¿Nos damos cuenta de que los gobiernos están cada día más poseídos por la pasión de prohibir y el vicio de castigar? Andan como locos buscando donde ponernos un nuevo límite, una traba añadida, un aumento de pena. Y la sociedad entra el trapo y, mal que bien, vamos convirtiéndonos todos en censores del comportamiento ajeno. Ni el lenguaje se libra y no dice uno tres frases seguidas en público sin cogérsela con papel de fumar (expresión que supongo que se debe ir abandonando), no se vaya a ofender a una minoría, una mayoría, un género, una especie, los nacionales de alguna nación vieja o nueva, la grey de una religión... Por cierto, tiene una guasa guapa lo del Papa y los musulmanes. Ya andan quemando alguna iglesia por el mundo por soltar el Papa que era mala cosa la violencia religiosa en el Islam. Como se nos ponga gagá el pontífice va a ser cosa de mucha risa. Despendole verbal en lugar de la acrisolada diplomacia vaticana. Pero la próxima vez que algún allatolah suelte que el occidente cristiano es un atajo de pervertidos violentos ya veo yo a los católicos -o a los occidentales en general- saliendo de manifestación a exigir un respeto y que se metan en sus cosas. Si uno no quiere, dos no conviven en plan multicultural. Estamos todos locos, Papa incluido. Porque anda que en violencia religiosa no hay por aquí un pasado caliente también, aunque algún perdón ya se ha perdido; pero sólo alguno. Vuelven, si alguna vez se habían ido, las guerras de religión, modelo otoño-invierno.
Pero sigamos con la pregunta de por qué ese celo en el prohibir que se gastan los gobiernos. Lo de fumar es de lo último y más claro, pero los ejemplos abundan. Puede que en algo dependa de dos razones que se me ocurren. Una, el puro placer legislativo, el morbo de mandar y el disfrute al acoquinar al personal. A lo mejor la vocación política no es más que eso, en estos tiempos en que las reformas de fondo y largo alcance brillan por su ausencia. Ya que no vamos a construir una sociedad más justa ni nos atrevemos a meterles mano a los que de verdad cortan el bacalao, entretengámonos puteando a la gente común. Más plusvalía pero menos nicotina. Progresamos. Se acaba por dar más importancia política y social a la legislación sobre el uso del tabaco que a la legislación laboral, pongamos por caso. Pueden parecer todas esas normas, que nos coartan más y más en nuestro diario vivir, expresión de paternalismo estatal. Te pego porque te quiero, y ahora a ver ese culete. Menudo padre, oiga. Tiene más de amo que de protector, más afición al látigo que a la pedagogía y esa enfermiza obsesión por ver a los hijos incapaces e inmaduros. En fin, que me parece que debe de ser un gustazo sentarse en el Consejo de Ministros y preguntarse qué prohibimos hoy a la ciudadanía, compañeros y compañeras. ¿Qué tal si penalizamos el consumo de cerveza en ayunas? ¿Los dónuts de chocolate? ¿Las patatas fritas con ketchup? ¿El piropo callejero? ¿Las puertas giratorias? ¿Los calzoncillos marianos? Todo para ir construyendo una sociedad más sana y responsable, por supuesto, más madura, y para que la ciudadanía corra menos riesgos y se lo pase mejor ante el televisor.
La otra explicación que imagino tiene aún peor cara. Los mandamases que más mandan disfrutan de privilegios exclusivos y espacios de libertad muy particulares. Que el pueblo no pueda hacer esto o lo otro los afecta poco, subidos ellos en la impunidad, y ahítos de caprichos, hastiados de privilegios, estragados los cinco sentidos. Se apasionan tanto más por las reglas cuanto más se sienten como excepción. Quien puede elegir entre más y mayores placeres poco lamentará, más bien al contrario, que el vulgo vea cada día más limitados y controlados los suyos.
No les bastamos obedientes, sólo les pone vernos sumisos. A este paso, y sin revoluciones que en lontananza, sólo nos queda fumar. Y poner la cama.
