El día de la patrona de la Guardia Civil me pilló lejos de casa. Fui a dar con un amigo de juventud que es guardia y que me insistió para que lo acompañara a tomar unas cervezas con sus colegas. Andaban críticos y cabizbajos y me interesé por sus tribulaciones. Habían estado en las celebraciones de su Comandancia y hablaban todo el rato de un guardia que ese día había recibido una medalla. Al parecer, era un sujeto poco ejemplar. Recientemente había pasado sus buenos apuros por meter la mano en la caja y por traerse manejos turbios con esos dineros que no eran suyos. También se sabe que usaba los coches de servicio para sus negocios particulares y que hasta los de Asuntos Internos lo tenía enfilado por sus variadas hazañas poco compatibles con el honor que es divisa del Cuerpo.
Me puse a preguntarles cómo funciona eso de las condecoraciones. Que te lo cuente éste, que tiene cuatro, me respondieron. El aludido, entre risas, me dijo: mira, tengo dos por viejo y dos por hacer la pelota. Pero por sincero no tiene ninguna, añadieron los otros. Quise saber más sobre cómo se otorgan las medallas. Hay de todo, por supuesto -me contestaron-, pero a menudo las pocas que se dan se las llevan los que trabajan sentados a la vera de los superiores que las proponen. Y empezaron a señalarse entre sí: éste anda por la montaña y no tiene ni una; aquél se pasa los turnos en la carretera, y tampoco; y el de más allá lleva media vida aguantando noches al relente o jugándose el tipo con cacos, y ni las huele.
Por decir algo, les apunté que, al fin y al cabo, no será tan importante llevar medallas colgadas el día de la fiesta. Replicaron que, si lo prefería, me explicaban el reparto de la productividad. ¿Y eso? También la regalan los jefes a quienes les comen la oreja. Yo iba a preguntarles por sus sueldos, pero ya no me atreví. Ellos se pusieron a despotricar sobre las horas extra, que nunca rebasan los cinco euros, y eso si es en festivo, de noche y no sé qué más.
Volví a casa con un consuelo de ésos que son propios de tontos. Y pensar que me paso la vida echando pestes de la Universidad y de la Administración civil en general... Menos mal que nosotros no tenemos condecoraciones, aunque, a cambio, nos gusta mucho regalar los ascensos a cobistas, listillos y consentidos.
Parece que el mal es general y muy contagioso. Una epidemia en toda regla. El mérito, la capacidad, el esfuerzo y la honradez no están de moda en este país de nuestros pecados. Pero uno, que tiene en la Guardia Civil parientes y amigos a los que quiere y admira, no puede evitar una pena grande. Algo huele raro en este Reino que no es el de Dinamarca. Pero eso sí, todo por la patria.
Me puse a preguntarles cómo funciona eso de las condecoraciones. Que te lo cuente éste, que tiene cuatro, me respondieron. El aludido, entre risas, me dijo: mira, tengo dos por viejo y dos por hacer la pelota. Pero por sincero no tiene ninguna, añadieron los otros. Quise saber más sobre cómo se otorgan las medallas. Hay de todo, por supuesto -me contestaron-, pero a menudo las pocas que se dan se las llevan los que trabajan sentados a la vera de los superiores que las proponen. Y empezaron a señalarse entre sí: éste anda por la montaña y no tiene ni una; aquél se pasa los turnos en la carretera, y tampoco; y el de más allá lleva media vida aguantando noches al relente o jugándose el tipo con cacos, y ni las huele.
Por decir algo, les apunté que, al fin y al cabo, no será tan importante llevar medallas colgadas el día de la fiesta. Replicaron que, si lo prefería, me explicaban el reparto de la productividad. ¿Y eso? También la regalan los jefes a quienes les comen la oreja. Yo iba a preguntarles por sus sueldos, pero ya no me atreví. Ellos se pusieron a despotricar sobre las horas extra, que nunca rebasan los cinco euros, y eso si es en festivo, de noche y no sé qué más.
Volví a casa con un consuelo de ésos que son propios de tontos. Y pensar que me paso la vida echando pestes de la Universidad y de la Administración civil en general... Menos mal que nosotros no tenemos condecoraciones, aunque, a cambio, nos gusta mucho regalar los ascensos a cobistas, listillos y consentidos.
Parece que el mal es general y muy contagioso. Una epidemia en toda regla. El mérito, la capacidad, el esfuerzo y la honradez no están de moda en este país de nuestros pecados. Pero uno, que tiene en la Guardia Civil parientes y amigos a los que quiere y admira, no puede evitar una pena grande. Algo huele raro en este Reino que no es el de Dinamarca. Pero eso sí, todo por la patria.
(Publicado en El Mundo de León hoy, día 16 de octubre).
4 comentarios:
Lo que nos faltaba, en esta universidad de nuestros pecados: si se saca la navaja trapera por la mayor de las chorradas que nos haga sentir "la reina de los mares", qué no haríamos, si, además, nos dieran condecoraciones...
Venga, empiezo yo:
Toño, lo has bordao!
Lástima que tan solo dejen una columna de espacio en el periodico, para otra vez, habrá que pedir que hagan la letra más pequeña.- Tendríamos que agudizar más la vista, que no el ingenio...
Nos vemos ...
nunca he etendido eso de sacar la navaja cuando algo nos hace sentir " la reina de los mares", lo bonito y lo bueno es aprender de relaciones de simbiosis...cuando alguien sabe mas que tu...mejor digo yo no? asi por lo menos aprendes, te puede enseñar algo, y hundir a una persona que puede saber mas o que va a recibir galardones por ello..no se..no me entra en la cabeza ( claro está si es por meritos propios..no por pelota o por viejo) pero no entiendo este afán general de fastidiar a los que dicen cosas inteligentes, bueno si lo entiendo pero no lo comparto...si tu intentas enturbiar la imagen de la persona y los contenidos inteligentes que dice, tu te estas perdiendo esos conomientos, digo yo que será mejor compartirlos y aprender de quien sabe, aunque no, es mejor acostumbrarse a tratar con gente a la que puedes controlar y manejar pero que no te aportan nada...en fin
Jeseusté, Don Garciamado, que le tengo yo también ley a la Benemérita, y me constan -y me disgusto por- esos desmanes y desafueros (extensibles a la nacional, btw). Lo más jodido es que un guardia sin grado cobra una miseria, y que, encima, les van a dar alguna colleja como consecuencia de la manifa del otro día.
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