21 agosto, 2012

Gordillo y los flacos


                Creo que el resumen de lo acontecido hace unos cuantos días es así. Un diputado del Parlamento andaluz y alcalde del ayuntamiento de Marinaleda azuza a un grupo de afiliados de un sindicato, el Sindicato Andaluz de Trabajadores, para entrar en un supermercado de Mercadona y saquearlo. Se llevaron unos carros con alimentos, pues se trataba de protestar contra el hambre a que estarían condenados muchos trabajadores andaluces. El supuesto inductor, Sánchez Gordillo, escondió la mano y el resto del cuerpo, pues él no tomó parte en la acción, lo cual alega cuando se insinúa su posible responsabilidad penal. Además, como parlamentario andaluz, es aforado. Hacía tiempo que de tal personaje no se hablaba gran cosa en los medios de comunicación españoles. Ahora ha pasado una semana en los de aquí y en los extranjeros. Imagino que ese eco mediático será de gran rédito para la causa de los oprimidos y los parias de la tierra, o de Andalucía al menos. Hay que suponer que los minutos de gloria mediática de Gordillo no eran un fin en sí mismo, sino un sutil medio para que el mundo tomara conciencia de que en la España del Sur hay trabajadores en la penuria, o en una cierta penuria.

                Hace un par de días preguntaba aquí un amigo del blog cuál era mi opinión sobre el reseñado suceso. Pues ahora se la digo: una memez. En términos de lucha por reformas sociales equitativas o de resistencia frente a la marcha que lleva al país, asaltar un súper de Mercadona vale lo mismo y tiene el mismo significado que rascarse las ingles en la calle o que sacarse los moquillos en el semáforo. Incluso menos. Porque una buena performance de Gordillo mostrándonos las posaderas en alguna plaza céntrica de Sevilla, con carteles explicativos al lado y previa llamada a las cámaras de televisión, tendría poco más o menos el mismo alcance revolucionario y reivindicativo: ninguno. Es como si yo entro borracho al cine y, cuando me expulsan por hablar a voces y soltar regüeldos, explico que es que estuve bebiendo para manifestar mi protesta por la caza de focas. Nos ha jodido con la revolución y los revolucionarios, menudo miedo. Y si, de propina, estoy aforado o presento un certificado médico para que no me emplumen o me defiendo con el cuento de que fue mi cuñado que me drogó, el muy cabrón, imagínense qué imagen para la causa de los oprimidos. Penosa. Como lo de Gordillo, más o menos.  

                Porque vamos a ver, analicemos. Veamos la acción y los sujetos, por si encontramos algún sentido digno en algún lado. Asaltar un supermercado cualquiera, así, a boleo y un día de tantos, llevarse un saco de galletas María, zumo Pascual, leche de Hacendado y jamón cocido El Pozo y justificarlo con que hay gente que pasa hambre y más que se va a pasar, es como atracar un banco con una pistola de agua y aducir que van tres meses sin ingresar un chavo; o como meterle mano a una monja de buen ver y explicar que por culpa de la Iglesia lleva uno media vida viviendo en la represión sexual. Todo ello parece una seria confusión del culo con las témporas, y no me refiero al culo de las monjas solamente. Ya puestos a encabezar la revolución portátil y en formato de bolsa de la compra y a apelar a las nobles causas revolucionarias, ¿por qué no entraron en un banco y se llevaron lo suelto que hubiera en los mostradores de los cajeros? ¿Por qué no se van al Bernabeu y raptan cinco minutos a un linier? Es como si yo le doy dos patadas en el culo a un becario un día que me levanto de malas porque mi mujer se fue con otro y me dejó la cristalería sin meter en el lavavajillas y después me justifico con que en realidad era una manera de protestar contra el rector de mi universidad y la CRUE entera. ¿Qué relación hay entre mi agresión al becario y la política de los rectores españoles? La misma que entre ese supermercado de Mercadona y la deriva del sistema político y económico español o mundial: ninguna. ¿Qué era una forma de llamar la atención y protestar? Pues entonces Gordillo se quedó corto, habría sido mucho más eficaz y con más eco que se amputara un huevo delante de alguna sede de la patronal o que se pusiera a dieta para bajar barriguilla, todo con sus aclaraciones para los medios y unos folletos y tal. O que la amputación íntima se la hicieran, bajo su dirección, a uno del sindicato, porque él es aforado y tendrá sesión en el Parlamento un día de estos, con dos cojones.  

                Cuando en un país lo más revolucionario, rupturista y retador que tenemos para llevarnos a la boca o a los ojos es un grupo de “mataos” que se mete a Mercadona a pillar una bandejas de pechugas de pollo fileteadas y unos yogures griegos, bajo la dirección de uno que se queda fuera por si llegan los fotógrafos y hay que ir atendiéndolos, cuando la mayor amenaza para las iniquidades del capitalismo vienen de unos de un sindicato pequeñín que dicen que qué pasa y que a lo mejor otro día entran en Carrefour y se llevan también un par de televisores de plasma y unos frascos de Sanex, cuando hasta los partidos de izquierda se sienten desbordados por la izquierda por obra de esos que antes eran jornaleros de la aceituna y ahora la cogen envasada en los anaqueles de un supermercado y echan a correr por si los detienen, cuando la crema y nata de los intelectuales  españoles de la Cosa no sabe qué decir, no vaya a ser que quedemos de poco progresistas ante tamaña resurrección de la Internacional obrera en versión parroquia y smartphone, o por si acaso los gordillos se cabrean y otro día les da por asaltarnos el pen-club o las oficinas de la SGAE o de CEDRO, podemos ir entonando un sentido réquiem por la izquierda, las reformas, el progreso y el coño de la Bernarda. El único que saldrá con bien y algo de ganancia será Gordillo. Y verás como no lo reparte, el muy jodío.

