24 julio, 2012

Gestión del propio tiempo


                A la mayoría de las personas que trato les oigo una y otra vez eso de que no tienen tiempo para nada. Ellas también lo escuchan de mi boca a cada rato. Queremos decir que las horas y los días no nos alcanzan para tanto que tenemos que hacer o que nos gustaría. Al oírnos, diríase que nos pueden los ajetreos cotidianos y que vamos con la vida repleta de actividades insoslayables; tantas, que se nos quedan la mitad de los propósitos sin cumplir, incluidos muchos de la mayor importancia. Cuánto trabajaríamos si hubiera ocasión, qué cantidad de libros devoraríamos, cómo disfrutaríamos de todas esas películas que pasan por los cines antes de que lleguemos a verlas, cómo viajaríamos por tantos rincones del mundo que nos esperan en vano.

                A la queja general añade cada uno los matices que más le conciernen, siempre seguidos de puntos suspensivos: si no estuviera casado, si no tuviera hijos, si mi marido hiciera más en casa, si mi mujer no pasara tantas horas fuera, si no trabajara a turnos, si tuviera libres los fines de semana, si no viviera tan lejos, si no me dieran estas jaquecas, si no hubiera aceptado la presidencia de la sociedad de festejos, si no tuviera clase a la una, si no debiera cuidar a mi padre, si los trenes fueran más baratos, si le hubiera hecho caso a mi madre… Siempre salen uno o varios impedimentos que condensan las causas de la impotencia temporal, razones para que los días pasen sin que uno ponga mano a aquello que tanto ansía o que lo llenaría de satisfacciones y puede que hasta de éxitos, al parecer. O, como cuentan que decía aquel viejo profesor universitario, qué gran trabajo el nuestro si no fuera por la horita semanal de clase.

                No mentimos dolosamente cuando así nos expresamos, no suele tratarse de desfachatez, aunque sí abunde el autoengaño, la coartada piadosa que uno se busca para sí mismo. En el fondo sabemos que de solteros nuestros viajes eran todavía menos, que antes de tener niños tampoco íbamos apenas al cine o que nuestro padre mayor está hasta la boina de que lo cansemos con nuestra presencia o le vigilemos cada comida como si no tuviéramos mejor cosa que hacer. Que nuestra pareja nos acompañara más en casa en el fondo nos molestaría, pues no nos dejaría concentrarnos en el Marca o chatear a gusto con aquel viejo colega que también es un fetichista de las medias de seda negra. Por otra parte, durante esas vacaciones, bajas, permisos o moscosos en que no estamos sometidos al horario imperativo de la oficina o la fábrica, dormimos como cerdos nuestras doce horas seguidas, más las cinco reglamentarias de televisión nocturna y el telediario con siesta a las tres, seguido del documental que nos hace de adicional somnífero  ¿Entonces?

                Han cambiado mucho los tiempos y los usos. El tiempo libre existía cuando no se habían inventado las actividades de tiempo libre y cuando no se multiplicaban las tareas que no lo son pero que se buscan a conciencia porque lo parecen. Siempre esperas a tener cuatro días seguidos de asueto para leer aquella novela o perpetrar los cuatro poemas que un día se te ocurrieron en el bus, pero en la tarde del último día laborable, recién salido del tajo, te tomas apresurado la pizza del congelador y sales para Ikea como alma que lleva el diablo, para volver cargado de artilugios que ni necesitabas ni sospechabas que existieran, pero que te tendrán ocupado veinte o treinta horas a base de consultar nanográficos suecos y meter tornillos como vil inmigrante búlgaro. O te pones a hacer mermelada de ciruela porque tus suegros te trajeron quince kilos de la finca, aunque nadie coma mermelada en tu casa y jures a los amigos que tu verdadero deseo era redactar aquel artículo para la revista el Colegio de Aparejadores que tienes tan bien pensado desde hace tanto. Eso de las estanterías nórdicas y las confituras de ciruela japonesa sumado a las veinte fotos que vas a colgar en tu facebook y a que contestarás noventa correos electrónicos y enviarás por propia iniciativa otros tantos, unos para preguntarle a Puri si ya se le pasó la lumbalgia y otros para que Anselmo te relate qué tal picaron las truchas la semana pasada o si ya se tiró a la asistenta.

