22 septiembre, 2015

¿Y a mí qué si se independizan los catalanes?



                Llevo una temporada ya larga escribiendo poco aquí. Además de que cada día tengo más líos y menos tiempo, reconozco que también se me marchita el ánimo. Mis pretensiones cuando le doy a la tecla no son altas, no sueño con cambiar el mundo, ni siquiera con influir en algún cuñado. Para nada. Pero hay dos cosas que me echan para atrás, más cada día. Una, que casi siempre que se me viene una idea pienso que si la escribo a mí manera y con los debidos ejemplos, se me van a ofender dos o tres amigos, que se van a dar por aludidos o representados en lo peor de mi narración. Unas veces lo creerían sin razón y otras, muchas, con ella. Mi ambiente social y profesional de profesores burguesitos, culiapretados y cagapoquitos no es ni intelectualmente estimulante ni moralmente ejemplar, no. Y asumo la parte que me toca, cómo no.

                La otra cosa, que me fatiga mucho y me aburre una barbaridad la reacción esperable e ineludible de cualquier pijoprogre barrigudo, bonvivant, inconsecuente e hinchapelotas, de esos que llevan el eslogan por montera y le aplican a uno el tópico como si fuera en verdad un calificativo que, en su boca, algo calificara. El pijoprogre, sea cual sea su estatuto nominal o el número de páginas de su currículum, es antes que nada un zascandil que ni hace ni deja hacer y que, encima, se encuentra a sí mismo guapetón e interesante, en su bien cebada inanidad. No tengo empatía con los conservadores, me revientan los fanáticos, me ponen de los nervios los violentos, abusones y maltratadores, detesto a los arbitrarios, abomino de los corruptos, pero no soportar, lo que se dice no soportar y lo que es que me venga la arcada, se me dañe el cutis y se me alteren malamente hasta las más recónditas glándulas, eso me pasa nada más que con los pijoprogres. En fin, cada cual lleva su cruz y cada uuno ha de vivir con sus prejuicios a cuestas.

                Bueno, pues no sé, esas serán excusas para mi pereza o maneras de ocultar que se me fue la inspiración. Da igual. Traigo todo esto a cuento porque yo mismo me vengo preguntando por qué no trato de escribir algo serio sobre el llamado proceso catalán, sobre lo de la independencia, las elecciones plebiscitarias y tal. Y me contesto que cómo va uno a pensar y decir cosas serias sobre semejante pamplina, cósmica broma, ópera bufa en la que todo un elenco de acreditados ladrones juega a mosqueteros. No, en serio no me sale nada presentable y como broma ya resulta pesada, todo el país dale que te dale y que si Más que si las encuestas, que si el 27 de septiembre.

                Para colmo y suprema perplejidad, uno es jurista, o por tal se tiene. Porque entre echadores de cartas, quiromantes, enterradores, castradores de pollos, poceros, modelos de alta costura, futbolistas de segunda o directores de cine con faros antiniebla, el tema aun puede tener un pasar y no se descarta que se crean alguna cosa o se lo tomen en serio todo. Pero un jurista que sin estar de guasa se plantee el tema de las declaraciones unilaterales de independencia es como un oftalmólogo que quiera curar el mal de ojo o como un podólogo que inscriba los juanetes en el registro civil: o demente sin remisión o humorista excelso. Porque vamos a ver, hasta el más torpón y lerdo de los que algo de leyes saben capta a la primera que es pura coña el que, por ejemplo, los de mi pueblo o mi barrio mañana vayamos y nos declaremos unilateralmente noruegos, o socios del Real Madrid u oficiales del Ejército del Aire, y que tengamos que serlo y vayamos  a serlo porque así nos hemos declarado, ea. Igual da que así nos declaremos previa votación en la zona o mediante documento notarial por todos nosotros suscrito o que lo juremos ante el altar de Manitú. Porque no, porque eso no va así. ¿Y por qué no va así? Pues por lo mismo que un coche no anda para atrás si le metes la marcha para que vaya hacia adelante o que en un teclado no te sale la jota si pulsas la uve.

