29 agosto, 2011

¿Educar en valores?

No hay reunión amistosa o familiar de personas relacionadas con niños y jovenzuelos que no acabe en disquisiciones sobre lo rebeldes e incontrolables que salen ahora los pequeñajos. Normalmente no se llega a concluir nada, pues, si hay algún mocoso cerca, se pondrá a gritar o a montar numeritos para que los mayores no puedan hablar y para ser él el centro único de la atención. Entrecortadamente, los adultos acaban sosteniendo que educar y domesticar un poco a la prole es poco menos que imposible y que, a la postre, todo depende de que los hijos nazcan dóciles y reposados; si no, nada que hacer, resignación y a resistir. Que no aceptan normas ni órdenes las criaturas, vaya, y que no queda más que hacerse a la idea y abandonarse a su imperio.

Falso de toda falsedad. Hay detalles significativos que indican lo erróneo de la tesis de fondo y marcan por dónde debe ir la reflexión. Mencionemos un par de ellos. Creo que no conozco ningún niño de más de dos años que no tenga perfectamente asumida la regla de que no puede cruzar la calle si no es de la mano y bajo la vigilancia de una persona mayor. ¿Acaso nacen predispuestos para el acatamiento nada más que de las normas de circulación? Mi hija, desde bien chiquita, se para cuando en un paso de peatones ve el semáforo en rojo y hasta se permite criticar a los que entonces cruzan. ¿Será que no entienden más normas que las de los semáforos?

Mi hija es celiaca. Ya nos habían dicho que el riesgo de que se tome por su cuenta alguna chuchería con gluten es muy escaso a partir de, poco más o menos, los tres años, pues asimilan las indicaciones de que deben preguntar siempre si el alimento o golosina que fuera de casa les den tiene o no tiene gluten. Ella ahora tiene cuatro años y ni ante la más tentadora de las tartas sucumbe sin la pertinente averiguación previa. No es especial mérito suyo, al parecer, pues todos los celiacos aprenden a comportarse así con los alimentos. No solo eso, pues, de propina, se conducen con un punto de orgullo cuando se atienen a esas pautas y demuestran que las entienden y saben acatarlas.

Sin embargo, por lo común esos mismos niños no dejan de gritar en la mesa o no aceptan permanecer en ella correctamente sentados durante las comidas. Los ejemplos de rebeldías cotidianas constantes que cabría enumerar son infinitos. Si no les apetece el baño, también se alteran y rugen; si no tienen ganas de la comida que toca ese día, reclaman otra a voz en grito; si se les ruega que dejen de gritar, vocean más fuerte; si no se les compra el muñequillo que acaban de ver en el escaparate, son capaces de ciscarse en los muertos del progenitor y de tirarse al suelo en pleno ataque histérico. Y así con la mayoría de las cosas.

Solo hay que pensar dónde están las diferencias, por qué son tan distintas de esas las reacciones a la hora de atravesar la calle y de comer o no el pastel según que lleve o no lleve gluten. Diríase que la respuesta es sencilla: los padres y adultos en general han llevado por el libro y consecuentemente la imposición de aquellas normas a los enanos. ¿Por qué? Porque a todo el mundo le aterra que a su hijo o sobrino se lo atropelle un coche o se le intoxique. El esquema es simple, norma que se tiene por importante es norma que se impone congruente y constantemente, respaldada por la correspondiente explicación, y que el niño incorpora sin traumas ni problemas, hasta con satisfacción.