Pero sigamos con la pregunta de por qué ese celo en el prohibir que se gastan los gobiernos. Lo de fumar es de lo último y más claro, pero los ejemplos abundan. Puede que en algo dependa de dos razones que se me ocurren. Una, el puro placer legislativo, el morbo de mandar y el disfrute al acoquinar al personal. A lo mejor la vocación política no es más que eso, en estos tiempos en que las reformas de fondo y largo alcance brillan por su ausencia. Ya que no vamos a construir una sociedad más justa ni nos atrevemos a meterles mano a los que de verdad cortan el bacalao, entretengámonos puteando a la gente común. Más plusvalía pero menos nicotina. Progresamos. Se acaba por dar más importancia política y social a la legislación sobre el uso del tabaco que a la legislación laboral, pongamos por caso. Pueden parecer todas esas normas, que nos coartan más y más en nuestro diario vivir, expresión de paternalismo estatal. Te pego porque te quiero, y ahora a ver ese culete. Menudo padre, oiga. Tiene más de amo que de protector, más afición al látigo que a la pedagogía y esa enfermiza obsesión por ver a los hijos incapaces e inmaduros. En fin, que me parece que debe de ser un gustazo sentarse en el Consejo de Ministros y preguntarse qué prohibimos hoy a la ciudadanía, compañeros y compañeras. ¿Qué tal si penalizamos el consumo de cerveza en ayunas? ¿Los dónuts de chocolate? ¿Las patatas fritas con ketchup? ¿El piropo callejero? ¿Las puertas giratorias? ¿Los calzoncillos marianos? Todo para ir construyendo una sociedad más sana y responsable, por supuesto, más madura, y para que la ciudadanía corra menos riesgos y se lo pase mejor ante el televisor.
La otra explicación que imagino tiene aún peor cara. Los mandamases que más mandan disfrutan de privilegios exclusivos y espacios de libertad muy particulares. Que el pueblo no pueda hacer esto o lo otro los afecta poco, subidos ellos en la impunidad, y ahítos de caprichos, hastiados de privilegios, estragados los cinco sentidos. Se apasionan tanto más por las reglas cuanto más se sienten como excepción. Quien puede elegir entre más y mayores placeres poco lamentará, más bien al contrario, que el vulgo vea cada día más limitados y controlados los suyos.
No les bastamos obedientes, sólo les pone vernos sumisos. A este paso, y sin revoluciones que en lontananza, sólo nos queda fumar. Y poner la cama.
4 comentarios:
ASI MEDITABA ZP
Inmigración.- Poco en poco,hace bastante poco en mucho,hace más mucho en mucho,demasiado.
Memoria histórica.- Lo reciente, hace poco lo pasado, hace más lo ancestral y arcaico, hace mucho más.
Su culo si está cerca Mohamed VI.- El vacío perfecto es irrellenable, la plena plenitud es infinita y desbordante.Esta está llena de luz,aquel vacío del todo.
La unidad de ESPAÑA .- Más vale estar vacío para seguir llenando, que demasiado lleno para vaciar constantemente.
Al haber dicho esto, su ser eterno se despide y entra en su corazón : Amor, Justicia y Paz.
Siempre ha estado prohibido fumar y siempre ha estado prohibido producir tabaco.
SALUS ANIMARUM SUPREMA LEX EST.
pROFESOR, por el hecho de que haya habido violencia religiosa por aquí y aunque no se hayan pedido todos los perdones de rigor, eso no quita para que se pueda criticar también la viga actual del ojo ajeno.
Vd este curso pasado nos comentó en el blog que un buen alumno había ido a hablar con Vd al salir de clase que se sentía un poco desconcertado por el trato dispensado al Papa y a la iglesia católica, me imagino que a Vd se la traería floja y si coincide otro día que viese motivos para ello criticaría a tan serenísima persona.
¿Habría huevos en una clase con moros a hablar del mismo modo del Mahoma y del islam?
Si los hay, entonces no hay caso, si no los hay ... ¿a qué esperamos para que los haya?
Más de huevos profesor
¿habría huevos en una clase con alumnos vascos y catalanes a expresar lo que uno creyese oportuno en relación al regionalismo?
Si los hay, entonces no hay caso, si no los hay... ¿a qué esperamos para que los haya?
Porque con tanto discutir de lo que puede o debe decir el Papa, dejamos de hablar de lo liberticidas que son los moros y los regionalistas.
Publicar un comentario