30 agosto, 2008

El Estado, las ovejitas y el lobo

Ando leyendo estos días sobre terrorismo, políticas de seguridad y Derecho, especialmente Derecho penal. Debo asistir dentro de escasamente dos semanas a un seminario sobre ese tema en Toledo, y luego, los días 18 y 19 de septiembre, tenemos en León el seminario anual sobre “Derecho penal y Filosofía del Derecho”, esta vez sobre “Terrorismo y Derecho penal”, con ponencias de Capella, Cancio, Paredes y Bonorino. Por cierto, están todos ustedes invitados: la inscripción es gratuita, se debate a gusto, se come bien y se bebe mejor.
Coincidencia casi general de los autores: al paso que vamos, con tanto “Derecho penal de enemigo”, tanto “Estado de la seguridad”, tanta relativización de los principios jurídico-penales que se tenían por sacrosantos, tanto “Derecho penal post-preventivo”, tanta obsesión con las medidas de seguridad posteriores al cumplimiento de la pena y, en suma, tamaña histeria social inducida desde el poder y sus medios de comunicación, nos encontraremos a la vuelta de la esquina con el terror estatal, con los hábitos abusivos de un Leviatán arbitrario, con el autoritarismo más descarnado y la irreversible limitación de las libertades ciudadanas. Seguro que todo ello es gran verdad, pero muchos de inmediato se preguntarán: ¿y (a mí) qué?
Me explico rápidamente y antes de que algún amigo o amiga me vuelva a llamar schmittiano (calificativo que se puede tomar de diferentes maneras, pues Carl Schmitt era tan genial como malnacido, tan sabio como acomplejado, tan erudito como resentido). Salgamos a la calle y tomemos al azar una muestra de mil personas. Expliquémosles que, tal como marchan las cosas, existe serio peligro de que se reprima la expresión de muchas ideas heterodoxas y críticas con el orden vigente, que los disidentes pueden ser tratados como delincuentes, que nuestra intimidad, la de todos, se ve crecientemente limitada por todo tipo de vigilancias y espionajes, que retornan variadas formas de censura, que nacen insospechadas técnicas de control, que la función resocializadora de la pena no se va a respetar ni lo más mínimo con determinados delincuentes, que ciertas garantías procesales tampoco se van a atender con esos delincuentes, que la libertad de movimientos de algunos grupos sociales resultará mermada, etc., etc., y que con todo ello se pretende que haya más seguridad frente a cosas tales como atentados terroristas o delitos sexuales graves, aunque no se está seguro de la eficacia preventiva de las medidas en cuestión. Ahora trate usted de adivinar, querido amigo, qué porcentaje de esos mil responderá con un encogimiento de hombros y un “Que se jodan, a mí me parece muy bien. Y ahora discúlpeme, que tengo cita en la pelu y luego empieza al partido”.
¿Es autoritaria la inmensa mayor parte de la ciudadanía? ¿Carece de toda sensibilidad moral la mayoría de la gente? ¿Llega a extremos inauditos la manipulación de nuestras conciencias por los medios de comunicación, siempre en complicidad con los poderes establecidos, comenzando por los económicos y continuando por los religiosos y los políticos? Pues de todo habrá y todo ello influirá, pero me parece que la razón de dichas actitudes predominantes es más profunda y se podría resumir así: la mayor parte de las personas no temen perder lo que ni usan ni les interesa ni saben propiamente que poseen: la libertad. ¿Censura? Nunca se me va a ocurrir decir o escribir nada que se salga de lo común y manido, aprobado por gobiernos e iglesias. ¿Falta de garantías para los imputados? Yo estoy tranquilo, no concibo que de nada se me pueda acusar, dada mi fidelidad perruna al orden establecido, sea el que sea y cambie como cambie. ¿Riesgo para mi intimidad? Pero si soy transparente, cada comportamiento mío es previsible, estandarizado, repetido, desde que me levanto hasta que me acuesto. Ni fantasías tengo y todo el morbo de mi alma se reduce al esfuerzo por ser cada vez una copia más exacta de mí mismo y, al tiempo, más igual a todos los demás que conozco. ¿Peligro de que paguen inocentes? ¿Crisis del principio de presunción de inocencia? Algo habrán hecho, en todo caso. A mí no me hace falta presumirme inocente: soy inocente y a nadie que me vea se le puede pasar por la cabeza otra cosa.
Cuando uno era joven estaba de moda leer a Erich Fromm (¡ay, qué tiempos!) y aquello de El miedo a la libertad. Se nos quedó vieja la bibliografía. Para temer la libertad hay que conocerla o representársela de alguna forma. Los pollos de granja no tienen miedo a la libertad: ni la sospechan. Y, ay, cuando algún ecologista exaltado libera a armiños o visones en cautividad, se mueren, no saben andar a su aire y buscarse la vida. Como nosotros. Por eso, practiquemos la ecología humana y dejemos en paz a armiños y chinchillas. Cuando te encuentres un humano manso, santurrón, ortodoxo, previsible, de orden y que esté muy preocupado por si lo violan o le estalla una bomba sin ton ni son, escandalízalo, rétalo, dale mal ejemplo, compromételo, asústalo, desconciértalo. Ayúdalo a salir de su jaula. A lo mejor, cuando se haya dado unas vueltas a su aire y por libre, entiende que sí tiene algo que perder cuando el Estado se torna un monstruo que pastorea a unos enanitos llamados ciudadanos.
En filosofía política, la diferencia entre un liberal y un antiliberal o autoritario tal vez pueda describirse así. El antiliberal vive acongojado y viendo por todas partes gran peligro de que lo maten, lo roben, lo secuestren o lo violen, y por ello busca desesperadamente un Estado que lo proteja, por encima de todo y al precio que sea. El liberal se lo toma con un poco más de calma, echa cuentas de los riesgos reales de cada cosa, asume que vale más correr peligro fuera de la jaula que estar seguro en ella y, sobre todo, insiste en que cuando es el Estado mismo el que te mata, te roba, te secuestra o te viola, entonces sí que estás jodido sin remisión y ya no te queda ni a quien llorar ni de quien esperar nada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

me disculpo si le cayó mal lo de "pelín schmittiano", pretendía ser una broma amistosa.

Administrador dijo...

Querido companyero, en el día del blog te he posteado en La blogmática penal.
blogmaticapenal.blogspot.com. Un abrazo. Fernando Miró

Anónimo dijo...

Por favor, dínos dónde nos tenemos que apuntar para aceptar tu gentil invitación. Un saludo
Julio

Juan Antonio García Amado dijo...

Muy sencillo, Julio: basta enviar un correo electrónico con tus datos a esta dirección jagara@unileon.es, o a esta otra: mdiag@unileon.es Desde ahí nos ponemos en contacto contigo por si necesitas algún otro apoyo organizativo,pero con eso ya quedarías inscrito.