¿Y las otras? Las otras no se hacen valer ni se transmiten de esa manera porque los mayores hemos dejado de verles el fundamento. Y esto es así por dos razones: porque nosotros mismos ya no somos capaces de dar cuenta convincentemente de la justificación de esas normas que prescriben que hay que comer civilizadamente y no como un animal, o que se debe respetar el turno de palabra, o que no se debe imponer el propio deseo a voz en grito, o que no se puede comprar todo lo que se antoja. Y así todo. Y, en segundo lugar, porque nosotros, ciudadanos, estamos reñidos con la propia idea de norma. Estamos, aquí y ahora, poseídos por la sospecha de que toda regla social, incluidas las más elementales reglas de cortesía, es una imposición autoritaria que contraviene la natural y muy benéfica espontaneidad de los humanos, buenísimos por naturaleza, adorables por designio divino. Mientras el sádico de seis años apuñala al abuelo, siempre suena la voz de algún pariente que proclama aquello de bah, déjalo, pobrecito, los niños son así y no los vas a castigar por eso. Y cuando la criatura dolosamente estampa contra el suelo el huevo frito que había para la cena, el padre y la madre se levantan disciplinadamente a prepararle los macarrones con tomate que más le gustan, pobrecillo mío, criaturita tierna. Luego esos macarrones solicitados tampoco los va a comer, pero al menos se ha divertido viendo que sus parientes son una panda de gilipollas sumisos. De propina, como esos familiares tampoco están dispuestos a aceptar que su hijo es un hijo de la gran puta y ellos unos cantamañanas esclavizados, al día siguiente lo llevan al pediatra por si tiene una oclusión intestinal o unas decimillas de fiebre, mi sol, pues buscamos un dictamen médico que nos libre de asumir la evidencia, la evidencia de que nosotros somos unos pringados y al niño lo hemos convertido en un engendro inclemente.

Se padece una clara situación de anomia. Pero no la padecen los niños, sino los padres y adultos en general. La capacidad de los bien pequeños para asimilar normas y comportarse de acuerdo con ellas es poco menos que infinita. Pero para transmitírselas hay que creérselas y ha de vérseles el sentido y razón de ser. Y ahí es donde nos duele.

Si usted impone a su hijo la pauta de que las calles tiene que cruzarlas a la pata coja o con una mano en cada oreja, se está comportando con él como un tirano bien autoritario, como un sádico que abusa. Si le dice que no puede cruzar si no es de su mano y mirando a los dos lados de la carretera y al semáforo y por el paso de cebra, hace algo bien razonable. ¿Y si se trata de normas de elemental cortesía, como la de que no se corretea entre las mesas de los demás comensales del restaurante, o que no se mete el dedo en la sopa del vecino, o no se pone uno a cantar a grito pelado mientras los demás comensales conversan, o que no se practica la puntería con la pistola de agua en la calva del abuelo que desayuna? Casi todos los niños que conozco cruzan las vías públicas como mayorcitos responsables e incumplen todas esas otras indicaciones. ¿Será su culpa? No, es la nuestra. Tal vez inconscientemente pensamos que en todo lo que no ponga en peligro la vida propia, como al atravesar la calle, lo ideal es comportarse como un cerdo. Se lo permitimos a ellos porque nos apetecería a nosotros. ¿Quién no ha fantaseado con lanzarle a la suegra un escupitajo de garbanzos durante el cocido de los domingos? Yo no, de verdad (este blog lo lee mucha gente, no toda lejana). Pero otros, seguro que sí, la mayoría. Y a lo mejor es que nos sentimos realizados cuando es un hijo nuestro el que se pone salvaje y, para mayor gozo, impunemente.

Hay una secuencia lógica y por eso se explican algunos misterios de muchos de los ya jóvenes que a diario observamos con perplejidad. Comida casera, tal vez con unos cuantos invitados. Al acabar, los más adultos se levantan y recogen la mesa. Ya también los varones, por fortuna. ¿Quiénes se quedan sentados como si el asunto no fuera con ellos o todo el resto fuera personal del servicio doméstico, como si tuvieran plomo en el culo? Los jóvenes de trece a treinta años. Con un par. Sin remordimientos. Con expresión feliz en su cara gorda. Si alguien los reconviene, se alzan pausadamente y llevan un plato a la cocina, por lo general el suyo. Solo uno y lentamente. De vuelta, agotados, lanzan sus posaderas contra la silla con gesto de agotamiento y fastidio. Si lo llego a saber, me quedo en mi habitación con el ordenador, tal parece que nos indican. Tal vez una abuela bondadosa murmura que pobrecitos, que no molestemos al chaval, que ha estudiado mucho esta temporada y anda con estrés. Ha suspendido casi todas las asignaturas, el muy jodido, pero debe de estar para el arrastre. Es una vida muy dura esa de tener que despertarse cada día al cabo de doce horas de sueño y unas cuantas pajillas.