                Llega un día en que ya ni ganas de llorar te vienen. Parece que no sientes las piernas y todo lo que observas son gusanos o parientes de Gregorio Samsa. Los ves en la tele, en los periódicos, en la calle, en las manifestaciones, en la oficina… Dan ganas de asaltar una droguería para sacar unos venenos y, luego, a fumigar día y noche. Pero sería inútil, temo. Ahora mismo, mientras acabo este post, varias cucarachas corren ante mis pies y docenas de moscas se posan sobre el periódico del día. El teclado se me pone viscoso y noto una opresión en las meninges. No sé si habrá luna llena y puede que antes de acabar el día asalte el quiosco de la esquina y me vaya con un cargamento de gominolas. Para joder al capitalismo, más que nada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de las cucarachas se compendre. es el mimetismo que no se aleja.

Angel d&p dijo...

Pues anónimante te vengo siguiendo y aprendo bastante contigo Amador, pero en este tema en concreto opino que reduces el problema muy superficialmente. Creo que el asalto como tú lo llamas y los productos sustraidos es anecdótico a la repercursión en la sociedad.
Es cierto que la popularidad no se la creen ni el Gordillo ni su sindicato pero también he hechado de menos por tu parte que reflexionases sobre la ideología y los problemas que se estan debatiendo por parte de estos señores (Gordillo y Cañamero).
Por ejemplo: aproximación coherente entre lo que se dice y lo que se hace(inexistente en la clase política); expropiaciones de tierra que estan sin producción por parte de capitalistas para ser entregadas a cooperativas y ponerlas a producir; corrupción urbanística cero en el ayto. del Sr. Gordillo; Desempleo cero en el ayto. del Sr. Gordillo...en fin, ha sido un tema que he ido siguiendo con sus distintos debates y me parece que en todos ellos se ha puesto de relieve que tanto Gordillo como Cañamero son lo que se dice en términos populares, buena gente, dicen las cosas directas, claras, sin tapujos y defienden no sus intereses como tú has dicho sino los intereses de sus vecinos. Por supuesto que es un tema de mucho debate pero si no has visto los debates sobre todo de Cañamero te aconsejaría los buscases.
Por último si es que has echo el artículo sin tener los argumentos de ambas partes no pasa nada de lo contrario no me explico tanta crítica con este señor cuando yo siguiendote en el blog percibo que en el fondo coincides en muchas cosas, al menos en la Justicia, ¿podría ser que tuvieses un poco de envidia sana?

Saludos

Rogelio dijo...

Parece ser que la labor de Gordillo al frente del municipio de Marinaleda ha sido francamente positiva.

La autogestión, el cooperativismo, el reparto de los recursos sin criterios exclusivamente mercantiles dejan un saldo envidiable, pero todo ello no implica patentes de corso, ni bulas papales, de tal forma que si uno tiene un mal día y objetivamente hace el gilipollas, su conducta debe ser calificada como gilipollez.

La generosidad con la que el dinero público ha regado y riega Andalucía, un sistema de ayudas-subsidios-peres-meres y gabelas tan absurdo como injusto, así como la gestión irresponsable del mercado laboral, llevan a paradojas tan llamativas como que con el nivel de desempleo más alto de toda España mantenga un alto porcentaje de cotizantes extranjeros.

¿ Cuantos trabajadores del campo andaluces recogen fresa en Huelva ?, ¿ cuantos trabajadores del campo andaluces trabajan en los invernaderos de Almería ?.

En el escudo de España debería figurar la siguiente leyenda: "Madre, menos trabajar e ir a la escuela, mándeme usted lo que quiera".

un amigo dijo...

Evidentemente el anfitrión está apelando a medidas de más sustancia, y está criticando -como regularmente hace- la política-espectáculo, hecha exclusivamente, a la americana, para influenciar el ciclo mediático.

Dicho eso,

(a) nunca, al menos en la historia española más reciente, dos carros de ultramarinos compraron más espacio en cabeceras de vario género - tan tonta comunicativamente no era la operación, pues, a pesar de su apariencia. Juega muy bien con símbolos esenciales - la comida, sobre todo, y la pobreza.

(b) Marinaleda, a pesar de las subvenciones (su punto débil), es un experimento de gestión municipal de veras interesante. Para mí lo que más estimula la reflexión, incluso más que el pleno empleo (que estaba mucho mejor organizado en Europa Oriental, dicho sea de paso) es que han logrado, con medios muy pobres, compensados con no poca inteligencia, poner en evidencia el tótem por excelencia de la cultura patria - a saber, el modelo especulativo de desarrollo inmobiliario. Y no es algo reciente (ahora, quien más quien menos está alanceando el moro muerto, incluso el PP y el PSOE, siguiendo otro estereotipo nacional, el de apuntarse con desvergüenza al carro de lo evidente después de haber hecho largo tiempo exactamente lo contrario), sino desde hace muchos años, cuando era una política de veras contracorriente.

No me parece arriesgado afirmar que una mera docena de políticos 'de nivel' con la misma mentalidad de Gordillo, repartidos entre el gobierno central y en las pelotazo-autonomías, nos hubieran ahorrado un puñao de billones. Si a los hechos nos remitimos, el alcalde Gordillo le da sopas con honda, políticamente hablando, a los tres últimos presidentes del Gobierno y a sus consejos.

Por esas dos razones, una táctica y otra estratégica, me alineo con los dos comentaristas anteriores. El caso merece un análisis desde más perspectivas de las que ofrece esta entrada.

Salud,