30 septiembre, 2007

Otro inminente desgarro constitucional

Si yo fuera la Constitución estaría preocupada. Después del anuncio de Ibarreche de que convocará un referendum, han salido como fieras ZP, la De La Vega y el Blanco a asegurar que esas cosas no se pueden hacer fuera de la Constitución. Con ello quedan más que claros sus propósitos: se lo van a meter dentro. El refefendum, que se lo van a meter a la Constitución, igual que le han endilgado tantas cosas esta temporada. Ya es vicio.
A mí estas palabras de los prebostes y las prebostas del partido que fue socialista antes de darse al proxenetismo constitucional me suenan a aquello de no te preocupes, vida, que no te va a doler.
A la pobre Constitución le están haciendo un boquete cada vez mayor. Y lo que te rondaré, morena.
Esto es pura resaca, indigestión tardía. Para luchar contra el franquismo hubo que cargar las tintas simbólicas y ciscarse en todo lo que a aquel régimen más le gustaba para sus propagandas: la bandera, el himno, la nación, la historia más o menos tergiversada. El caso es que Franco pasó a mejor vida, llegó una Constitución nueva, se reconquistaron ejemplarmente las libertades y... aquella izquierda no aprendió nuevas consignas, siguió creyendo esencial y verdadero un discurso crítico que era fundamentalmente instrumental, que era como un traje cosido para ir al entierro del franquismo, pero no para llevar a diario y en casa.
Como los intelectuales más brillantes que la izquierda española oficial y militante ha tenido en estas décadas han sido Alfonso Guerra y Santiago Carrillo y como gran parte de los intelectuales no formalmente militantes andaban buscando sillón y palmaditas, no se renovó el pensamiento llamado progresista ni hubo apenas capacidad para construir un pensamiento sólido de respaldo del régimen constitucional democrático y de un Estado nacional español.
Carente de referentes intelectuales y doctrinales claros, el PSOE se convirtió en un nido de caimanes, dispuestos a morderse sin conmiseración para ver quién se llevaba el gato al agua. Pero era un gato escuchimizado, desorientado, débil. Hasta que llegó quien mejor entendía la situación. En un debate de altos vuelos e intelectualmente exigente Zapatero no habría abierto la boca, incapaz entre los incapaces, vacío entre los vacíos, simple entre los simples. Pero como se trataba sólo de andarse en marrullerías, de comprar conciencias y de enredar irresponsablemente, él era el mejor y así se demostró. Sólo que donde debería tener ideología basada en ideas e ideas basadas en el conocimiento y la reflexión, él sólo tiene una lista de tópicos rancios, un cargamento de prejuicios heredados y un ansia de poder sin el contrapeso de una ética mínimamente madura.
Hemos puesto a un chimpancé a jugar con las joyas de la abuela. Y confunde el collar de perlas con una ristra de bolas chinas. Normal. Qué esperábamos.

29 septiembre, 2007

Miscelánea sabatina

No sólo hay guerra de banderas. Las banderas dan lugar también a escaramuzas protocolarias. En este proceso acelerado de medievalización y feudalización, lo propio será que dentro de poco cada señor vaya con su bandera particular y con sonido de fanfarrias. El protocolo tiene sus normas, unas muy asentadas en la tradición, otras aceleradamente dispuestas por trepas con cargo para diferenciarse de la gente del montón. Por eso en las Comunidades Autónomas, que no tienen tradiciones propias ni gaitas semejantes, han medrado los especialistas en protocolo, para que el trasmerano de turno que asciende directamente de la dehesa al sillón presidencial deje de sentirse simple gañán con bonoloto y comience a tenerse a sí mismo por un señor en toda regla.
Supongo que el protocolo real será de los que beben en costumbres antiguas, pero vaya usted a saber. Miren lo que pasa en Oviedo. El lunes próximo el Rey abre el curso universitario, pues se conmemoran los cuatrocientos años de la fundación de aquella querida Universidad por un inquisidor de los de antes, que casi eran mejores que los de ahora. Bien, pues resulta que por indicación de la Casa Real la autoridad académica ovetense ha procedido a retirar la bandera de la Unión Europea que, junto con la española y la asturiana, engalanaba el edificio histórico de la Universidad. La repondrán el martes, cuando el Rey y la Reina se hayan ido con la música a otra parte.
Rediez, en unos sitios queman banderas, en otros las quitan para que nos las quemen, en otros más las ponen porque están quemados, en Cataluña lo que queman, además, son los retratos del Rey, y en Oviedo hay que quitar la bandera europea porque llega el Rey en cuerpo mortal. ¿Alguien da más? En otro tiempo tal cantidad de señales con banderas sólo se hacían en los barcos, pero ahora nos embarcamos todos en semióticas de manicomio.
Banderas aparte, está muy simpático eso de que antes de que el Rey clausure el acto con su discurso, un catedrático de Biología Celular impartirá la lección inaugural sobre “Estrés y enfermedad”. Imagino a Sus Majestades poniendo el oído con cuidado, con lo que estresa el tener que buscarse la vida a ciertas edades.
Llueve sobre mojado en materia de troleros. Por cierto que el otro día vi a mi mentiroso compulsivo favorito a la hora del vino que siguió a la inauguración de curso en León. Iba en pos del Presidente de la Comunidad con la lengua fuera y cara de endilgarle una ocurrencia bien gorda. Tal vez él también vivió lo de las Torres Gemelas, de la misma manera que esa señora que viene hoy en todos los periódicos.
Vean lo que pasó. Una tal Alicia Esteve, más catalana que la butifarra, se montó la película de que había estado en el World Trade Center cuando lo del 11-S y que sobrevivió por los pelos y de milagro. Lo adornó contando que allí había perecido su novio, al que eligió, al parecer, de la lista de difuntos. Como es habitual en esa gente, fue aumentando el grosor de la bola y acabó la tal señora presidiendo una asociación de víctimas de aquella catástrofe llamada Red de Supervivientes del World Trade Center. De paso y para resultar más creíble, se cambió el nombre e hizo que la llamaran Tania Head.
Esto de los fabuladores con ínfulas debe de ser una epidemia que lo va invadiendo todo. El día que nos pongamos a investigar en serio se nos va a quedar cara de tontos al ver que, como mínimo, la cuarta parte de los personajes que se lo montan a base de bien en cargos y comisiones se inventan todo el currículum, los méritos y hasta los padecimientos. Por cierto, me recuerda esta historia aquella costumbre que tenía –y que supongo que seguirá teniendo- mi trolero favorito, de ir diciendo a todo el mundo que su mujer tenía cáncer y que estaba muy mal, la pobre. La mataba como mínimo una vez al mes. Y a algún hijo cada trimestre. Les pone cachondísimos el inventarse enfermedades y provocarnos la compasión más gilipollas del mundo. Otro día llegó él a mi despacho con un ojo morado y me dijo que tenía un gravísimo mal de la vista, que podía quedarse ciego y que lo debían operar en Barcelona la semana siguiente. Luego nos enteramos, por la chacha, de que lo único que había pasado es que un hijo suyo le había dado un pequeño golpe en el ojo, sin mayor importancia.
¿Y saben qué? La gran ventaja de estos enfermos es que no solemos atrevernos a echarles en cara sus mentiras y que les sonreímos conmiserativamente, mientras nos colocan mentiras, a cual más increíble. Y, mientras nosotros sonreímos y decimos aquello de bah, en el fondo no es mala gente, sólo un poco exagerado, se nos van subiendo a la chepa y van medrando. Porque el problema está en que cuando chupan la sangre de los ingenuos a éstos les da gustito. Por cierto, ¿habrá acabado el becario de mi trolero aquella tesis que estaba haciendo para el marido de aquella señora? Porque, sépase, a veces no es parasitismo, sino simbiosis.
Bueno, penúltima cosa para este sábado desordenado. Con ocasión del pasado post sobre “Ciudadanos”, me llega un correo en el que un lector togado opina lo siguiente:
"Muy bonita la equidistancia y realmente enternecedor eso de que se siente más europeo que español. ¿Hay realmente alguien en este mundo que se sienta europeo, salvo burócratas?
El autor del escrito se avergüenza de que no lo consideren lo suficientemente antiespañol, por eso da una de cal y otra de arena y habla de un pretendido "nacionalismo español" que no existe. Por otra parte, el bienamado Amado ¿sabe quién era Licinio de la Fuente o es que ha visto algún NO-DO de esos que trae "el Mundo"?
Ciudadano del mundo, dice, cosmopolita. Qué tierno. Que no haya fronteras. Hermoso. Estupendo. Ni unos ni otros. Eliminamos todo sentimiento nacional y se acaba el problema. ¿Cómo pretendería éste acabar con la gonorrea? ¿Cercenando qué?
Hay que ver lo cursis que se ponen algunos que no saben distinguir entre Nación y Estado. Debe ser una pandemia leonesa. Qué bien. ¿Por qué no cantamos "Imagine" y nos pasamos el canuto?
"
Al intermediario que me remitió tal comentario de un conocido suyo, le envié la siguiente respuesta:
"No me parece mal lo que dice, en absoluto. Los liberales somos así. Ahora bien, me dicen que está escorado a la derecha y me lo puedo creer porque lo afirman así quienes lo conocen, pero exactamente sus mismos argumentos y palabras los podría usar un "izquierdista" de ERC. Si uno u otro no explicitan qué concreta nación es la que los pone cachondos, sus ideas se confunden, y no porque las tengan confusas, sino porque son idénticas.
En cuanto a la imputación de equidistancia que me hace (por así decir), estoy acostumbrado. Puedo contestar mejor que nada con una pequeña fábula que suena a china. Érase un señor que tenía que esperar en una habitación grande. Se fue hacia un rincón para sentarse allí un rato, pero se encontró una gran cagada de vaca, fresca y maloliente. Así que caminó hacia el rincón opuesto, con tan mala suerte que en él fue a dar con una cagada de caballo, también reciente y apestosa. Huyendo de ambas fetideces, se sentó en el centro de la habitación. Unos criados que lo veían por una ventana comentaban: hay que ver qué afán de equidistancia tiene ese hombre. Y ya ves, lo suyo no era propiamente una pasión geométrica, sino reacción elemental al asco por lo que había en un rincón y en el opuesto.
Por otro lado, la equiparación entre nacionalismos y gonorrea me parece oportunísima, al menos como diagnóstico. Como terapia supongo que serán más convenientes la higiene y la profilaxis que la cirugía, pero nunca se sabe".
Por último, y para acabar. Gran escándalo porque han despedido a la Peri Rossi de una emisora catalana por no hablar en catalán. Lamentable, pero qué esperaba. El que con nacionalistas se acuesta… La buena señora ha colgado en su web un texto titulado "Persecución lingüística". Pinchen aquí para leerlo. Está muy enfadada y su escrito concluye así: "Los fascismos tienen algo en común: siempre son excluyentes. Excluyen por motivos ideológicos, de raza, de sexo…o de lengua. Y es paradójico que me ocurra a mi, Premio Ciudad de Barcelona de Poesía en 1992 por el libro que se titula precisamente Babel bárbara y donde se exalta la diversidad de lenguas, la Babel mítica. ¿Paradójico o síntoma de los tiempos que corren? Quizás no sea casual. Quien defiende Babel es discriminada. Es posible que quienes perpetraron esta exclusión ni siquiera sepan que soy Premio Ciudad de Barcelona o que luché clandestinamente contra el franquismo y a favor del catalán desde Agermanament, hace muchos años. Los censores no suelen leer y tienen pésima memoria”.
Cómo pudo pasarle a ella, mecachis.
Bien, me apunto de corazón a la solidaridad con esta escritora reincidentemente perseguida. Pero tengo una duda genuina, una duda sincera, que consulto aquí para que cualquier amigo me ilustre: ¿Había levantado antes de ahora su voz –en cualquier lengua- Cristina Peri Rossi para quejarse de la opresión y creciente exclusión de los castellanoparlantes en Cataluña? Repito que no lo sé. Ando morboso y esquinado, eso es todo.
¿Cómo era aquello de Brecht? Veremos a otros más pasar. Al tiempo.