Sí, doce horas. ¿Ustedes se han fijado en cuánto duerme este personal juvenil? Mucho, a las horas que les gustan. Los hay, en abundancia, que no han contemplado un amanecer desde hace un lustro, a menos que sea antes de acostarse. A la quinta vez que la mamá ha tocado en su puerta para comunicarle que la comida se enfría y que los tíos y los abuelos han llegado hace rato, pues hoy es el cumpleaños del propio sujeto y hasta han traído regalos y tarta, el cretino con acné aparece en estado semicomatoso y con cara de hastío. No pronuncia palabra durante el ágape y se larga apresuradamente, previa petición de las llaves del Audi, pues su Ibiza lo tiene en el taller porque el otro día le dio un golpe, qué mala pata.

A los cafés, la supuesta familia diserta sobre las dificultades de la educación actual y lo poco que enseñan en los colegios. Acaba saliendo el tema de que el chico no le ha tomado el gusto a Derecho y, al cabo de tres años y cinco asignaturas superadas, ahora quiere ir a estudiar cine en Valencia. A ver si vamos a tener un Almodóvar en la familia, sería genial, fantasea la tía Marisol, soltera y madrina del genio. Pues habrá que pedir un crédito para que el muchacho pueda seguir su vocación, afirma el padre, a lo que el tío Pepe replica que lo de los créditos se ha vuelto imposible porque los bancos ya no te dan un duro y que menudos sinvergüenzas los de las finanzas. El resto de la sobremesa versa sobre las injusticias del capitalismo y que lo que pasa es que hay mucha corrupción y mucho zángano. Nadie se da por aludido.

Cuando en realidad las reformas constitucionales y legales habría que hacerlas para poner atenuantes a unos cuantos supuestos del delito de parricidio. O para despenalizarlo.

17 comentarios:

JOVEN TÖRLESS dijo...

lo que importa es " realizarse ". Ha fracturado la socialización disciplinaria. ES EL SUJETO POSTMODERNO, UN SUJETO ADOLESCENTE EVITERNO E INMADURO DE LOS PIES A LA CABEZA. LO QUE IMPORTA ES " RALIZARSE". YA QUEDAN POCOS SEMINARIOS, ESCUELAS-CÁRCELES, ETC.

Anónimo dijo...

ESCUELAS-CUARTELES, CUARTELES, TRABAJOS EN TALLERES DESDE LOS 12 AÑOS, INFANCIAS EXPLOTADAS EN LAS CLASES POPULARES, DURANTE EL FRANQUISMO, NACIONALCATOLICISMO IMPERANTE POR DOQUIER, LUEGO, VINIERON LAS " FAMILIAS CONSENTIDORAS" QUE FABRICAN PIJIPROGRES QUE SON MÁS CONSERVADORES QUE DIOS EN MATERIAS REALMENTE SOCIALES, NO SÓLO HACERSE GAYS Y LLEVAR PENDIENTES O PIERCINGS, ETC, ETC, SOCIEDADES PENDULARES, ANÓMICAS, DE " PROGRESO DECADENTE " Y LLENAS DE FREE RIDERS QUE ODIAN EL ESFUERZO, EL SACRIFICIO, Y TIENEN COMO TIMBRE DE HONOR, DESPRECIARLO O RIDICULIZARLO. ES EL " ESTADO DE BIENESTAR ", DONDE SER JOVEN, INCLUSO SI ERES DE ESE 35% CON SUELDOS SUPERIORES A 11OO EUROS, ESTÁ MUY JODIDO, PORQUE NO HAY REFERENTES MÁS QUE PIES DE BARRO, NO SE LEE UN PIJO, ESTÁ " OPERACIÓN TRIUNFO", TELECINCO, UN 50% DE DESEMPLEO JUVENIL,

VALORES EN EL BANCO dijo...

