31 enero, 2006

Jueces de paz escolares. Por José Calvo González

Mi colega y buen amigo José Calvo me envía este texto que publicó en el diario Málaga hoy el pasado 18 de enero. Contiene una propuesta digna de atención, y por eso la comparto aquí con los amigos de este blog.
Aprovecho esta nota para explicar que hoy vuelvo a la carretera, hasta el sábado, y que tal vez por eso sean irregulares mis apariciones por aquí estos cuatro días. Quedan pendientes buenas discusiones. Se hará lo que se pueda. Ya lo dice mi madre: hijo, no sé para qué te ha valido estudiar, vivirías mejor si trabajaras en la metalurgia. Bah, no será para tanto. Es que a algunos nos va la marcha. Donde más se descansa, si se quiere, es en este oficio mío.
Salud.
Este es el texto mencionado.

JUECES DE PAZ ESCOLARES
Por José Calvo González

Fue 2005 año de conmemoraciones judiciales. Coincidieron las del Tribunal Constitucional, con 25 años de existencia, y de los Juzgados de Paz, que celebraron los 150 de su creación, instituida por RD de 22 de octubre de 1855. Aniversarios en el más alto escalón de Justicia y también en el más elemental y básico. Pero pintan bastos en torno a los últimos; jueces legos, no profesionales, que llevan a cabo funciones jurisdiccionales y durante el desempeño de su cargo integran el Poder Judicial. Las críticas, no del todo infundadas, señalan la deficitaria formación técnica de sus titulares y evidentes aprietos constitucionales al evaluar la efectiva garantía de independencia, inamovilidad, aunque temporal, responsabilidad y único sometimiento al imperio de la Ley. Principios inherentes a la función judicial en un Estado de Derecho (art. 117 CE) que en el sistema de acceso a la Justicia de Paz resultan claramente problemáticos por dependencia con el Alcalde o grupo municipal mayoritario que los designa, planteando así serios equívocos respecto a su independencia e imparcialidad. Se entienden insuficientes las modificaciones introducidas por LO 6/85, de 1 de julio, a su vez desarrolladas en el Reglamento 3/95, de 7 de junio. Lo preciso es abordar una regulación específica de las competencias de esos Juzgados, mejorar su funcionamiento y, en previsión de un incremento de atribuciones, requerir a los Jueces de Paz la acreditación de determinada suficiencia jurídica, por ejemplo con la promoción de licenciados en Derecho, así como establecer parámetros de rendimiento objetivables. También hay quienes, contrarios a paliativos y desnaturalizaciones en su actual configuración, abogan lege ferenda por la supresión.
Bien, soy un romántico de la participación popular en la Administración de Justicia, y hasta me mantengo juradicista aún en medio del nublado; siempre recuerdo el romance cantado por ciegos recién introducida la modalidad de enjuiciamiento por Jurado (Ley de 2 de abril de 1888): “el Tribunal justiciero/ que al pueblo sienta en estrados/ tribunal que al funcionar/ con su libertad de acción/ hará brillar la justicia/ en la española nación”. Y así, también me resisto a que sin más la figura histórica del Juez de Paz deba desaparecer. Admito la conveniencia de limitar sus atribuciones, pero manteniendo las de conciliación o mediación. El diseño de programas de formación y asesoramiento de jueces de paz para el adecuado aprendizaje y correcto empleo de medios alternativos de resolución de conflictos (conciliación, negociación, arbitraje y mediación) podría ser labor que ocupe a las Facultades de Derecho. Creo, por tanto, en la Justicia de Paz, y en su potenciación como magistratura conciliadora al estilo de, en la hermosa denominación anglosajona del s. XIII, guardians of the peace. Y porque no me libro de ese romanticismo, quizás a causa de no haber superado completamente mi escepticismo nada incrédulo hacia la justicia contenciosa, confío en esa figura y su útil filosofía incluso más allá la organización judicial. Consideraría beneficioso transportar y extender los mecanismos autónomos y alternativos de resolución de conflictos a ámbitos no jurisdiccionales. Mi sugerencia es la elaboración de un plan de “justicia de paz escolar” que, como política de Estado pudiera desarrollase por el Ministerio de Educación y Comunidades Autónomas para ser implantada en todos los centros escolares, a fin de favorecer desde las aulas una idea de ciudadanía corresponsable en el fomento y gestión de la convivencia pacífica.
El Consejo Escolar de Andalucía aportó recientemente cifras estremecedoras: 130.000 incidentes, 26.000 de ellos graves, computados en apenas 1000 centros, con un perfil de alumno conflictivo el tramo de edad entre los 11 y 12 años. Los datos revelan una realidad compleja, no ajena a la inexistencia en los diferentes niveles y modalidades de nuestras instituciones educativas de una “enseñanza jurídica de la paz” que instruya en la posibilidad de dirimir los conflictos de forma no violenta. La cultura de justicia de paz y derechos demanda imaginación de procesos de formación jurídica ciudadana ya desde la misma escuela. Uno de ellos debería ser buscar y hacer efectivo el comprometimiento en ese objetivo de todos miembros de la comunidad escolar. Será bueno que entre el profesorado se potencie al tutor como mediador, y lo será asimismo implicar al propio alumnado en la construcción de herramientas de justicia eficaz y cercana para la resolución de conflictos. Los escolares son en su ámbito directos conocedores de los problemas cotidianos derivados de la convivencia social plural y la identidad intercultural, de donde “jueces de paz escolares” elegidos por y entre alumnos con liderazgo generacional y capacidad de identificar las causas subyacentes que provocan el clima de violencia, tanto puede prevenir tales situaciones como favorecer el hallazgo de respuestas autónomas y equitativas, de justicia no formal ni necesariamente retributiva, aceptables para solventar diferencias, mejorar la integración y ordenar pretensiones concurrentes. A la capacitación de unos y otros en el apropiado manejo de modelos y medios restaurativos para una pacífica y satisfactoria solución de los conflictos puede también contribuir el mundo jurídico universitario. Ningún argumento a favor de la no violencia y la erradicación del recurso a la “justicia por la propia mano” es hoy superfluo. Estimular respuestas participativas y armonizadoras a través de una Justicia de Paz Escolar nos acercará a una sociedad más digna. Aprender desde la escuela a convivir en paz y en comunidad será siempre, finalmente, el mejor medio para impulsar el acceso en igualdad, libertad y justicia a la ciudadanía y los derechos.

30 enero, 2006

De mayor quiero ser médico (si no se me arregla lo de modisto de Estatutos).

Pues sí, de mayor quiero ser médico. Parece un trabajo tranquilo, por lo que voy a contar. No digo en cualquier especialidad, no sé; de algunas. ¿Que por qué me ha dado por ahí? Vean.
Toda la vida con una salud de hierro y en el último año se me mueven algunas tejas, cosas de poca monta –toco madera-, pero que fastidian: una hernia inguinal y media, alergias, urticarias... Parezco mismamente el Estado español, con perdón.
Así descubro, por ejemplo, la variante médica del cirujano que-te-castiga-con-su-indiferencia. Su primer reconocimiento, memorable. Fui por lo de la hernia. A la hora señalada entré en su consulta y saludé, cordial, sumiso incluso. Uno tiende a extrema la cortesía ante los de corta y rasga. A mi saludo respondió con un “qué pasa”. No “qué pasa, tronco”, ni nada así. Simplemente un seco “qué pasa”. Apenas balbuceé el preámbulos de los síntomas, cuando me atajó: “bájese los pantalones y los calzoncillos”. Vulnerabilidad total. De ningún otro modo se siente un varón más inerme y más ridículo que de esas trazas. Sin advertir de nada, me atacó la ingle, justo en el límite con el aterrado testículo, que no sabía dónde meterse, el pobre. Dijo “tosa” y me clavó el dedo por ahí, creo que me debió de llegar hasta las ideas, haciéndose hueco donde juro que no lo había. Pelín más y me toca las anginas desde el subsuelo. Ay. Cesada la tortura y mientras yo bufaba cual bestezuela apaleada, atacó por la otra banda: “dígame qué día le opero”. Glup. Acordamos y no me dijo más.
La operación bien. Me habían dicho que era bueno con los sables. Y reconozco que disfruté. El anestesista me explicó en el acto que sería con epidural, que yo estaría consciente y que para que me mantuviera tranquilo me iban a dar una pastillita. Y me tomé la pastillita. ¡Toma pastilla! ¡Qué pastilla! Menudo optimismo me invadió, que bienestar, cuanto amor al prójimo, incluidos los que oía por allí rajar piel y rajar, al tiempo, sobre el partido del domingo. Y no me dijeron el nombre de la pastilla, maldición. ¿Y qué hay de eso del derecho del paciente a ser informado? Yo quiero que me digan el nombre de la pastilla. Seguro que si la tomo el día que entrevisten a Carod o algún gudari en la Cuatro acabo creyendo de buena fe en los derechos históricos y en las naciones paridas con epidural.
Mi cirujano me dijo dos veces hola desde la puerta de la habitación, en todo el tiempo, dos días, que permanecí en el hospital. No se prodigó más en el cuidado ni en las atenciones, ni me trajo pastillas. Hombre, no es que yo ansiara sus mimos, ni mucho menos, pero una palmadita y un ánimo, campeón, siempre se agradecen en tales tesituras.
Hoy pasé su revisión después de mes y medio de la operación. Entré otra vez a su consulta y no me reconoció, claro, en la cara no tenía por qué haberse fijado ni son mis rasgos inolvidables. Cuando le di el nombre tampoco encontraba mis datos en el ordenador, pese a que yo estaba citado para hoy. No importa. Me dijo “¿qué tal?”. Yo respondí “bien”. Y sin darme lugar a añadir palabra (le iba a comentar que a veces algo ahí abajo tira un poco) me replicó: “pues por mí no vuelva por aquí”. Y me fui, qué iba a hacer. Para tomarse un café no estaba el ambiente, no.
Pero éste, al fin y al cabo, tiene que hurgarle a uno los interiores. Más llevadero es lo de mi alergólogo. Está empeñado en que a base de observaciones detectivescas hechas por mí mismo sobre mi propia mismidad, descubra yo mismo de mi mismo cuál es la sustancia que a mí mismo me produce la alergia leve que yo mismo padezco. Y que luego se lo cuente, eso sí; por lo de ampliar conocimiento supongo que será. Cada vez que voy me regaña por no haberlo averiguado todavía. Se ve que está impaciente por saber qué me pasa. Cuando me ve con cara de pues no doy con la cosa, intenta aterrarme diciéndome que igual tengo un bicho tropical en la barriga, será un Alien, yo qué sé. Y, claro, yo le replico que tranquilo, que seguro que son los tomates de la huerta de mi cuñado los que me ponen así, y que no se preocupe, que ya me encargo yo.
Pero eso debe de ser así, imagino, conforme a los métodos de la ciencia médica más rigurosa. Lo bueno es lo de la señora que acompaña en su consulta al alergólogo en cuestión. El buen señor recibe a los pacientes en un cubículo mínimo. Apenas cabe la mesa, la silla del paciente a un lado y, al otro, el hombre y una señora bastante mayor, muy pegada a él, ambos sentados. Desde el primer día ví que la señora lo observaba todo. El segundo día lo mismo. Y no decía nada, sólo estaba allí, a su vera. El tercer día fue cuando el galeno decidió encargarme un montón de pruebas, análisis, placas y exámenes diversos. Ella metía baza: “dile también tal cosa”. Y el doctor a lo suyo. Ella insistía: “¿le has pedido que se haga tal?”. De pronto, él la mira, muy serio, y le dice: “calla, mamá, eso ya se lo dije”.
Toma castaña. Era la madre. La madre que lo parió, pensé, ni el mismísimo Freud se imaginaba una cosa así. Creo que les estoy perdiendo fe a los médicos. Y, como dicen que es tan importante la cosa psicológica de uno, pues tal vez por eso no me hacen mucho apaño sus consejos. Entretanto, a ver si también ellos se curan una miaja.
(Continuará).

29 enero, 2006

ESPAÑA Y EL MODELO DE SEBORGA. Francisco Sosa Wagner.

NOTA PREVIA DEL BLOGGER: Ya sé que esto parece una explotación descarada de los escritos de Paco Sosa, buen amigo y compañero y maestro en tantas cosas. Pero es que acaba de enviarme esta nueva "sosería" y no puedo resistirme, tengo que colgarla aquí sí o sí. Pero, como alguien puede pensar que su fértil imaginación de novelista le ha servido para inventar un nuevo lugar ficticio, el tal Principado de Seborga, me permito sugerirle al amable lector que pinche aquí encima, o aquí o aquí. El mapa de la zona puede verlo aquí. Verá que Seborga sí existe, con sus 362 habitantes, con su pasado preñado de derechos que seguro que hoy son históricos, pues son pasados, of course, lo cual es una poderosa razón para que tengan que ser futuros, si aplicamos la lógica parahegeliana que rige por estos pagos paganos (de pagar) nuestros.
Esforcémonos todos, compañeros, en la lucha por una Seborga libre, y luchemos por MAS (Movimiento de Autodeterminación de Seborga).
Esto es lo que escribe Francisco Sosa Wagner. Se titula España y el modelo de Seborga.