                Mañana todos los que vivimos en la provincia de León corremos a votar y decidimos que aquí se aplica pena de muerte al delito de violación. ¿Cabe? No. Mecachis, pero si es la voluntad de los leoneses, manifestada por unanimidad, apabullante y rotunda. Da igual. Autoritario, antidemócrata, tirano, déspota, hedonista, todo eso es usted. Seré lo que usted quiera, pero las cosas son como son y funcionan como funcionan. Es una lástima, ciertamente, porque a mí me encantaría declararme unilateralmente casado con Jessica Alba y luego que consumáramos como corresponde y en plan bilateral por un rato. Pero no va así. Los que creen que va así son los niños muy pequeños, los miembros de algunas sectas religiosas, los que se exponen a tratamiento excesivo con alucinógenos y los hipnotizados por la oratoria de un tres por ciento de ladrones. Pero sería bonito, ¿o no? No sé, pero también sería bonito que en Asturias lloviera menos en verano, y no hay dios que pare la lluvia a base de referendos o plebiscitos.

                ¿Los juristas catalanes (profesores, abogados, jueces…) que yo conozco y que están a favor del “proceso” saben esto? Pues claro. Es como si me preguntan si los matemáticos catalanes que conozco están al tanto de que dos más dos son cuatro. Y si lo saben, ¿por qué siguen erre que erre o callan como si les hubieran introducido en la boca un tres por ciento erecto? Porque a lo mejor a base de votaciones, declaraciones y singularidades varias sacan unas pelas. Ah, entonces sí tiene sentido. Como el que invoca los milagros de Fátima y luego pasa la bandeja entre los feligreses para tomarse unas copichuelas más tarde con las limosnas. Vale, por ese lado se entiende y está bien. Como cuando el cónyuge dice que se te divorcia y que puedes arreglarlo para unos años más con un visón, un Porsche o un crucero a tus expensas.

                Pero juguemos un ratito a que lo inviable fuera posible y lo imposible se realizara. Que por fas o nefás, porque nos ponemos todos de acuerdo en un periquete o porque se aparece San Jorge a lomos de un dragón ambiguo y nos dice que ya está y que Cataluña es independiente y no hay más que hablar y todos contestamos que de acuerdo y hágase. Súbito desenlace feliz, desparrame precoz y nuevo Estado al canto. Lograron su propósito los que pugnaban por la independencia y se cumplió lo que no querían evitar los que callaban porque no se sentían ni chicha ni limioná y total por qué vas a optar si la vida son cuatro días y este ojo lo tengo a Trueba de bomba.

                Y, aceptando como real la rebuscada hipótesis y como si uno no fuera jurista, sino pardillo convergente, me pongo a preguntarme y me pregunto: ¿a mí, lo que es a mí, eso me perjudicaría o me beneficiaría? Y colijo que a uno, con sus años, su profesión, el estado de su hipoteca -ya me falta poco- y algún pariente en el extranjero con posibles para echar una buena mano si pintan bastos, no lo perjudicaría la independencia de Cataluña; creo. Esto lo digo sin consideración al Derecho y a base de puro cálculo interesado, en plan catalán de señorito deme algo o me entrego toda a otro o a mí misma conmigo misma y a mayor gloria del Onán apócrifo.

                Que no, que a mí no me perjudica y puedo dormir bien tranquilo y con los saberes jurídicos en el mismo vaso que la dentadura postiza. Otra cosa es que ellos, muchos, no lo vean con esta claridad meridiana con que lo percibo yo, pero ese no es mi problema y allá cada cual con sus dioptrías o si lleva el ojo por libre. Pondré sólo dos ejemplos de distinta índole.

                Los que enseñamos en la universidad andamos cada dos por tres elaborando proyectos de investigación para sacar dineros para nuestras investigaciones y todo eso. Así podemos comprar para nuestras instituciones y usar nosotros libros, aparatejos de laboratorio y cosas así. Hace un par de meses se publicó la última convocatoria para proyectos que ha de financiar el ministerio español del ramo. Ahora se va a empezar a evaluar las solicitudes. Para noviembre, cuando en mi hipótesis juguetona Cataluña ya será independiente, no se habrá resuelto el concurso. Y pregunta un servidor: ¿los investigadores catalanes que se presentaron y solicitan esa financiación se retirarán por sí en ese momento o serán sin más vueltas excluidos? ¿Los que están cobrando porque les fue bien en la convocatoria anterior o en la penúltima, imaginarán que después de la independencia se les va a seguir librando cada anualidad pendiente?