28 septiembre, 2007

Fray Gerundio se va a Cataluña

Los políticos son de otra pasta. Pasta gansa, pasta dura. Su lógica es pastosa. Resultan enigmáticos. Cuando dicen ciertas cosas no sabemos si pretenden tomarnos el tupé como a idiotas perdidos –cosa que sería muy de lamentar- o si es que en verdad piensan así y se creen ellos mismos sus descomunales paridas –cosa que resultaría más lamentable aún-. Sea como sea, estos políticos nuestros están sin homologar y no les vendría mal, además, una pasadita por la ITV.
Pues miren con lo que se ha soltado Montilla, un sujeto tristón y maniobrero que, según recuerda hoy mismo Arcadi Espada en El Mundo, se toma clases semanales de catalán para ser capaz de hablar la lengua de esa nación que gobierna y cuya identidad nacionalsocialista (no he puesto z, ojo) defiende, igual que podría defender que las almorranas son berberechos: con convicción y coche oficial. Como siga así, acabará rebasando a Zapatero, otro maestro de la lógica patética, de la sintaxis a la virolé y de la coherencia al baño María. Va el Montilla, don José (o Josep, que será Yusuf en cuanto la moda mora penetre un poco más y dé votitos) y dice en el Parlamento catalán que a los comerciantes de aquella nación nacionalsocialista (sin z) no los multan por rotular en español o por atender a los clientes en esa lengua del puto imperio, sino por no hacerlo en catalán. Y ni se le escapó la risa ni se tiró una ventosidad para ponerle música apropiada a tan buena letra. No, lo cascó así y se quedó tan fresco.
La verdad es que da gusto. Con esa forma de razonar se nos ponen a huevo las disculpas para lo que nos venga en gana. ¿Que su pareja le engaña y quiere usted un pretexto convincente para mandarla a la porra sin parecer un/a posesivo/a pasado/a de moda/o? Muy fácil, diga que no la deja por ponerle los cuernos, sino por no serle fiel. La cosa cambia muchísimo, ya ven. ¿Qué su hijo no come bien y usted lo castiga por ello? No le explique que el castigo es por dejar las lentejas, sino por no comerlas.
Por cierto y cambiando de tercio, aunque menos de lo que parece. Acabo de escuchar en la radio que el Ayuntamiento de León ha aprobado una moción para solicitar que León se desgaje de Castilla y sea Comunidad Autónoma él sólo consigo mismo. Supongo que pronto el lliunés será lengua oficial del Ayuntamiento y habrá que ir inventándolo a toda leche. Pero a lo que voy: la propuesta partió del partido leonesista, el PSOE votó a favor y el PP se abstuvo. Lástima que no esté IU, habría sido otro voto favorable. Alianzas de progreso. Por mí como si se la machacan; la sesera, digo. Me trae absolutamente sin cuidado que León sea Comunidad Autónoma, unidad de destino en lo universal, isla de la Micronesia o franquicia de Evo Morales. Total, mi plan más íntimo y secreto es, con permiso y colaboración de la family, que nos larguemos dentro de unos años a vivir a cualquier otro país donde no haya que pasarse los días y las horas aguantando a payasos sin gracia y a zoquetes pedigüeños. Esta España, o lo que sea, apesta a boina, incienso y picaresca, es irrespirable, insufrible. Pero mientras voy ahorrando para la casa en el extranjero y el corte de mangas a toda esta panda de papanatas y mindundis con mando en plaza, me hago una pregunta: ¿acaso creen los tontainas éstos del PP o del PSOE que van a ganar votos por no llevarles la contraria a los cuatro nacionalistas diarréicos? ¿No será al contrario? ¿No estarán más bien contribuyendo a que tengan más los otros?
Del PSOE ya no digo nada, pues ha dejado de existir como partido propiamente dicho desde que se le apareció Zapatero en el carro de fuego que lo llevó a la Presidencia de esto que era un Estado y ahora parece la casa de la Troya. Lo que en tiempos era un partido no es ya más que una pandilla de consentidores que ponen hasta la cama con tal de que les pasen unos billetes por el canalillo. Pero lo del PP tiene también una guasa que no se puede aguantar. Recurren el Estatuto catalán, votan a favor de cosas similares en el Estatuto valenciano, afirman que Andalucía es nación, arsa, se pronuncian en las Cortes de Castilla y León contra la autonomía leonesa y se abstienen en León en el mismo tema. Otros que tienen la lógica política justo, justo donde un glúteo limita con el otro.
Con su pan se lo coman todos ellos.

27 septiembre, 2007

Raseros

Esto es Jauja. Una Jauja invertida (¿o es más correcto decir inversa?), pero Jauja. Con una lógica muy rara, ciertamente. Por ejemplo, la inmensa mayoría del profesorado universitario está en radical desacuerdo con los turbios manejos de ministerios y CRUEles rectores, pero no hay tu tía, se haga lo que se haga y se diga lo que se diga, no hay hijo de madre que pare esta caída en picado de lo que antes merecía el nombre de universidad y ahora es una boñiga llena de moscas con portafolio.
Pero, mira por donde, en temas más de Estado basta que se reúnan cuatro capullos y hagan un poco de ruido, para que se tambalee hasta el esqueleto constitucional. Dos tercios de los habitantes de Cataluña pasan completamente de autonomía, nacionalismo, Estatuto, sus políticos y la madre que los fundó, pero ellos –y algún Forrest cazurro- siguen a lo suyo y en un dos por tres ponen patas arriba el orden territorial del Estado, cambian las reglas del juego constitucional, amenazan al Tribunal Constitucional con armar la de Zeus si intenta pararles los pies Carta Magna en mano y, por si acaso, ya van preparando un referéndum que ganarán con una participación del veinte por ciento de los ciudadanos mayores de edad, mientras los otros se abanican o juegan al tresillo al calor del brasero de la abuela.
¿Y lo de la Monarquía? No soy monárquico, aclaro, pero tampoco antimonárquico. Con los jefes de Estado pasa como con el vagón de cola de los trenes. Ya saben, había uno que decía que, puesto que el último vagón era el que más sufría en los descarrilamientos, lo mejor sería suprimirlo. Pues con los jefes de Estado igual. Porque lo de las monarquías es irracional y pintoresco, ciertamente, pero en este país da auténtico pánico pensar en un Jefe de Estado democráticamente elegido. Como esté en liza Jesulín de Ubrique, sale seguro. O Zapatero, que viene a ser lo mismo, pero con menos arte y más mala follá.
Dicho todo eso: ¿será posible que nos vayamos a cuestionar la Monarquía no cuando nos da la gana, sino cuando se confabulan tres descerebrados que queman unos retratos, unos cuantos periodistas que se dan la mano desde sus próximos extremos y un fiscal del Estado a las órdenes de un lumbrera semioligofrénico que sueña con presidir la Tercera República Española? Ponen a uno en una situación sorprendente, pues volvemos a lo de tantas veces: si todos ésos son los que se van a cargar la Corona, ganas dan de defenderla, para que se fastidien y se vayan a tomar otros vientos. Luego ya debatiremos en serio y con libertad nosotros, cuando nos dé la gana.
Es pistonudo. Primero pasan décadas en que nadie dice ni pío de la Familia Real, salvo repetir hasta el hastío unos pocos tópicos apolillados sobre su importante papel vertebrador, aglutinador, trifásico y peristáltico. Y en cuanto cuatro cantamañanas tocan el silbato, se cambia de tercio y es hora de despellejar a destajo. Pues ni lo uno ni lo otro, no nos da la gana que nos manejen así: ahora no se puede, ahora la puntita nada más, ahora dale caña. No.
Y, sin duda, aquí falta un rasero común. ¿Podemos meternos con la gente o sólo con quien nos digan? ¿Está bien que los medios de comunicación destripen intimidades de los personajes públicos y de quienes ocupan las altas magistraturas del Estado o no? Porque si es que sí, adelante con todos y sin reparar en gastos. Por ejemplo, ¿se acuerdan de cómo se puso don Zapatero cuando, al principio de su mandato (por llamarlo de alguna manera), un periódico osó sacar una foto de sus hijas del alma? Bueno, pues si se puede sembrar bromas, cotilleos, rumores o insidias sobre Letizia o su marido, lo mismito con Sonsoles, José Luis y sus vástagas (no es errata, es que estoy muy modelno y feministón hoy). Si no, va a parecer que el Rey es él, no me digan que no.
Como lo de las banderas. He escrito a menudo que me hace poca gracia el culto a ciertos símbolos. Ahora bien, si la tomamos con las banderas, la tomamos con todas. Un buen amigo me hacía ver ayer lo siguiente: ¿qué dirían Carod, Montilla & Cia si mañana alguien quemara una bandera catalana? Qué escándalo, cuánto dolor, que rasgarse de vestiduras, qué manera de llamar desalmado y facha al autor del desaguisado. Y estoy seguro de que hasta el lelo presidencial, su escudera de cartón y su fiscal articulado exigirían la aplicación inmediata del Código Penal con la máxima contundencia posible. Entonces, ¿en qué carajo quedamos? ¿A qué jugamos aquí? ¿Ha vuelto el feudalismo y esto va por estamentos? ¿Ya no hay una ley igual para todos, sino que rigen distintos estatutos jurídicos personales?
Y, ante todo: ¿algún día nos va a contar Zapatero qué planes tiene y quién se los inspira? Esto cada vez huele más a secta. Hace años se habría dicho que a logia, pero se pasó de moda la imagen. Sea lo que sea, algo hay, no puede caber duda. Porque un tonto tan tonto no puede hacer el mal con tanta habilidad, él solito.

26 septiembre, 2007

Penas y delincuentes.