Nadie conocía esta realidad nacional pero para
descubrir identidades no hay más que hurgar un poco y
tener un alto sentido de la individualidad
intransferible. Esto es lo que ha hecho, en la región
italiana de Liguria, el príncipe de Seborga, Su Alteza
Serenísima Jorge I, de civil y subido en el tractor y
arando, Eustaquio o Giorgio, qué más da. Aficionado a
la Historia y descubridor de manuscritos, papeles y
documentos de quebrada color ha demostrado la
independencia como nación del principado de Seborga
desde Carlomagno para acá, siglo arriba, siglo abajo.
Y allí reina tan calentito, rodeado de súbditos que
probablemente le miran compasivamente, pero contentos
porque son diferentes a los italianos. Aunque la
vecina Italia, que fue un reino unificado y hoy es una
república, desde los tiempos de Garibaldi, los Saboya
y el papa Pío IX (al que yo dediqué una biografía), no
se inmuta demasiado y toma las cosas del príncipe con
indiferencia. Pero, a mi juicio, el asunto es serio
porque Seborga tiene hechuras de nación, vaya que sí,
al disponer de un pasado, de un presente y de un
futuro que los seborganos quieren compartir juntos.
¿Alguien duda de que estos elementos conforman una
nación? Eso es lo que leemos todos los días en
periódicos sesudos e independientes de la mañana, así
que cuidado con Seborga y más miramientos con su
conformación de Estado.

Abunda el aguafiestas que asegura que esos caracteres
-tener un pasado, un presente y un futuro- los tiene
cualquiera y se aducen ejemplos chuscos como la
comunidad de vecinos, la urbanización con cancha de
tenis donde se tiene el chalé pareado o el pueblo de
Rodrigatos de la Obispalía que se halla, tan ufano y
altivo él, cabe la bicentenaria Astorga. Pero no es lo
mismo, queridos destructores irónicos de las
sacrosantas palabras. Porque, para que exista una
nación, además de todo eso -que es verdad que muchos
comparten pero unos más que otros-, lo cierto es que
hay que disponer de algo especial: de antecedentes que
acrediten haber disfrutado en el pasado de derechos
históricos concedidos por un conde de barba poblada de
restos de fideos, un conde autético, con ataques de
gota recidivantes que es lo que mejor certificaba en
el pasado la condición de conde. Si no se dispone de
esos derechos históricos, lo mejor es buscarlos cuanto
antes. “Búsquese usted unos padres presentables antes
de que termine la saison” recomienda una señora a un
joven en una de las comedias de Oscar Wilde (me parece
que en “el abanico de Lady ...”), pues lo mismo ocurre
ahora cuando estamos edificando la España plural,
transversal y unisexual, hay que buscarse unos
derechos históricos de cierto linaje antes de hacer
explícitas las ambiciosas identidades que nos
distinguen de nuestro prójimo. Y es que argumentar la
rica pluralidad no es grano de anís y para ello hay
que estudiar más que para ser notario.

Seborga es un paraíso: no tiene más que un bar, dos
restaurantes, un estanco, una tienda de alimentación y
¡ningún banco! pero, sin embargo, dispone de moneda,
sellos, matrículas de coche, Ejército, su propia
Constitución -muy aseadita ella con sus disposiciones
transitorias y contradictorias-, su Parlamento, sus
ministros con barriga ... ¿Alguien da más? No tener
una caja de ahorros cerca que nos puede atar con una
hipoteca y disponer sin embargo de un príncipe es el
colmo de la felicidad identitaria. Tendrán que andarse
con cuidado los seborganos porque un lugar tan
privilegiado habrá de contar con enemigos envidiosos
(iguales a los que disputaban a don Quijote las
glorias de la caballería andante) pero habrá razones
sobradas para que sean discriminados o exterminados
pues serían los incircuncisos contra los circuncisos,
los griegos contra los bárbaros.

Lo tenemos fácil los españoles: este es el ejemplo a
seguir en nuestro país, que debe ser Seborga de
Seborgas. Constituir muchas Seborgas, seguidas, unas
al lado de otras, no faltarán fueros y manuscritos que
exhibir. Al fin de cuentas, Seborga rima con andorga.

28 enero, 2006

Heteróclita miscelánea de respuestas y observaciones

Se pone caliente el blog. Gracias, se lo debo a los que leen y meten la pluma (o el sable) de vez en cuando. Me lo paso muy bien, pero me envicia, pardiez. Acabaré fumando Chesterfield, como el amigo Iurisprudent (por cierto, a ver qué tal eso de Mercantil).
Estoy en deuda de muchas respuestas, aclaraciones, etc. Se hace lo que se puede, pero no me da para más el tiempo ni el cuerpo. Así que voy a poner aquí, todo seguido, algunas notas que pueden valer como respuestas a críticas o preguntas y, también, otras reflexiones que no vienen a cuento, pero en fin.
- Se ha descolgado el nuevo Papa con una encíclica en la que explica que el refocile erótico con amor (heterosexual, eso sí) y, supongo, en el matrimonio, no es mala cosa. Que no hay que cortarse de darle gusto al gusto, tanto al propio como al de la contraparte legal, vaya. Aleluya. Habemus copulam. Pero gosando, que dirían los caribeños. Está muy bien, llega la liberación a los matrimonios católicos dados a la disciplina. A la disciplina eclesiástica, de la dogmática, digo. Ya veo a esas parejas opusianas acudir de la mano a la librería a buscar el manual del orgasmo perfecto o la serie sobre “cómo hacer que tu hombre te satisfaga” o “cómo hacer disfrutar a un hombre”. Bibliografía hay a esgaya, que diríamos en el pueblo.
Pero no es eso lo que me inquieta, sino que me pregunto cuándo le va a pasar al Vaticano lo que ya les ha ocurrido a las tabaqueras, que les lluevan reclamaciones por daño físico y moral. He conocido muchas señoras que, férreamente aconsejadas por su confesor y atentas al sermón dominical, se negaron siempre a permitir y permitirse cualquier placer carnal, ni siquiera en el matrimonio. Tengo alguna familiar que más de una vez salió llorando del confesionario por la bronca que recibió al reconocer que disfrutaba en la cama con su santo y se tomaban libertades. ¿Y ahora qué? Quién compensa a esa gente que se lo había creído y había obedecido? ¿Cómo pagar por tanta neurosis, tanto autodesprecio inducido, tanta desesperación, tanta privación? A ver quién es el primer abogado con un par de códigos que pide una compensación sustanciosa al Espíritu Santo (no quiero ser blasfemo, para nada, que conste) por haber iluminado defectuosamente a sus portavoces. O por andar cambiando de idea de hoy para mañana.
- Ayer contaban los periódicos que en Andalucía se ha aclarado un crimen de hace treinta años. Han descubierto el cadáver de una señora, entonces desaparecida, y ha averiguado la policía quién es el hombre que la mató. El hombre vive, pero no puede ser juzgado, pues el delito ha prescrito. Por cierto, ¿cuánto hace que terminó la dichosa Guerra Civil?
- Un artículo del proyecto de Estatuto de Cataluña, tal como al parecer ha quedado redactado (véase hoy El País, página 15), dice: “En las materias que el Estatuto atribuye a la Generalitat de forma compartida con el Estado, corresponde a la Generalitat...en el marco de las bases que fije el Estado...”. Bueno, pues parece que también ahí se habla del Estado igual que yo lo hacía anteayer, como Estado central y como Administración distinta de la de la Generalitat. Pero no dice Estado central ni Administración central, dice “Estado”.
- Me tomo muy en serio las consideraciones de dos queridos interlocutores sobre los problemas de la ley de partidos y la necesidad de tener en cuenta a los más de cien mil vascos que votan batasuno, si es que se quiere que la paz sea posible. De acuerdo, no digo que no y me quedo meditándolo seriamente. Pero, en aras de la consistencia teórica, me pregunto y les pregunto si mantendrían la misma postura si el caso fuera, por ejemplo, este otro, puramente hipotético: en la Comunidad Autónoma X hay un grupo nazi que ha matado (no te mosquees anónimo, ésos no son los tuyos) ya a mil personas, como manera de reforzar su reclamación de que se cambie el modelo territorial de la Constitución y se suprima o se aligere mucho el régimen autonómico, pues tienen una fuerte idea de España como nación una. Dicen que seguirán matando si no se les hacen concesiones de ese tipo. El nuevo Presidente del Gobierno, señor Y, del PP, está dispuesto a hacer concesiones, pues cree que es mejor la paz que la victoria. ¿Les aplicamos la misma consideración, o a ellos no porque son nazis? Es una pregunta genuina, no un ejercicio de dialéctica mala leche, que no tengo ahora, palabra.
Pero, amigos, me pregunto: si en Euzkadi hay que perdonar y pasar página, ¿por qué no pasamos de una vez todas la páginas y a todos los efectos? ¿Valen más los papeles que se llevaron los facinerosos franquistas hace casi setenta años que los hombres y mujeres que mató ETA hasta ayer mismo? ¿Tapamos las fechorías de los gudaris de mierda y destapamos simultáneamente las de los otros cabrones más antiguosb -muchísimos de los cuales eran catalanes, por cierto-? Extraña lógica veo en eso, salvo error u omisión por mi parte.
En cualquier caso, a mí no me parece mal que los papeles vuelvan a Cataluña. No es la decisión en sí lo que me desagrada, sino el que obedezca a precio y el cariz de las justificaciones que a veces se dan. Es un regalo y punto. Está bien así. O como devolverle al marido las bisuterías cuando la separación.
- De lo de google en China no sé qué pensar, no lo tengo claro. Por un lado, mejor que tengan un google censurado que ninguno. Por otro, ¿qué es mejor hacer con una dictadura? Si la aislamos se perpetúa. Si colaboramos, nos hacemos cómplices. Sólo de dos cosas colaterales estoy un poco convencido. Una, que google busca el negocio, y punto. Un mercado lleno de chinos, vaya chollo. Y, dos, China crece y el progreso económico trae la libertad. No es condición suficiente, pero parece condición necesaria.
- No le tengo, GPA, ninguna manía a Evo Morales. Ojalá acierte y sea capaz de librarse de todos los monstruos que dentro y fuera de su país están esperando para comérselo a mordidas. Ojalá resista y sepa crear riqueza y repartirla bien, comenzando por su gente. Ojalá, en suma, haga de Bolivia un país moderno, próspero y lleno de ciudadanos libres y con oportunidades. Sus amigos no me parecen los más recomendables, pero bueno, ya sé que hay poco de dónde escoger. Estuve el otro día un buen rato con un peruano que ha vivido un tiempo en Bolivia y conoce bien aquello. Él confía bastante en los asesores de Evo. Veremos.Yo sólo me pitorreo de los burguesitos que andan por aquí como locos esperando a que haya en las boutiques finas jerseys como el suyo, pero de marca Boss. Para ir guapo a la manifa, hija.
PD. Añadido el domingo 29: lo que yo desearía para Bolivia y todos los países de América Latina es algo como lo que cuenta hoy Vargas Llosa, en El País, de Chile. A lo mejor alguna tronante voz argentina, que sin duda no es la de algún burguesito porteño con lecturas lenitivas, vuelve a mandarme a las catacumbas por citar a Vargas Llosa y no a algún tonadillero comunitarista patagónico, pero lo asumo deportivamente.
- Un nuevo amigo desconocido (una de las cosas más emocionantes en esto del blog es que se pasa uno el día haciendo cábalas sobre quienes serán unos y otros de éstos que son todos amigos míos, que parece que me estiman y todo y que, todo lo más, asoman la patita por debajo de la puerta; pero mola así) me manda la dirección de su blog, donde se da caña a la manía punitiva de los gobiernos y al afán estigmatizador de los más débiles: inmigrantes, menores, etc. Es éste (haré lo mismo en el futuro con otros):
http://blog.sindominio.net/blog/enchufe.
- Muy bueno y ajustado el editorial de El País alabando la probidad de los magistrados de la Audiencia Nacional que finalmente permitieron el traslado de los papeles a Cataluña. Nobleza obliga. Y sí, es verdad que El Mundo ha dado abundantes muestras de idéntico encanallamiento al criticar a los jueces que no se somenten a la disciplina de los amos. Pero "como te digo una co, te digo la o" (Sabina). El argumento tu quoque no sé si es razón bastante para desautorizar mis opiniones sobre la actitid de El País. Anticipé que TODOS los periódicos se mueven por el olor del billete y a las órdenes del que les da cadenas (o por resentimiento con el que no se las da) con las que atarnos las neuronas.
- Enhorabuena por la medalla, anónimo, es muy merecida. Sabe que me alegro de verdad. Y no me saque los colores, hombre.
- Se me acabó el tiempo hoy. Cuando pueda sigo. Por las conversaciones que dejo conversaciones a medias pido disculpas. Seguiremos hablando, sea como sea. Y gracias. En este cuadrilátero los golpes son todos limpios. Y agradables. ¿Será masoquismo?

