Sobrecoge Galicia. Viajamos a una aldea pontevedresa, Baltar. Ya desde Orense el paisaje se ha vuelto marrón y negro, con esqueletos de árboles en todo el horizonte. Pero en ese pequeño enclave aldeano, con lejanas vistas, el desasosiego y la indignación se multiplican. Camino, durante dos mañanas, por sendas inundadas de cenizas, por montes chamuscados. Desde las altas colinas, la vista sólo alcanza desolación. Hay un extraño silencio en lo que fueron bosques, uno oye como nunca sus propios pasos, nada más que sus pasos. Se han ido los pájaros y ni el aire tiene con qué batirse.
Escucho las explicaciones de algún lugareño. A estos entrañables gallegos hay que traducirlos, y no porque no hablen castellano competente. Es lo esquivo de sus afirmaciones lo que necesita interpretación e índice multiplicador. Una buena mujer repite incansablemente que todo ha sido por los intereses y que todo es política. De mano me cuesta imaginármela lectora de Suso del Toro o en sintonía con la Narbona. Poco a poco, una tesis se va dibujando, tenue, el fondo de sus insinuaciones equívocas. Estos aborígenes, primos hermanos de los asturianos y, por tanto, de un servidor, no atacan de frente lo que quieren decir, no formulan de una sus opiniones. Más bien las van sitiando, las rodean, amagan, fintan, hasta que sea el interlocutor el que concluya por su cuenta.
Al final, creo que la entiendo y que sus idea coincide con la de algún otro amigo gallego con el que estos días hablé. Todo el rato repetía esta buena mujer que por qué no hubo apenas fuego en Lugo. Eso, por qué. En resumen, y para no hacerme yo el gallego: que hay muchos que piensan que fueron los narcos gallegos los que pagaron para que se prendiera al monte en estas zonas próximas a la costa que a ellos les interesa para su negocio. Que por eso los fuegos nacían cerca de las casas y los pueblos, para hacer más urgente el envío de todas las fuerzas disponibles y tener, así, entretenida y ocupada a la guardia civil, con abandono de la vigilancia de esa costa, en la que vaya usted a saber qué se cocía. Y a los pocos días apareció aquel submarino artesanal en una ría.
A mí me parece más verosímil esa hipótesis que otras, pero qué sé yo y con qué derecho dejo que la imaginación se me encienda. Debe de ser un puro embuste, pues nuestros políticos, éstos o aquéllos, andan en otras explicaciones. Y ellos jamás nos mentirían ni protegerían a mafiosos de ningún género. Por supuesto. Al menos insinuarían esta hipótesis, igual que otras, si tuviera mínimo asomo de ser certera.
Escucho las explicaciones de algún lugareño. A estos entrañables gallegos hay que traducirlos, y no porque no hablen castellano competente. Es lo esquivo de sus afirmaciones lo que necesita interpretación e índice multiplicador. Una buena mujer repite incansablemente que todo ha sido por los intereses y que todo es política. De mano me cuesta imaginármela lectora de Suso del Toro o en sintonía con la Narbona. Poco a poco, una tesis se va dibujando, tenue, el fondo de sus insinuaciones equívocas. Estos aborígenes, primos hermanos de los asturianos y, por tanto, de un servidor, no atacan de frente lo que quieren decir, no formulan de una sus opiniones. Más bien las van sitiando, las rodean, amagan, fintan, hasta que sea el interlocutor el que concluya por su cuenta.
Al final, creo que la entiendo y que sus idea coincide con la de algún otro amigo gallego con el que estos días hablé. Todo el rato repetía esta buena mujer que por qué no hubo apenas fuego en Lugo. Eso, por qué. En resumen, y para no hacerme yo el gallego: que hay muchos que piensan que fueron los narcos gallegos los que pagaron para que se prendiera al monte en estas zonas próximas a la costa que a ellos les interesa para su negocio. Que por eso los fuegos nacían cerca de las casas y los pueblos, para hacer más urgente el envío de todas las fuerzas disponibles y tener, así, entretenida y ocupada a la guardia civil, con abandono de la vigilancia de esa costa, en la que vaya usted a saber qué se cocía. Y a los pocos días apareció aquel submarino artesanal en una ría.
A mí me parece más verosímil esa hipótesis que otras, pero qué sé yo y con qué derecho dejo que la imaginación se me encienda. Debe de ser un puro embuste, pues nuestros políticos, éstos o aquéllos, andan en otras explicaciones. Y ellos jamás nos mentirían ni protegerían a mafiosos de ningún género. Por supuesto. Al menos insinuarían esta hipótesis, igual que otras, si tuviera mínimo asomo de ser certera.
5 comentarios:
Certifico que Lugo está impoluto. Lo de los narcos no me extrañaría nada.
Y encima, por lo que parece, la Guardia Civil es tonta. Se le cuelan los narcos, no se enteran de lo del 11-M y encima ... les ascienden.
Vivan los narcos, buenos clientes.
Lo de los narcos gallegos es también la tesis de un sociólogo cuyo nombre no recuerdo y que sacaban cada dos por tres en los informativos mientras los montes quemaban. Tengo un amigo gallego y guarda forestal que no se lo cree: porque no arde sólo la costa y, sobre todo, porque según él ni un guarda civil de costas abandonó su puesto para ir a apagar un incendio. Este amigo le echa la culpa a los ganaderos que buscan pasto, a los vecinos rencorosos que buscan joder al prójimo, al mal estado -al malísimo estado- de los montes gallegos, en los que los cortafuegos están inundados de maleza, a la idiosincrasia del bosque gallego, que ya no se repuebla con especies autóctonas, sino con arboles que arden como teas, y también echa la culpa al colchón-papá-Estado, al que los gallegos se han aficionado y que siempre aparece para sacar las castañas del fuego, nunca mejor dicho.
Si ardiese la costa -además de que toda la policia estaría en la costa- las vías de comunicación estarían cortadas. (¡elemental!)
Pero es que la realidad se impone a las explicaciones. Es cierto que la mayoría de los incendios se han concentrado en la costa (echad un ojo a los mapas que ha ido publicando día a día La Voz de Galicia).
Lo de los incendios para mover a la Guardia Civil no es ninguna novedad, y en la costa sur de Galicia se conoce de hace tiempo. Ya de cuando el tabaco (¡el mítico el "rubio de batea"!). Se prendían 3 o 4 focos veinte kilómetros al norte o al sur y hala, a desembarcar (teníais que ver los garajes de la peña en zonas como La Guardia... llenos de motores, a cada cual de más caballos... En la peana del busto dedicado al viejo alcalde de La Guardia pone su nombre y debajo recoge su nom de guerre: "Ligero". Y tan "Ligero", porque nunca le pillaron: modelo de contrabandistas).
Llevo con unos amigos dándole vueltas desde hace mucho tiempo a que Lugo (la provincia más pobre de Galicia) no arde. Y no tiene los montes más limpios. Ni la población sensiblemente más concienciada.
Pero arde: a) la costa; b) las zonas limítrofes con las ciudades...
AH: y con quince días sin incendios, ¿cuándo vuelven a surgir, súbitamente, 19 incendios? El día de la comparecencia de Touriño Bravo...
Publicar un comentario