29 noviembre, 2005

Burriprofes

Aterrizaje en la Facultad. Brusco. Esperaban los papeles. Nos devora la burocracia. La consigna es clara, prohibido leer, o hágalo usted en su casa. Aquí estamos para hacer papeles, ¿o qué se creía usted, so listillo? Es la regla de hierro de la famosa institución de educación superior: cuanto más alto subes en el escalafón docente e investigador, más papeles, no vaya usted a dedicarse a preparar las clases en serio, o a escribir un libro, cómo se le ocurre. Igualación por abajo. Ante el impreso por rellenar, todos los mortales somos iguales, igual de idiotas.
Menos mal que la cosa se adereza con anécdotas que enseñan que la cosa no es que esté mal, no; está peor. Toca recopilar curricula de colegas (reservemos lo de compañero para ocasiones más nobles). Llega el momento sublime, casi rutina. Un profesor con tanta edad como lagunas entrega su curriculum resumido. Aclaremos para empezar que a los profesores que acreditan cierta investigación a lo largo de seis años se les otorga un pequeño complemento que coloquialmente llamamos sexenio. Pues este buen hombre y ejemplar padre de familia alega lo siguiente por escrito: "un sesenio de investigación". Así, con ese de seso. Será que tiene rica actividad sesual. Y que nadie le levante la voz, que se duele de su disnidá profesional.
Otros/as lo tienen aún más claro. Hacemos proyectos de nuevas enseñanzas. Al buscar profesorado al efecto, algunos/as de los más ocupados/as en sus cosos/as, responden así ante la petición de que enseñen algunas horitas más de las pocas que tienen.: ¿es obligatorióoo? Fundamentan bien su negativa: es que estoy harto/a de que me exploten. Y salen corriendo para Carrefour, hija, que se me acabaron los pañales/as.
Viene nueva ley de reforma universitaria. Debería titularse de defolma universitaria. Así, gangoso y todo. La única reforma seria comenzaría por un examen de ortografía. Y el que haga más de dos faltas por párrafo, para casa. A hacer lo de siempre, pero sin estafarnos con su sueldo.
¿Hago mal por decirlo? En este país todo el mundo es igual por decreto y se considera de mal gusto recordarle su condición borriquil al zoquete de al lado. Soy un mal compañero. Pues vale.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Algunos profesores, dice usted, preguntan si lo de enseñar algunas horas más de las pocas que tienen es obligatorio, que tienen que ir a comprar a carrefour. Seguramente el error sea pedirles, precisamente a esos, que enseñen una hora más. Conozco un poco el mundo de la universidad y sé que los que más saben, los mejores, los más cultos, los más inquietos, los más interesantes, los profesores con "p" mayúscula, son también siempre los que más ganas tienen de enseñar, los que se apuntan a todo (clases, cursos, conferencias, tutorías, debates, seminarios), los que se embarcan en cualquier proyecto medianamente serio, los que no reparan en horas ni se dejan desmotivar por la desgana de los alumnos. Esos nunca le preguntarían si es obligatorio, o si es compatible con el horario de carrefour. Lo que pasa es que muchos de los otros, la mayoría de los que sí preguntan eso, son funcionarios, y algo habrá que hacer con ellos hasta que se jubilen. Por eso hay que incluirlos en proyectos y en masters y en cursos de verano y de doctorado, aún sabiendo que lo harán mal, muy mal, que no aportarán nada porque no tienen nada que enseñar, que no se tomarán el más mínimo interés, que rescatarán de algún cajón papeles amarillos y se limitarán a leerlos en voz alta. Son funcionarios y algo hay que hacer con ellos. Ojalá los jubilasen, con el sueldo íntegro, con más sueldo incluso, aunque aún no hayan cumplido los cuarenta, pero dejarles participar en la vida universitaria, permitirles deambular como cadáveres analfabetos por las aulas y los seminarios sólo sirve para desprestigiar, aún más, la universidad, para minarla desde dentro. Son el cáncer de la enseñanza universitaria, y habría que echarlos aunque para ello hubiese que darles mucho dinero.

Anónimo dijo...

De 10.30 á 11.30; de 11.30 á 12.30, etc. Así figura en el horario de mi centro de trabajo: un estilizado acento sobre la "a". Manifesté a la dirección del centro mis dudas respecto al acento: ah... que hay un acento... ya... no, no debería haberlo, no... pero no es culpa nuestra: es el programa informático. Y no se puede hacer nada, eh? Es una casilla que no te deja cambiar. Y tampoco vamos a insistir, que luego nos llaman quejicas y puntillosos y dicen que siempre estamos igual.
Mi centro de trabajo es una facultad, de una universidad, de esta España mía, esta España nuestra. Presiento que esa "a" con acento va a permanecer en los horarios mucho más que yo. Por culpa del programa informático.