Adivina adivinanza

Ahí van dos textos de un hermosísimo libro. Juegue el amigo lector a adivinar cuándo se habrán escrito, a qué se referirán y quién será su autor.
1. "Como quiera que sea, ésta y semejantes distinciones han levantado otra barrera más insuperable entre los dos pueblos, que será eterna mientras la religión o la filosofía no venzan el desprecio de los que ofenden y el desvío de los ofendidos. Entre tanto, toda alianza, toda amistad, todo enlace están cortados entre unos y otros".
2. "Las demás causas que retardan el progreso de la industria son hijas de las antecedentes. La pereza, que no se mueve sino a la vista de grandes y evidentes estímulos; la preocupación, que grita contra todo lo nuevo porque no lo conoce, y que prefiere una ignorancia que la lisonjea a una ilustración que la acusa; la envidia, que nada deja crecer ni madurar y que lucha continuamente por sofocar en la cuna todos los establecimientos que pueden hacer la fortuna de su vecino, y sobre todo una cierta indolencia con que algunas gentes, que tienen aquí como en otras partes la primera influencia, minan todos los medios de hacer el bien que no están fiados a su mano, y sacrifican la felicidad común al interés de su clase, son sin duda causas muy ciertas, aunque parciales, de este atraso. Pero reflexione usted que la principal nace de la ignorancia, y por lo menos es incompatible con la verdadera ilustración".
Fin de las citas.
No, no, no se precipite, no tiene nada que ver ni con el Estatut ni con la alianza de civilizaciones ni con ninguna otra pendejada de las que nos entretienen estos sosos inviernos. Para nada.
Es Jovellanos el que escribe, don Gaspar Melchor de Jovellanos, ilustre gijonés ilustrado. El texto 1 se refiere a la discriminación que sufrían en Asturias los vaquieros de alzada, de los que había en concejos como los de Pravia, Salas, Tineo, Valdés o Navia. Se les consideraba pueblo maldito y no se les permitía ocupar en la iglesia el mismo lugar de los demás fieles ni recibir la comunión con ellos. Lo cuenta Jovellanos en su Carta sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada. Estamos hablando de fines del siglo XVIII.
El texto 2 está sacado de la Carta sobre la industria de Asturias, y es el retraso asturiano y sus causas lo que preocupa aquí a Jovellanos.
Está todo ello, y muchísimo más, en un precioso libro que hace el tomo IX de las Obras Completas de Jovellanos, editadas por el Ayuntamiento de Gijón, el Instituto Feijoo de Estudios del siglo XVIII y KRK Ediciones, en 2005.
Ay, si pudiéramos leer más, qué pequeñitos veríamos a esos politicastros de hoy que salen tan grandes y orondos en los panfletos diarios.
Gracias, Paco, por prestarme el libro.

MOZART Y LOS ESTATUTOS. Francisco Sosa Wagner

¡Menos mal que a Wolfgang Amadeus Mozart se le ocurrió nacer hace justo ahora doscientos cincuenta años! ¡Qué detalle el de este hombre! Tener tantas cosas en la cabeza a un tiempo, tantos compromisos, tantas
ocurrencias sacrosantas y, encima, no se le olvidó nacer en tan oportuna fecha.
Porque Mozart no solo se preocupó de escribir la música de don Giovanni o de las bodas de Figaro, la sinfonía Júpiter, el concierto para flauta y arpa etc, etc, sino que logró advertir que ese año sería, pasados dos siglos y medio, en un rincón de Europa, en España, el año del Estatuto de autonomía de Cataluña y de los demás Estatutos, los de las demás comunidades autónomas, y entonces se dijo ¿cómo libero yo a los sufridos españoles de semejante tedio? ¿como les indulto yo de las preguntas atosigantes acerca de si son nación, región, horda, cáfila, o panda de jugadores de parchís? ¿cómo del fino pero torturador debate acerca de si las competencias son concurrentes, confluyentes, condicionantes o emocionantes? Pues naciendo y a ello se puso, con la colaboración apreciable de don Leopoldo, su señor padre, y doña Anna María Pertl, su señora madre, que tuvo el detalle de ponerse de parto en el momento oportuno reclamado por la Historia. Porque ¿díganme ustedes qué sería de nosotros si este año no pudiéramos conmemorar la
llegada a Salzburgo de aquel hombre, empedernido en sus músicas? De verdad ¿cuál sería nuestro destino? ¿repasar y repasar el artículo 3.623 del Estatuto de Cataluña? ¿analizar los trabajos preparatorios del de Castilla y León, que me temo que ya los haya? ¡Ah, cielo clemente, que nos deparas efemérides liberadoras! ¡Alabado seas! Es decir que el genio de Mozart se manifestó, por supuesto, en su música alada, pero su eucación y sus xquisitos miramientos, en la fecha que escogió para nacer. Propongo al lector (hoy, ciudadano/ciudadana) qe, cuando tenga una debilidad y le dé por pensar en ese asunto tan animado de la España plural, que se levante del asiento, introduzca su CD en el aparato de reproducción de discos y se entregue a escuchar la Haffner, la Obertura del rapto en el serrallo o un concierto para piano, el 27 por ejemplo. O compre una entrada para los infinitos conciertos que se están celebrando en todas las ciudades. Ya verá cómo se relajarán sus sentidos, se le aclararán las ideas, se ordenará su mundo, se le disiparán las nieblas, conjurará a los rayos, ahuyentará la rutina, le bajará el colesterol y se le regulará la tensión. Y soltará, por fin, una carcajada fulgurante. De verdad, el efecto es automático y está acreditado por las mejores y más repetidas experiencias. ¡Estatutos a mí! dirá con la misma calma con la que don Quijote dijo “leones a mí y a tales horas!” en la famosa aventura que tiene a estos animales como protagonistas.
Dicho esto, también añado que quien prefiera el preámbulo del Estatuto o alguno de sus artículos a escuchar al mago salzburgués, debe acudir sin perder trámites a un especialista reputado para que le haga las correspondientes pruebas y le someta al más exigente tratamiento. Siempre he tenido a quien no gusta de la música de Mozart o a quien vive de espaldas a ella por un sujeto irredimible para las emociones finas y los sentimientos delicados, pero quien encima sea capaz de anteponer el debate estatutario a sus creaciones, este ya es un enfermo desahuciado que merecerá el infierno, pero no el tradicional poblado de llamas que a fin de cuentas dan calor, sino un infierno rebosante de disposiciones transitorias y contradictorias, artículos, estatutos, naciones, identidades, lenguas, derechos históricos...
¡Gracias, Wolfgang Amadeus, por acordarte de nacer!

27 enero, 2006

Sevilla con lluvia

Cuando llueve en Sevilla llueve más triste. Se les vela la mirada a los sevillanos y hasta los muros toman una expresión hosca. Es más oscuro el cielo aquí en esos días porque lo sienten todos con nostalgia de azul, de ese azul posesivo al que se abandonan.
No hay algarabía, la gente habla menos y habla bajo. O será que el premio del agua se vive con religioso recogimiento, algo que no puede entender fácilmente un asturiano, seríamos como monjes en tal caso en mi tierra.
Llueve en Sevilla hoy torrencialmente, pero no huele a tierra mojada, no hay aromas, ni sabores, ni sonidos, sólo el bronco motor de los coches que pasan.
Reventará mañana la luz de nuevo y traerá las risas. Ya no estaré.

LA POLÍTICA ESPAÑOLA ACTUAL: EL MUNDO AL REVÉS.

