15 septiembre, 2012

Universidad y empresa. Y un par de huevos duros.


                El otro día, en uno de esos eventos inverosímiles a los que uno concurre por ahí, coincidí, en la cena, con unos cuantos colegas de varias universidades del país. Al hablar de lo de siempre, alguien volvió a sacar el topicazo de que uno de los grandes problemas de la universidad española está en que no prepara a sus titulados para que rindan adecuadamente en las empresas, por lo que habría que dar a nuestros estudiantes la formación que las empresas requieren, y eso exige que preguntemos a las empresas qué necesitan y cómo lo hacemos. Precioso y muy original.

                Yo repliqué que, puesto que enseño en León, convendrá tal vez que a mis estudiantes de Derecho los adiestremos sobre distintas maneras de ser empleado mileurista hasta los cuarenta, o sobre estrategias para ayudar a los patronos a corromper concejales, en el modo de evadir impuestos con impunidad o sobre artimañas para conseguir ayudas oficiales para una producción de pega, y así. Me miraron raro mis interlocutores, lo que me obligó a explicarme mejor y preguntarles, antes que nada, qué clase de empresas suponen ellos que abundan en León y en tantas ciudades con campus universitario. Me pareció que no lo sabían, y se lo aclaré un poco más: pues la inmensa mayoría de las llamadas empresas son chiringuitos regidos por pícaros, que no tienen más interés que coger algo de pasta y salir corriendo, que explotan vilmente a su personal, empezando por el académicamente más cualificado. Y que los primeros que no tienen ni remota idea de cómo llevar en condiciones una empresa son los mismos empresarios (perdón, quise decir emprendedores) y que el ideal empresarial más común correspondía a la promotora inmobiliaria en manos de algún aspirante a presidir una caja de ahorros para acabar de forrarse sin producir nada digno. ¿Qué tipo de empleado con título universitario conviene más, por tanto, a la empresa de pillos recién llegados de la braña y con un espíritu más delictivo que productivo? ¿Podemos preguntar a esos empresarios qué les hace falta y organizar la enseñanza universitaria en función de sus consejos de mafiosillos parroquiales y horteras sin luces?

                Habrá de todo, por supuesto. Pero es que de empresarios que no merezcan calificativo cercano al Código Penal yo tengo escasa noticia por estos pagos. Y, desde luego, no estoy hablando del pequeño autónomo con seis o siete trabajadores, quien, por su entidad y por mucho que sea esforzado y digno, tampoco parece el más adecuado para ilustrarnos acerca de lo que hemos de enseñar a ingenieros, economistas, juristas o biólogos. ¿O convidamos a unos cuantos directores de sucursal bancaria para que nos asesoren y, en cuanto acabamos la reunión, salimos a manifestarnos contra los bancos y a protestar porque nos han colocado unas cuantas preferentes mediante maniobras cercanas al timo de la estampita?

                Si hubiera de verdad empresas y empresarios, podría tener algo de sentido ese pretendido noviazgo entre universidad y empresa. Pero, francamente, no veo que se dé la primera condición. ¿Y si atendemos nada más que a las grandes firmas, tipo Telefónica o algún banco postinero? A lo mejor nos hacen ver que debemos adiestrar a nuestros alumnos sobre cómo ligarse a una infanta o cómo pasar por la política con mañas de choricete. Pues ¿no están Urdangarín y Zaplana, junto a tantísimos más, entre los más brillantes cuadros de Telefónica? ¡Anda ya!, a otro perro con ese hueso de las relaciones universidad y empresa y de la sumisión de la primera a la segunda. Lo que mis colegas de facultad y yo tenemos que mostrar a nuestros estudiantes es la manera para que, cuando sean fiscales o jueces, empapelen sin temblores a urdangarines y zaplanas, a los directivos de bancos que estafan a sus clientes, a los alcaldes que recalifican a comisión, a los constructores que destruyen bosques o destrozan paisajes y a los politicastros que arruinan cajas de ahorros. Nuestras empresas están para que las pasemos por la guillotina y luego, si acaso, empezamos a tratar de cómo hacer otras serias, decentes, productivas y socialmente útiles.

