10 julio, 2011

Rubia al cava

Como uno es curiosón en lo que a las lides humanas se refiere y puesto que en los libros no está todo lo que a la vida concierne, me gusta escuchar a la gente que cuenta sus experiencias sin ponerse muy pesada ni lanzarte al rostro trozos de pollo a medio masticar. Un sector que me resulta particularmente apasionante es el de las historias (reales y sin afeites) de parejas. Y, dentro de tan variada temática, mi curiosidad se extrema en materia de rupturas y separaciones. Discúlpeseme rasgo tan morboso de personalidad.

Pues bien, ya situados en ese cuadro, de corte realista y figurativo, es particularmente aleccionador todo lo referido a la reacción del señor o la señora que recibe de la contraparte la comunicación de que va a ser abandonado o abandonada, pues probablemente se ha interpuesto candidato/a con mayores méritos o atractivo más inmediato. Permítanme que, como modesto homenaje a mi género (la prosa no muy poética), coloque aquí como dejada a la dama y como fugitivo al varón, aunque bien podría narrarse el suceso invirtiendo los géneros y las especies.

Según mis investigaciones, es relativamente común que la buena (o mala, pero pongamos que buena) mujer realice en ese instante un acto de contrición seguido de una catarata de promesas, particularmente sexuales. Que te juro que ya no me va a doler, que superaré el asco, que en adelante las jaquecas las curaré con paracetamol y no con abstinencia en el camastro, que voy a mantener el tipo como si fuera verano y hubiera playa todo el año, que ya he tirado a la basura ese chándal con bolillas, que no volvemos a invitar a mi madre, salvo un día en navidad y si a ti no te importa, que te voy a hacer a ti muchísimo más caso que a los niños, que te dejo que pongas el dichoso pestillo en la puerta de nuestra habitación y si se despiertan que se despierten, que vale, que vemos juntos una porno los viernes y otra los sábados y hasta estoy dispuesta a que disfrutemos juntos todas las que te has bajado de internet estos años, guarro mío, pues en el fondo me encanta que seas así y no pienses en otra cosa, que comprende que todo fue por la educación que me dieron las monjas, pero desde hoy considérala superada sin vuelta de hoja, que ya no me va a importar que te quedes mirando los muslos de todas en la piscina, que contigo voy a probar todas las cosas nuevas que se nos ocurran como si empezáramos ahora y no lleváramos quince años casi perdidos para el cuerpo...

A buenas horas mangas verdes y quien no te conozca que te compre, piensa el marido, mientras recoge apresuradamente el ordenador, unos pocos libros y tres mudas, haberlo dicho antes, haber asumido a su tiempo las reglas del mercado y el principio de libre competencia. Porque, sépase también, el marido prófugo suele experimentar en tal trance un súbito ataque de liberalismo del más duro, que abandonará en cuanto se acomode en el nido nuevo y mientras le dure allá el estado de bienestar.

¿Qué por qué se me ocurre hoy disquisición tan procaz y con su pizca de incorrección política. Pues porque ayer me pasé ocho horas al volante y fui escuchando una y mil veces la noticia y los reportajes sobre el discurso de Rubalcaba, preñado de promesas y de sorprendentes apelaciones al clímax socialdemócrata y al donde dijimos Diego ahora mira lo que digo yo, Alfredo. Se vuelve a excitar, o eso se pretende, el pobre electorado socialista, después de tantos años de frustración y vicio solitario, logrará de nuevo la democracia seducirnos con sus mejores galas y sus noches de lujuria, hasta tendremos el toque sado a base de azotar a unos cuantos banqueros julandrones, volverán las oscuras golondrinas, ahora con salto de cama y retozón aleteo, volverá a reír la primavera y será la risa aullido de placer. Lo nunca visto, el acabose, después de viejo, gaitero, como se dice en mi tierra. Cuánto tiempo ha pasado Alfredo reprimido y reprimiéndonos y qué éxtasis nos aguardan ahora que se lía la manta a la cabeza y se depila al fin. Habrá un antes y un después, seguro.

Ante tales juramentos y semejante caer de cremalleras, siempre hay alguno que se queda y vuelve a probar suerte. Suele ese entusiasmo reconstruido terminar en embarazo, para que, a la siguiente, la separación sea con pleito y pensión de alimentos. Pero allá cada cual, un servidor ni quita ni pone, sólo avisa a golpe de estadística y encuesta.

Sí, reconózcame el amable lector que la comparación es oportuna y la advertencia nada ociosa. A cambio, le concedo que en la analogía falla un elemento. Pues quien cambia de casa y lecho acostumbra a hacerlo porque ha probado candidata (o candidato) con mejores hechuras y superior disfrute. Lo que no suele pasar es esto de ahora, que la alternativa sólo diga que tú ven y ya verás, que te juro que seremos felices pero hasta después de la boda no catas ni me conoces, que en cuanto te tenga conmigo cuelgo los hábitos y te colmo de dicha, que nunca debiste pasar tanto tiempo con esa pelandusca y que conmigo comprobarás lo que da de sí una mujer virtuosa, que aunque pasemos hambre juntos sentirás que los placeres mejores no son los del cuerpo. No sé, no sé.

Si ese elector desconcertado me permitiera un consejo, yo le sugeriría que se pasara una temporada de solterón difícil y que espere más ofertas o comprueba por sí cómo está el patio, que se haga valer y que pesque en río revuelto, que no se apresure y que espere ofertas de fuera de su pueblo, que no obre por despecho ni se arrejunte sin seso y por miedo a la soledad o ganas de tener otro equipo. Y que apague la radio. Para que no se la vuelvan a dar con queso y rulos. Pero cierto es que las advertencias son ociosas cuando nos obnubilamos, como bien saben las madres. Moriremos pobres y solos, al fin, entre quiméricas ensoñaciones políticas y pornográficas.

2 comentarios:

roland freisler dijo...

Insulso Ínforme de Jurisprudencia de un amigo del blog, el profesor Dopico en la Revista la Ley Penal Junio 2011 no aporta nada interesante en 5 páginas. Excepto a la inherencia de la agravante que estudia a determinados delitos que es interesante para cualquier profesional tenerlo señalado. Se escuchan suaves palmas y algún abucheo.
Tal vez Ante nos podría dar su opinión al ser su gran especialidad las agravantes.

un amigo dijo...

Quien se haya sentado en los consejos de ministros donde Pérez Rubalcaba se ha sentado, sin salir corriendo a dimitir, tiene la credibilidad económica bajo cero (por no entrar en otros tipos de credibilidad). Es un lacayo de quienes bien sabemos.

En 'el otro' (huy que me viene la risa) bando pasa algo parecido, la sangre de Irak sigue chorreando por los antebrazos del barbas inane. Es otro lacayo de quienes bien sabemos.

Salud,