Si hubiera que caracterizar la situación política en hoy en España, podríamos decir, muy pedantemente, que oscila entre lo paradójico y lo aporético. Ello provoca un desplazamiento radical de las expectativas, del que correlativamente se deriva una profunda desubicación de los juicios políticos del ciudadano, al que no le queda más alternativa que el escepticismo paralizante o un tipo de afinidad política totalmente desideologizada, descaradamente maniquea y que se parece más al tipo de simpatía que se tiene por un equipo de fútbol que a la actitud reflexiva con la que se supone que se toman, o se deberían tomar, las opciones políticas en el seno de las llamadas democracias deliberativas.
Esa gran paradoja de la política en España se manifiesta en tres aspectos principales:
1. Para tener alguna posibilidad de ganar el gobierno del Estado, vía mayoría parlamentaria, se ha hecho ineludible hacer política antiestatal. En otros términos, se torna poco menos que inviable obtener una mayoría parlamentaria y de gobierno si no es a partir del compromiso previo de adelgazar el Estado central, de sacar a subasta y liquidación sus medios y sus poderes. En sí no es malo, en absoluto, que haya una tensión dinámica, un contrapeso entre Estado central y tendencias descentralizadoras de distinto tipo. Pero esa tensión rompe por uno de sus polos cuando el Estado deja de estar en condiciones de defenderse, cuando los gestores de su política lo abandonan a la búsqueda de sus intereses u obsesiones puramente personales.
Y ahora la gran paradoja. Puesto que son los partidos que ocupan el lugar de la izquierda, PSOE e IU, los que avalan con hechos y palabras esa desestatalización del Estado, le toca a la derecha hacer un tipo de oposición que la saca de sus esquemas habituales, de sus casillas, y rompe de raíz con su tradición, pues se ve obligada a tomar en su mano la defensa de quien tradicionalmente le ha gustado muy poco: el Estado. La tradición política de la que venimos habla de una izquierda estatista, en el sentido en que confía en un Estado fuerte que sea capaz de aplicar las políticas de solidaridad y redistribución a las que alude el punto siguiente; y de una derecha que hace su base del mercado, por un lado, y de poderes locales, de fuerte impronta caciquil y elitista, por otro.
Primer aspecto, por tanto, en que tenemos una especie de mundo al revés que sume a muchos progresistas sinceros en la perplejidad, pues respaldar a los partidos de izquierda supone alinearse con actitudes que han venido caracterizando a la derecha, mientras que avenirse a votar a la derecha por su recién proclamada lealtad al Estado de todos y a la Constitución sume en el desconcierto y la desconfianza. En resumen, una izquierda tradicionalista y una derecha que hace gala de patriotismo constitucional es algo así como la pasar a ver el mundo invertido en la imagen del espejo: todo está al lado contrario de lo que se suponía la realidad.
1. Para tener alguna posibilidad de lograr el gobierno del Estado es necesario ahora propugnar una política antiigualitaria y muy escasamente solidaria en el conjunto del Estado. La opción prioritaria por las comunidades parciales dentro del Estado y por los poderes locales pone al gobierno estatal en permanente subasta entre esos poderes, que otorgan mayorías a cambio de tratos de favor y privilegios comparativos. Cualquier comunidad autónoma que carezca de un partido nacionalista con representación parlamentaria significativa acaba y acabará en el furgón de cola. Y si, para colmo, su economía no es de las más boyantes del Estado, esa comunidad se ve condenada a que su posición desventajosa se acreciente en lugar de mermarse por la acción de la política estatal, pues un gobierno del Estado que tiene que complacer a los más poderosos que le dan los votos con que se sustenta, renuncia, en un contexto de recursos obviamente limitados, al objetivo redistributivo e igualador de los derechos y servicios de todos los ciudadanos del Estado.
De ahí nace la segunda paradoja, pues vemos a la izquierda aprovecharse de la fragmentación y favorecer con ánimo de medro político inmediato los movimientos centrífugos y los egoísmos locales de las comunidades políticamente poderosas, mientras que le queda a la derecha el papel de predicadora de la solidaridad y defensora de los servicios públicos y los derechos sociales igualitariamente repartidos. Otra vez el mundo patas arriba, pues esa función de preconizar la solidaridad interpersonal e interterritorial, de la mano de una Administración estatal central suficientemente fuerte, dotada y dinámica, ha sido hasta hace bien poco la tarjeta de presentación de la izquierda, mientras que la derecha fiaba toda distribución a la mano invisible del mercado y subordinaba la solidaridad a los intereses sociales más fragmentarios y egoístas, comenzando por el interés empresarial y continuando por los intereses particularistas de burguesías locales y lobbies comunitarios.
3. Para poder obtener actualmente el gobierno del Estado español se hace cada vez más conveniente, si no imprescindible, afirmar la prioridad de los derechos grupales sobre los derechos individuales de los ciudadanos. Un buen ejemplo, de plena actualidad, nos lo ofrecen los derechos lingüísticos. El derecho de una comunidad nacional o cuasinacional a mantener su idioma como seña esencial de la identidad colectiva se hace prevalecer, por ejemplo, sobre el derecho individual de los comerciantes a rotular sus artículos en la lengua que quieran, o de los médicos a elegir el idioma en el que hablan con sus pacientes o de los padres a escoger en qué lengua desean que sean prioritariamente educados sus hijos.
La historia del Estado moderno está determinada por la denodada lucha de los movimientos progresistas por lograr la prevalencia de las libertades individuales sobre las tradiciones y los vínculos grupales, por liberar a los individuos de las ataduras a la tierra, la familia, la religión del grupo, las tradiciones y los demás lazos de la tribu, el clan o las comunidades particulares. A esto se añadió, en segunda fase, la porfía, bastante exitosa, por unos derechos sociales -educación, sanidad, vivienda...- concebidos como recursos al servicio de la autonomía individual, del más pleno dominio del individuo sobre sus decisiones y su propia vida. En cambio, el conservadurismo ha tenido secularmente su nota característica en planteamientos comunitarios o grupalistas de base tradicional, y de ahí su apego constitutivo a instituciones como la familia o como la nación, sustancialistamente entendida, como entidad suprapersonal, como organismo que es titular de derechos que predominan sobre las libertades de sus miembros en caso de conflicto. La izquierda ha preferido siempre al Estado sobre la nación, un Estado impersonal, hecho de normas generales y abstractas al servicio de reformas sociales de propósito redistributivo e igualador, mientras que la derecha otorgaba trato de favor a la nación como entidad material, frente a un Estado impersonal del que desconfiaba, pues sabía que en la tradición que hace a las naciones hay una importante baza para resistir frente a las reformas inducidas desde un Estado comprometido prioritariamente con la liberación personal y social de los individuos.
Es evidente que también en esto las posiciones se hallan hoy invertidas. La caída del Muro y la desafección de la clase trabajadora ha llevado a la izquierda a una desesperada búsqueda de nuevos sujetos colectivos de la revolución o agentes de la lucha contra "el sistema", y ha ido a encontrarlos en las comunidades nacionales y culturales, con total prescindencia del hecho de que tales comunidades son muchas veces escasamente respetuosas con la sed de autonomía de sus miembros y están muy a menudo gobernadas y manipuladas por oligarquías económicas y políticas que revierten en beneficio particular la cantinela de los derechos del grupo. También con esto la derecha pierde su habitual clientela y se ve forzada a abrirse espacios en el electorado mediante la defensa de libertades y de un modelo de individuo autónomo que tradicionalmente le importaron muy poco o nada.
Si el anterior análisis fuera válido, serviría de base explicativa para fenómenos que aquí y ahora tanto nos desconciertan, como los siguientes:
- Hay muchos izquierdistas y derechistas cabreados porque los partidos de su sesgo hacen exactamente la política opuesta a la que venía siendo su razón de ser y la fuente de sus apoyos.
- Los partidos tienen que suplir con adhesiones personales acríticas y con una intensificación de la propaganda y del alineamiento social basado en la crispación y la dialéctica amigo-enemigo lo que antes era un más comprensible y reflexivo debate de ideas y propuestas de acción social. Se debilitan, por tanto, la ideología y el debate serio sobre ideas y son reemplazados por una combinación de posibilismo de los cuadros partidistas y de sumisión acrítica al líder que asegure un gobierno valorado sólo como poder, ya no como instrumento para el cumplimiento de programas de acción social.
- Obtienen toda la ventaja los partidos o líderes que renuncien por completo a una política basada en principios y que se fijen como objetivo exclusivo la obtención del poder, pues ese aligeramiento del "lastre" moral e ideológico facilita una política de pactos y promesas libérrima y no subordinada a más condición ni traba que el regateo de ventajas materiales y políticas entre los socios de turno.
- Los partidos que traten de mantener la prioridad de una política de Estado o que quieran formular nuevos principios aglutinadores de la política común (por ejemplo, la idea de la prioridad de España como nación que defiende Rajoy como base de su impepinable suicidio político) se ven y se verán sumidos en procesos de descomposición interna -véanse los casos de ahora mismo, Piqué, Nuñez Feijoo, Camps, incluso...-, pues sus cuadros locales sólo pueden obtener votos en sus feudos si entran al trapo de la subasta del Estado central y la búsqueda del privilegio territorial. Así que si la derecha quiere ganar el gobierno del Estado tiene que apuntarse a la esquilmación del Estado y tiene que abandonar, de paso, toda veleidad nacionalista españolista, pero no para hacerse cosmopolita o universalista, sino nacionalista "periférica". Lo que es bueno para el PP del Estado es malo para el PP de Cataluña o Galicia, y viceversa. La defensa del Estado perjudica irremediablemente a los partidos estatales que quieran hacer política de Estado, paradójicamente, salvo que se concertaran para una defensa común de lo estatal, cosa que requeriría una altura de miras y una dejación de resentimientos que no parecen nada probables.
Por tanto, pase lo que pase y mientras la ley electoral no cambie -y no se cambiará- o mientras la izquierda no sea capaz de recuperar su espíritu definitorio o la derecha de cambiar su discurso metafísico y rancio, poco creíble, por una defensa real y comprometida de los derechos, el Estado español, en cuanto Estado efectivamente apto para implementar políticas comunes y velar por los iguales derechos de todos sus ciudadanos, está condenado a muerte, salvo en lo que quede, durante un tiempo transitorio, de cascajo meramente simbólico y nominal.
Es tiempo de caraduras sin programas, ideales ni escrúpulos, de trepas, de arribistas. A la izquierda y a la derecha. Descansa en paz, España. Descansa en paz, socialismo democrático. Vivan las tribus y la lucha de clases.

25 enero, 2006

Me voy, pero me quedo.

No es que tenga que dar cuenta a los amigos ciberespaciales de mis movimientos, pero que no parezca que abandono el cuadrilátero cuando mejor está la pelea.
Es casi media noche y acabo de regresar de Madrid, viaje relámpago, hoy, de ida y vuelta. Mañana a las ocho tomo avión para Sevilla. A inflamarles las neuronas a indefensos doctorandos durante dos tardes completas y a intentar dar unas vueltas, cámara en ristre, por el barrio de Santa Cruz y algún paraje más.
Pero juro por la lealtad de Zapatero y la hábil estrategia de Rajoy (Antetodomuchacalma me va a obligar a prodigarme más en los exabruptos hacia todos los puntos cardinales, en aras de la equidad y el equilibrio reflexivo) que intentaré sacar tiempo y medios para seguir en estas conversaciones de aquí, incluidos los amistosos rifirrafes.
Salud y descentralización.