" NO HAY REFERENTES MÁS QUE DE DE PIES DE DE BARRO, CASI PREFERÍA EL PÓSTER DEL CHE " DICHO POR PADRE " CONSENTIDOR" FABRICADOR DE PIJIPROGRES, MÁS CONSERVADORES QUE DIOS, EN LO REALMENTE IMPORTANTE: PARTICIPACIÓN, CAMBIO DEMOCRÁTICO, DEFENSA DEL ESTADO SOCIAL, SOLIDARIDAD, ETC.

educar en valores odiados dijo...

educar en la responsabilidad, la honestidad, la puntualidad, la familia, la decencia, aprender, docilidad, sensibilidad, crítica constructiva, comunicación, compasión, servicio, voluntad, paciencia, sencillez, amistad, respeto, alegría, gratitud, sinceridad, laboriosidad, generosidad, solidaridad, prudencia, autodominio, sacrificio, desprendimiento, optimismo, amor, superación, comprensión, bondad, lealtad, empatía, responsabilidad

PSICOLOGÍA ANALÍTICA dijo...

PRODUCTO DE LA SOBRESATURACIÓN, O TITANES O PSICÓPATAS. CAERÁN EN EL " TITANISMO " O EN PSICOPATÍAS. TENDRÁN DELIRIOS DE GRANDEZA INSOPORTABLES Y SOBERBIOS HASTA DECIR BASTA, EGOLATRÍAS MIMOSAS Y CONSENTIDAS O SERÁN PSICÓPATAS DE LA KATANA O ALGO ASÍ. PUES ÉSO.

Anónimo dijo...

un mundo de tiranos nos aguarda

roland freisler dijo...

Recomiendo a los amigos del blog la conferencia que se recoge en YOUTUBE del profesor García Amado titulada ¿dónde va el Derecho actual?
Especialmente recomiendo a partir del minuto 7:30 y hasta el 13:10 de la parte 3ª simplemente magistral el razonamiento.
Como defectillos y siempre, desde el punto de vista de una mente obtusa como la del que esto escribe, el profesor no señala claramente cuales son las 3 paradojas de nuestro Derecho actual.

Rogelio dijo...

Cada uno es hijo de su tiempo y no pudiendo por menos que estar de acuerdo con todo lo expuesto por el profesor me parece que el problema de fondo es la decadencia de la sociedad occidental, derivada de la facilidad de satisfacción de sus necesidades básicas.

Hoy a un joven le pica la entrepierna y se pasa por la piedra a una docena de beldades/noche, si la cosa se pone cuesta arriba se compra un bote de Axe y acaba el día tísico.

Si le entra el hambre abre el frigorífico y tarda más tiempo en decidirse en la variedad de yogur que se va a meter entre pecho y espalda que en dar cuenta de él.

Ahora lo más estresante es pensar que el vecino se ha echado un VW Tuareg 8.0 TDI modelo del 2013 y tú aun estás pagando las letras del Mierdeces clase F del 2002 y que encima han sacado nueva versión con lo que todo el mundo va a concluir que eres un gualdrapas muerto de hambre.

Nos enfrentamos a un vacio existencial de 100 pares de cojones y la juventud tiene todas las de perder.

Anónimo dijo...

Lipovetsky habla de la " era del vacío ", que convierte a los niños en máquinas omni-deseantes, caprichosas.
Hay muchos " sujetos postmodernos " que ejercen su poder tiránicamente sobre los más cercanos, en un tiempo de vacuidad, mimetismos, excesos, consumismo y " sociedad del espectáculo ".
Muchos jóvenes llevan una vida similar a la vivida por Nerón o Calígula, pero no hay culpa; todos perseguimos la " eterna juventud ", que para serlo de verdad, tiene que ser irresponsable, anómica, un poco cruel hacia los feos moralistas y mayores, ostentosa y sujeta a adicciones de algún tipo

Anónimo dijo...

HAN SURGIDO NUEVOS VALORES CON FUERZA: LA TOLERANCIA, EL HEDONISMO, EL RELATIVISMO, LIBERACIÓN SEXUAL, EL HUMOR, LA RISA, NEOINDIVIDUALISMO DE TIPO NARCISISTA, EL RESPETO ESCRUPULOSO POR EL PLURALISMO, LOS DERECHOS FUNDAMENTALES, Y LAS LIBERTADES PÚBLICAS, EL ASENTAMIENTO DE VALORES PROPIOS DE UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA, AUNQUE POCO PARTICIPATIVA Y DE BAJA CALIDAD, ETC.

