativas guarda una retórica preñada de falacias. El que diga pestes de la impostura de los de su especie volverá a ser tildado de representante de poderes colonialistas e imperiales; el que ironice sobre lo poco atrevido de ese su compromiso con los oprimidos, que defiende a buen precio, será calificado como explotador y ciego; el que se tome a broma su progresismo de diseño y cinco estrellas recibirá el anatema de la insensibilidad.
Nuestro “crítico” rechaza la crítica afeando las condiciones personales, reales o supuestas, de su interlocutor. Si éste pone en solfa el hermoso mundo en que el “crítico” vive, debe callar porque él, el crítico del “crítico, es parte de ese mundo y, en consecuencia, carece de legitimidad para hablar y rebelarse o porque él tampoco es tan ejemplar como debiera o porque la crítica sin miramientos le hace el juego a ese misterioso “sistema” tan horrible en el que los dos, el “crítico” y el crítico, están placenteramente instalados. El “crítico” se indigna con la crítica porque de ella pretende el monopolio, el usufructo vitalicio.
El “crítico” no admite la crítica porque él es su administrador, su fedatario, su albacea, su supremo representante así en la tierra como en el cielo, y porque no desea que se haga peligrar su sueño de ser un día presidente del consejo de administración de “Crítica, S.A.”.
¿Que también hay mucho impresentable entre los no "críticos" y los que van de otra cosa? Por supuesto. Lo uno no quita lo otro y un cretino no se sana o se compensa con otro cretino de signo contrario. Y digo esto porque ése es otro de los grandes trucos del "crítico". Cuando alguien lo cuestiona o cuestiona a su grupo, replica con que el interlocutor se olvida de que también en el bando de enfrente hay sujetos poco presentables. En cambio, cuando es el "crítico" el que pone verdes a los otros, nunca se huele el sobaco ni mira a su alrededor. Auténtico profesional de la ley del embudo, se siente despeinado por los dioses y llamado por las musas más greñudas. Por eso es tan feliz y se quiere tantísimo.
En fin, con su pan se lo coman. Pero el monopolio del discursito guapo no se lo vamos a reconocer así como así. Y su ramplón conservadurismo de fondo tampoco nos engaña ya.
9 comentarios:
ESTE ARTICULO ME DEJA EN CLARO QUE CLASE DE GENTE ES LA QUE TRABAJA O HABITA EN LAS UNIVERSIDADEs: MERCENARIOS, MERETRICES, BATACLANAS, BARRAGANAS, BALDOSEROS, CORBATAS, TINTERILLOS Y CAGATINTAS....POR NO DECIR PLAGIARIOS.....lo cierto es que segun mediciones de las revistas forbes, newsweek y the economist...ESPAÑA Y PORTUGAL tienen las universidades mas atrasadas del primer mundo..
Bien profesor. Supongo que el "crítico" al que hace referencia es Cesar Rodriguez. Le cuento que hace poco escribí sobre el episodio suyo y el post de rodriguez sobre usted en semana. REsultado: un escudero de rodriguez y profesor critico (y al parecer alumno suyo tambien), se me vino encima con cuanto insulto se le ocurrio. Y bueno, siempre he creido que el clubcito de cesar es mñas parecido al foro social mundial que a una vaina medianamente seria.
Ah, de paso, usted escribe mucho mejor que César y es infinitamente mas entretenido, sobre lo de fondo, bueno, el escudero me manda a leerme toda la obra de cesar.
¡COLOMBIA NOS NECESITA! ¡NO MÁS CRÍTICAS INNECESARIAS! BLA BLA BLA...
http://www.youtube.com/watch?v=pVZ_BVT1pPM
Profesor Garcia Amado: Que buenos artículos. Soy colombiano y me parece que usted acierta de principio a fin describiendo esa plaguita de intelectuales de medio pelo que abundan en mi tierra. Lo felicito y comparto con apelaez que usted escribe muy entretenido. Slds. antilamprea
Pero el hecho de tener las universidades más atrasadas no quita,para decir que no existan personas competentes e inteligentes dentro de ellas, que tiran adelante con pocos recursos y gran carga de responsabilidad,siendo así sus clases deseadas y buscadas por la mayoria de sus alumnos.Pues ya cumple con gran parte de su finalidad,que para eso fue creada.
En España fuimos pioneros en Derecho Natural y filosofia del Derecho y su escuela reconocida universalmente.Yo tuve un profesor a quien,aún ahora,lo sigo venerando.En homenaje a él.
Estimado Apelaez, no me estoy refiriendo específicamente al señor C.R. porque lo conozco muy poco. Lo he visto una vez, creo, apenas he hablado con él y no he leído sus obras, cosa que no digo con ningún orgullo, pues de todo se aprende. Tampoco lo voy a juzgar ni por lo que dice en su post ni por lo que calla después. Mi nota hace referencia a un cierto tipo de profesor que se estila bastante tanto en España como en Colombia y otros lugares. Dejo a cada cual el juicio sobre lo certero de mi descripción de ese modelo de profesor y sobre quién encaja mejor o peor en él.
Por otro lado, no puedo dejar de estar agradecido al señor Rodríguez por su deferencia al publicar mi post prácticamente entero; naturalmente, hago extensiva esa gratitud a la revista "Semana". Algún amigo había intentado antes publicar mi sátira en otro medio, sin conseguirlo. Esa generosidad del señor Rodríguez ha disparado el número de lectores de mi blog y de nuevos contactos interesantes, y no sólo esos insultos “críticos” empeñados en confirmar más de un aserto de mi texto. Imagínense cuánto puede costar una cuña publicitaria que le dé a uno tal difusión, y así verán qué generoso servicio me ha prestado el señor Rodríguez. Y mayor aún es su mérito si, como parece, se vio reflejado en algún punto de mi sátira y, con todo y con eso, se avino a darle difusión con gran humildad.
Seguiré hablando en Colombia y en cualquier parte con la misma libertad que lo hago en mi propio país –este blog atestigua esto último-. Los billetes de avión para el próximo viaje ya están listos y continuaré exponiendo mis impresiones de lo bueno y de lo menos bueno, aunque procuraré evitar la sátira, género que, al parecer, muchos "críticos" no entienden bien, tal vez acostumbrados a textos más adustos. Aunque he de reconocer que en este próximo viaje me moveré con algo más de discreción, no vaya a ser que quiera el señor Rodríguez enviarme a alguno de esos amigos suyos. A insultar, digo. Con él sí estaría encantado de verme para cruzar opiniones como si fuéramos caballeros, si está en el país y tiene tiempo.
Saludos muy cordiales.
Este caballero; Crítico; que menciona vd. es primo carnal, por parte de madre, de los señores B y C del post del otro día.
Creo que tiene también una línea común con la Rata de Alcantarilla y una alteración genética de la proteina SHLQMCYMB -21 (sólo hago lo que me conviene y me beneficia - 21).
No se puede negar que Garcia Amado escribe bien. Me han gustado alguno de sus post.Pero esta descripción del "critico" lo certifica como un habilidoso cultor del Autorretrato.
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