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

Andamos a vueltas todos los días con lo que signifique o deje de significar que un partido o una persona sean de izquierda. No es extraño, con tanto ruido en el ambiente, con tan malos ejemplos, con semejante esquizofrenia, con tal cantidad de máscaras y disimulos. Pongamos nuestro microscópico grano de arena para un intento de ganar claridad. Y, si no, al menos, dejaré constancia de lo que yo personalmente entiendo por tal idea, pues más de un amigo de este blog se habrá quedado perplejo a menudo, cuando ve que me proclamo persona de izquierda y, que, sin embargo, embisto de continuo contra el gobierno que nos gobierna, contra sus eslóganes y contra sus habituales medios de expresión y propaganda.
La filiación izquierdista significa en esencia querencia por la igualdad de oportunidades. ¿Y eso qué es? Pues igualdad de oportunidades quiere decir que toda persona se halle en situación de competir en igualdad, sin desventajas invalidantes, por los puestos más elevados en la escala social. Desgranemos esto un poquito.
Aparece en primer lugar la idea de igualdad. En las eras premodernas se pensaba que las personas eran constitutivamente desiguales, que había personas por naturaleza o por designio divino superiores e inferiores. Y, correlativamente, que eran los superiores los llamados a dominar, gobernar y ostentar las más relevantes posiciones y disfrutar de los mayores beneficios. Este visión antiigualitaria tuvo y tiene muy distintas manifestaciones. Antiguamente se pensaba que los nobles, los de sangre azul, eran naturalmente los mejores y para ellos debía estar reservado el gobierno y la dirección de los demás, que eran o menos buenos o menos capaces. Antes y ahora, el machismo supone un desigual reparto de poderes y derechos con base en la supuesta superioridad natural de los varones. El racismo adopta el mismo esquema a base de jerarquizar las razas como constitutivamente desiguales. Para todas estas maneras de pensar, los sujetos inferiores (respectivamente: plebeyos, mujeres o no blancos) estarían por definición excluidos de las posiciones sociales más altas. La igualdad de oportunidades no tiene cabida en estas doctrinas, o la tiene sólo como competición dentro del estrato más elevado.
Las corrientes de pensamiento político hoy preponderantes asumen, al menos en línea de principio, la igualdad formal de todos los seres humanos, y afirman que nadie por razón de nacimiento, raza o sexo debe estar excluido por ley del disfrute de ningún derecho que esté reservado a otros. Eso significa igualdad ante la ley, esa igualdad que entre nosotros consagra el artículo 14 de la Constitución.
El verdadero debate ocurre a propósito de la otra igualdad, la igualdad material. Aquí los polos extremos están formados por el ultraliberalismo económico y el comunismo. El primero cree que es el puro mercado el que, sin restricción ninguna, debe repartir las suertes. La ley de oferta y demanda deparará a los más capaces la mejor fortuna y a los menos aptos o hábiles o voluntariosos la suerte peor. Todo intento de corregir esos resultados antiigualitarios se traducirá en pérdida de eficiencia del sistema, menor productividad, mayores costos de transacción, presencia de parásitos sociales, crecimiento de burocracia costosa, etc., con lo que, al final, cualquier intento de mejorar desde el Estado la distribución del mercado acabará en mayor pobreza para todos, pues habrá menos que repartir allí donde se crea menos riqueza. Digamos, en resumen, que para que el sistema económico-social funcione no quedaría más remedio que resignarse a que haya pobres, o muy pobres o, incluso, a que los más desfavorecidos se mueran de hambre y no tengan oportunidades reales de progreso, sólo virtuales o meramente teóricas, formales. Porque no olvidemos que para estas corrientes la propiedad es sagrada, e intocable también la institución de la herencia, pues se consideran atributos esenciales de la persona, derechos naturales intangibles. Los resultados del predominio de este pensamiento en muchos países son bien conocidos: miseria y radical falta de posibilidades de promoción para grandes capas de población.
En el extremo contrario estaría el comunismo. Aquí la idea esencial es que sea la colectividad, encarnada en el Estado –al menos mientras éste dure; pero no nos compliquemos más- la titular o propietaria de todos los bienes relevantes, comenzando por los medios de producción. El objetivo es que en lo que importa cada ciudadano obtenga un reparto igual del pastel social, el mismo trozo para cada cual. Eso exige una férrea centralización de la economía y un total reemplazo de las reglas del mercado por las leyes del Estado, aunque sea a costa de la pérdida de eficiencia. ¿Por qué pérdida de eficiencia? Porque los ciudadanos, privados del acicate del beneficio mayor y la ambición personal, pondrán de su parte mucho menos en pro de la producción y el crecimiento del sistema. De ahí que en los países del llamado comunismo real se hiciera un esfuerzo tan enorme de adoctrinamiento, con el propósito de comprometer a cada individuo con una empresa que, por colectiva, ya no siente como la estrictamente suya. Las consecuencias de esos sistemas, en lo que se ha podido ver en la historia real, son también de sobra conocidas: mero reparto de la miseria; reparto, además, desigual, pues se generan nomenklaturas parasitarias que se apropian del Estado para su propio medro, y, para colmo, pérdida radical de libertades básicas del individuo. Si en el capitalismo salvaje la igualdad formal y los derechos de libertad son la coartada bajo la que se justifica la explotación y la miseria de muchos, en el comunismo real la igualdad material es el subterfugio para convertir a los ciudadanos en súbditos inermes de un Estado cuasiesclavizador.
Hay unos pocos países afortunados en los que se ha impuesto en la vida política e institucionalizado en constituciones suficientemente efectivas un espacio intermedio entre esos extremos. Ese espacio intermedio se hace de una combinación de mercado y Estado, de libertades individuales –libertad de empresa incluida- y de derechos sociales. Los individuos pueden labrarse libremente su futuro en competencia abierta y sabedores de que hay suertes distintas y reparto desigual de fortunas y oportunidades, pero el Estado interviene sobre los resultados del mercado con propósito corrector: quita por vía impositiva a los que más tienen u obtienen y, con ello, procura satisfacer las necesidades mínimas de los que no pueden pagar: educación gratuita para todos y becas para los más necesitados, sanidad pública gratuita, políticas de vivienda, pensiones asistenciales, etc., etc.
Rechazados los extremos (yo los rechazo, ambos, esto es una opción personal), toca preguntarse qué significa izquierda y qué supone su elemento definitorio, la igualdad de oportunidades, en uno de estos Estados democráticos y constitucionales que procuran también un mínimo, al menos, de derechos sociales.
Las opciones políticas se van a diferenciar ahí según el grado de protagonismo que otorguen a los mecanismos distributivos del mercado y a los redistributivos del Estado. La derecha ha querido siempre que el Estado corrija muy poco el reparto que del mercado salga, y al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Su cruz ha sido una miseria insoportable de grandes capas de población, y los propios partidos de derecha razonable o inteligente han tenido que retroceder y hacer eso que se llama acercamiento al centro. La izquierda ha insistido en que tiene el Estado que modelar la sociedad o procurar construirla como diseño voluntario, para que no sea (des)orden espontáneo. El precio ha sido una combinación variable de autoritarismo y un alza insoportable de los costes de gestión, sobre todo a manos de una burocracia que se hace más ineficiente en proporción directa a su crecimiento y a su captación de privilegios. Y por eso ha tenido que acercarse también la izquierda a ese misterioso lugar, ese punto inasible, que se llama el centro. Porque el centro, en cuanto proporción perfecta y armónica de mercado y Estado, por definición no existe, pues las tensiones y las disfunciones no son eliminables del sistema.
Así que la experiencia parece que impone algunas conclusiones. Una, que las desigualdades sociales son inevitables, pues es demasiado elevado el precio por desterrarlas; y además renacen siempre. Y la otra, que esas desigualdades hay que domesticarlas un tanto, hay que gestionarlas de forma tal que, aun asumiendo que resultan hasta convenientes –el argumento del acicate- se debe evitar que se tornen insufribles, incluso criminales. Y aquí es donde cobra pleno sentido el argumento de igualdad de oportunidades como definitorio de la izquierda.
En términos prácticos y ejemplificativos, si en nuestro país existiera en este momento plena igualdad de oportunidades, significaría que cualquier niño o niña que hoy aquí nazca, sea en el barrio que sea, sea en la familia que sea, sea de la raza que sea, tenga las mismas oportunidades sociales que cualquier otro para llegar, si quiere, a presidente del gobierno, presidente del mayor banco o investigador principal del más importante centro científico. O de ser albañil, si lo prefiere. En cambio, no hay esa igualdad de oportunidades en un país en el que con certeza se sabe que prácticamente ninguno de los niños que hoy nacen en ciertas calles o barrios o en el seno de determinadas familias se va a ganar la vida en el andamio, mientras que otros, que nacen en nido distinto, con toda probabilidad están de raíz y desde ya excluidos de los oficios más lucidos y lucrativos, y tendrán el andamio no como opción, sino como condena si quieren comer.
Ya tenemos la base para una política de izquierda que merezca el nombre, y será una política de supresión de la exclusión y, correlativamente, de eliminación del privilegio. Admítase que haya bancos, y que en los bancos unos sean Presidentes del consejo de administración y otros empleados de tercera. Pero garantícese, con todos los instrumentos del Estado y del servicio público, que en la siguiente generación, o en la otra, el hijo o nieto del empleado pueda ser el Presidente y el hijo o nieto del Presidente pueda ser el empleado.
Decir esto para la empresa privada tiene sus problemas, en los que no me voy a detener. Pero baste pensar que toda empresa vive del beneficio y se asienta en el ánimo de lucro, y que a todas les conviene estar en mano de los mejores gestores. Désele al de cuna humilde la misma oportunidad que al otro de formarse, de hacer una carrera que de verdad seleccione por capacidad, etc. y veremos cómo la propia dinámica del mercado acaba brindando oportunidades de ascenso privado a ese que primero apadrinó el Estado. No cómo aquí y ahora, donde la política pseudosocial y mentirosa consiste en facilitar que todos tengan un título universitario para que, ante lo poco que los títulos forman y significan en la práctica, sean los hijos de los de siempre, los que pueden pagarse el máster y conseguir privadamente la formación que la universidad pública hurta a los otros, los que sigan perpetuándose en los puestos dominantes.
Y si decimos esto de lo privado, que decir de los trabajadores del Estado. Ese principio de mérito y capacidad que la Constitución dispone (art. 102.3) como parámetro de acceso a la condición funcionarial es la piedra angular de un Estado comprometido con la igualdad de oportunidades. No como esta corrupción permanente que vivimos con un silencio cómplice y con la colaboración vergonzosa y vergonzante de organizaciones, como las sindicales, que por historia y por designio constitucional están para defender a los más débiles y no para ejercer de mafia y de reducto del más putrefacto clientelismo. Como hoy está ocurriendo masivamente, a todos los niveles y peor cuanto más abajo, en este Estado español que presume de social y es, en todo y para todo, cada vez más tribal; o más feudal.
Un Estado de sinvergüenzas prestos a corromper o corromperse, no es, por definición, un Estado social, pues el clientelismo reproduce hasta la náusea los más pútridos esquemas del Estado premoderno, antiigualitario, clasista, opresor. Un partido de arribistas que venden su voto y su decencia por un plato de lentejas o por no tener que volver –si alguna vez han estado, que esa es otra- al tajo real, no es un partido que merezca llamarse socialista, es una mera casa de lenocinio.
Por eso despotrico contra los izquierdistas de pacotilla, de eslogan vacío y rostro de pedernal. ¿Que la derecha es peor? Y a mí qué demonios me importa, no son los míos y no me duelen tanto. Además, hace tiempo que tengo mis dudas de que sean peores. Tal vez porque peor imposible.
Vaya por dios, esto empezó como una lección la mar de profesoral y acabó como siempre. Sorry.

24 enero, 2006

Sigue el diálogo con amigos sobre la cosa vasca.

Dos opiniones de amigos de este blog que merecen estar aquí al frente, de contrapunto y como invitación a seguir reflexionando. Vienen de aquel post del pasado viernes que se llamaba "Batasuna y la paz. Dialogando con un amigo":
1. ESTO DECÍA "ANTETODOMUCHACALMA":
La confusión que reina en este debate se debe a que todos los partidos intervinientes mienten desde el inicio: Aznar fingiéndose patriota constitucional y Zapatero, un radical defensor de las libertades. Empezando por el final: desde el principio de este proceso, ZP jugó en realidad a no desmarcarse de Aznar. ZP sabía que las políticas de Ley y Orden son el principal activo de los partidos conservadores cuando no se distinguen mucho de los otros; y como entonces el PP le estaba machacando en las encuestas, decidió privarle de esa baza adicional con el Pacto Antiterrorista (de aquellos polvos vinieron estos muchos lodos; y la verdad, nunca creí que fuese a decir esto: por muchos polvos que fuesen, no valió la pena). Pero mantuvo la careta de defensor de las libertades. Intentó sacarla a pasear el otro día, cuando habló de la libertad de reunión de los votantes de Batasuna; pero le vio las orejas a las encuestas. Todo es mentira. Por su parte, el objetivo instrumental de Aznar en el 99 era disolver a Batasuna como apoyo para terminar con ETA. En ese momento ya estaban en marcha en la Audiencia Nacional los procesos penales 18/98 (Ekin y entorno) y el de las Herriko Tabernak, en manos de Garçon Le Juge, que iban disparados hacia esa consecuencia: suspender cautelarmente a Batasuna para luego disolverla (art. 129 CP). Pero eso no le valía a Aznar: Aznar necesitaba que SU nombre estuviese en la disolución, que le diese a él y a su partido los réditos políticos. Para eso se saca de la manga una Ley de Partidos que no sólo nos convierte en lo que el TC había dicho que no somos (una democracia militante), sino que tiene más miga. Supuestamente es un filtro de acceso al registro de partidos; en la práctica, disuelve incluso su sustrato social (porque demostrando la inidoneidad de Batasuna para ser partido, disolvió su base social). Es una ley para aplicar consecuencias penales sin pasar por las manos de Garzón.¡Por eso el auditorio no se cosca! Le dicen: HB ilegalizado por Ley de partidos, por -atención- "no condenar el terrorismo" (algo que tampoco condena, por ejemplo, la Cultural Recreativa, pero no la disuelven). Pero también le dicen: disuelto por terrorista. Y se preguntan: si eran terroristas, ¿qué hace Permach dando vueltas por ahí? Si eran terroristas, ¿qué hace este Estado Débil que no los detiene? Y creen que (disensos aparte) Candido Conde Pumpido es un terrorista porque muestra "reservas". Y creen que ZP lo es porque se asomó un poquitín a hablar de libertad de reunión...Batasuna lleva teniendo reuniones que tododiós conoce desde hace cinco años. Jueces y el Ministerio de Interior (el de antes y el de ahora) han estado informados. Saben que jurídicamente, pese disolución, no hay nada que rascar. ¿Qué pasa porque se convoque una reunión en nombre de una entidad ya disuelta? ¿Me prohibirán convocar una reunión en nombre de la masa hereditaria de Viriato, pastor lusitano? Ah, no: disuelta y criminal. ¿Me prohibirán convocar una reunión en nombre de la Baader-Meinhof? Ahora amenazan con penarlo como colaboración con Banda Armada (art. 576 CP), como si ir a esa reunión fuese mantener un zulo o cobrar el impuesto revolucionario. Estamos todos locos.¿Qué me pasaría si fuese yo a esa reunión? Siempre les oí que las garantías de los derechos, si tienen sentido, es precisamente en los casos incómodos: para (o frente a) los cabrones... Que pese a ser en cierta medida instrumentales, no se justifican desde perspectivas consecuencialistas sino de principios...
2. Y ESTO OTRO ACABA DE ESCRIBIR "UN AMIGO", TERCIANDO NUEVAMENTE EN EL DEBATE:
Creo que Antetodomuchacalma, quien parece informado, ha ilustrado de forma punzante las contradicciones y forecejeos que hay bajo la ley de partidos. Nunca olió bien. Rehusaba -facilona, como casi toda la política del ínclito ex-presidente- entrar en el corazón del problema: ¿por qué en el 2001 hay todavía 143.000 personas que votan Batasuna? ¿Y qué vamos a hacer con ellas? ("con" el sentido de compañía, no de instrumento). Tu análisis ético me podría satisfacer, Juan Antonio: está claro que a esas personas "recuperables para la no violencia" cuya existencia (callada) intuimos en Batasuna, les podemos echar en cara el no separarse, o el no buscar una alternativa dentro de Batasuna que acabe con esa ambigüedad. Pero políticamente seguimos en el punto de partida, o casi. ¿Qué esperamos razonablemente que hagan esas personas? (Sí, confieso que me deja perplejo que el movimiento independentista no violento sea tan débil) ¿Cuál es el siguiente paso? La gran debilidad política de la Ley de Partidos, a mi modo de ver, es que carece de un después. Es un callejón sin salida para ambas partes.El problema vasco, como todas las situaciones embrolladas, tiene multitud de componentes. No me cabe duda de que una parte significativa es política. Otra, ruidosa y sangrante, absolutamente inaceptable, es criminal, porque hay que llamar a las cosas por su nombre, y es un crimen incluso matar a un infame torturador, o a la mano derecha de un sanguinario dictador. Como colectivo, nación o estado que sea, llevamos mucho tiempo, quizás desde siempre, dispuestos a rebajar la calificación de los crímenes que nos caen simpáticos, por la razón que fuere. ¿Qué hará falta? Por supuesto que no sé ni remotamente cuál sea el proceso, pero primero se debe escoger si se quiere la paz o la victoria. Me temo que sean incompatibles. Y, si se quisiera la primera, probablemente habrá que recuperar un lenguaje para la paz. Habrá que inventar modos de hablar entre personas que se son mutuamente repugnantes. Habrá que buscar mediadores, y mecanismos para endulzar las tremendas desconfianzas entre partes. Y, desde luego, habrá que perdonarse recíprocamente tantas cosas. Y habrá que explicar a quienes se sienten mortalmente ofendidos, en una y otra parte, que persistiendo en ese sentimiento, y en las acciones que derivan del mismo, solamente traerán más ofensa recíproca y más dolor.Lo que digo, más que ideas, son balbuceos, palpando en la oscuridad, y empleando el poco buen sentido que me queda. La pregunta pragmática y candente que os hago, Juan Antonio y compañía, es ¿creéis que se pueda hacer algo, algo de verdad, sin esas 143.000 personas?