                Les voy a contar un asuntillo que me toca muy de cerca, y luego me dicen si aquí tenemos empresas o puticlubs. He estado estos días con mi hijo, que no llega a los treinta. Narraré algo de lo que me ha contado ahora y durante los últimos meses, llenándome de asombro y envidiando, ahí sí, a algunas empresas extranjeras. Porque, por cierto, aquí, al parecer, no formamos a los jóvenes para que se desempeñen bien en las empresas que los contraten, pero resulta que nuestros estudiantes más brillantes acaban siendo fichados por empresas alemanas, canadienses, estadounidenses o suecas. ¿Estarán tontos los empresarios de esos países y no se darán cuenta de que esos chavales que exportamos carecen de las adecuadas competencias, habilidades y destrezas para hacer felices a los grandes centros productivos del mundo?

                Mi hijo lleva dese los veintidós años fuera de España y un par de años en Estados Unidos, en California. Acaba de ser contratado por una de las tres o cuatro empresas mundiales más importantes y enormes en su campo, el de la informática. Los detalles que paso a exponer nos servirán para que comparemos con lo que por aquí se estila y para que nos preguntemos si aquí fallan los jóvenes, los empresarios o el sistema social entero.

                Quise saber cómo había sido su primer contacto con esa empresa tremenda que ahora lo acoge. Me dijo que porque lo había recomendado un conocido o colega suyo que ya trabajaba ahí. ¿Y eso? Pues resulta que es la vía normal de acceso. El que ya está dentro pone a la división de personal en la pista del amigo o conocido suyo que puede resultar un buen fichaje. Sólo con eso y luego de seguir rastros en intenet, al así presentado lo llaman para hacerle unas pruebas bien serias. Si acaban contratándolo, ese mediador se lleva una prima de diez mil dólares. Imagino que si comprueban en la empresa que su empleado les quería colar un paquete, perderá algo de su crédito. Sea como sea, ante ese incentivo, convendrá más presentar a un candidato competente que a un cuñado que se quedó en el paro y que, pobrecito, es muy buena gente y tiene tres hijos, criterio que entre nosotros tendría prioridad absoluta. Las primas que por aquí se estilan son primas carnales.

                Llamaron a mi chaval por teléfono y concertaron con él una prueba, dándole amplio margen para elegir el momento y, si quería, prepararse para la ocasión. Llegó el día. A las nueve de la mañana apareció el primer entrevistador y le planteó un problema técnico, para que lo resolviera. No para que encontrara la solución, sino para que fuera explicando cómo la buscaba, para verlo razonar en vivo y comprobar su pericia a base de dialogar. Una hora duró esa prueba primera. Después, otra hora con otro, otra con otro, otra con otro. Una pausa de una horita para la comida, y por la tarde llegaron más. Un día entero sometido a ese tercer grado. Todo ello en inglés, claro, aunque sus examinadores eran en su mayoría chinos o indios de la India.

                Terminada esa jornada, con el agotamiento imaginable, le dijeron que ya lo llamarían para contarle el resultado. A las tres o cuatro semanas llegó esa llamada telefónica. En ese momento viajaba a España para pasar aquí unos días, pues era Navidad. Se hallaba en pleno trasbordo, embarcando en un avión, creo que en Detroit o sitio más raro. Que no se preocupara, que volverían a llamarlo al día siguiente, pero que le tenían buenas noticias. Cumplieron y, ya con más calma, le contaron que querían contratarlo y que tocaba negociar el sueldo con la división de personal. La primera oferta ya resultaba mareante, y la aceptó. Hecho. Por esos días vino a mi casa y lo veía encerrarse largos ratos, pues cada poco lo llamaban los californianos. Que qué pasa, le preguntaba yo, por qué te persiguen tanto. Ahora telefoneaban los distintos jefes de grupo o directores de sección, cada uno de los cuales le exponía el trabajo o proyecto en el que ese grupo o sección andaba, a ver cuál lo convencía para quedarse con ellos.

                No hace falta que aclare yo cuán grande era mi sorpresa (más mi orgullo, claro, pero ahora no hablamos de eso, aunque eso se me tenga que notar), ya que me preguntaba sin parar si ese proceso sería similar si se tratara de alguna empresa española. Pero a mi perplejidad todavía le faltaban varios capítulos, y a ellos vamos.

