Vean esta noticia que viene hoy, domingo, en El Tiempo, periódico colombiano. Hace días que se habla del asunto y es el hazmerreír de media Colombia.
Resumo con brevedad. En Colombia la Fiscalía General del Estado es una de las instituciones más poderosas y el puesto de Fiscal General uno de los más buscados. Se ha descubierto que entre el personal con contrato en la Fiscalía General figura lo que aquí llaman un síquico. En España tal vez lo denominarían muchos un parapsicólogo o cosa así. De los que te ayudan para tu autoayuda. Uno de esos jetas que lo mismo te hipnotizan para saber por qué te salen granos en salva sea la parte, te hacen la carta astral o te colocan en determinado orden los lápices de tu escritorio para que fluyan las buenas vibraciones y se alejen los malos espíritus. Conozco mucha gente en Latinoamérica que se desmelena con semejantes pendejadas y se gasta los cuartos en charlatanes de tamaño calibre.
Resumo con brevedad. En Colombia la Fiscalía General del Estado es una de las instituciones más poderosas y el puesto de Fiscal General uno de los más buscados. Se ha descubierto que entre el personal con contrato en la Fiscalía General figura lo que aquí llaman un síquico. En España tal vez lo denominarían muchos un parapsicólogo o cosa así. De los que te ayudan para tu autoayuda. Uno de esos jetas que lo mismo te hipnotizan para saber por qué te salen granos en salva sea la parte, te hacen la carta astral o te colocan en determinado orden los lápices de tu escritorio para que fluyan las buenas vibraciones y se alejen los malos espíritus. Conozco mucha gente en Latinoamérica que se desmelena con semejantes pendejadas y se gasta los cuartos en charlatanes de tamaño calibre.
Lo insólito es que este sujeto de la Fiscalía había conseguido introducirse en el círculo más íntimo del Fiscal General y, por consiguiente, en las esferas de mayor poder e influencia de tan alta institución. Allí tenía acceso a datos muy delicados del Estado y, so pretexto de hacer estudios psicológicos del personal de la Fiscalía, dominaba todas las intimidades, cotilleos y líos, incluidos los de cama, de aquella gente tan supuestamente sesuda y responsable. Le habían dado hasta pistola, por la importancia y el riesgo de su cargo en la cúpula del Estado. El Fiscal General dice que él no tenía ni noticia y que ya va a ver qué pasó. Siempre es lo mismo, al final se la cargará el botones.
Me preguntaba estos días cómo demonios habría podido semejante sujeto picar tan alto, pero el artículo de El Tiempo me lo aclara hoy de sobra y no me sorprende ya nada el caso. Pues parece que contactó con un señora que era jefa de algo allí adentro, le lavó el cerebro con esas tonterías suyas, metió cabeza un poquito y luego sólo tuvo que ir ascendiendo por el escalafón, de idiota en idiota y casi no se me nota. Y viene en la referida noticia de hoy una palabra absolutamente determinante, clave: halago. Así que esta historia, que parecía tan original y estrambótica, acaba siendo más de lo mismo, el cuento de siempre. Cantamañanas con cargo público y cabeza de chorlito y un listillo con habilidad sobrada para ver de qué pie cojean y darles coba hasta que sientan en la vanidad un gustillo cuasiorgásmico y una enorme simpatía por ése que les cuenta lo maravillosos, listos, guapos e interesantes que son. Felación espiritual se debería llamar eso.
Me pongo a recordar casos que conozco en España, o en León mismo, y ya no me parece tan mágico el realismo colombiano. Es la vulgaridad acostumbrada, con el agravante de que antes al menos -y muy mal estaba, que conste- se ascendía a quien se dejaba echar un buen polvo o que le magrearan las posaderas, y ahora basta con que le soben a algún jefecillo la autoestima.
El otro día me contaron que hubo en mi Universidad una reunión muy importante con representantes de la Junta de Castilla y León y que allí apareció de supersheriff un síquico local que los tiene a todos hechizados, pese a su innegable fealdad. Qué les dará, cielo santo, qué les dará.
Me preguntaba estos días cómo demonios habría podido semejante sujeto picar tan alto, pero el artículo de El Tiempo me lo aclara hoy de sobra y no me sorprende ya nada el caso. Pues parece que contactó con un señora que era jefa de algo allí adentro, le lavó el cerebro con esas tonterías suyas, metió cabeza un poquito y luego sólo tuvo que ir ascendiendo por el escalafón, de idiota en idiota y casi no se me nota. Y viene en la referida noticia de hoy una palabra absolutamente determinante, clave: halago. Así que esta historia, que parecía tan original y estrambótica, acaba siendo más de lo mismo, el cuento de siempre. Cantamañanas con cargo público y cabeza de chorlito y un listillo con habilidad sobrada para ver de qué pie cojean y darles coba hasta que sientan en la vanidad un gustillo cuasiorgásmico y una enorme simpatía por ése que les cuenta lo maravillosos, listos, guapos e interesantes que son. Felación espiritual se debería llamar eso.
Me pongo a recordar casos que conozco en España, o en León mismo, y ya no me parece tan mágico el realismo colombiano. Es la vulgaridad acostumbrada, con el agravante de que antes al menos -y muy mal estaba, que conste- se ascendía a quien se dejaba echar un buen polvo o que le magrearan las posaderas, y ahora basta con que le soben a algún jefecillo la autoestima.
El otro día me contaron que hubo en mi Universidad una reunión muy importante con representantes de la Junta de Castilla y León y que allí apareció de supersheriff un síquico local que los tiene a todos hechizados, pese a su innegable fealdad. Qué les dará, cielo santo, qué les dará.
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