Tal vez el tono que nos hace falta.

Publica hoy Benigno Pendás en ABC un artículo que me parece ejemplar, en fondo y forma. Se titula Razones contra el desaliento.
Entresaco dos párrafos bien significativos:
Reabierto el debate territorial por razones de simple oportunismo, lo peor es que consume todas las energías morales e intelectuales. Muchos socialistas sensatos lo reconocen en privado. Unos cuantos lo admiten en público. Incluso con Zapatero, antes de Irak, había un discurso teórico: énfasis en la seguridad, republicanismo cívico, planteamientos neofabianos. Discutible, sin duda, desde el punto de vista ideológico, pero coherente con un socialismo adaptado como todos a la levedad posmoderna. No queda nada. Sólo hay tiempo para jugar con fuego, abrir un proceso constituyente en sentido material, desplazar al centro-derecha hacia los márgenes del sistema. El nacionalismo envenena a la izquierda española porque rompe la dinámica natural de su evolución. Le exige aceptar una falacia sin sentido: que el «progresismo» se identifica con un localismo rancio y antediluviano. Los criterios de Maragall y de Esquerra se parecen mucho a los de la Liga Norte, pero en Italia nadie piensa que esa postura sea de izquierdas. Por ignorancia o por mera táctica, un sector importante del PSOE renuncia a sus señas de identidad y pierde acaso su propia razón de ser. ¿De verdad que merece la pena? Cada vez hay más gente seria que lo pone en duda. Es imprescindible que pasen de las palabras a los hechos. Si no lo hacen ahora...
(...)
El síndrome nacionalista no deja ser izquierda a la izquierda española. Amenaza también con descentrar a una derecha que ha sabido evolucionar -no sin esfuerzo- de acuerdo con el espíritu de los tiempos. Me preocupa mucho más, en todo caso, la sociedad civil que la clase política. La gente está desanimada, en la calle y en los despachos, en las aulas y en muchos ámbitos empresariales y laborales. Extraña época la que nos toca vivir. Hemos inventado una globalización sin cosmopolitas. Un patriotismo sin héroes. Un nacionalismo sin ciudadanos. Tenemos incluso un «totalismo» sin totalitarismo. Surgen nuevas formas de violencia. Michel Wieviorka describe con precisión algunos modelos ya contrastados: por ejemplo, el «sujeto flotante», que quiere ser social, pero no puede, y estalla entonces en rabia destructiva. Por ahora, los recursos acumulados en la despensa colectiva permiten evitar que explote el polvorín. ¿Y cuando falten? «Si no hay dinero, no hay suizos» es una sabia expresión de tiempos de la Monarquía hispánica, siempre con apuros para pagar el sueldo a los mercenarios.

Cómo está El País y cómo es el país.

Comenzaré con algunas aclaraciones. En estos tiempos, decir algo que se salga de la verdad progre-oficial-discursoúnico-modelo-soy-guay exige ocho mil disculpas y cuatro pliegos de descargo. Me someto humildemente a tan onerosas condiciones, impuestas por una sociedad crecientemente pluralista y avanzada. Allá van mis modestos atenuantes y luego pasamos a la carga.
- Procuro leer todos los días, o al menos ojear con algún detenimiento, varios periódicos bien distintos. Así que diariamente me entretengo buen rato con El País y ABC, a lo que, siempre que puedo, añado buenos vistazos a El Mundo y, para oxigenar, una miaja de prensa extranjera. Con todo y con eso, o por eso, vivo sumido en la incertidumbre, el desconcierto y el creciente convencimiento de que casi nada tiene arreglo fácil en este país de fariseos y nuevos ricos.
- Sé que cada periódico tiene una marcada línea ideológica y, peor aún, partidista. He dicho cada periódico.
- Sé también que detrás de cada uno de ellos hay un grupo empresarial movido por afán de lucro y que tiene como fin supremo hacer su agosto a base de que un día ganen los suyos, para lo cual se impone comerle el coco duramente al sufrido votante adicto al rebaño y la consigna elemental.
- Durante muchos años miré con perplejidad a los lectores de ABC y contemplé divertido su aspecto y maneras de cavernícolas.
- De un tiempo para acá me divierte aún más observar a todos esos progres guapos que recitan los editoriales de El País con el mismo espíritu entregado con que los fieles de ciertas iglesias protestantes cantan a voz en grito los versículos del Antiguo Testamento. Hace poco, un compañero muy apreciado y con gran oído musical me hacía reparar en el modo especial en que los progres guapos entonan la expresión "viene hoy el El País que...". En artesanal transcripción sonaría algo así como "viene hoy en El Paíííííís que...". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
- Tengo para mí que el profundo sentido social de esos lectores y sus afanes de justicia social les llevan a olvidar que detrás de dicho prestigioso diario hay una empresa del copón que bebe a cociencia en el beneficio capitalista y ejerce su apego a todo poder que rinda beneficio económico. Como todos, sí; pero no se olvide, pues, que como todos. ¿Cómo dice usted? ¿Que lo que quiere PRISA es una sociedad socialista en la que el capitalismo más o menos salvaje deje paso a un equitativo reparto de la riqueza y a poner coto al beneficio empresarial desbocado? ¿Que su modelo de mercado no es el mismo que el de los dueños de ABC? Pero, hermano, usted en qué mundo vive. Apuestan a distinto caballo, es cierto, pero la carrera es la misma y el hipódromo idéntico.
- No me quita el sueño el asunto de los papeles de Salamanca y me da bastante igual donde estén unos u otros documentos, aunque puedo entender que la Generalitat quiera los suyos o que otros crean sinceramente en la unidad del archivo o en lo bueno que es para Salamanca tenerlos allí. Ahora bien, descreo mucho de todo acto de justicia que se derive de un pacto de conveniencia, es decir, que sea parte del pago de un precio. Pase como precio, y lo comprendo, pero que no me lo pinten como cumplimiento poco menos que de un precepto de derecho natural. Como dicen en mi pueblo, tan burdos, tan zafios, tan poco finos, tan al margen de la political correctness -una cosa tan gringa, mira por donde- bien está joder, pero no arrancar los pelos.
Dicho todo esto, que será poco aún para evitarme las iras de los tiralevitas del Big Brother, vamos con El País de hoy. Qué editorial, oiga. Véalo, véalo (y más abajo se lo copio por si mañana no está visible a través del link). Trata de los papeles de Salamanca y la Audiencia Nacional.
Debo de estar muy pasado de rosca, lo admito, pues mientras lo iba leyendo no podía dejar de pensar en Arnaldo Otegui y su troupe. ¿Se acuerdan de que cada vez que hay una sentencia o actuación judicial que no les beneficia dicen que los jueces están comprados, que son una panda de fachas, que los manipula el PP, que son unos retrógrados que se oponen al progreso y a la paz? Eso sí, cuando el fallo les va bien no dicen que qué majos los tribunales y que qué maravilla de justicia garantista. Como el otro día con lo del juicio de Otegui.
Pues aquí tienen el editorial de El País dando caña, con la misma amplitud de miras, a la Audiencia Nacional por haber osado decretar unas medidas cautelares provisionales que, todo lo más, retrasarán unos días la llegada a Barcelona de las cajas de la discordia. Sin compasión. Y todo por contrariar al Gobierno y a su culta Ministra de la cosa culta. Justo ahora, vaya por dios, que ZP acaba de tarifar con Carod y le iba a dejar los papeles con el mismo gesto con que uno le hace el último regalito a la novia a la que le acaba de poner los cuernos para siempre. Mecachis.
Además del enorme respeto que muestra el periódico-biblia a los jueces y a su independencia, contiene el editorial de marras algunos párrafos que no tienen desperdicio. Nos toman por tontos, no hay tu tía. Por ejemplo, cuando dice que "El motivo aducido, que en las cajas hay documentos que no corresponde trasladar, es un mero pretexto para obstruir el cumplimiento de la ley". O sea, que si realmente hubiera documentos que no se deben trasladar en aplicación de la ley en cuestión, hay que trasladarlos igual por imperativo de tal ley y porque sí y porque lo dijo la Calvo, ozú. Cualquiera les pone a éstos un interdicto de retener, te disparan con un editorial y te dejan seco. Eso sí, como añade el prestigioso diario independiente, "al tratarse de instituciones del Estado, todo lo que se hace está sometido a estricto control de legalidad y a su ejecución pertinente". La cuadratura del círculo jurídico. Un estricto control de legalidad que excluye su operatividad por los tribunales contenciosos. Genial. Se ve que la legalidad que conviene al Gobierno la controla directamente el Espíritu Santo, pischa, ozú, olé, oremos y no recurramos.
Pero hay otro chiste mejor, realmente antológico, aunque no nuevo. Resulta que "No hay irreversibilidad alguna que obligue a una intervención intempestiva de un tribunal". Claro que no. Todos sabemos que si los papeles llegan a Catalunya y luego un tribunal dice que tienen que regresar, aquellos amables nacionalistas los devuelven ipso facto acompañados de unas botellitas de cava y el deseo de feliz año. Es fácil y divertido imaginar la escena, cientos de jóvenes gudaris de ERC encadenados y altisonantes declaraciones de Mas y más (¿esto no es un supemercado?) que harían quedar por pacatos a los salmantinos y como tímido irresoluto al tal Lanzarote, que según El País es poco menos que un peligroso golpista, casi el terrorista Carlos.
El caballo de Espartero es un pony al lado de estos adalides de la prensa libre.
Ahí copio la cosa:
Desafío judicial.
El pasado viernes la Audiencia Nacional demostró que cuando se trata de paralizar al Gobierno puede incluso trabajar de noche. Los más antiguos del lugar recuerdan vagamente sólo un antecedente en un caso en que estaban en juego derechos fundamentales. La sección séptima de la Sala de lo Contencioso Administrativo se reunió de urgencia para adoptar, a petición del Ayuntamiento de Salamanca, unas medidas "cautelarísimas" para paralizar en la sede del Ministerio de Cultura los papeles del Archivo de la Guerra Civil que iban a ser entregados a la Generalitat de Cataluña en cumplimiento de una ley aprobada por las Cortes Generales. La Sala de la Audiencia celebrará hoy una vistilla con abogados del Estado y del consistorio salmantino para decidir si mantiene o anula la paralización decretada el viernes.
No hay lugar a dudas de que los magistrados aceptaron con gusto el envite lanzado por el alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, de politizar el caso hasta contaminar a la propia justicia y producir un golpe de efecto en mitad del traslado y en plena negociación del Estatuto catalán. La ejecución del traslado no tiene nada de precipitado ni de clandestino. Sólo la obstaculización sistemática del señor Lanzarote obligó a realizarla de madrugada y sin contar con camiones para la carga. Es una medida no tan sólo legítima por parte del Ministerio de Cultura sino obligada, después de que la devolución de
los documentos incautados tras la Guerra Civil fuera aprobada como ley por el Congreso de los Diputados. El motivo aducido, que en las cajas hay documentos que no corresponde trasladar, es un mero pretexto para obstruir el cumplimiento de la ley.
Las medidas tomadas el viernes por la Audiencia Nacional constituyen un desafío al Ejecutivo. La Sala deberá explicar en primera instancia cuál es el título que habilita al Ayuntamiento de Salamanca para recurrir, pidiendo la adopción de "medidas cautelarísimas", un acto del Ministerio de Cultura sobre un archivo que es de su propiedad y sobre cuyos fondos carece el Ayuntamiento de cualquier titularidad. Constituye, por lo demás, un acto de desconfianza supina entre las administraciones, dado que el traslado ni siquiera implica a particulares, sino a instituciones del Estado.
No hay irreversibilidad alguna que obligue a una intervención intempestiva de un tribunal; al contrario, al tratarse de instituciones del Estado, todo lo que se hace está sometido a estricto control de legalidad y a su ejecución pertinente. Existe ya un recurso, planteado por la Junta de Castilla y León ante el Tribunal Constitucional, sobre cuya decisión y cumplimiento parece tener muy escasa confianza tanto el Ayuntamiento de Salamanca como la sección de la Audiencia Nacional que ha aceptado el recurso. De ahí que lo único pertinente sea el levantamiento inmediato de las medidas cautelares, a la espera, por supuesto, de lo que decida en su día de forma definitiva el Tribunal Constitucional.

23 enero, 2006

Ya viene la revolución, hermano.