Me temo que voy a cascar aquí alguna cosa que no es políticamente muy correcta, aunque desde un planteamiento de fondo que tendrá que agradar a los progres, al menos a los cuatro de verdad qe quedan. En consecuencia, a los progres de pacotilla y posturita para ligar en el pub se les puede producir un cortocircuito. Que se chinchen y que se aclaren.
Estos días hemos estado leyendo y oyendo de la consternación general producida por la puesta en libertad del famoso violador de la Vall d´Hebron. Parece que ahora este tipo de delincuentes viene con denominación de origen. Hasta los más sesudos periódicos se han descolgado con que no puede ser y que qué horror y que cómo va a andar por ahí con el peligro que tiene y que los expertos penitenciarios dicen que no está rehabilitado y que adónde vamos a parar, por favor, por favor, por favor. Las últimas noticias hablan de que posiblemente ese señor se ha instalado estos días en Andalucía, lo cual, a nada que nos descuidemos, merecerá un artículo en la próxima reforma del Estatuto Andaluz, para establecer que queda prohibido que allí vivan y por allí circulen violadores que hayan cumplido su pena. Qué diablos, dirán algunos, si es catalán que se lo quede Carod y se lo presente a todas sus primas bigotudas.
Coñas aparte, este puñetero país rezuma fariseísmo hasta por las solapas. Y esquizofrenia. Cada día es mayor la distancia entre la ideología que supuestamente se profesa y nuestros actos y juicios. Haciendo leyes y reglamentos somos los primeros de la clase, pero la lista de excusas para saltarnos hasta las disposiciones transitorias es monumental. Vayamos al tema y por partes.
¿No hemos quedado en que el que cumple la pena debe salir limpio de reproche y exento de nuevos castigos mientras no vuelva a las andadas? ¿A qué viene, pues, tanto cuento con este tipo, que fue violador, recibió su condena y la cumplió con arreglo a la legislación vigente? Gran parte de los medios y periodistas que esta temporada han estado lamentando que vuelva a la calle el antiguo violador se rasgarían las vestiduras si ahora se pidiera para los violadores una pena el triple de contundente o la cadena perpetua, incluso. Bueno, pues si las penas no pueden ser eternas, para que la resocialización sea posible y no se quede el castigo en pura venganza sin remisión, atengámonos a las consecuencias. No se puede estar en la procesión progre y repicando con la extrema derecha.
Anda el personal muy confundido entre la función debida y la función real de las penas privativas de libertad. Por imperativo constitucional han de orientarse a la rehabilitación, y en función de la rehabilitación se organizan el cumplimiento y las diversas medidas de redención parcial del tiempo de castigo. Pero ¿y qué pasa si, con todo y con eso, un delincuente ni se arrepiente ni se rehabilita ni cría el más mínimo propósito de no reincidir en cuanto tenga oportunidad? Pues ajo y agua. Así se han organizado las cosas porque así ha parecido oportuno. ¿Cabría condicionar más fuertemente la función de los mecanismos de redención a los resultados rehabilitadotes en cada caso? Seguramente sí, pero entonces se debería operar de ese modo siempre, y no sólo con violadores.
Y luego está lo de la violación, claro, y aquí es donde alguno/a se va a acordar de mis muertos/as. Es un delito horrible, deleznable, espantoso, aborrecible y todo lo que se quiera, sin la más mínima duda. Pero no más que ciertos homicidios y asesinatos, determinadas formas de robo con violencia, secuestro, lesiones, tortura, etc., etc. Por un efecto pendular, la violación ha dejado de estar medio falta de consideración seria y ha pasado a convertirse en el delito de los delitos, el no va más, el atentado más grave. Miren, pues no, ni lo uno ni lo otro. Uno más de los delitos atroces, simplemente. Y si es uno más de esos delitos atroces, no veo por qué con el violador hay que gastarse más cuidado o mayor castigo que con el asesino, el ladrón violento o el aficionado a apuñalar gente.
Es curioso que no seamos capaces de normalizar los asuntos del sexo. En épocas de represión sexual explícita, la presión era fundamentalmente moral, mientras que el Derecho penal se mostraba más bien comprensivo con los ílícitos sexuales, y los aparatos estatales no ponían su mayor celo, ni mucho menos, en la persecución de violadores, maltratadotes o abusones. En cambio, ahora que la moral social aparentemente se ha relajado en esos asuntos el Derecho penal se pone como loco a dar caña a tales personajes, tomándolos por los mayores canallas y los más infectos de los humanos. Pues mire usted, ni tanto ni tan calvo. Lo que ahora está ocurriendo es que se fomenta día a día una nueva represión sexual, pero ésta no confesa, larvada, mezquina, farisaica.
¿Adónde quiero ir a parar? Pues a algo tan simple como esto: el escándalo que nos produce la salida de la cárcel de un violador no arrepentido ni rehabilitado no tiene por qué ser mayor que el que se nos causa si el que la abandona es un homicida propenso a la reincidencia. Si no es así, se deberá a que el riesgo de una violación nos parece más temible que el de un homicidio y porque, en consecuencia, hemos ido a pensar que la libertad sexual es más importante que la vida misma o que la integridad corporal referida a cualquier otra parte de nuestra anatonía. Pura mitificación y mistificación desmesurada de lo sexual. Y con esto no pretendo quitarle hierro, repito, a lo atroz de cualquier violación, sino que me limito a solicitar un mínimo de coherencia en nuestros juicios y en nuestras apreciaciones sobre delitos y penas.
Primero fue la excarcelación de terroristas y ahora la de violadores. Acabaremos queriendo y teniendo un régimen penal y penitenciario distinto y específico para cada tipo de delitos. Por cierto, y cuando acaben de cumplir sus penas Mario Conde, Javier de la Rosa, Antonio Camacho e tutti quanti y los expertos nos digan que tienen voluntad de volver a dar el palo ¿qué hacemos? Ah, pero de esto último ni se habla ni se hablará, de lo que se trata es de asustar a la gente con la vieja historia de que viene el coco: que viene el terrorista recién salido, que regresa el violador excarcelado. Pastoreo de los miedos, manipulación de los temores, acogotamiento de la sociedad para llevarla de la mano hacia el autoritarismo y hacia la delegación irrevocable de su autonomía en manos los que mandan; hobbesianismo para idiotas.
Y, volviendo a lo del sexo y los delitos, ¿qué me dicen de la paranoia con la pederastia? Execrable crimen también, indiscutiblemente. Pero ¿cuál crimen? ¿Bajarse unas fotos de niños desnudos es un crimen tan tremendo? Tal parece que lo es tanto como violar a un bebé y que todo el que se da a las fotos de niños es un violador no ya en potencia, incluso en ejercicio. Pues no, mire usted, no confundamos la velocidad con el tocino. Al final, conseguiremos una sociedad en la cual el que le haga un requiebro a una señora sea acusado de tentativa de violación (de acoso ya puede serlo ahora mismo), el que le dé un caramelo a un crío sea detenido por sospechoso de pederastia y al que simplemente se declare independentista se le aplique legislación antiterrorista. En cambio, a los de Afinsa y Gescartera seguirá considerándolos todo el mundo unos tíos la mar de vivos y pillines, sin más. El mundo al revés, again.
Contaré una anécdota que algo tiene que ver con todo esto. Tengo en casa internet inalámbrico y lo tenía en abierto, pues me parece muy bien que cualquiera pueda engancharse a mi señal, ya que eso no me cuesta ni más dinero ni nada y, de paso, le damos menos negocio a Telefónica, que ya va bien servida. Pero, ah, amigo, el otro día se me juntaron en casa parientes, informáticos unos y de los cuerpos de seguridad del Estado otros, y me convencieron para poner clave secreta y cerrar así el acceso libre. Me convencieron con el siguiente argumento: si llega frente a tu casa un tipo en un coche y con un ordenador portátil, se conecta a tu red y se pone a bajar fotos de niños en pelotas, te la cargas tú, al menos mientras no demuestres que tú no eras el autor de tan espantoso y perseguido comportamiento. Pues sí, puse la clave; pero sigo pensando que así es como se fomenta la insolidaridad más radical y el miedo al prójimo, haciendo de cualquiera un delincuente en potencia y acrecentando nuestros temores a base de inundar nuestro mundo de peligros mucho más imaginarios que reales. Porque seamos realistas, el peligro de que un terrorista nos mate, de que un violador nos acometa o de que a nuestro hijo pequeño lo ataque un pederasta peligroso es infinitamente menor que el de que nos partamos la crisma todos en nuestra próxima salida en coche por una carretera comarcal. Así que pongamos de una dichosa vez las cosas en su sitio.
Y ahora sensaciones personales aún más delicadas, y a ver quién es el malnacido que me malinterpreta a posta. Tengo una preciosa hija de tres meses. Cuando la cambio o la baño y la veo desnuda, en su belleza pura, el sentimiento absolutamente prístino de amor y de inefable entrega a la maravilla de ese ser y de ese cuerpo pequeñín se me contamina, y me desconcentro de uno de los sentimientos más poéticos que un ser humano puede experimentar. ¿Saben por qué? Porque me acuerdo del maldito rollo de la pederastia, de las quince noticias de esta semana sobre pederastia; porque pienso que si me vieran babear y sonreír todos estos nuevos adalides del puritanismo, estas renacidas ligas de las buenas costumbres, con su sucia mirada malinterpretarían la mirada mía, y me dirían que no mire, que no acaricie, que no disfrute de mi hija con los ojos, con las manos y con el alma. Pues me cago en todos los sucios que ensucian a los demás, en todos los puritanos que corrompen los sentimientos naturales y sencillos de la gente, en todos los políticos que nos marcan de porquería para tenernos controlados en el rebaño, y en todos los periodistas que alimentan su nómina a base cadáveres y del único sexo que entienden, en sexo ruin, tosco, deprimente, infame. Algo marcha horriblemente mal en este mundo cuando, en medio de tanta belleza por doquier, de tanta maravilla, de tanto milagro diario, sólo se habla y se habla de la fealdad, del pecado, del delito. Malditos y mil veces malditos.
¿O no le ha pasado a usted esto otro que ahora le voy a decir? Si usted es varón y le gustan los niños (¿ven? Uno escribe esto de si le gustan los niños y ya teme ser mal entendido; hasta el lenguaje nos manchan con la hez de sus mentes y de sus carteras), ¿no es cierto que ya se corta y se cuida muy mucho de hacerles carantoñas espontáneas y bienintencionadas a los niños desconocidos que se topa en un parque o en una acera? En efecto, teme que alguien entienda lo que no es y le aticen un paraguazo o llamen al guardia de la porra. Y de regalarle a un niño unas chucherías porque sí, ni hablemos.
Es genial cómo se fomenta la comunicación, la confianza y la empatía entre la gente. Cuando una alumna viene al despacho a consultar algo de la asignatura o a revisar un examen, deja uno la puerta abierta por completo y, a ser posible, procura que algún compañero ande cerca, pues nos aterra que nos acusen de acoso, intento de abuso sexual o similar. Ni sonrisas, ni bromas ni confianzas, por si está el fiscal al otro lado del tabique y lo entiende al revés. Cuando te encuentras un niño simpático, ni la cabeza le tocas al viejo estilo, no vayan a tomarte por pedófilo irredento. Cuando te vas de viaje, no le dejas las llaves de casa a un amigo, para no tener que darle también la clave de la alarma casera anticacos. Cuando te sale un rollo –al que le salga y esté en edad y situación- de ligoteo, antes de encamarte no sólo te pones tres condones, uno encima de otro, sino que haces a la contraparte firmar una declaración jurada de que folla porque le apetece y no por fuerza, presión o engaño. Y así sucesivamente. Viva la espontaneidad social, arriba la comunicación libre y no distorsionada.
Hay dos asuntos que merecen ser discutidos sosegadamente y del modo más racional posible. Uno, el de la cuantía de las penas para según qué delitos. Otro, el de los mecanismos de redención, de acortamiento de penas. No descartemos que se pueda defender con buenas razones que el castigo para violadores, por ejemplo, sea más alto, o que los descuentos de la pena se calculen sobre el total de los años de condena, o que no se apliquen a quien no da efectivas muestras de haberse rehabilitado mínimamente. Ahora bien, lo que sea, que sea para todos por igual. Nada de hacer un régimen particular para terroristas, otro para muy violadores, otro para violadores medianos, otro –con todos los beneficios y unos pocos más- para delincuentes de cuello blanco, y así sucesivamente.
Y una última cosa, que para penalistas y juristas en general sonará muy evidente, pero para la gente de bien vaya usted a saber, con tanta distorsión de lo jurídico que se hace desde los medios de comunicación. El que ha cumplido su pena y sale de la cárcel sale limpio. Su deuda ya la pagó, en la medida que la sociedad y su Derecho estimaron debida. Lo que no cabe es considerar que, puesto que sigue siendo peligroso, se le apliquen nuevas medidas punitivas o simplemente discriminatorias. Y no cabe porque no nos conviene a ninguno, no conviene a la sociedad. Ya que el paso siguiente es encerrar al delincuente meramente potencial, al que tiene pinta de ir a violar, matar o robar un día, aunque nunca lo haya hecho. Por ejemplo, ese hijo suyo de usted que va con esas pintas, trasnocha de esas maneras, se toma eso que se toma y va diciendo lo que va diciendo. ¿A que lo vemos distinto así? Mientras no hay delito, no puede haber castigo; cuando el delito ya se ha purgado con el cumplimiento del castigo, no cabe más castigo.
En tiempos de los nazis había dos prácticas a las que parece que retornamos –de la mano de todos los políticos, incluso los progres, y de toda la gente tan guay y tan ideal de la vida-, como a tanto de aquellos tiempos (banderas, himnos, Blut und Boden, exaltación de los derechos colectivos en perjuicio de los individuales…). Una era la de encerrar a ciertas personas aunque no hubieran hecho nada malo, sólo por su peligrosidad, por el riesgo de que un día delinquieran. La otra consistía en que a muchos delincuentes los esperaba la Gestapo al salir de la cárcel, después de finalizar el cumplimiento de su pena, y se los llevaba a un campo de concentración, donde quedaban encerrados para evitar toda posible reincidencia. ¿De verdad es eso lo que queremos? ¿De verdad es algo similar lo que nos proponen desde la mayor parte de los medios de comunicación?