                Como tiene que trasladarse del lugar en que vivía, San Francisco, a una ciudad a unos pocos kilómetros, le dijeron que ellos lo ayudaban en el asunto de la búsqueda de casa. ¿Cómo será esa ayuda? Por lo pronto, le dan tres meses de residencia a su costa, a costa de la empresa. ¿Dónde? En una urbanización de superlujo, un lugar para altos ejecutivos, pijo del todo. Increíble. ¿Y para después? Para después ya hay que buscar sitio por cuenta de él, pero, ojo, le ponen a una empleada, una especie de secretaria, para que se encargue de ese trámite. Él nada más que tiene que indicarle a ella en qué zona quiere la casa, de qué características y con qué precio de alquiler. Le buscan unas cuantas así y se las enseñan para que elija. No quieren que pierda ni tiempo ni energías en tales labores.

                Pero saben que es español e imaginan que por aquí tendrá cosas que quiera llevarse para allá. Así que la llamada siguiente es de una empresa de mudanzas internacionales. Que les diga en qué fecha y lugar de España pueden encontrarse con él para que les muestre lo que deben trasladar. ¿Trasladar? Sí, ellos lo embalan, lo llevan, lo almacenan hasta que él tenga su nueva vivienda y se lo ponen en ella cuando corresponda. ¿Qué es lo que se puede trasladar así? Lo que sea, incluso si tenía en España una casa entera, con sus muebles y cualesquiera enseres. Por cierto, si tiene coche aquí, también se lo transportan a Califormia ¿Y quién paga todo eso? La empresa que lo acaba de contratar y con la que todavía no ha empezado a trabajar.

                Continué con mi interrogatorio, preguntándole ahora por cuántos años lo contratan, ya que tanto se esmeran. Contestación: en el contrato está clarito que ellos pueden echarlo cuando quieran y él puede irse cuando le dé la gana, con un pequeño preaviso como única condición. O sea, ¿no te tienen un año o dos a prueba con un sueldo mísero y en pompa? No. ¿No te amarran fuertemente, ya que tanto desembolso hacen de mano contigo? No. O sí, pero de otra manera. ¿Cuál? Pues, aparte del sueldo, le asignan una serie de incentivos que van aumentando cuanto más tiempo trabaje allí y le dan otro pastón en forma de acciones de la compañía, acciones que solo puede vender pasados cinco años y si continúa en la empresa.

                Para que no sea todo hablar de mi retoño y su buena estrella, miren lo que me contó el otro día mi peluquero. Tiene un hijo que estudió Enfermería y que llevaba dos o tres años trabajando en un hospital de una ciudad del Norte de España. Habla inglés, claro, siempre hay que empezar por ahí. Envió el muchacho su currículum a varios hospitales británicos y de uno de él lo llamaron. Que querían hacerle una entrevista y que, por tanto (¡?), le pagaban un billete de avión para ese encuentro. La entrevista salió a pedir de boca y le dijeron que para darle el sí definitivo solo faltaba un pequeño trámite y que ya lo avisarían. ¿Pequeño trámite? A los pocos días, en el hospital español en el que él trabajaba se presentó un delegado del hospital inglés con un cuestionario para la dirección y los jefes del chico, cuestionario en el que se les pedía que evaluaran sus aptitudes y su trabajo. Como también en eso salió bien parado, ya está haciendo las maletas para empezar su nueva vida profesional, ni que decir tiene que con mejor salario. Pero fijémonos: billete de avión para la entrevista, delegado del hospital al que mandan para acá a investigar sobre el candidato, sueldo decente desde el primer momento… Y ningún llanto en las instituciones españolas o de nuestras autoridades sanitarias porque nos arrebaten al joven y muy competente enfermero. A lo mejor hasta estudió con beca en España. Es nuestra manera peculiar de ayudar al desarrollo; al de otros países más ricos que el nuestro, claro.

                Regresemos a la cuestión inicial, una vez expuesto el caso, pero sin perder de vista que ese trato no es único para mi hijo, sino el que aplican a todos cuantos allá incorporan para esos menesteres propios de la empresa, como personal de alto nivel. ¿Son muchos? Sí, son miles, y son gentes de todas las partes del mundo. ¿No es requisito ser de allí, tener el inglés como lengua nativa o ser sobrino de algún gerente? No. Pues vaya, son raros de verdad por esos mundos. Aquí no ocurriría, Dios nos libre.