                Cuando mi padre terminaba una labor del campo, un día cualquiera, se sentaba a liar un cigarrillo de Ideales, y en cuanto lo agotaba, se marchaba a hacer alguna otra tarea, pues no tenía nada más en qué entretenerse, salvo que se muriera alguien y hubiera funeral con vinos o que fuera sábado al atardecer y tocara acercarse al bar a echar la partida. Si fuera hoy, a lo mejor las vacas lo reclamarían a mugido limpio mientras acababa de mirar en internet los resultados de la liga inglesa o hasta que dejara de hablar por el móvil con su primo de Albacete, que le está contando que ayer perdió un tren y mientras esperaba el siguiente una señora se cayó en el andén y se hizo un esguince y no veas cómo gritaba.

                Yo mismo ando perplejo cada vez que llega un verano, pues me he prometido a mí mismo hacer un montón de cosas que he ido dejando y resulta que me faltan las horas ahora que tengo más. En qué se me irán los ratos. Pues en que me apuro menos porque es menor mi prisa. Me levanto algo más tarde, me enchufo a las lecturas de internet sin que el reloj me limite, doy conversación al que me la busca, sucumbo al sopor digestivo… y me prometo que mañana me organizo y que ya verás. Cuentos chinos.

                La diferencia capital es que hoy en día siempre tienes la sensación de estar haciendo algo mientras pierdes el tiempo o lo torturas, pues la inactividad de esta época es sumamente activa. Antes, parar era quedarse parado, pero actualmente dejar de hacer cuanto valga la pena supone meterse en un trajín imparable. Nunca hemos sido tan improductivos a base de tantísimo ajetreo, nunca hemos estado más quietos que ahora que nos movemos tanto, jamás se hizo tanta cosa que de tan poco sirviera. Pero vale para engañarse y creerse ocupadísimo y de lo más estresado. Fíjate que todavía tengo sin contestar varios e-mails de ayer y que hace más de una semana que no pongo nada en mi twitter, imagínate cómo andaré de agobiado. Y, encima, aun me falta redactar la memoria del último proyecto de investigación, actualizar la guía docente de mi asignatura y comprar el regalo para el cumple de Consuelines.

                El tiempo solamente lo aprovecha, en vez de asesinarlo vilmente, aquel que se vuelve medio asocial, ajeno a los guiños de los demás ociosos atareados e intolerante con las añagazas de esta sociedad de aburridos y escapistas. El que quiere puede, pero hay que querer. Basta invertir los términos del razonamiento: en lugar de dedicarse a cuanta pendejada se nos insinúe y esperar que sobre algo de tiempo para lo de uno, todo el tiempo para uno y media horita diaria para las quimeras sin seso ni razón de ser. ¿Qué no le respondes a aquel que te escribe para que le comentes en qué concesionario mercaste tu último coche y que si te hicieron buen precio? Pues que se joda y que se compre una muñeca hinchable para conversar por las tardes. ¿Que te dice la conserje que ya puedes ver en youtube el reportaje de la última fiesta con los niños? Que les den a los niños y a ella. ¿Qué expone en un salón de la Caja de Ahorros un primo del becario y que vamos a ir todos y luego a lo mejor nos tomamos unas cañas y puede que hasta acuda uno que enseña Historia del Arte en Valladolid? Vale, que se tomen una a mi salud después de contemplar los adefesios y mientras soportan a los pedantes de guardia.

                No es que no se pueda acudir a determinadas citas o cultivar determinadas amistades, naturalmente que no es eso. Pero el que no selecciona, se apunta a cualquier cretinez y no deja pasar ocasión para que el tiempo se esfume a lo tonto, que no se queje luego y, sobre todo, que no se engañe: a los demás no los engaña. No es que ande falto de tiempo, es que ni encuentra cosa útil que hacer ni tiene donde caerse muerto.