25 septiembre, 2007

To-pillos

Estaba un servidor el pasado domingo con su familia real en el modesto jardín casero. Franciscano que es uno, había echado en el césped unos trocillos de pan para que se alimentaran los alegres gorriones y las muy académicas urracas. Mas como andábamos tomando un poco de este tardío sol de septiembre, no osaba acercarse bicho alguno. Al menos, hasta que llamó nuestra atención un animalillo que se presentó brincando. Era pequeño, negro grisáceo y de orejillas atentas y levemente parabólicas, y se puso a comer de un trozo de pan con la misma tranquilidad con que un concejal se merienda dietas. Y ahí comenzó el debate doctrinal entre mi esposa y éste que les escribe. Ella que era un topillo; yo que no, que un vulgar ratón campestre, aunque con cierto estilo y don de gentes, eso sí.

Como de zoología sabemos nosotros lo mismo que Zapatero de ética de principios o política internacional, nuestros argumentos no dieron para mucho y hubimos de concedernos tablas rápidamente, con las dudas sin resolver, pero habiéndonos tomado la precaución de sacarle una foto a la confiada criatura. Así que ayer mismo me acerqué a la Facultad de Veterinaria, prestigiosa entre las que más y repleta de expertos que llevan la cabeza tan alta que pareciera que andan todo el rato investigando el vuelo de las águilas. Aquí nos sacarán de dudas en un santiamén, pensé, ingenuo y poseído por esa fe contrafáctica en los conocimientos y habilidades de cualesquiera colegas con sexenios y proyectos de investigación bien financiados.

Me fui primero a ver a X, a quien conozco sólo superficialmente, pero de cuya fama en todo lo animal se hacen lenguas en la entera Comunidad Autónoma y hasta en alguna de las vecinas. Le conté la anécdota sin pararme en detalles intrascendentes, pues lo vi con cara de tener que rellenar varias probetas, y le describí al roedor pequeñín que habitaba mi jardín humilde. “Yo sólo sé de roedores de más de un kilo”, me dijo. Y añadió: “Precisamente ando ahora embarcado en una investigación, muy bien financiada por la Unión Europea, sobre la mixomatosis del conejo berciano”. Y, claro, me narró con lujo de detalles el apasionante estudio y cómo los ayuntamientos de El Bierzo estaban que se comían las uñas, a la espera de los importantísimos resultados que se auguraban, y que la asociación de cazadores “León caza solo” quería invitarlo a dar una conferencia el próximo fin de semana en Cacabelos. Y así una horita de nada, él olvidado de laboratorios y disecciones y ajeno a prisas, y yo intentando vanamente terciar cada tanto con alusiones a mi ratoncillo sin denominación de origen. Lo único que conseguí, ya en la puerta y mientras me daba unas amistosas palmadas en el hombro y me repetía que ya tenía ganas él de conocer a un profesor de Derecho Romano tan famoso como yo, fue que me recomendara una visita a su colega Y, a quien se refirió llamándolo “analista de bichucos de poca monta y pelotas oficial del Rectorado”.

Encontré a Y con la consabida bata blanca y sentado ante su ordenador. Se levantó, amable, para recibirme y me saludó efusivo, pero debió de olvidarse de cerrar algún programa informático de I+D+i, pues de los altavoces seguía saliendo un “fiu, fiu, fiu” que sonaba más a disparo de cazamarcianos que a aplicación para el análisis del aparato digestivo de los coleópteros. Por abreviar y no volver a correr riesgos, le enseñé la foto del pequeño roedor sin apenas preámbulos y sin más que preguntarle qué creía él que era eso. La tomó en sus manos, la miró, le dio unas vueltas, se cambió de gafas, volvió a mirarla y me la devolvió con una sonrisa algo forzada. “Por la pinta no lo saco- me dijo-, pero si me traes una muestra de su hígado te indico exactamente el género, la especie, el tipo de alimentación que llevaba y si su padre era negro o blanco”. Temiéndome lo peor, comencé a levantarme del sillón al que atentamente me había invitado, al tiempo que le iba recitando que no importaba, que tranquilo, que era una simple apuesta y que en el fondo qué más nos da que sea un ratón o una cucaracha, con los problemas que hay en el mundo. Pero no llegué a incorporarme del todo ni a acabar propiamente mi larga frase, pues me puso la mano en el hombro y me obligó a sentarme otra vez, mientras me contaba con minucia el artículo que acaba de publicar sobre enfermedades hepáticas en el gerbillo adolescente. Al parecer, semejante avance de la ciencia natural había exigido el sacrificio de unos mil gerbos nacidos para la gloria y la experimentación, pero rápidamente puntualizó Y que él no había tocado ninguno, pues para eso están “los becarios ésos”, que no tienen mejor cosa que hacer. Y ahí se animó a contarme lo mal que vienen hoy en día los becarios de investigación y lo tontamente que protestan cuando les mandas pinchar a cien bichos un domingo a las diez de la noche, que la gente ya ni tiene vocación ni nada y encima se dejan malear por los sindicatos.

Menos mal que, oh fortuna, me sonó el móvil en ese instante y pude despedirme moviendo la mano, encogiendo los hombros y poniendo un muy fingido gesto de contrariedad y ya nos vemos otro día. Antes de que llegara yo a cerrar la puerta del todo ya estaba él sentado otra vez ante su pantalla y moviendo el ratón –inalámbrico- con furia asesina.

A la porra el ratón de casa, pensé, y me encaminé hacia la salida de aquel templo del saber zoológico y sanitario, pero me topé con Z, dicharachera profesora que de joven debió de encender más de una pasión animal y que aún ahora se conserva como para un par de experimentos en cómodo animalario. Habíamos coincidido en tiempos en alguna comisión, vaya usted a saber de qué, tal vez de bioética o de fiestas patronales, y me saludó efusiva y escotada, preguntándome qué me llevaba por allí, con cara de estar convencida de que andaba justamente tras sus pasos, como todo el mundo macho. Como pude saqué a relucir el ratón, el de mi jardín, y en su cara se pintó un mohín, no sé si debido a que esperaba de mí comentario más elevado o empresa más atrevida, o a que les tiene algún tipo de fobia a los pobres ratoncitos. “Habla con B, que es becario mío”, me dijo, ya alejándose de mí como si me hubiera descubierto cara de violador del ascensor- Creo que él hizo su tesina sobre poblaciones invernales de ratas en Tierra de Campos”.

Dudé, lo confieso, pero la curiosidad me pudo y eché a andar hacia el Departamento en el que para el tal becario y que no recuerdo ya si es el de “Sanidad Animal I” o “Sanidad Animal II”, pues los de letras somos un poco torpes para el matiz científico-natural. Allí me recibieron, amables y desenfadados, un grupo de titulares y titularas apiñados/as alrededor de una máquina de café y con las batas desabrochadas. Cuando les pregunté por B, el becario, su expresión se nubló un tanto y me indicaron que tal vez estaría de vuelta en una hora, pues en este momento se hallaba fregando el establo de los burros y luego tenía que sacar el estiércol de las frisonas del segundo piso. Salí pitando mientras balbuceaba que no tenía importancia y que ya llamaría a B por teléfono. No se interesaron por saber quién era yo, tal vez convencidos de que se trataba de algún viajante de Vim Limpiacuadras.

Y así termina la historia. Veré si esta tarde aparece el ratón o topillo y le preguntaré su opinión a un vecino que tengo, que hizo la mili en Ceuta y sabe de todo.

Si quieren, y para descargo de veterinarios de despacho despechados, en otra ocasión les cuento qué pasó un día que vino uno de ellos a consultar a un catedrático de Derecho cómo se podía conseguir el desahucio de un inquilino moroso. Fue de mucha risa también.

24 septiembre, 2007

Cálida calidad

Inauguración oficial de curso de las universidades de Castilla y León, en León, con presencia y discurso del señor Presidente. El Presidente de la Comunidad quiero decir. Me refiero a la Comunidad Autónoma. ¿Qué otra va a ser? Estaba también el Consejero del ramo, pero no pió. Mejor.
Embotado me dejaron tantos discursos. Primero el Rector de por aquí, que ni siquiera tuvo el detalle de dirigirse a los aborígenes en lliunés y parló en castellano de Valencia de Don Juan, su tierra. Para que luego digan que de los pueblos no sale gente notable. El buen hombre va y nos cuenta que le toca despedirse, pues acaba su segundo mandato. Esta dichosa ley no lo deja volver a presentarse. Mecachis. Y el personal que se queda en el sitio callado y como si tal cosa, con lo fácil que hubiera sido arrancarse con un aplauso. Luego que cada cual lo interpretara como le conviniera. Estos leoneses siempre tan secos. Tengo para mí que son nación, qué te parece; o, al menos, cuarto y mitad de nación.
En la entrada del edificio estaban seis o siete leonesistas (es decir, leoneses, pero a tope y con barba y camiseta) con una pancarta que decía “Facultad de Medicina y Hospital Universitario ya”. Deberían haber añadido “sede olímpica y la lucha leonesa deporte olímpico”. Y representación de la nación leonesa en el festival de Eurovisión. Pero van con tiento. Todo se andará. Durante los discursos se oían por las ventanas sus gritos y consignas. Para entonces debían de ser lo menos diez. Luego un ujier cerró las ventanas y se acabó la diversión. No hubo más remedio que atender a los oradores, vaya por Dios.
Y ahí comenzó mi desconsuelo. La Memoria anual de la Universidad, los anales, como quien dice, leída por el Secretario General, que es un honesto profesor de educación física (perdón, Ciencias del Deporte) ya nos dejó tocados a todos. Rediez, hay que ver cuántas titulaciones y cosas tenemos. Y órganos, organismos, organillos, institutos, departamentos, sedes, edificios construidos o en construcción, másteres, convenios, cargos encargados de relacionarse con las empresas, empresas encargadas de relacionarse con los cargos, fundaciones, fundiciones, fondos, esternocleidomastoideos, de todo. La bomba, y parecíamos poca cosa vestidos. Eso sí, al oír cuantísimos somos caí en la cuenta de que tocamos a un PAS (personal de Administración y servicios, cuidadín) por cada dos profesores y medio. El trozo de PAS que me debería tocar a mí supongo que se lo habrá quedado algún director de área o algún linier. Lo que debe de currar esa gente, mamma mía.
Luego el Rector dijo que todo muy bien y que menudo nivel, pero que la Junta tiene que meter más pasta si quiere que esto sea como tiene que ser. No dijo cómo tiene que ser, pero vale más no darle muchas vueltas, que se desvela uno a lo tonto. Y en esto llegó el Presi. Entró con un par de chicuelitas que le quedaron monas, pero, ay, cuando cogió los papeles aquello fue como el país de irás y no volverás. Me perdí pronto, pues era todo muy macro y así. Creo que nos van a poner hasta un piso con jacuzzi y sirvienta dominicana, pero de las pastillas para la tos y la materia gris del personal no dijo nada. Resistí lo que pude, mas confieso que a los cinco minutos me abandoné a mis ensoñaciones erótico-festivas. Pero había algunas dichosas palabras que cada poco me hacían volver a la realidad y darme de bruces con nuestro cruel destino: calidad, competitividad, productividad, otra vez calidad, y calidad, y control de calidad y calidad sin control, y calidad descontrolada que hay que controlar, y control de calidad de los controladores de calidad. Buf, nos vamos a morir de una sobredosis de calidad cualquier día de éstos.
Y se queda uno pensando que vaya bien y todo eso y que divinos de la muerte y que tiemblen Oxford y Cambridge, que allá vamos, montados en la alfombra mágica de la calidad. Pero luego se te vienen a la cabeza ideas bobas. Por ejemplo: qué calidad ni que formas en vinagre, si resulta que los rectores no han parado hasta estar bien seguros de que no se va a controlar la calidad de los profesores titulares y los catedráticos. Qué calidad ni que gaitas, si resulta que se han llenado las plantillas profesorales de sobrinos y feladores y ahora no queda sitio ni para el joven investigador más brillante y prometedor, salvo que acredite ser bueno en trabajos manuales y bucofaciales. Qué calidad ni que niño muerto, si resulta que, según la última reglamentación de los grupos de excelencia investigadora de esta Junta juntera, no se admiten grupos de investigación fetén que tengan más de un diez por ciento de investigadores de fuera de la Comunidad comunitaria, ¡Ausländer raus! Vamos, que os juntáis tu primo y tú, cátedros ambos, con tres premios Nobel y resulta que nones, que el grupo no da la talla por falta de cazurrez y porque los putos extranjeros seguro que vienen a comernos la cecina y a tirarse a nuestras ovejas. No, el grupo de excelencia excelente es el formado por uno de Tordesillas, dos de Zamora y una prima segunda de Viloria de la Jurisdicción, término municipal de Onzonilla, provincia de León, País Leonés. Manda oeufs.
Colegas, compañeros, amigos, llegado está el tiempo de pasar a la acción directa. A las barricadas. Que cada uno cape a un/a controlador/a de calidad/dod y le dé un par de patados/as en el culo/a al primero/a que diga que hay que fomentar las relación con las/os empresas/os. I+D+i+cm (corte de mangas/mangos). Ah, y no nos olvidemos de la vieja consigna: escupe a un/a pedagogo/a.
Gaudeamus.