                Mi hijo estudió en la Universidad de Oviedo, con un año de Erasmus en Dinamarca. Pues algo no cuadra, porque los estudiantes españoles no salen con la debida preparación para que las empresas los acojan. Claro que no, no sirven, al parecer, para las sublimes y muy ejemplares empresas españolas. Ah, caramba, será eso.

                Ay, las empresas españolas, y las instituciones españolas. Ay, la universidad española. Nuestros problemas no están en la materia prima, no es que no haya aquí montones de estudiantes capaces y unos miles de profesores de primera. Nuestros problemas son estructurales y tienen que ver con nuestra condición de sociedad un tanto primitiva, tribal, corrupta y mafiosilla. Lo ilustraré con otra sorprendente historia.

                 Cuando mi hijo hacía su carrera, despotricaba sin misericordia contra la mayoría de sus profesores. No era él un estudiante excepcional, de los que nunca suspenden o sacan nada más que sobresalientes, para nada. Pero quería aprender y tenía una vocación tremenda y una curiosidad infinita en su materia, la informática. Así que él, y otros también, se armaba de libros y estudiaba por su cuenta. Con lo cual, obvio, enseguida descubría cuando el profesor estaba dando gato por liebre o no dominaba su materia. Los profesores por ese motivo interpelados echaban balones fuera, rogaban que no se les interrumpiera o, como máximo, prometían que para el próximo curso revisarían el manual y corregirían errores.

                También había buenos profesores y, en particular, mi hijo siempre me hablaba de uno al que consideraba un genio absoluto y al que admiraba tremendamente. ¿Y cómo le va a ese profesor?, inquiría yo. Fatal, es contratado y están a punto de no renovarle el contrato porque es poco dócil y molesta que sus clases se llenen. Rarísimo, ¿verdad? Cuando mi hijo trabajaba en Ginebra y el profesor aquel seguía en posición inestable y con toda vía de ascenso universitario bloqueada, le preguntaron a mi hijo si no conocía por esos mundos a alguien que fuera muy competente en no sé qué especialidad. Los puso en contacto con su antiguo profesor, se lo llevaron allá, lo contrataron y ahora, pocos años después, allí sigue, magníficamente tratado, ascendiendo y con un fabuloso contrato. Y un marciano se preguntaría si no lamenta la universidad española, o la asturiana al menos, haber perdido a un docente de ese calibre y a un investigador con semejante capacidad. Bien sabemos la respuesta. La respuesta es no, un no rotundo. Bueno, serán problemas y celos en el gremio universitario, pero el marciano (o el norteamericano) podría seguir con su interrogatorio: ¿no captaron los cazatalentos al servicio de las empresas españolas la valía de tal sujeto o la de mi hijo o la de los cientos de titulados de esa misma facultad que acabaron en las mejores empresas mundiales del ramo? Miren cómo son los marcianos, qué simpáticos y qué atontados. ¿Cazatalentos? ¿Empresas españolas batiéndose para llevarse a los mejores? Oiga, marcianito, usted en qué país vive. Sí, en otro planta, bien se nota.

                Universidad y empresa, esa matraca tiene aquí una gracia que no se puede aguantar. Por regla general, y con las excepciones de rigor, a nuestras universidades y a nuestras empresas el talento de los universitarios españoles les importa tanto como una óptica a un topo o el sexo en pareja a un caracol. Así que dejémonos de cuentos de una maldita vez y, al menos, atrevámonos a mirar de frente nuestra cutre realidad. No hay terapia efectiva sin un previo diagnóstico certero. Es lo que hay, y punto, y lo que hay no se mejora a base de milongas sobre la colaboración entre universidades y empresas. Que viene a ser, en esta chistosa nación de naciones, como si colaboraran Al Capone y sus asesores fiscales.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus historias me deprimen y gustan por igual. Pero quisiera que profundizases un poquito más. Dime, si te nombraran Presidente del Gobierno o Ministro de educación como empezarías a cambiar este penoso paisaje ?

Rogelio dijo...

Euro Mierdas Madrid + Euro Mierdes Catalunya = 21.500 millones de euros, para los que sus promotores (Adelson y Bañuelos) deben de buscar financiación y sobre los que me da la nariz que acabará siendo garante final éste que escribe y otros 40 millones de compatriotas más.

De esos 21.500 millones de "inversión" en torno a 3.700 se los deberá ingresar en metálico el estado español en concepto de IVA soportado el primer año si así lo solicitan los empresarios sin esperar a la compensación del IVA repercutido.