                Bien, ellos que piensen lo que quieran o que se solacen en sus lúbricas ensoñaciones, pero yo creo que a mí me cae de rebote una pedrea. Porque es evidente que no va el Estado este de uno a pagarles proyectos a los investigadores extranjeros, sean catalanes o polacos. Así que, mira por dónde, a lo mejor me dan a mí más dinerete por el proyecto en curso o para el que solicite el año entrante. Miel sobre hojuelas.

                Segundo asunto. En fútbol, mis amores están con el Sporting de Gijón. Sufrimiento seguro. Acabamos de subir a primera división después de unos años en el purgatorio de abajo. Atroz miedo a un descenso el año próximo. Ah, pero digo yo, como jurista o como aficionado sin pretensiones, que en cuanto sea Cataluña independiente dentro de unos meses, sus dos equipos en primera división de la liga española, el Barcelona y el Español, hacen mutis por el estadio y se van a jugar con los que comparten su singularidad y son carne de su carne y nación de su nación. Consecuencia para mi querido equipo: como se han dado dos equipos de baja…, dos menos que tendrán que descender a segunda ese año, si es que la liga se va a seguir jugando entre dieciocho; supongo. Menos riesgo para mi Sporting.

                No veo más que ventajas para mí, sinceramente lo digo. ¿Qué mis dos ejemplos son chuscos, pelín tontainas y malamente argumentados en el fondo? Ciertamente. Pero ese es el tono. Porque no pretenderán ustedes que hable completamente en serio con todos aquellos que están de la cabeza peor que yo; ni que sea intelectualmente honesto con los Mas y los de su pandilla, connacionales de Alí Babá.

                A ver si ustedes adivinan por qué se me viene esta anécdota que ahora les cuento y dónde puede estar la relación con el otro caso y los supuestos de hace un momento. Una vez andaba de copas nocturnas con un querido compañero y se puso a referirme historias de su lejano divorcio. Estábamos en esas. Este amigo me narró que cuando él conoció a la siguiente y quiso irse a vivir con ella y a disfrutar ese amor nuevo, le dijo a la aun vigente que por qué no se arreglaban de a tres y pelillos a la mar, tengamos altura de miras y no echemos por la borda esta nuestra relación de tantos años porque yo quiera ahora estar con otra y puesto que me duele perder para siempre los polvazos contigo. Recibió una patada en el culo, como era de esperar. Me reconocía, al cabo del tiempo, que había sido una obnubilación. Lo había sido, sí.  Ni yo con mis proyectos ni el Sporting en su liga estamos dispuestos a ser dependientes de los independientes ni a poner la cama o el estadio a los que se hayan marchado con otros. Así es el amor y así es la vida, vida.

                Lo que sí muy en serio pido es que todo esto pase pronto, por favor, que se termine, que digamos que sí y que hasta luego, Lucas, o que no y que ya vale. Pero que se acabe. No se soporta tanto ruido, tanto hedor, tanta estulticia, tanta peste, tanto personaje buscando su momento de gloria a base de de descoyuntarnos la paciencia. Quiero independizarme de todo eso, aunque me suponga ir a vivir a la Conchinchina o a lo alto de una montaña perdida en los Picos de Europa. Donde no haya ni pijoprogres a la virolé ni nacionalistas pelmazos ni colegas calculadores.

                ¿O qué podemos hacer?

3 comentarios:

Calvanki dijo...

Pues yo estoy esperando esa argumentación seria sobre "el proceso"; aunque con la presente me he divertido mucho.

David Urquiza dijo...

Yo lo veo igual de inspirado que siempre, no se desanime usted.

Anónimo dijo...

Donad sangre, sobre todo de los tipos A y O.

Por favor.

David.