23 septiembre, 2007

Burrocracias autóctonas

El texto que viene más abajo no es de mi cosecha, sino de un amigo y compañero catalán de mi hijo. Para poner al paciente lector en antecedentes, debo fardar un poco. Pues tengo un hijo que va para los veinticinco, es ingeniero informático y trabaja en Ginebra, en el CERN. Allí conoció y se hizo colega de un físico catalán de su edad, se supone que postinero y de ésos que deberían estar disputándose las universidades españolas, si hubiera propiamente España y existieran en ella univesidades y no estos puticlubes, baratos pero con pretensiones. Parece que ese chaval quiere, a su edad y con su curriculum, conseguir una beca catalana, y comprobaremos qué fácil se lo ponen.
Por cierto, un día contaré cómo selecciona el CERN a sus becarios, investigadores y personal. Verás qué cara se nos va a quedar a los que estamos acostumbrados a ocho mil comisiones inútiles y a tanto ruido burocrático para tapar tanta corruptela de oca en oca y tiro por que me toca. Esta es la narración que nos hace el joven físico catalán de su periplo reciente por las procelosas aguas transferidas:
Os voy a contar una historia que me ha pasado la última semana, cuando he estado intentando pedir una beca para poder trabajar infinito y cobrar una mierda (o sea, como ahora, pero oficial). Me ha quedado infinitamente largo, pero creo que merece la pena que esto sea explicado con lujo de detalles; además sé que no tenéis nada mejor que hacer o sea que invertir un poco de tiempo en leer esta historia.
Érase una vez un muchacho alegre y dicharachero que vivía en ese País, Región, Autonomía, Nación sin Estado, República Bananera Escalera de Vecinos o lo que quiera que sea, llamado Cataluñ/nya. Un buen día por la mañana este muchacho (que para el que aún no se haya dado cuenta soy yo) se enteró de que la gente que mandaba en su País, Región, Autonomía, Nación sin Estado, República Bananera Escalera de Vecinos o lo que quiera que sea se había liado la manta a la cabeza y había decidido ofertar una serie de becas para la Formació de Personal Universitari.
(Empieza un breve inciso de el català és fàcil.) Para aquellos que no dominen el catalán hay que aclarar que Formació de Personal Universitari se traduce como Formación de Personal Universitario. (Se acaba el breve inciso de el català és fàcil.)
Ni corto ni perezoso, el muchacho (o sea yo) se informó del procedimiento necesario para solicitar dicha ayuda. Éste era fácil, rápido y sencillo. Se trataba de rellenar una solicitud por internet con los datos personales del solicitante, del tutor y del proyecto y esto desembocaba en un documento pdf que había que entregar al vicerrectorado de investigación o similar. Hasta aquí todo es sencillo y la vida puede llegar a ser maravillosa, pero en el camino de nuestro héroe se cruzaron la malvada bruja Burocracia, el malvado tirano comeniños Carod ayudado por el no menos malvado, a la par que aburridor de ovejas, Montilla. Antes de poder acceder a ver los datos que había que rellenar se necesitaba autentificarse de alguna manera y la manera que pensaron el tirano comeniños Carod y el aburridor de ovejas Montilla fue con el idCat, un certificado digital de esos que están tan de moda. Que no cunda la calma, porque aunque por el nombre parezca que sea una especie de DNI catalán, no os dejéis engañar... realmente lo es ya que sólo es accesible para personal residente en Cataluñ/nya. A los no residentes como yo (luego ya veréis por qué) se les facilita un nombre de usuario y una contraseña como toda la vida de Dios.
Recapitulemos, que me está quedando largo y queda mucha tela que cortar. Nuestro héroe tenía que ir al Castillo de la Bruja Burocracia a rescatar el idCat que había secuestrado el tirano comeniños Carod ayudado por su secuaz Montilla, para poder empezar a rellenar la solicitud. Lamentablemente los malvados habían puesto algún tipo de veneno ponzoñoso en la beca, que haría que si antes de lunes 17 se septiembre no se rellenaba, ésta moría dolorosamente. El rescate del idCat empezó desde Ginebra ya que antes del ir al Castillo había que hacer una instacia conforme se quería ir al Castillo (por problemas técnicos se hicieron tres instancias ya que parecía que el dúo tétrico Carod-Montilla había conjurado de alguna manera a Firefox y Linux). El lunes 10, tras el periplo vacacional, nuestro héroe regresó a la Tierra Prometida también conocida como el Oasis Catalán y se decidió a ir al Castillo de la Bruja Burocracia a rescatar a idCat. Contra todo pronóstico la gestión fue rapidísima y apenas hubo derramamiento de sangre. Lo que aún no sabía nuestro héroe es que el dúo sacapuntas Carod-Montilla tenían aún muchos ases en la manga.
La gestión se basó en ir al Castillo, presentar el DNI y recoger un papel. En ese papel lo único que ponía era que tenías que ir a nosequé web y clicar nosedónde. En este momento nuestro héroe pensó que eso se lo podrían haber dicho por teléfono y no haberlo tenido dando vueltas como un pollo sin cabeza. (En este momento empezó la fase videojuego, en la que había que ir superando pantallas cada una más difícil que la anterior.) Una vez en la Universidad fue a dicha web, clicó donde fuese y se descargó el certificado virtual. Para su sorpresa, se dio cuenta de que aparecía un mensaje diciendo que el certificado solo se podía descargar en el ordenador desde donde se había hecho la petición, o sea, el portátil. Pues nada, cogió el portátil se descargó el certificado, lo instaló, le dijo al navegador de su Linux (o sea Firefox) que lo reconociera, pero para gran sorpresa y estupefación apareció un mensaje de error que decía que Firefox estaba hechizado por el dúo Carod-Montilla y que sólo se podía acceder a través de un navegador de la empresa en la que van a trabajar Dani y Serena.
Con gran pesar en su ser, nuestro héroe se doblegó al poder de Microsoft y sucumbió ante su navegador, donde instaló el certificado e intentó acceder a ver la solicitud (no perdamos de vista que aún no se ha rellenado ningún papel ni similar, todo esto es para poder rellenarlos). Habiendo demostrado su identidad catalana, apareció otra pantalla en la que se pedía que se introdujese el número del CatSalut.
(Empieza un breve inciso sobre la vida y cultura catalana) Supongo que en el resto de España funcionará igual, pero por si acaso os explico lo del CatSalut. Resulta que, con la coña marinera de las competencias transferidas, aquí gestionamos nuestra propia sanidad. Tanto es así que subimos el precio de los carburantes con un impuesto que va directamente a la sanidad catalana (que no a salud de los catalanes). O sea que si echáis gasolina en Cataluñ/nya la pagáis más cara (como todo en esta tierra) porque parte del dinero va para financiar la sanidad. Toda la coña de las competencias transferidas quiere decir que en algún momento del pasado alguien tuvo que coger todos los datos de la Seguridad Social de toda la gente, catalanes por supuesto, y pasarlos a las nuevas bases de datos del CatSalut (este punto es importante). (Acaba el inciso sobre la vida y cultura catalana).
Cuando se introdujo dicho numererito apareció un mensaje de error ininteligible, por supuesto.
A todo esto el lunes ya se había consumido y el martes era fiesta. Llegamos al miércoles en una situación un tanto comprometida: aún no se han visto los papeles que hay que rellenar y encima la cosa esta da un error. Es aquí donde empiezan una serie infinita de llamadas a la Generalitat de Catalunya para pedir por favor que me digan qué hago o qué coño pasa. Las respuestas fueron variopintas, pero la más repetida fue la de "es que tenemos una incidencia técnica, por favor vuelva a intentarlo más tarde". También tenemos la respuesta que consiste en colgar el teléfono o la de remitir a otro número, concretamente a la gente que lleva lo del idCat, que son diferentes de los que convocan las becas, que a su vez son diferentes de los de la página web donde tienes que identificarte. Entre llamadas y tocadas de huevos el miércoles se consumió y nuestro héroe no había podido avanzar nada.
El jueves fue más de lo mismo, pero a nuestro héroe cada vez le quedaba menos paciencia con las incidencias técnicas y cada vez le resultaba menos gracioso que se riesen de él o que pensasen que él era igual de tonto que los que atendían el teléfono. En una de estas llamadas, nuestro héroe descubrió que el error que aparecía era debido a que había una incompatibilidad de datos entre el idCat y el CatSalut. Extrañado porque nunca se ha cambiado de domicilio ni de teléfono ni de nombre ni de sexo, volvió a llamar preguntando por el problema técnico que seguía obstaculizándole el paso, obteniendo esa respuesta que resonaba en su cabeza: "incidencia técnica".
Cuál fue su sorpresa cando más adelante pareció (o parujo) que la incidencia se había solucionado y podía introducir sus datos para pasar de pantalla. La sorpresa fue mayor cuando descubrió que la siguiente pantalla le pedía rellenar los datos de un NO residente en Cataluñ/nya y aparecía su nombre. La cosa graciosa fue que en el campo sexo había tres opciones: hombre, mujer e indefinido (habéis leído bien). Resignado frente a la fuerza de Carod-Montilla, que habían conseguido echarlo de su tierra, se dispuso a rellenar el formulario de alta de NO residente en Cataluñ/nya (no perdamos de vista que de momento no se ha visto la beca). La otra cosa graciosa es que al final del proceso aparece un mensaje en pantalla, al más puro estilo Age of Empires que dice: "...creando ciudadano...". Como ya os podéis imaginar, después de esto apareció otro mensaje de error diciendo que no se podía tramitar la solicitud, que lo intentase más tarde... así hasta quince veces. O sea, que tengo un ejercito de ciudadanos esperando atacar a mi orden.
Con los huevos más hinchados que el caballo de Santiago, nuestro héroe se decidió a llamar una vez más y preguntar por qué lo habían desterrado. Su sorpresa fue que encontró a la única persona competente del Reino y le descubrió que en la base de datos de CatSalut todos los datos estaban bien a excepción del DNI, que algún funcionario gilipollas copió mal en su día y puso el de su puta madre, que no se parecía en nada al mío. La solución era enviar por fax o por mail una copia del DNI pidiendo un usuario y una contraseña como NO residente en Cataluñ/nya. No os sorprende si os digo que el número de fax no respondía y que la dirección de mail no era correcta, ¿verdad? Pues fue lo que pasó.
Al borde del suicidio, el jueves por la tarde, en la llamada enésima, le dieron otra dirección del mail, a la que envió el DNI y cuya respuesta fue que no podían abrir el documento adjunto y por lo tanto que no habían podido ver el DNI. La locura reinaba en su ser y la única solución que vio fue presentarse donde fuese y partir caras a diestro y siniestro.
El viernes por la mañana (sin haber podido ver la solicitud) nuestro héroe se presentó en la oficina de Bienestar Social con la clara intención de no irse de allí hasta que ellos le rellenasen la solicitud. Después de 90 minutos de espera fue atendido por una funcionaria muy maja a la par que competente (recalco esto porque hoy en día el funcionario competente es una especie en extinción) que le cambio el número de DNI de CatSalut y le proporcionó un usuario y una contraseña como residente en el Oasis de los de toda la vida. Finalmente, nuestro héroe introdujo su usuario y su contraseña y se rompieron todos los hechizos puestos por el dúo terrorífico Carod-Montilla, pudiendo así acceder al formulario que cuando leáis esto ya estará enviado (y seguramente rechazado o archivado en un armario muuuuuuuuuy grande).
MORALEJA: La Generalitat es una mierda como un piano y son todos unos hijosdeputa.
MORALEJA 2: Nunca perdáis la esperanza.
MORALEJA 3: Si queréis conservar vuestra salud mental, nunca vengáis a Cataluñ/nya (aunque ya habéis visto que el problema no es el idioma, ¿eh María?)