De los más de 17.000 millones restantes supongo que 2 tercios serán en concepto de bienes inmuebles y el tercio restante tendrá periodos de amortización más cortos, de forma que no creo que sea aventurado estimar en más de 1000 millones anuales el importe de las amortizaciones que los mendas lerendas podrán detraer anualmente de los hipotéticos beneficios empresariales.

Me juego lo que me sobra de alto que de los más de 200.000 puestos de trabajo que se han barajado no llegará a cubrirse el 10%.

El cambio de modelo ya está aquí: "el unifamiliar ha muerto, viva el resort-casino", de forma que siguiendo la más pura tradición patria mantendremos a los seculares beneficiarios y a los sempiternos burbujo-paganinis.

Para qué cambiar de tercio si total con esos míseros 21.500 millones sólo podría haberse mantenido a 20.000 investigadores- científicos-jóvenes titulados a razón de 55.000 euros por barba durante casi 20 años.

Cambio 100 políticos españoles por:
- 1 político alemán ó
- 1 político sueco ó
- 1 político danés
- 1 político austriaco ó
- 1 político finlandes ó
- 1 político islandés ó .....

Los portes corren de mi cuenta, no se admiten devoluciones, me cago en todo lo que se menea.

Universitario explotado dijo...

Me he sentido identificado con tu entrada ya que estudié la misma carrera y en la misma universidad que tu hijo. Estoy deacuerdo en todo lo que comentas sobre los profesores y la universidad, es muy mejorable, y lo he vivido en primera persona. Aún así doy gracias por haber podido recibir esa educación ya que ahora lo tendría mucho más complicado económicamente (para estudiarla en Princeton necesitas unos 200.000 euros, aunque aqui al paso que vamos...).
Cuando terminé la carrera fui premiado por ser el primero de mi promoción. En aquel momento hubo una fastuosa ceremonia a la que acudió el principe Felipe y toda la casta. Puede decirse que fue mi momento de gloria, ya que después de la foto todos los que estabamos alli no volvimos a tener noticia de aquella gente ni a tener ningún tipo de ayuda, una palmadita en la espalda y adiós a los mejores expedientes.
Después de echar varios curriculums empecé a trabajar en una empresa de consultoría a 30km de mi casa y ganando unos 900 euros al mes (Como dato curioso, cuando comentaba a los otros empleadores que me llamaban que había conseguido ese sueldo no me creían).
Posteriormente me ficharon para una factoría de software en mi propia ciudad. Era una empresa que estaba cogiendo solo a los mejores, premios fin de carrera de telemática o informática de varias ciudades y pagando los "sueldazos" de 1300 euros mensuales. Aunque claro lo que no te decían en la entrevista eran las condiciones de trabajo: Sin internet en el ordenador, sin descanso en las 8 horas diarias, sin poder hablar en la oficina, con una camara enfocándote todo el día, y con broncas del gerente por llegar 5 minutos tarde o por tardar demasiado en una visita al médico. A veces se trabajaban fines de semana y festivos hasta las 12:00. Los proyectos se conseguían gracias a tener en la empresa al primo de una conocida gestora del gobierno central.
La mayoría de la gente que trabajaba allí acabó quemada dejando la profesión (recuerdo que hablamos de los mejores expedientes). Se metieron a profesores, guardias civiles (algunos de ellos quedando los primeros de las oposiciones) freelances, etc..
En mi caso empecé a dar cursos de formación en nuevas tecnologías (para el que no lo sepa gracias al tripartito y las subvenciones a estos cursos han surgido muchas empresas que ofrecen formación cutre para recibir subvenciones). El sueldo no lo comento porque es de risa, y llegué a currar 12 horas diarias. Cuando llevaban 6 meses sin pagarme me busqué mi empresa actual, de la que tampoco voy a dar datos pero es parecida.

Universitario explotado dijo...

