En aquel país llevaban un buen puñado de décadas en paz, pero tiempo atrás, mucho tiempo atrás, había habido una guerra, a la que siguió una fea dictadura. Quedaban pocos supervivientes de los que habían luchado en el frente. El olvido iba tendiendo su manto, como nieve. O como perdón. A su tiempo y mientras aún se podía, poca justicia se hizo de aquellos desmanes y de la sangre inocente.
Un día, un historiador escribió un libro y afirmó con contundencia que los culpables habían sido aquéllos. Replicó otro historiador que no, que para nada, que no había más culpables que los otros. Siguieron muchos historiadores, alineándose unos a un lado y otros al otro. Juntaron tantos volúmenes, que daban para hacer barricadas. Y fueron legión los que se sintieron historiadores, por el gusto de la pelea. Se olvidaron de nuevo los sucesos de antaño y ya sólo se enseñaban los puños y se mentaba a las madres. Hasta que salieron los puñales y sonaron los disparos.
Un día, un historiador escribió un libro y afirmó con contundencia que los culpables habían sido aquéllos. Replicó otro historiador que no, que para nada, que no había más culpables que los otros. Siguieron muchos historiadores, alineándose unos a un lado y otros al otro. Juntaron tantos volúmenes, que daban para hacer barricadas. Y fueron legión los que se sintieron historiadores, por el gusto de la pelea. Se olvidaron de nuevo los sucesos de antaño y ya sólo se enseñaban los puños y se mentaba a las madres. Hasta que salieron los puñales y sonaron los disparos.
Cien años después, tras larga paz, un historiador dijo que el culpable había sido el primer historiador. Otro replicó que no, que toda la responsabilidad era del segundo. Etcétera.
Era un país que no podía vivir sin una guerra cada siglo.
Nadie pensó que todos eran culpables. De una u otra forma. Más o menos. Era un asunto de idiosincracia nacional. El rencor y el gusto por las revanchas hacían nación de la nación negada.
Era un país que no podía vivir sin una guerra cada siglo.
Nadie pensó que todos eran culpables. De una u otra forma. Más o menos. Era un asunto de idiosincracia nacional. El rencor y el gusto por las revanchas hacían nación de la nación negada.
10 comentarios:
Y lo más fuerte de todo, antes los perdedores tenían dignidad y no volvían a tocar los cojones.
¿Alguien se imagina que el general carlista Cabrera hubiese vuelto de su exilio londinense y le hubiesen hecho doctor honoris causa?
Las sociedades civilizadas tienen anticuaristas. Los bárbaros, historiadores.
y las sociedades estupidas gozan más con los anticuaristas que con el conocimiento de la historia
La historia presupone unas posituras impropias de un pueblo que aspira a la civilidad.
Para empezar, necesita, al menos, postular un cúmulo prevalente de hechos pretéritos. Y, esa postulación, le compromete con la legitimación de esa prevalencia en el futuro.
Porque si su discurso afirmara que A es prevalente, y no contuviese el ocaso de A, tiene que defender la prevalencia presente de A o admitir que está equivocado.
Soy el Anónimo i). Tumbaíto en su último párrafo hace una afirmación que me gustaría pusiese un ejemplo para la mejor comprensión de su argumento que es prometedor pero sin un ejemplo no deja de ser aire.
Yo también opino que estudiar historia de España o universal es absurdo, sin embargo, estudiar historia de la ciencia es interesante, pero hasta ahí, simplemente interesante.
Temo la venganza de los ejemplos.
Entonces corríjame si me confundo, si es tan amable.
El ejemplo es la Revolución Francesa.
El cúmulo prevalente sería el estudio del paso del antiguo Régimen al constitucionalismo y su prevalencia en el presente o al menos de las razones que lo hicieron prevalecer en el pasado y afirmaría también que esa prevalencia existe en el presente en tanto en cuanto no se ha dado marcha atrás. Y no estaría equivocado. Entonces su razonamiento flojea porque no siempre estará equivocado el historiador, aunque su idea no por ello deja de ser interesante, pero yo lo veo desde otro punto de vista, a saber : a mí que más me da que fuese Colón el que descubrió América o Erik el vikingo, es absurdo estudiarlo, hemos llegado hasta aquí, que más da como.
Piense que la mera creencia de que todos los hechos pertenecen a UN devenir, ya es una manera de atrofiarse la mente.
Tumbaíto, pues sí, si se mira como Vd lo dice pues es un atrofie.
Completamente correcto: La historia se repite. Seguimos in aprender la lección. Pero ¿Ocurrirá algún día que llegará alguien y castigará a los historiadores? ¿O debería decir "histeriadores"?
Un saludo.
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