22 septiembre, 2007

Ciudadanos

Anoche estuve en la presentación del partido Ciudadanos en León. Ha echado a andar aquí con un puñado de entusiastas y a promocionar la agrupación y a exponer sus planteamientos venía la directiva catalana del partido, encabezada por Albert Rivera. En la sala había treinta y tantas personas con la consabida tendencia a la parrafada larga. Los organizadores quedaron encantados, al parecer.
Lo primero en que me fijo en estas ocasiones es en el tipo de uniforme que lucen los ponentes y en la pinta general que gastan. Hay una imagen PP, por ejemplo, igual que hay una imagen IU o PSOE, con tendencia a la reproducción en serie y hasta la clonación. Los seis dirigentes de Ciudadanos sentados en la mesa parecían de la Liga de los Sin Bata, cada uno iba a su bola, indumentariamente hablando. Uno con traje y corbata naranja sobre inmaculada camisa blanca, otro con larga melena rizada recogida en cola de caballo y camiseta raída, dos en mangas de camisa oscura y con fuerte toque proletario y Rivera con americana sobre camisa informal y sin corbata, con vaqueros. La media de edad era sorprendentemente baja. Todo ello me gustó de mano.
La oratoria la tienen aún un poco recia y se les nota faltos de emociones mitineras. Hablan con tanta convicción, que se van calentando seriamente a medida que pasan los minutos, y uno comienza a temer enseguida que se pasen de frenada. Desde luego, no se andan con contemplaciones y apuntan rápidamente a la yugular. A costa del leonesismo y de esa propuesta que por aquí circula para que se enseñe “llionés” en las escuelas comenzaron haciendo bromas y acabaron cebándose. Con toda la razón, pues los que aquí vivimos sí que podemos con rotundidad afirmar que jamás de los jamases hemos visto a ningún leonés que hable llionés, aunque algunos usen cuatro palabras de esa imaginaria lengua para hacer pintadas o pillar concejalía de urbanismo.
El discurso de Rivera y compañía es marcadísimamente antinacionalista, esto es, opuesto a nacionalismos como el catalán, el vasco o el español. Sostienen con fuerza que los derechos los tienen las personas, los ciudadanos, y no las lenguas o los territorios. Dice mucho de los tiempos que corren el hecho de que afirmaciones tan evidentes y de tan puro sentido común resulten hoy en día poco menos que osadas proclamas revolucionarias, de tanto farsante como va por ahí dando a las tierras o a las tradiciones derechos, como un bonito truco para engatusar a la gente con menos seso.
Protestan los de Ciudadanos contra esa manera de repartir el presupuesto estatal a golpe de cheque para catalanes o andaluces, se quejan de que esta España se ha convertido en un país de tribus y clanes y la tienen tomada con los políticos profesionales, que están -dicen- desangrando nuestra democracia y quitándole sentido a la participación ciudadana con su arribismo y sus pactos muchas veces contra natura. Pintan la vida política actual como vuelta de espaldas al interés general, protagonizada por redes clientelares, especialmente en las comunidades autónomas.
Ansían una reforma de la Constitución para cerrar definitivamente el modelo territorial del Estado y para fijar y atar las competencias estatales y estiman que estatales deben ser las competencias sobre cosas tales como enseñanza o sanidad, para evitar discriminaciones, ineficacias y manipulaciones.
Resulta chocante escuchar tantas veces la palabra España a políticos que se proclaman antinacionalistas. No digo que esté mal, ni mucho menos. Pero es que el término “España” se ha convertido poco menos que en patrimonio del PP, tanto por su afán de apropiárselo como por la dejación cobarde y bobalicona de los que, al otro lado, se dicen progres y no son más que una panda de paletos que negarían hasta a su padre para no parecer “fachas”, que mira tú qué tendrá que ver el culo con las témporas. Estos de Ciudadanos a mí no me parecen fachas en absoluto, aunque alguno se descolgará aquí diciendo que uno de ellos tiene un primo segundo que salió un mes con una concejal del PP en Reus y que hasta se daba besitos con ella. Quieren un Estado más fuerte y eficaz y que ahí es donde los nacionalismos periféricos dañan, en la eficacia y, especialmente, en la solidaridad. Por cierto, me encantó oír que en una pasada campaña electoral en Cataluña los de IU colgaron unos carteles que decían así: “La solidaridad tiene un límite”. Maravillosos esos progres de boquilla y Versace. Si eso es la izquierda, yo soy la reencarnación de Lola Flores.
Insisto, este país se está quedando sin un referente territorial compartido y admitido para la acción política. La única política razonable parece la antinacionalista, pero la incógnita está en cómo quitarle su engañoso prestigio a los nacionalismos llamados periféricos sin caer en otra forma de nacionalismo igual de casposo, el nacionalismo españolista. He dicho igual, igualito; también he dicho casposo, porque a ver quién es el guapo que mantiene que las ideas y la facha de Girón de Velasco o de Licinio de la Fuente no eran exactamente igual de rancias y sebosas que las de Antxo Quintana o Carod Rovira, pongamos por caso.
Durante la cena posterior, a la que asistí, uno de los dirigentes de Ciudadanos planteaba lo difícil que es articular un discurso antinacionalista aquí y ahora. Creo que se refería a ese dilema, a esa estrechez del espacio político e ideológico actual, en el que parece que sólo caben unos nacionalistas o los otros, pero no “ateos”, los descreídos de la formación de cualquier espíritu nacional. A mí me parece que la solución está en un planteamiento declaradamente cosmopolita. Somos ciudadanos del mundo y el valor del Estado, de cualquier Estado, es puramente instrumental: es una herramienta para hacer políticas que permitan una vida digna y satisfactoria a cada vez más gente y con prescindencia creciente del lugar en que se nació o de la lengua que se habla. Frente a los nacionalistas que entifican al Estado a base de hacerlo pura plasmación de la realidad anterior de la nación, sustancia más profunda, el antinacionalista tiene que insistir en que las naciones no son más que productos artificiales, contingentes, que la idea de nación ha desempeñado una función para la aparición del Estado moderno y que ya toca echarla por la borda, en lugar de reproducirla con el celo con que en un museo de cera se copian las facciones de un cadáver.
Un Estado vale por lo que hace, por el papel que cumple para los ciudadanos, no por lo que es como reflejo o manifestación de una esotérica realidad nacional. La base de la lealtad ciudadana al Estado ha de ser ya, en estos tiempos, utilitaria, tan solidaria como calculadora, nunca basada en metafísicas ideas como las de patria, nación o unidad de destino en lo universal. Da igual que ese Estado se llame España o Cataluña, pues lo que cuenta no es el fantasmagórico derecho de un pueblo a su autodeterminación, ya que ni sabemos qué carajo es un pueblo ni nos importa más autodeterminación que la de cada individuo en cuanto persona libre. Lo que a mis ojos antinacionalistas hace mucho más antipático un hipotético Estado catalán o vasco que el presente Estado español es que en España la retórica patriotera se acabó prácticamente con Franco, por mucho que parezca a veces que unos pocos del PP, realmente pocos, están todo el día en el karaoke repitiendo aquellas milongas de antaño. En cambio, esa retórica putrefacta y manipuladora, esa monserga pseudoreligiosa, alienadora de mentes, generadora de egoísmos y propensa a todos los manejos es ahora mismo la propia de los nacionalismos catalán, vasco o gallego. Ahí es donde resucitan Franco y hasta Carl Schmitt, ahí es donde chapotean y marcan el mismo paso fascistoides y pescadores de río revuelto. Por eso a mí esos nacionalismos me dan tanta grima, aunque me importe exactamente un bledo que mañana se independicen Cataluña, Euskadi o Jerez de la Frontera.
Cuando uno se siente más ciudadanos del mundo que europeo, más europeo que español, más español que de su parroquia y más uno mismo que idéntico a los que desfilan con uniforme igual el día de la fiesta nacional que sea, dan mucha lástima esos pobres diablos que sueñan a todas horas con banderas e himnos, con símbolos y consignas, con masas que son tanto más nación cuanto más sientan y se comporten como un rebaño y cuanto más desprecien al distinto, al heterodoxo y al que se sale de la fila con un corte de mangas. Estos nacionalistas habrían sido muy felices en el Munich de 1933 o en el Nuremberg de 1935, seguro.
Dicho de otra manera: para los que tenemos hijos pequeños que pronto irán a la escuela, es una bendición vivir en lugares de este Estado como León o las Castillas, pues nadie les forzará –espero- a cantar himnos, ni siquiera el español, nadie les contará patrañas de héroes locales de pacotilla, nadie se inventará cuentos haciéndolos pasar por historia verídica de una nación eterna dirigida por canallas con bigotito y nadie les obligará a perder el tiempo aprendiendo por narices lenguas que sólo les permitirán comunicarse con cuatro tarugos igual de alienados. Qué mierda de nación es esa en la que hasta la lengua supuestamente identificadora hay que meterla con calzador y por las malas. Una nación muerta en manos de cuatro vivos.

21 septiembre, 2007

Pequeña fábula procaz

Éranse un padre y sus cinco hijos. Los hijos eran unos obsesos del sexo y se pasaban el día en extrañas competiciones, ora midiendo y comparando genitales, ora comprobando cuál micciona más lejos, ora atizándose entre sí por la vanguardia o por la retaguardia.
El amoroso padre era viejo y un día decidió ir repartiendo en vida su fortuna entre sus vástagos. Pudo haberlo hecho a su manera y por la brava, pero decidió consultar con cada hijo el mejor criterio para repartir. Él vivía angustiado por el afecto de sus hijos y no quería hacer nada que los disgustara y pudiera animarlos a irse de casa. Mi ilusión es que a mi muerte todos asistan a mi entierro en santa armonía y como un solo hombre, decía el pobre viejo.
Ante la pregunta del padre, el primer hijo defendió que la mejor pauta de reparto era en proporción al tamaño del miembro viril, pues él presumía de tenerlo más grande que el de un famoso actor porno de origen catalán. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El segundo hijo mantuvo que importa más el uso que el tamaño y propuso que el reparto se hiciera por el número de polvos anuales que cada cual echara. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El tercero insistió en que no debe contar el acto, sino el fruto, de modo que habría que atender al número de hijos habidos por cada uno. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El cuarto alegó que no es tan fácil saber qué hijos son de cada cual, y máxime cuando todos ellos viven juntos y revueltos, entre sí y con sus parejas, razón por la que consideraba mucho más oportuno que se financiaran los gatillazos en lugar de las dianas, ya que sufre más y requiere mejor cuidado aquel que tiene estragada su herramienta. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
Por último, el quinto, que era célibe de vocación, adujo que lo mejor sería repartir a partes iguales y dejarse de pamplinas con las partes. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
Al cabo los hijos empezaron a preguntar al padre que para cuándo las pelas y el padre no tuvo más remedio que contestar que ya mismo, pues los veía indignados y agresivos, muy al contrario de lo que él había soñado. De modo que se puso a darle a cada uno según el patrón con cada uno acordado, y acabó provocando una pelea de tal calibre, que todos los dineros acabaron yéndose en gasas, ungüentos y cirugías. Murió arruinado el cabeza de familia y sus descendientes, ya sin nada que heredar ni que llevarse a la boca, lo odiaron para siempre y lo maldijeron durante generaciones.
A quien esta historia verídica oiga le quedará siempre la duda de si era mayor la perversidad de los hijos o la estulticia del padre. Sea como sea, lo cierto es que entre todos consiguieron la ruina.