VALORES DEMOCRÁTICOS, VALORES DE PERFECCIONAMIENTO INDIVIDUAL, VALORES LAICOS Y ESTÉTICOS, NUNCA HUBO TANTOS VALORES COMO AHORA, Y POR ESO ESTAMOS SOBRESATURADOS DE " SENTIDOS VITALES ", Y NOS PUEDEN LA ANSIEDAD Y LA ANGUSTIA, EL NO SABER REALMENTE QUÉ HACER, CON JÓVENES DE BOTELLÓN, MALCRIADOS Y HASTA CASI HASTIADOS DE TODO, JÓVENES MITIFICADOS POR LA PUBLICIDAD Y LA ADULACIÓN CONSUMISTA, QUE LUEGO ACCEDERÁN AL MERCADO LABORAL A LOS 35 AÑOS, CON UN POCO DE SUERTE...

HUXLEY dijo...

si existen valores, existirán "antivalores" o "contravalores", ¿ qué antivalores o contravalores, está muy mal visto hablar en estos términos en ambientes pseudoprogres, circulan, influyen y predominan actualmente?

¿ Qué "contravalores" existen en auge ?

SIN ACRITUD dijo...

todo vale, el goce ha devenido obligación, nihilismo y psicopatías, al poder!!!!!

SEVERINO dijo...

educar en valores cívicos, espirituales y morales, luego que la criaturita decida,...

educar en valores religiosos, ¿ por qué no ? educar en valores de fé, esperanza y caridad.

lo que mola son los tatoos, ser gay y cagarse en todo, cuando no puede realizar " mi sueño " autista, educamos para el suicidio, la ansiedad narcisista, la supercicialidad y la imbecicilidad.

PITÁGORAS dijo...

"EDUCAD A LOS NIÑOS Y NOS SERÁ NECESARIO CASTIGAR A LOS HOMBRES" PITÁGORAS

PITÁGORAS dijo...

EDUCAD A LOS NIÑOS Y NO NO SERÁ NECESARIO CASTIGAR A LOS HOMBRES.

EDUCAD A LOS NIÑOS Y NO SERÁ NECESARIO CASTIGAR A LOS HOMBRES

EDUCAD A LOS NIÑOS Y NO SERÁ
NECESARIO CASTIGAR A LOS HOMBRES

PITÁGORAS.

EDUCAD A LOS NIÑOS Y NO SERÁ NECESARIO CASTIGAR A LOS NIÑOS.

PAZ Y BIEN dijo...

El uso del término "valores" como se usa actualmente, es muy común en medios de ideario católico. JUAN PABLO II hizo su tesis doctoral sobre el filósofo MAX SCHELER, fundador de la axiología moderna.
Para mí, y ésta es la educación que están recibiendo mis hijos, hay VALORES RELIGIOSOS, ÉTICOS O MORALES, ESTÉTICOS, INTELECTUALES, AFECTIVOS, FÍSICOS,VALORES ECONÓMICOS.
Me gustaría que esta sociedad materialista, consumista y relativista, me permitiera la libertad de educar en VALORES VALIOSOS, valga la redundancia.
VALORES FRUCTÍFEROS Y DURADEROS, CON ASPIRACIÓN DE CREAR SERES HUMANOS DIGNOS, ÚTILES, BUENOS Y SOLIDARIOS.
,

Orballo dijo...

Cuento ahora con 23 años, y recuerdo cuando de pequeñín, entrando en el portal del edificio, tiré un papel a la papelera, con la poca fortuna de que terminó fuera, y sin darle mayor importancia me giré y segui con mi camino. Mis padres me pararon y me dijeron: "¿No piensas recoger ese papel?". Yo ni corto ni perezoso solté: "Ya lo recogerá la de la limpieza". A parte de tener que recoger el papelito, me quedé 3 días sin televisión por el comentario, y me quedó muy clarito que la de la limpieza no está para recoger la mierda que a mí se me antoje ir arrojando por ahí.

Ahora que trabajo como dependiente, cada niño desvergonzado y maleducado que me encuentro, cuenta siempre con unos padres que podríamos colgar del pino más alto si a su labor como progenitores le exigimos algo más que la semillita.

También me he encontrado con niños con más educación que la inmensa mayoría de los adultos que se me presentan, y si estar con estos chavales era un placer, no lo era menos estar con sus padres.

Y el que me diga, "es que si el niño es rebelde no hay nada que hacer" es un completo gilipollas.