Continuo...
En mi empresa actual el primer año hice un esfuerzo increible, trabajé a tope sin dejar en todo el día un minuto de descanso. En proyectos muy importantes,yo solo sin ningún apoyo. En la evaluación anual de desempeño mi jefe me comentó que estaban muy contentos con mi trabajo, que solo tenia cosas positivas que decirme, etc, etc... A lo que yo le pregunté que como repercutía esto en mi salario, y el me contestó que estamos en tiempos de crisis, etc, etc.. En ese momento entendí porqué la mayoría de la gente pasaba del trabajo duro y se dedicaba a navegar, ver vídeos, etc.. algunos llevaban 5 años con el sueldo congelado.
Esta es otra constante de la empresa española, las condiciones con las que entras son para toda la vida a no ser que hagas el amago de cambiarte(si si, como con la compañía del movil).
En ese momento decidí que no aguantaba más, dejé de esforzarme en el trabajo por completo e incluso intenté que me echaran (lo más curioso es que al dejar de trabajar detectaron que los proyectos no avanzaban y contrataron más gente para ayudarme, por lo que incluso ascendí de posición que no de sueldo, otra paradoja: cuanto menos trabajas más subes).
Me empecé a formar en idiomas y en cuanto empecé a hacer entrevistas con empresas de fuera me abrieron los ojos: viajes pagados, chofer, suites en hoteles, tecnologías punta, gente inteligente en la empresa diciendo cosas con sentido, trato de ser humano, sueldos competentes... totalmente diferente a lo que hay aquí.
En fin no me voy a alargar más pero te doy la razón en todo. Lo más denigrante para mi aquí es el trato que dan al trabajador las empresas y como lo queman
Finalmente solo dos apuntes: fuera mayormente buscan gente con varios años de experiencia (seniors)
y esperemos que las carnicas españolas no empiecen a meter mano en ese mercado, porque ya estoy viendo alguna oferta en plan subcontrata fuera de españa. Deberíamos tener un poco más de dignidad y aceptar trabajar sólo contratados por el cliente final.
Un saludo.

Juan Antonio García Amado dijo...

Gracias por el comentario, estimado anónimo (y gracias también, como otras veces, Rogelio). Gracias por ayudar en esta modesta tarea de desenmascarar añagazas e imposturas, tantas mentiras que nos contamos y nos cuentan.
Al hilo de esas condiciones de trabajo por estos lares, añado algún detalle más sobre la empresa gringa de de mi hijo y las que son allí por el estilo. Apenas hay horario de trabajo, lo que cuenta es hacer la tarea y hacerla bien, cuando y donde se quiera. En las instalaciones hay lugares para echarse una siestecilla, si apetece, gimnasios, peluquerías, restaurantes y cuanto pueda hacerle más grata la vida al empleado cumplidor.
Bueno, a lo mejor no estamos tan lejos y esa es también la funcion del cafelito mañanero de los funcionarios.
Lo que me extraña también es que ninguna empresa importante del mundo contrata a un rector o ex rector español, pese a los buenísimos que son. Estudiantes si se marchan, y algunos profesores, pero rectores, ni uno. Raro, raro, raro. ¿Será que nadie sabe apreciar su esfuerzo y calibrar su valía?

Anónimo dijo...

Y ... ¿qué hacer cuando estás en la treintena, quemado por experiencias parecidas a las relatadas por Universitario Explotado (mismo sector), espíritu rebelde y vocación investigadora pero no quieres irte al extranjero?

un amigo dijo...

Efectivamente es un topicazo, la ridiculez absurda de que la universidad debe preparar servilmente para el mundo del trabajo - eso quiere decir que prepararía a gente estructuralmente obsoleta, porque entre que los planes de estudio se definen, las materias se actualizan y la primera promoción acaba una carrera pasan como poco seis/ocho años... - y que renunciaría a todo lo que no sean la miopía del 'emprendedor' de turno aúpado por sus amiguetes. ¿Se imaginan si los altos directivos de la CAM, o de Caja Madrid hubieran definido los programas de la Universidad española?

La universidad tiene que dar los fundamentos conceptuales de la profesión, enseñar a trabajar y a estudiar autónomamente (ésa es la gran diferencia con los estudios secundarios, o con las pseudouniversidades privadas, no los contenidos), y habituar a afrontar problemas (es decir, a pensar, a obtener información, y a contrastarla, y a desconfiar de ella, y a trabajar con ella aún cuando sea incompleta). Eso es enseñar a trabajar. Y tiene que enseñar, lo más importante, a detectar las dos señales que, por separado o conjuntamente, deben impulsar a abandonar inmediatamente una empresa: cuando se para de aprender, o cuando te faltan al respeto. (En algunos casos, véanse comentaristas, estas dos señales se producen simultáneamente en las primeras veinticuatro horas).