20 septiembre, 2007

Empleados públicos: festival de leyes. Por Francisco Sosa Wagner

Hoy publica El Mundo un nuevo artículo de Francisco Sosa Wagner, magnífico y provocativo como todos los suyos. Aquí lo reproduzco a continuación.

Empleados públicos: festival de leyes. Por Francisco Sosa Wagner.
Nadie puede dudar de la laboriosidad del actual gobierno de España en materia de producción de leyes: la inundación que se ha producido en los repertorios legislativos produce a las personas temerosas de Dios un cierto espasmo. Ocupados nuestros prohombres en esta tarea de proporcionar a la ciudadanía artículos y más artículos de áspera prosa, no les queda tiempo para repasar a los clásicos. Porque, si tal hicieran, pronto se toparían con las sabias recomendaciones que Samuel Puffendorf nos dejó en su libro De los deberes del hombre y del ciudadano según la ley natural: «conviene tener leyes claras y sencillas sobre los asuntos que más suelen presentarse entre los ciudadanos porque cuando hay más leyes que las que se pueden retener fácilmente en la memoria y que prohíben lo que la razón natural no prohíbe por sí, es necesario que [los ciudadanos] caigan en falta contra las leyes como en un lazo...». Y, sin irnos tan lejos ni recurrir a la cita de un luterano, nadie por estos pagos parece recordar las lecciones de Sancho Panza quien, al dar cuenta a los Duques de su gobierno en la ínsula, les resumió: «aunque pensaba hacer algunas ordenanzas provechosas, no hice ninguna, temeroso que no se habían de guardar, que es lo mismo hacerlas que no hacerlas».

Pues si todo esto se aseguraba en el siglo XVII, cuando el legislador se desempeñaba con prudentes maneras y contenido entusiasmo, imagínese lo que ocurre en la actualidad cuando se ha desparramado y cuando hay grifos y más grifos abiertos manando legislación de una forma incesante.

Entre esas leyes que dan a nuestro actual altar legislativo un aire de barroquismo entre religioso y militante se encuentra el Estatuto básico del empleado público (ley 7/2007 de 12 de abril). Viene precedido por una Exposición de motivos que prueba la complacencia del legislador con su propia obra pues le dedica piropos y requiebros y, lo que es peor, sin motivos.

Porque con la nueva ley se afianza el empleo público laboral y de tal forma que, en punto a inamovilidad, es ya prácticamente idéntico al régimen funcionarial. En teoría, no es posible confiar a aquél funciones de autoridad o que afecten al interés general pero esta regla conoce excepciones clamorosas, al estar excluido de ella nada menos que el personal laboral de los organismos reguladores, que son quienes en este momento ejercen no sólo funciones de autoridad, sino las más sensibles que pueden desplegarse desde el poder público: piénsese en el Banco de España, en la Comisión Nacional del Mercado de Valores, de las Telecomunicaciones, de la Energía... ¡Ahí es nada!

De otro lado, el régimen laboral resulta más favorable y la prueba es la resistencia que opondrían los empleados actuales de estas organizaciones si alguien les amenazara con la posibilidad de disfrutar del status funcionarial perdiendo sus actuales contratos, en buena medida blindados frente al cese en forma de indemnizaciones millonarias. La situación es clamorosa si pensamos en contratados o nombrados a riguroso dedo según un régimen u otro: el director general de un ministerio que es cesado por el Consejo de Ministros se va a la calle sin hoja de parra alguna, mientras que su homólogo de los organismos reguladores citados endulza el fin de sus servicios con un sustancioso ingreso en su cuenta corriente.

Entre quienes no pertenecen a este grupo de personal de estricta confianza política, el acercamiento de un régimen y otro -el funcionarial y el laboral- viene produciendo desde hace años desequilibrios notables, y esa es la razón por la que en muchos sistemas del derecho comparado lo normal es que no convivan ambos modelos en las mismas oficinas. El nuestro, tal como ha sido generalizado por el Estatuto, se acerca al italiano, objeto de críticas por los autores, cansados de denunciar el gran portón que la contratación laboral abre al clientelismo político.

Hay que tener en cuenta, y ello debe saberlo el lector no especializado, que las Administraciones actuales han perdido buena parte de sus rasgos tradicionales, pues junto al ministerio, la diputación, el Ayuntamiento o la Consejería de una comunidad autónoma, han surgido miles -repito, miles- de personas jurídicas instrumentales de aquellas en forma, sobre todo, de entidades, sociedades mercantiles de capital parcial o íntegramente público y fundaciones, último invento este de la moda otoño-invierno que da frutos apetecibles a los gestores con facultades para nombrar personal. Y grandes facilidades porque adviértase que, si el régimen de la función pública y el laboral se aproximan en cuanto a sus contenidos fundamentales, en un punto se diferencian clamorosamente: unos, los funcionarios, siguen ingresando por medio de exámenes públicos con programas conocidos y ante tribunales formados por especialistas, mientras que los otros, los laborales, lo hacen generalmente -aunque hay excepciones- gracias a la herramienta mellada de la imposición del dedo o de unas pruebas en las que predomina el compadreo político o sindical.

Una de las aportaciones que se presentan como más modernas de la ley es la figura de los directivos aunque siempre los ha habido en la Administración española y siempre -por cierto- con una propensión curiosa a identificarse con el gobernante de turno. Porque, al suprimirse en la reforma de los años 60 las categorías de los cuerpos de funcionarios, quienes ocupaban tales puestos -básicamente los subdirectores generales- han venido siendo nombrados y cesados, primero por las autoridades franquistas y después por las del ameno espectro cromático que ha mandado en la Administración desde la recuperación de la democracia. De lo poco que nos dice el Estatuto acerca de esta figura nos quedamos con la idea de que se tratará de personal de alta dirección, «fuera de convenio», muy típico en las empresas privadas. Que éstas poco tienen que ver con la Administración parece mentira tener que recordárserlo a una Administración socialista, pues es evidente que a la mayoría de los puestos públicos de trabajo es difícil aplicarles los criterios de rendimiento propios de los procesos de fabricación o de la oferta de servicios del mundo privado. La ley no impone obligatoriamente su creación, siendo las leyes del Estado y las de las Comunidades autónomas las que se encargarán de regular este nuevo estamento. Nuevo, como digo, y viejo porque los trucos en su designación, por muy ingenuos que seamos, saltan a la vista ya que no es aventurado afirmar que estamos ante un horizonte risueño y abierto a la politización de la función pública, justo el camino contrario que debería haber iniciado el Estatuto para acomodarse al programa electoral del PSOE que muchos votamos.

La ley impone unos procesos de evaluación del trabajo de los funcionarios que serán bienaventuranzas para las empresas privadas dedicadas a tales menesteres. Nadie lo dude: el gozoso «evaluaos los unos a los otros» que el Estatuto proclama las hará ricas.

En fin, el sistema de carrera mediante la conquista de «grados» por cambios a un puesto de mayor nivel (propio de la reforma de los años 80) ha sido descalificado ahora por el legislador introduciendo además lo que Ramón Parada, un consumado experto en la materia, no en balde ha sido funcionario de dos cuerpos civiles y uno militar, ha calificado con gracia como «la carrera de los inmóviles» (Derecho del empleo público, Madrid, 2007). Esta singular modalidad deportiva se debe a que es posible ascender sin moverse, sin asumir nuevas responsabilidades, y tal milagro se produce introduciendo mecanismos horizontales de progresión y reconocimiento.

Esto es más o menos lo que hay. Ahora bien, el Estatuto se llama «básico», es decir que anuncia otras leyes, del Estado y por supuesto de las 17 comunidades autónomas. De verdad, con la mano en el corazón, ¿es tan plural España como para que se necesite este festival de normas? ¿Exige tantos sacrificios y tantos exvotos la diosa de la autonomía territorial? ¿No estamos creando el paraíso del rábula?

19 septiembre, 2007

Monopoly

Esto de jugar a las casitas es de lo más divertido. Zapatero siempre pone una chica para llevar las cosas de las casas. Esta de ahora ya ha habitado varias viviendas, por lo que sabe bien lo que cuesta todo y cómo está el servicio.

Se desconoce cómo saldrá esta operación de subvencionar los alquileres de los jóvenes. Entre otras cosas, porque los jóvenes pasan de todo y no piensan irse de casa ni aunque les pongan un palacio con mayordomo para ellos solos. La única manera sacarlos del hogar de los papis no es incentivando el alquiler, sino penalizando el polvo casero o cobrando a tanto el plato. Total, a ver para qué vale que tu hijo se pire a vivir a un loft ahí al lado si todos los días viene a tomarse los garbanzos a las dos o a asaltar la nevera con mañas de El Solitario. Ponle unos seis euritos por menú e igual se anima a hacerse unos bocatas de mortadela por su cuenta.

¿Y los polvos en casa de los viejos? De ahí vienen los mayores males. No nos engañemos, cuando los de antes se iban pronto del hogar paterno y materno no era por afán de independencia ni porque anduvieran pergeñando un proyecto vital la mar de personal y autónomo. Pamplinas. Era porque en casa los mayores no dejaban follar y así no hay quien viva, derrengado de ascensor y Simca 1000. Pero eso ha cambiado y hasta las abuelas de misa diaria alcahuetan ahora a nietos y nietas para que se den al trasiego carnal mismamente en el sofá de la salita de estar. Más de una vez se habrá visto a los comprensivos padres diciéndose baja la tele y habla suavecito, que está el niño trajinándose a su nueva amiga en el hall y se desconcentra con esas voces, pobrecito mío, mi chiquirritín.

Hace ya a algunos años oí, sobrecogido, a un colega que contaba que su hija lleva con toda naturalidad a casa a su novio a dormir, cosa que mi colega veía bien –y yo también-, pero que resultaba molesta la manía del chaval de pasearse en calzoncillos por toda la vivienda y pedorrearse en el sillón favorito del paterfamilias. A este paso, más de un yerno se tirará a su suegra cualquier día por ecuménica solidaridad y para incentivar la amorosa convivencia de todos bajo el mismo techo y en el mismo lecho.

Así que lo de la independencia de los jóvenes lo podríamos arreglar de un plumazo, simplemente obligándolos por las malas a irse de casa y buscarse la vida. Y si se empeñan en quedarse, que paguen. A tanto el plato de paella y a tanto la cama cuando es para dos. Pero es de temer que Zapatero tomara cartas en el asunto y decidiera financiarles a esos chicos tan majetes la habitación por horas o el motel, con el argumento de que los jóvenes tienen derecho a una vida sexual digna y a los viejos que los jodan. Ah, y el gasto en condones, apósitos y cremas desgravará para los de menos de treinta, seguro.

Bueno, ahora un poco en serio. Si uno ve el editorial de hoy de El País o la información que viene sobre el tema de las ayudas para alquiler (titular: "El plan estrella del Gobierno sobre el alquiler calca una medida en vigor desde 2004"), se queda de piedra, pues es este periódico, hasta hace poco gubernamental, el que pega un palo bárbaro tanto a la medida como a su supuesta originalidad. Pues resulta que las tales ayudas ya estaban en vigor desde los tiempos de la Trujillo y que el Zapa y la Chacón nos las venden como nuevas y a estrenar. Qué pillines. Y es El País, repito, el que levanta la liebre y los pone de vuelta y media. Mediapro, claro. Ay, el vil metal.