                Bueno, y dicho esto, voy a darme un bañito y luego me jugaré un buen partido de pádel con mi vecino. Más tarde prepararé algo de cena, tomaré unos chupitos de orujo gallego con mi santa y le contaré alguna verduscada y a ver cómo respira. Pero porque quiero y me da la gana y sin llorar luego porque no logré escribir esta tarde un capítulo sobre la esencia de las normas eidético-constitutivas o sobre los derechos fundamentales de los tuertos del ojo izquierdo. Que ya ves tú qué problema.

7 comentarios:

Carmen dijo...

Huy, me has robao un tiempo precioso haciéndome leer 3 veces el mismo comentario. jajajajaja

Tres cordiales saludos.

Don Gregorio dijo...

Aprovecho para recordar al maestro Gregorio Peces Barba, ponente y " padre " constitucional y creador de la prestigiosa universidad Carlos III, así como catedrático jubilado de filosofía del Derecho. socialista democrático convencido, socialdemócrata de pro de orígenes democristianos, acabó pidiendo una separación más clara iglesia-estado y una extensión de las libertades civiles y derechos fundamentales a grupos discriminados secularmente. Gran jurista y estadista, sin duda, único ponente de la constitución española por el partido socialista obrero español,organización desfigurada por zapaterismos, liberalismos sociales, anti obrerismos, turnismos en el poder, reformas y ajustes, recortes también.

Anónimo dijo...

Por cierto, gracias por su tiempo, ah, y suerte en el padle.

Anónimo dijo...

una vez hice un curso de esos larguísimos, cuando era aún tan joven; y iba por módulos. La psicóloga nos decía nunca, jamás se pierde el tiempo.
Muchas veces pensé en eso, y creo que tenia razón, nunca pierdes el tiempo;porque vives.
Y vivir es un esfuerzo, tener ilusión, creer en el futuro, ilusionarte, amar; sortear a los demás. Sobrevivir a quiénes te rodean. Nunca pierdes el tiempo porque vives, y consumes tu tiempo de existencia limitado. Y luego eres lo que hiciste de joven, y también lo que te dejaron ser siendo muy joven. Porque más que nada, en esos años en cuando se decide tu vida, luego vives esa continuidad; porque el presente es solo el pasado y al pasar los años ..estás cansado y si de joven no te dejaron hacer tal o cual cosa; espera superar los treinta..ya no tiene caso. Nunca se pierde el tiempo, vives tu tiempo limitado; apenas un suspiro. Si el azar te trajo gente potable y si el azar te hizo nacer en x lugar..y si si..nunca pierdes el tiempo.
hace poco en documentos tv. vi los documentos de los niños muy pobres de un barrio de marruecos dedicados a la basura, las esperanzas de los niños tan pobres, sus pocas expectativas de vida..
yo pienso eso, nunca se pierde el tiempo; cada uno consume su tiempo limitado dentro de unas coordenadas.

Anónimo dijo...

y?

roland freisler dijo...

Esto ya es el colmo de los colmos, por opinar te joden y no es una sentencia inventada por Garciamado :
La presión pública ha conseguido su fin. Expulsar a la atleta Voula Papahristou de la representación griega en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Papahristou publicó hace unos días en su cuenta oficial de Twitter un comentario en el que se burlaba de los inmigrantes africanos, además de expresar su apoyo a un partido de extrema derecha.

El tweet no fue bien acogido por sus compatriotas. Desde que el comentario fuera publicado, la red social estalló en críticas y exigencias de cese para la atleta. "Papahristou no nos representa y no queremos que esté en los Juegos Olímpicos". Estos eran algunos de los comentarios de la población griega en Twitter.

Finalmente, el Comité Olímpico Griego ha decidido apartar a Papachristou de la representación griega en los Juegos Olímpicos, noticia muy bien recibida por los twitteros griegos.

Anónimo dijo...

freisler

no conozco el caso

pero parece ser apología del racismo

ya tenemos unos precedentes como para permitir ese tipo de cosas

que tal si alguna mente maleable le da por pensar que es superior y blablabla
acabáramos
que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.