Los contraejemplos están bien escogidos, y los comentaristas han puesto el dedo en la llaga - especialmente en la asquerosidad político-inducida de EuroVegas, que es el último clavo en el ataúd de la economía española.

La 'gran' empresa española, en general (con excepción del País Vasco-Navarra y de Cataluña, donde hay un cierto tejido empresarial histórico) responde efectivamente a esos parámetros caricaturizados, pero no tanto, en la entrada. Una experiencia en constructoras e inmobiliarias, el sector estrella de nuestra economía, suele ser un verdadero máster en cohecho y prácticas afines. En el campo de las finanzas, el máster suele ser en alianzas tribales y contabilidad creativa. En las empresas de telecomunicaciones, el máster es en marketing engañoso y abuso concienzudo de los derechos del consumidor. Y así...

Enhorabuena a su chaval. Que cambie muchos países, y que vuelva a España sólo de vacaciones.

Salud,

Anónimo dijo...

Lo del mantra "universidad-empresa" es como tantos otros que periódicamente nuestros iluminados gestores universitarios, que deberían llamarse comisarios políticos universitarios, o al menos aprendizes universitarios de políticos, nos traen para encandilar, despistar y engañar. También tuvimos la "excelencia", que ahora ya (¡menos mal!) de oye menos. Y el "aprender a aprender", que fue de los pioneros. Y los que nos asombrábamos en el momento en que surgieron cada uno éramos los cuatro bichos raros de siempre, porque, admitámoslo, la inmensa mayoría de los currantes del gremio se tragan eso y mucho más sin pensar, porque para qué pensar por uno mismo en este trabajo, como si tuviera algo que ver con el trabajo en sí, que tenemos unas cosas...

Exiliado dijo...

Creo que esta entrada aborda dos asuntos diferentes (aunque conectados): por una parte, la relación entre la universidad y el mundo empresarial/laboral y, por otra, las condiciones de trabajo en España y fuera de ella.

En relación con el primer punto, con razón de pueden criticar las loas a la relación con el mundo empresarial que provienen de algunos funcionarios universitarios que no aguantarían ni un día en el sector privado de cualquier país. Pero de ahí a condenar con carácter general la conexión con el mundo real una vez que se acaben los estudios hay un trecho enorme. Esa conexión existe y funciona en otros países, no sólo en los “anglosajones”, donde lo contrario seria impensable, sino también en otros como Alemania, donde los estudiantes universitarios habitualmente tienen que realizar prácticas en empresas antes de obtener su diploma.

En cuanto a las condiciones laborales, y tras diez años trabajando fuera de España, coincido plenamente con los comentarios del profesor García Amado. Obviamente, las condiciones fabulosas que describe referidas a su hijo no están a disposición de todo el mundo pero sí es cierto que en general se trata con respecto al asalariado y que si éste rinde adecuadamente existe un interés genuino por parte del empresario o gestor en mantenerlo contento para que no se vaya. No he visto en países del centro/norte de Europa los horarios interminables que tanto abundan en España y cuando por razones puntuales hay que echar más horas se compensan con vacaciones adicionales.

Resulta demasiado fácil vilipendiar al empresario español y hacerlo responsable de numerosos males, como si formara parte de una especie diferente a la nuestra. Que yo sepa, no provienen de una cepa especial así que supongo que tiene las mismas miserias que el resto de la población. Por otra parte, no estaría mal que más españoles tuvieran espíritu empresarial en lugar de soñar con ser funcionarios o, en el mejor de los casos, asalariados.

Miguel dijo...

A lo que cuentas añado lo siguiente: llevo 12 años desarrollando proyectos de consultoría para empresas privadas desde la universidad. Esta actividad les trae al fresco, excepto para coger un porcentaje de lo que facturo y ponerme todas las pegas que se les ocurren. Se ve que tampoco interesa tanto desarrollar de verdad vínculos entre universidad y empresa. Cordialmente

troffed dijo...

Estoy de acuerdo en la mayoría de argumentos expuestos, y quisiera lanzar una pregunta: ¿No será, en parte, que el entorno fiscal y social no es el más adecuado para crear empresas como la de California?

Aquí, desde el día cero machacan, tanto a empleado como a empleador, a impuestos, cuando la empresa ni siquiera ha empezado a rodar.