No sé un pimiento de economía, lo que me pone en situación idéntica a la de los profesores y profesionales de la cosa. Así que tengo el mismo derecho y la misma legitimación que cualquiera para decir lo que se me ocurra, aunque sea a humo de pajas. Y a mí me huele a chamusquina y me da la impresión de que esta medida del gobierno les vendrá como anillo (de oro) al dedo a los especuladores que han comprado unos pisitos esta temporada y que se han quedado sin poder revender algunos de ellos porque la burbuja hizo plof anteayer. ¿Será casualidad que el Gobierno ponga las pelas para el alquiler justamente ahora que unos cuantos iban a tener que meterse sus pisos vacíos por salva sea la parte? Primero se animó a todo zurrigurri a comprarse casa propia y aquí anda hipotecado hasta el aquello de la Bernarda. Como ya no queda ni un alma que pudiendo malamente comprarse un piso no se lo haya comprado a precio de lingote, toca ahora menear el mercado de los que no tienen más que para el alquiler y gracias. Se les cuenta lo bueno que es liberarse de la familia (no cuela, me temo), lo bonito que es llegar a casa por la noche y encontrarte la cena sin hacer, y se les da un dinerote para que alquilen apartamentito. Y díganme, queridos lectores amigos, ¿a quién se lo van a alquilar los que se animen? Pues a algún especulador de esos que estaban a punto de comerse con patatas sus pisos de más o de ponerlos en el mercado a precio de saldo. Vendrán genial esos alquileres para que los propietarios sigan pagando sus hipotecas y para evitar que tengan que vender sus pisos a la baja. Cosa que iba a ocurrir y que el Gobierno se ha apresurado a evitar echándole incentivos al alquiler con la pasta de todos.

Me encantan las medidas sociales de estos sociolistos de pega.

18 septiembre, 2007

A ciegas

Anoche un servidor se hallaba cómodamente tumbado en el sofá, con un vasito de orujo blanco en una mano y en la otra el mando a distancia del televisor, sumido en el etílico zapeo que lleva al sueño. Y hete aquí que voy a dar con Mira quien baila, ese programa eterno y omnipresente en el que aparece una presentadora que unas veces está de rechupete y otras parece la prima pobre de la ministra de educación. Total, que el programa ya terminaba y andaban repasando las actuaciones de los famosos que competían con sus danzarinas artes, casi todos desconocidos para mí. Y ahí vemos a un señor ciego cuya cara me sonaba levemente y que resultó ser Serafín no sé qué, dicen que cantante y que representó a España una vez en el festival de Eurovisión, festival que demuestra anualmente que una Europa unida puede ser tan hortera y cutre como una parroquia entera construida por El Pocero.
Tuve una intuición certera al ver que concursaba el ciego Serafín y me quedé un rato esperando el desenlace de la competición, mientras me administraba otra pequeña dosis del digestivo brebaje. Pues resulta que la democracia ha llegado a las televisiones y que todo tipo de torneos se resuelven mediante el voto telefónico de espectadores de pago. Y ya se sabe como vota el personal, en estos casos y en todos. Primero a los del propio pueblo. A continuación a los graciosos de las pelotas. Luego a los patosos. Después a las gordas. Y, por último, al que cante o baile medianamente bien. Ah, pero esta vez había un invidente, que es lo mismo que un ciego, pero en expresión de locutor progre. Y, claro, el personal se volcó con él. A ver.
Volví a contemplar las imágenes del buen hombre bailando a oscuras y resultaban patéticas en grado sumo. ¡Cómo pudo prestarse a eso! ¡Por qué no protesta la ONCE! ¿No era éste un país la mar de avanzado y políticamente correcto? ¿No castigó una vez la autoridad a una discoteca que organizaba lanzamientos de enanos? ¿Por qué no le meten un multón a TVE por aprovecharse así de las incapacidades y la osadía de la gente sin luces?
Pero, en fin, allá se las componga el ciego Serafín y que baile lo que quiera para estimular compasiones y recaudar euros. Yo me quedé contento, pues vi la luz, di con la explicación para el misterio que me acongojaba desde hace tiempo y que se reducía a la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que en este país ganen elecciones generales cretinos ignorantes y frescos como Aznar o Zapatero? Y, ¡zas!, ahí está la respuesta: porque el personal vota en política igual que en Mira quien baila y se solaza al comprobar que un ciego puede triunfar en un concurso de baile, un afásico en un certamen de cante o un necio analfabeto en la competición democrática para presidente del gobierno. Ni más ni menos. Es una forma de consolarse pensando que aquí cualquiera puede llegar cualquier cosa, de animarse con la convicción de que no hace falta ni estudiar ni trabajar honestamente para trincar de lo lindo, de castigar a los que poseen mejor arte o intelecto más cultivado y de ejercer aquella soberbia forma de dominación que se expresa en el viejo dicho de que donde pago, cago. Al pueblo le gusta poner en lo más alto de la política a los individuos culturalmente más zafios y éticamente más esquivos. Así es como podemos entender también que en tantos ayuntamientos hayan ganado las pasadas elecciones acreditadísimos ladrones y corruptos de cinco estrellas.
El ciego Serafín, con sus pasos desastrados y su postiza sonrisa es la metáfora perfecta de un pueblo que ve la democracia política como un concurso televisivo más, ejerce su soberanía a base de pedorretas y se instala en firme confianza de que aquí no pasa nada, tío. Ya veremos.

17 septiembre, 2007

La berrea del político. Por Francisco Sosa Wagner

La berrea es -casi todo el mundo lo sabe- la época de celo del ciervo, aquella en la que el macho llama a la hembra con berridos agudos y ansiosos, henchidos de verriondez y de vida. Constituye un espectáculo tan magnífico que existen excursiones organizadas y apostaderos especiales para oír el acucioso bramido, lo que demuestra que los humanos nos divertimos a veces de manera un tanto estrambótica. Creo que los deseos fornicadores del cérvido merecen mayor respeto como lo merecen en general los animales que tan disciplinados son en el trance del desahogo, con sus épocas y momentos perfectamente identificados y codificados. Ello es signo de orden y contrasta vivamente con lo desparramado que viven el hombre y la mujer sus impulsos sexuales, repartidos a lo largo del año sin orden ni concierto, aquí te pillo, aquí te mato, todo seguido y sin más método que el de Ogino.

Pero lejos de avergonzarnos con esta actitud de fisgones e indiscretos y de meternos donde nadie nos llama, lo cierto es que blasonamos de ello y ahora es de buen tono contar -entre amigos- la berrea vivida en una madrugada de la sierra cordobesa. En la especie humana no existe la berrea como vengo recordando pues que somos víctimas de una permanente desazón, que no claudica nunca, ante los atractivos del sexo opuesto y esta disposición de ánimo, cuando no va seguida de la acción remuneradora, nos hace perder muchísimas energías.

Los únicos que practican una modalidad original de berrea son los políticos en su época de celo. Cuál sea esta época es cosa de todos conocida: la electoral, aquella en la que se divisan en el horizonte las urnas, las papeletas, los recuentos, los resultados, la alegría, el desencanto... El período electoral es una especie de cuaresma con sus sermones -que son los mítines- y su dieta pues el político se ve obligado a comer todo lo que de singular existe en cada rincón que visita. Dijérase que el político se da un atracón en esos momentos de señas de identidad: mucha paella, mucha fabada, mucho lechazo, mucho pescaíto frito y así hasta el hartazgo.

Y es probablemente este régimen alimenticio el que le desordena sus desagües interiores y el que le lleva a practicar la berrea. No a la luz de los amaneceres tibios, allá cuando se nos enredan las supersticiones y se desperezan nuestras soledades interiores, sino a la luz de los titulares de los periódicos que son carros voladores, lumbres que emiten -incansables- ondas fugaces y fugitivas. Entonces es cuando el político berrea, no llamando a la hembra para entregarse con ella a esa turbulencia erótica destinada a apagar las ardentías, sino llamando al votante a entregarse a la urna, a derramarse en ella y procrear una mayoría parlamentaria.

El método utilizado no es tampoco el usual en los bosques, el bramido macho que es al tiempo lanza y bayoneta, sino el grito destemplado en medio del mitin -esa bazofia de la democracia- prometiendo a la pareja anhelante una vivienda, al niño que nace unos pañales y al viejo que muere una dentadura ...

Esta es la modalidad de berrea del político en esta su época de mayores exigencias sexuales, cuando el voto es falo y la urna, vasija plena de recompensas. Y cuando la excitación se trueca en fecunda fantasía, entonces es la autopista, el tren, la Universidad, el hospital, el sueldo triplicado, lo que berrea -campanudo y desafiante- el político, ya libre de cualquier atadura y entregado al vértigo del trajín sexual sin sexo que eso es al cabo la política, mujer engañosa, trápala de hielo.

Que dure lo menos posible esta desazón erótica del político es a lo único que podemos aspirar quienes no berreamos más que de tedio.

16 septiembre, 2007

El prometedor

Se acercan las elecciones generales, ¿saben? Así que los partidos siegan facciones y llenan el silo de la demagogia. Esto será una carrera para ver quién promete lo más inverosímil y lo más inconveniente para el sentido común y las arcas del Estado.
Yo apuesto por ZP. No falla, se cumple con él sin excepción la segunda ley de la termopolítica, que dice así: a menos seso, mayor descaro. Como en realidad ese líder natural de la izquierda más boba (todos reconocen en confianza que el Zapa es medio oligofrénico, pero es su oligofrénico, cuidado, y mientras resulte rentable...) y superficial no tiene ideología, sino consignas de baratillo, y no lee ni piensa, ¡sólo faltaba!, sino que trama y perpetra, se ven venir unos juegos de manos en nuestro bolsillo para medro de su urna. Qué cansancio, volverán a contarnos los periódicos que Solbes discrepa y que dice que en principio que no y luego ya veremos, y bla, bla, bla. Este Solbes es clavadito a la madre Teresa de Calcuta, que, al parecer, había perdido la fe hace un porrón de años, pero no dejaba pasar misa y no se quitaba la toca ni en la ducha. Puede que tengan en común igualmente el afán por hacer el bien por encima de credos y otras convicciones, no digo que no. Al fin y al cabo, Solbes pensará que si no frena él al jefe, que sabe de economía lo mismo que de ética política o de relaciones internacionales, apaga y vámonos. Y que, total, por mucho que el otro prometa, firme o afirme, tampoco lo hace exactamente con intención de que se cumpla al pie de la letra. Lo van sabiendo los catalanes y otros y, según cuentan, no hay un gran dependiente que haya visto todavía ni un euro a costa de la Ley de dependencia. Eso sí, ruido, alharacas y Vicepresidenta para dar y tomar.
Deberíamos esforzarnos entre todos para proporcionarle ideas a don José Luis, ocurrencias para que pueda prometer cosas a troche y moche antes de marzo, para que el perspicaz electorado se lo crea y levite de satisfacción y legítimo orgullo por dejarse comer el coco por el más cantamañanas y cínico de los políticos posibles. Un servidor, modestamente, quiere hacer aquí algunas sugerencias eminentemente progresistas y populares:
- Generosas ayudas para ludópatas que no puedan hacer frente a sus deudas de juego. Pobre gente, invirtió en la ruleta y el blackjack para enriquecerse un poco y qué culpa tienen ellos de que les saliera mal la jugada.
- Subvenciones para padres de hijos que suspendan todas las asignaturas y deban repetir curso, para que les compren el modelo último de videoconsola y animen así a sus ejemplares muchachos.
- Bonos para restaurante de muchos tenedores para todos los que no puedan pagar la hipoteca del piso, pero no quieran renunciar al farde con parejas amigas cada sábado noche.
- Financiación total de la edición de toda primera novela de progre menor de sesenta años que se considere joven escritor perjudicado por la mala fe capitalista de las editoriales comerciales.
- Sueldo vitalicio de ocho mil euros mensuales para todo actor de series televisivas cutres que esté dispuesto a declarar a voz en grito que si gana el PP él se exilia y no vuelve a comer hígado encebollado.
- Conversión de todo jubilado en antiguo cargo de lo que sea, con actualización automática de la pensión.
En fin, entre todos podemos ayudar a que la derecha cavernaria y el capitalismo salvaje no se apropien nuevamente de este país que es punta de lanza en la liberación de los oprimidos y en la promoción de los incapaces al gobierno. Sigamos soñando en Babia.