Historia rigurosamente real y reciente. Una profesora venezolana va a dar una conferencia en Suiza, invitada por un importante organismo internacional y en el marco de unas jornadas para profesores latinoamericanos.
Se retrasan los pagos de las dietas y viáticos y la señora se ve en Suiza sin dinero con el que hacer frente a la factura del hotel y similares. Sus colegas le dicen que pague con tarjeta y que saque dinero en cualquier cajero automático. Y la buena señora, compungida, les cuenta que:
a) No les está permitido a los venezolanos comprar con bolívares, la moneda nacional, más de cuatro mil dólares al año. Funciona, eso sí, un floreciente mercado negro de divisas.
b) Las tarjetas de crédito que sus bancos les pueden dar allá no tienen, por imperativo legal, validez internacional, con lo cual ni puede pagar con su tarjeta ni puede sacar dinero con ella en Suiza.
Da algunas importantes informaciones adicionales. Por ejemplo, que si eres venezolano y no tienes pasaporte, debes esperar unos tres años para que te lo den, desde que lo solicitas al organismo estatal correspondiente.
Y a uno, que en su juventud, antes de la caída del Muro, algo viajó por la DDR, Hungría, Yugoslavia..., le vienen tantos recuerdos...
Otra vez los tiranuelos más sinvergüenzas van a engañar a los más estúpidos gobernantes y a los ciudadanos más ingenuos en nombre de un socialismo cuyo nombre manchan y de la liberación de unos pueblos a los que solo quieren oprimir.
Pero es tan majo ese Chávez, y tan antiimperialista...
Manda güevos con las revoluciones de pacotilla. Por cierto, ¿la vaselina es un derivado del petróleo?

22 enero, 2006

Por el PIB de un sereno.

Entiendo de economía menos que un catedrático de la materia (dice un colega que si tanto saben de las pelas, por qué no se hacen ricos). Me las arreglo malamente con el ábaco y un poco del sentido común que va quedando. Así que me salen las cuentas de la vieja y no más. Pero suele alcanzar.
Leo ahora mismo en la edición digital de El Mundo que, según los términos del acuerdo para el Estatut, "En los próximos siete años, Cataluña recibirá inversiones del Estado equivalentes a su aportación al PIB total y nunca por un valor menor. En estos momentos, Cataluña aporta el 18,5% del PIB español y recibe inversiones en torno al 11%, según CiU".
Y yo, sumando con los dedos y conociendo al personal, me pregunto: en adelante, ¿alguna otra Comunidad Autónoma va a admitir, sentado este precedente, recibir inversiones del Estado por un valor inferior a su contribución al PIB? Si es que no, como parece, se acabó la solidaridad interterritorial y la idea de que en España debe invertirse más donde haya más atraso y más pobreza. Bye, bye, justicia redistributiva. Si es que sí, si alguna Comunidad tragara con tal cosa, sus ciudadanos se sentirían legítimamente discriminados por comparación con los catalanes, y pensarían que los estaban tomando a ellos por el pito de un sereno, mientras que a los del seny bien que los cuidan. Eso sí, de aquí a siete años todos calvos. Y Santa Rita-Rita, lo que se da no se quita.
O expresado el problema de otro modo: si los recursos del Estado son limitados, y lo son (y ahora más, por Tutatis, que mira que dentellada han dado a los impuestos los catalanes); si, por tanto, su reparto equivale a lo que se llama un juego de suma cero y lo que se le da más a uno se le tiene que restar a otro (si un padre no tiene más que cuatro caramelos y los reparte entre sus dos hijos, y si decide que uno debe recibir tres, al otro por narices le queda sólo uno, por mucho que el padre les haya prometido a ambos que tendrán los mismos y que se van a poner ciegos de tanto chupar caramelos), uno se pregunta ¿a quién le va a tocar recibir de menos la parte correspondiente a eso que trinca Cataluña?
Hagan juego, señores, se admiten apuestas. ¿Al País Vasco? Ni de coña, que peligra la pacificación y se enfadan los gudaris de sin corbata, tan majos y modelnos. ¿A Andalucía? Pero si es nación también, ozú. ¿A Galicia? Frío, frío; y húmedo. Pues van quedando menos. Siga usted.
España progresa adecuadamente. Va bien. Para los ricos. Menos mal que estaban al quite los de Izquierda Unida-Los Verdes, que si no... Se van a poner moraos. Izquierda Unida-Los Morados. ¿Cómo que Morancos? Mo-ra-dos, he dicho morados.
Agrupémonos todos en la ducha final. No es una errata, no.



Onésimo.

El otro día, en Madrid, un amigo de confianza y con información de primera sobre los arcanos pesoeros me contaba algo gracioso.
Que a Felipe González ZP le cae como una patada en la parte presidencial es bien sabido, pues se corre el comentario de cenáculo en cenáculo y no hay ágape en que González no lo repita, si bien no se anima a poner blanco sobre negro sus juicios ni a cantarle al otro las cuarenta en bastos, no se nos vaya a chafar el chiringuito. Lo que un servidor no había oído nunca es el mote que González le ha puesto al Zapa: Onésimo.
Me quedé un segundo medio turbado, pensando qué relación podría haber entre la joya de León y el ideólogo falangista. Caritativo, iba a concluir que tal vez la comparación se debía a que ambos nacieron pucelanos, más o menos. Pero no, me aclaró mi compadre, no es ese Onésimo, es el futbolista, que lo fue del Valladolid y el Barça, entre otros. Ah, caramba, ¿y eso? Pues que Onésimo era maestro absoluto del regate en corto, un virguero con la pelota en los pies, que talmente parecía suya, un mago del dribling. Pero carecía por completo de visión de la jugada, no levantaba la cabeza, no veía más allá del palmo sobre el que brincaba entre defensas perplejos.
Acabáramos. Pues puede que no esté mal la comparación. Sigue fino el Felipe, mira por dónde.
Acaba ZP de marcarse unos regates para el acuerdo sobre el Estatut. Es probable que la jugada acabe con gol en propia puerta. Pero, entretanto, qué dominio del balón. Y de las pelotas en general. A este nuevo Onésimo le ha salido un partido redondo, aunque el equipo haya perdido. ¿Que qué equipo? La selección nacional, hombre, cuál va a ser.

LA PUNTITA NADA MÁS. La negociación del Estatut y la cosa de la nación: entre preámbulos y consumaciones.


Personajes:
Él: Un político nacionalista catalán.
Ella: ZP
La madre (ausente): Estado español (de soltera, España).

La escena transcurre en un amplio salón, adornado al estilo tradicional burgués. Los personajes están sentados en un mullido sofá, muy juntos.
Él.- Hay que meterlo entero, llevo años aguantándome.
Ella.- A mí me gustaría, pero no me dejan. Mi madre se enojaría muchísimo si se enterara.
Él.- Tu madre es una retrógrada, por eso me tiene tan harto y quiero alejarme de ella. Vente conmigo.
Ella.- Ya, para ti es muy fácil. Pero yo aún vivo de las propinas que me da. Y en su casa.
Él.- Tú puedes hacerla cambiar.
Ella.- No es tan fácil. Es vieja y ya no tiene la mente para muchas novedades.
Él.- Lo que pasa que en el fondo tú la quieres.
Ella.- No digas eso, la detesto. De buena gana me iría y prendería fuego a todo lo que hay en esa casa.
Él.- Pues hazlo.
Ella.- ¿Y qué sería de mí? Tengo que ir componiéndomelas con discreción, a mi manera. Pero algún día haré lo que me dé la gana, ya verás.
Él.- Yo quiero verlo ahora mismo, ya
Ella.- Ay, eres un impaciente, pero te adoro.
Él.- No vas a engatusarme de nuevo con bonitas palabras. Tienes que decidirte.
Ella.- Tu sabes que me entregaría a ti con el mayor gusto y sin reservas. Pero me pueden echar de casa.
Él.- No se enterarán, quedará entre nosotros. Metámoslo.
Ella.- Pero nos ven que estamos juntos y... nos lo notarán en la mirada. Dicen que a nosotras nos cambia la expresión.
Él.- Tú sabes disimular muy bien, no habrá problema.
Ella.- El problema puede ser otro, peor.
Él.- ¿Cuál?
Ella.- Lo sabes de sobra. Si lo metemos entero podemos concebir otro ser.
Él.- Es lo que más deseo.
Ella.- Y yo, pero no puedo. Aunque me encantaría ver la cara de mi madre. Si me atreviera.
Él.- Atrévete
Ella.- Ardo de deseo, casi no me domino, pero no puedo.
Él.- ¡Reprimida! No me amas.
Ella.- Te amo, te deseo. Pero tengo miedo a las consecuencias si lo metemos entero.
Él.- Confía en mí.
Ella.- Sabes que no puedo confiar. Tú deseas que pase eso que yo no me puedo permitir ahora, sueñas con ese parto.
Él.- Entonces me voy. No volverás a verme. No querré más tratos contigo. Y se acabaron los arrumacos y los calentones. Ya sabes cómo os llaman a las que nos ponéis en el disparadero y luego nada.
Ella.- Espera, no te vayas, por favor, te necesito. Eres mi único apoyo en la vida y mi pasión secreta.
Él.- Pues entonces ya sabes lo que te toca. Llevo mucho esperando y tengo grandes planes para nosotros y el nuevo ser que venga, que vendrá. Metámoslo, anda.
Ella.- ¿Puedo proponerte una cosita?
Él.- Di.
Ella.- ¿Y si en lugar de meterlo entero, entero... la puntita nada más?
Él.- ¿Y así qué adelantamos? Es meter, al fin y al cabo.
Ella.- Sí, pero si pasa algo podemos decir que fue un accidente, que nosotros no queríamos, que pensábamos que sólo con la puntita no había riesgo...
Él.- La puntita nada más. Pues vaya. ¿Y nos quedamos así?
Ella.- No, tontín. Te prometo que luego seguiremos disfrutando.
Él.- ¿No dejarás de darme gusto después de lo de la puntita?
Ella.- Te daré más, mucho más de lo que sueñas. La puntita es sólo el preámbulo. Sabes que luego puedo hacerte gozar de mil maneras.
Él.- ¿Y un día lo meteremos todo?
Ella.- Claro que sí, mi amol, cuando mi madre esté más débil.
Él.- Te vas a enterar de lo que vale mi puntita, vida mía.
Ella.- Y tú vas a ver que sólo me importas tú. Y de lo que soy capaz.
Él.- Golfa, estoy loco por ti.
Ella.- Destrózame, cabrón.
Él.- Deberíamos matar a tu madre.
Ella.- Espera, espera. Ven, vamos a nuestro preámbulo. Tengo tanta urgencia....Ah.
FIN. CAE EL TELÓN. DETRÁS SE ESCUCHAN SUSURROS, RISAS Y GEMIDOS.

21 enero, 2006

Dos noticias de la prensa alemana de hoy que dan que pensar

1. La monda. Die Welt da una noticia totalmente sorprendente (¿o no?) sobre el caso Susanne Osthof. Es aquella arqueóloga alemana, simpatizante con el Islam y que jura en arameo (¿o era en árabe?) contra sus compatriotas alemanes y contra el Estado que la rescató de sus raptores a base de pasta gansa. Hace semanas debatimos un poco en este blog sobre su peculiar patriotismo y sobre cómo debe comportarse un Estado con un ciudadano suyo que se cisca en sus muertos. Recuérdese, además, que la Osthoff salió de su cautiverio hablando maravillas de lo buena gente y agradables que eran sus secuestradores y de que ella quería regresar pronto a Irak y seguir sus investigaciones con cargo al presupuesto alemán. Luego hubo quien dijo incluso que ella era una espía alemana camuflada y no sé cuántas cosas más.
Pues ahora resulta, según Die Welt, que después de ser liberada la buena señora, ya a salvo y bajo custodia de personal de seguridad alemán, se tomó una ducha. Aprovecharon sus protectores para echar un vistazo a las pertenencias que llevaba en sus bolsillos y, oh sorpresa, resulta que llevaba un buen puñado de dólares y que, confrontados los números de serie de tales billetes, se comprueba que son parte de los que se entregaron para su rescate. Urge hacer una película sobre el caso y la señora, que también debe de ser un caso.
2. Esta es más seria. Cuentan por ejemplo Die Zeit y el Tagesspiegel los primeros resultados del concurso que el Estado alemán ha organizado entre las distintas universidades del país, a fin de que en el futuro reciban importantes complementos de financiación en función de su excelencia. Se presentaron setenta y cuatro universidades y han pasado la primera criba treinta y seis. Ha habido sorpresas, como la eliminación de la Humboldt, de Berlin. Se toman en consideración los resultados científicos obtenidos, la calidad de la enseñanza y el proyecto de futuro. Restan aún dos fases de la competición. Las que queden clasificadas las diez primeras recibirán 13,3 millones de euros anuales de incentivo.
Je, nos vamos a reír un montón cuando aquí se comience a hacer algo similar. Verán qué apuro de los rectores para esconder o prejubilar a toda prisa a los miles de inútiles que han promocionado en los últimos años a cambio de un voto y de unas caricias en la parte mullida del ego rectoral. Si el concurso fuera de índice de mangancia por cada cien catedráticos y titulares, aquí nos hacíamos de oro. O de desconocimientos básicos de cultura general. Pero como empiecen con la matraca de la enseñanza actualizada y la investigación de calidad se va a descubrir que estas universidades nuestras son de tipo 13 Rue del Percebe, y que el botones Sacarino está muy ilusionado esperando a que el sistema de habilitación se cambie por el de acredifelación para hacerse cátedro y cantarle las cuarenta al Dire.
Hija, qué disgusto tengo.
NOTA BENE: una puntualización, por si las moscas o los malentendidos. Entre los titulares, catedráticos, contratados, etc, y también entre los rectores, los hay que se dejan la piel y la salud mental en el oficio, que trabajan con seriedad, rigor y el mayor esfuerzo, en medio de la incomprensión gremial y las zancadillas. Yo conozco unos cuantos. También rectores. Toda generalización se refiere a tendencias dominantes y promedios, y es compatible con excepciones. Haberlas, haylas, que conste. Pero pintan cada vez menos. En la Universidad española (o lo que sea) el buen trabajo profesional en la enseñanza y la investigación y la gestión con amplitud de miras e ideales serios son excentricidades. Bentitos excéntricos, encomiables mártires. Les quedan cuatro telediarios.

Diccionario de bobaditas ZPG. 4.

Vaya, esta vez me la han pisado. La bobadita zapatogrouchesca, digo, la innovación semántica de nuestro Presi sin par. Este hombre está despatarrando el diccionario, y sólo por eso ya pasará a la historia.
Un amigo del blog criticaba un poco la anterior entrega de este diccionario de bobaditas ZPG y se preguntaba que para qué estos análisis guasones y que qué se pretendía demostrar en el fondo. Pues bien, le confieso y confieso a todos los amigos cuál es la pregunta que me inquieta, la hipótesis que no logro apartar de la cabeza y que con cada nueva retorsión terminológica de ZP se me reaviva: ¿y si simplemente tuviéramos un Presidente lelo? ¿Y si, más allá de habilidades concretas o capacidad para el regate en corto y el vis-à-vis venal, fuera simplemente un ceporrón ignorante y lerdo?
O eso o mucho descaro, tertium non datur. Porque no me digan ustedes que con esas definiciones que se gasta puede ser normal. Una de dos, o nos vacila o simplemente es que no da más de sí. Yo aún no tengo claro con cuál de esas posibilidades quedarme, la verdad, y por eso debemos seguir investigando y mirando con lupa sus sesudos discursos.
El caso es que hace tres días se animó de nuevo a definir lo que es una nación, y dijo que una nación es "un conjunto de personas unidas por un vínculo y una historia común". Así que ya sabe usted, su señora o señor y usted mismo/a son nación. Todo matrimonio es una nación. Así que demanden los casados, de consuno con sus cónyuges, libertad, amnistía y, sobre todo, estatuto de autonomía.
Pero el análisis de este nuevo hallazgo ya está hecho, por obra de Luis M. Alonso en La Nueva España del día 19. Véalo aquí.

La historia y los maniqueos. Sobre un magnífico artículo de J.I.Wert

El País de hoy, sábado 21, publica un artículo de José Ignacio Wert que me parece magnífico. Me lo parece por tres razones principales, que tienen que ver con las tres tesis que el autor mantiene.
1. Que el franquismo fue un régimen dictatorial e ilegítimo, si bien con distintas fases, que se instauró mediante un golpe de Estado contra una República que no era, ni mucho menos, un ejemplo de democracia, justicia ni orden. Volveré sobre esto.
2. Que pretender que la transición a la democracia en España está viciada por que no rompe violentamente con el franquismo y querer entroncar directamente con la legitimidad republicana es engañoso y peligroso, pues era aquella República un modelo mucho más defectuoso e injusto que esta democracia que ahora disfrutamos . Por ejemplo, los derechos de los autonomías eran mucho menores, contrariamente a los que tantos interesadamente afirman ahora.
3. Que desconocer la historia y andarse en juegos maniqueos y manipulaciones interesadas de los tiempos pasados es la mejor manera de repetir errores, algunos muy peligrosos.
Dos palabras sobre la guerra civil. Como Wert nos recuerda en el artículo, han pasado nada menos que setenta años desde el comienzo de la guerra civil. Y andamos todavía ahora, y cada vez más, con que si eran galgos o podencos. Vemos a los historiadores batirse con ánimo militante y las disputas, por ejemplo, entre Moa y Moradiellos tienen más de torneo que de ciencia histórica, o lo parece al menos. Impera la pretensión de asignar dos papeles extremos y sin matices, pues tiene que haber unos malos muy malos y unos buenos muy inocentes y puros. Hasta la historia se contamina de maniqueísmo en esta sociedad incapaz de toda lógica que no sea ese pensamiento binario que sólo ve en blanco y negro y no discierne otros matices.
Con lo fácil que sería ampliar nuestras miras de todo tipo, históricas, políticas y sociales, con este par de reglas de pensamiento, tan sencillas y obvias:
a) El enemigo o rival del malo no es necesariamente bueno.
Que Chávez sea rival u opuesto al patán de Bush no hace bueno a Chávez y no se debe descartar que los lamentables cretinos sean dos: Bush y Cávez. Y muchos más.
Otro ejemplo, para nuestro caso: que los que se levantaron contra la República aquí fueran unos liberticidas autoritarios y opresores no convierte a los políticos republicanos, a todos, en excelsos demócratas. Los había, también en ese lado, asesinos y totalitarios.
b) No todo el que se opone a un antidemócrata es un demócrata. Puede ser un totalitario de camada distinta.
Un ejemplo: en tiempos del franquismo muchos lucharon contra ese régimen movidos por afanes stalinistas. Su posible mérito personal y su sincera entrega no tiene por qué impedirnos pensar, a estas alturas, que menos mal que no ganaron, pues habría sido su triunfo el tránsito de Guatemala a guatepeor.
Por malo y odioso que fuera el franquismo, y lo era mucho, no se hacen buenos y dignos de alabanza automáticamente todos sus opositores. Por malos que fueran algunos de esos opositores, no se torna bueno automáticamente el franquismo.
¿Y si aplicáramos eso a temas de ahora mismo? Por repelente que resultara Aznar... Por estúpido que nos parezca Zapatero... Acabo de verme con unos queridos colegas y sin embargo amigos que me insistían todo el tiempo en que cualquier cosa que haga ahora Zapatero se legitima y se justifica por lo repulsivo y autoritario que (les) resultaba Aznar. Y por el otro lado andan igual, pues la obvia estulticia cazurra de ZP hace a muchos opinar que hasta un pronunciamiento militar sería legítimo y apropiado ahora. Dan miedo y un poco de grima tanto los unos como los otros, en la proporción que cada cual prefiera, eso sí.
Pero vamos con el artículo de José Ignacio Wert, que se puede leer pinchando aquí encima y que copio también a continuación:
Se titula ¿La historia interminable?
Se han cumplido 30 años de la muerte de Franco. En unos meses, se cumplirán 70 del comienzo de la Guerra Civil. Y, de no ser por los empeñosos empeños editoriales y la oficiosa oficialidad conmemorativa que una y otra efemérides suscitan, ambas pasarían desapercibidas para el común de los ciudadanos, lo que es la mejor noticia sobre la salud política básica de los españoles que cupiera imaginar.
Sin embargo, es sabido que las efemérides las carga el diablo. Y en este caso, las mismas se hilan con el propósito de forzar la consagración de una definitiva relectura de nuestra historia contemporánea no menos maniquea que la que impuso el franquismo mientras pudo. En un artículo de Javier Cercas en EL PAÍS del 29 de noviembre pasado (Cómo acabar de una vez por todas con el franquismo) creo que se resume adecuadamente el espíritu y la letra de esa relectura en la siguiente frase: "Había una vez en España una República democrática mejorable, como todas, contra la que un militar llamado Franco dio un golpe de Estado. Como algunos ciudadanos no aceptaron el golpe y decidieron defender el Estado de derecho, hubo una guerra de tres años. La ganó Franco, quien impuso un régimen sin libertades, injusto e ilegítimo, que fue una prolongación de la guerra por otros medios y duró 40 años". A esa lectura se apunta con entusiasmo la izquierda que nos gobierna.
A mi juicio, el problema que suscita esta nueva verdad oficial no está en la demonización del franquismo, sino en la beatificación de la República. La descripción del régimen de Franco que despacha Cercas en las líneas anteriores es algo simplista y omite aspectos esenciales (como, por ejemplo, la propia evolución del franquismo), pero no puede decirse que sea falsa.
Sí es en cambio, a mi entender, radicalmente errónea la frase que describe a la República. La República no fue un régimen democrático mejorable como todos. Fue un fracaso de la democracia al que contribuyeron revolucionarios y contrarrevolucionarios en semejante medida. Lo fue, además, casi desde el principio, pero, sobre todo, lo fue en el periodo final, el inmediatamente antecedente a la Guerra Civil, como demuestran, a mi juicio de forma poco discutible, trabajos recientes de historiadores tan solventes como Stanley G. Payne.
Simplemente hagamos el ejercicio de transponer la historia de esos meses convulsos a la actualidad. Imaginemos que en el lapso de unos pocos meses se hubieran producido en torno a 300 muertes violentas en incidentes políticos, y entre ellas, la del jefe de la oposición parlamentaria, a manos de agentes de las fuerzas de seguridad del Estado. ¿Alguien en sus cabales hablaría, en tal situación, de un "régimen democrático mejorable"?
La cuestión está en que un fracaso colectivo -como fue la República- no tiene por qué constituirse retrospectivamente en el mástil mora al que amarrar la nueva democracia. Esto es tan erróneo -y tan autodestructivo- como lo sería pretender que la legitimidad de la actual democracia que disfrutamos se ancla en las previsiones sucesorias del franquismo.
Pero eso, con ser malo, no sería lo peor. Lo peor es que el intento trae consigo una deslegitimación implícita de uno de los pocos procesos de nuestra historia contemporánea del que tenemos razones para sentirnos orgullosos o, al menos, satisfechos: la transición. El corolario de esa relectura es, efectivamente, que la transición no da lugar a una verdadera democracia, dado que los condicionamientos de la misma no permitieron hacer justicia a las víctimas del franquismo ni superar sus tabúes, y ello vicia las bases morales del nuevo régimen democrático.
Ése es el disparate. La transición española es casi un milagro histórico. Despreciar su valor como piedra angular de nuestra democracia es renunciar a una de nuestras mejores páginas de historia colectiva. Pero, sobre todo, es aventurarnos de nuevo en una senda de incertidumbre. La historia más reciente es pródiga en ejemplos de transiciones fallidas (sin ir más lejos, en los Balcanes o en algunos países del Este de Europa). Todas tienen en común un rasgo: en ellas, el deseo de vindicación de un pasado -por irreal, mitológico o fantasioso que éste sea- se hace más fuerte que la voluntad de construir un futuro. Esas transiciones fallidas han dado lugar a quiebras de los Estados -donde la falla histórica tenía un contenido étnico, como en los Balcanes-, a inestabilidad política, a fracaso económico y, lo peor, se han cobrado en ocasiones un costoso tributo en sangre.
Por eso, la cuestión no es académica ni teórica. Los asuntos del espacio público que ocupan el lugar central de la agenda política están refractados por ese prisma revisionista, y así nos va. Especialmente, el debate sobre el modelo territorial.
Parece que hubiera que revisar la configuración del Estado de las Autonomías para ir a una filosofía más declaradamente federal porque el sistema actual no puede dar cauce a las aspiraciones de autogobierno de vascos y catalanes. Y todo ello porque las hipotecas de la transición impidieron un rediseño del Estado tan amplio como hubiera sido necesario.
Ese argumento no se sostiene ni teórica ni históricamente. El nivel de autogobierno catalán y vasco en la República era inferior al que los propios Estatutos de Sau y de Gernika consagran. Ninguno de los dos tuvo tiempo de consolidarse y, además, ambos constituyeron, cada uno a su modo, fuentes de riesgo, amenaza y deslealtad para la República. No hay nada que mirar en ese espejo: felizmente, en casi nada nos parecemos.
A estas alturas, echar atrás la vista 70 años tiene mucho más sentido para evitar los errores del pasado que para buscar inspiración en futuros aciertos. Porque hoy ya no podemos dar por buenos los versos de Gil de Biedma ("De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal..."). Pero siempre corremos el riesgo de dejarnos llevar por estos otros de las Glosas a Heráclito de Ángel González: "Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos / la Historia y la morcilla de mi tierra / se hacen las dos con sangre, se repiten".