23 mayo, 2013

¿Por qué huelen?



            Cae hoy una de esas entradas que algún amigo llama frívolas o de pasatiempo, pero que a mí, la verdad, no dejan de suponerme enigmas ciertos. Pues enigmático me resulta que en estos tiempos, siglo XXI, sociedad consumista y hábitos pretendidamente selectos, haya tantas personas que huelan mal, que apesten, que compitan con las mismísimas mofetas. No, no estoy hablando de muy discutibles elecciones de perfume o agua de colonia, me refiero al olor corporal que sale de esos cuerpos y hace enfermar a los otros. ¿O serán cosas mías y porque con el paso de los años algunos perdemos vista y oído, pero se nos agudiza el olfato? Pues ya es mala suerte.

            Va uno buscando disculpas y atenuantes aquí y allá, eso para empezar. Mismamente en los exámenes. Paseas entre alumnos que rinden cuentas por escrito, y nada que objetar a la indumentaria y la prestancia de la gran mayoría, pero siempre hay algún pasillo entre pupitres que dejas de transitar para evitarte el vómito. Aclaremos de una maldita vez a qué aromas fétidos me refiero exactamente. No digo el olor a cuerpos y alientos, no, ni hablo de pequeñas faenas de la transpiración en días de calor o si perdías el autobús. Lo que me espanta y me obsesiona son esos tipos y tipas que cheiran a sudor rancio y en capas, a los que dejan rastro de humores corporales añejos, a esos sujetos de los que no cabe pensar que se han duchado ni una sola vez en los últimos quince días. A esos redomados cochinos.

            Contaba que te das de bruces con la peste de establo humano en una esquinita de un examen y lo atribuyes a los nervios y las secreciones que la tensión y la responsabilidad pueden provocar. También debería el personal tener un poco más de cuidado con esos chándales de bazar chino que no transpiran ni poco ni mucho y que producen una especie de efecto invernadero hasta que las miasmas se desbordan y muere alguien de asco al lado. Puede ser que tal o cual persona tenga un problema médico serio y que sus olores a hiena enardecida estén causados por un trastorno fisiológico insuperable. Aunque existen hoy en día unos desodorantes que le quitarían el rastro hasta a una pila de estiércol, todo hay que decirlo. Mas a la poste la conclusión es inevitable: no puede haber actualmente tanto ciudadano de los nervios o con desajuste hormonal, algo tiene que deberse a falta de higiene y de respeto al prójimo.

            Domingo pasado al atardecer. Le había prometido a mi hijilla que cenaríamos en el McDonald´s y allá nos fuimos. Me planto en la cola para pedir para la niña el menú sin gluten y para su mamá y para mí la hamburguesa mejor rellena, y se me pone al lado un muchacho de unos dieciocho o veinte años con un jersey negro de lana o de amianto, yo qué sé de qué sería. El aspecto era normal. Literalmente me hizo enfermar y me amargó la noche. Me crié en el campo entre animales y sé a qué huelen los cerdos y conozco el bouquet del excremento de cualquier bicho. Nada que ver. Lo de éste era sudor picante y aderezado con restos de vaya usted a saber qué otras sustancias humanas o animales. Pasaba por la pituitaria, seguía hasta el estómago y terminaba en los pies, que te pesaban y te impedían echar a correr al baño a limpiarte por dentro.

            Es asunto para mis amigos penalistas y constitucionalistas. No voy a decir matar a un apestoso así que contamina un lugar público donde, además, se come, no me planteo si podrá ser jurídico pegarle dos puñaladas, aunque justo sí que resultaría y Robert Alexy lo respaldaría con tres principios y cuatro valores constitucionales. Pero si, por ejemplo, me desahogo llamándolo cerdo infame y bestia inmunda, ¿cometo delito o falta, o más bien, y como creo que debería ser, me exoneran la legítima defensa y el estado de necesidad? Si el dueño del restaurante o del bar de turno o el vigilante de un centro público cualquiera lo coge por el cogote, lo pone de patitas en la calle a ventilarse y le dice que no vuelva a entrar o lo tira al cubo de los desperdicios, ¿estaríamos ante una discriminación inconstitucional o tendrían que prevalecer los mil y un derechos de los otros, de los que se lavan y no quieren enfermar? Supongo que habrá que ponderar caso por caso, pero no hay ponderación posible si el magistrado de turno no comprueba aquello en vivo y en directo, con su propia nariz.

            Yo tengo mi teoría sociológica sobre el tema, pero no es gran cosa. Nos estamos volviendo perezosos y hasta el simple meterse bajo el chorro de la ducha parece un sacrificio inmenso, una conducta supererogatoria. Eso por un lado. Por otro, pues que vivimos en la edad de los derechos y vaya usted a decirle a un cualquiera que no tiene derecho a oler a si mismo, aunque su yoidad sea la del jabalí.

            Me estoy planteando fundar una comuna o algo. Una comunidad donde solo vivan gentes que se laven, que no voceen, que respeten el turno de palabra y que no repitan eslóganes ni escriban sobre globalización. El problema está en que no sé si se juntarían más de cuatro. Tal vez ni yo mismo pasaría mi prueba, porque  muchos días no me aguanto las ganas de gritar.

10 comentarios:

Sr. IA dijo...

HAce años, en el portal se instaló un pobre mendigo. Autista y ya anciano. Refractario al agua. Al final se consensuó entre los vecinos irlo repartiendo de portal. Periodicamente, la Urbana de Barcelona lo trincaba, lo metía en un coche (hay que ver que gritos pegaba) y nos lo devolvía peinado, desbarbado y limpio... Supongo que es ilegal, pero moralmente no se me ocurre el menor reparo.

Exiliado dijo...

Aquí, en Bélgica, la situación es bastante peor. De hecho, cuando voy a España, me siento en un ambiente limpio. Hace algún tiempo un casero belga me dijo que era normal que el consumo de agua y electricidad fuera elevado si el inquilino cometía el "exceso" de ducharse todos los días. El olor a sudor rancio y ropa no lavada es habitual en el transporte público bruselense. En los bares el mal olor se nota mucho más desde la prohibición de fumar. Generalizar el un tanto injusto pero el porcentaje de gorrinos me parece mayor en países como Bélgica y Francia que en España. Los escandinavos, en cambio, suelen ser muy limpios.

unediano sin causa dijo...

Sí matas al guarro no te puede pasar nada, el bien protegido que es que tu familia no muera de asco es mayor que la muerte de un asqueroso, por lo tanto es aplicable la legitima defensa.
Bromas a parte, lo peor es cuando te tocan al lado en un examen y tienes que aguantar,tus nervios, más intentar recordar todo lo que sabes y respirar lo menos posible para no volver a oler ese olor llegado de las profundidades del infierno.
Como dijo Chávez: huele a azufre mr danger

Daniel Muñoz dijo...

Hace poco un ministro italiano proponía lavar menos la ropa interior, con la condición de estregarse bien las partes para que no soltaran aquellos olores. Por otro lado, sugirió poner los calzoncillos al viento para que se refrescaran un poco, y así aminorar los aromas. Yo me uno a su comuna. Saludos cordiales.

João Henrique dijo...

Pessoal, sou um estudante brasileiro e gostaria de adquirir um livro do professor Juan Antonio Garcia Amado. Todavia, não encontro seus últimos livros para vender na internet, nem mesmo no site da amazon. Qual o site que vocês me recomendam procurar? Obrigado

Exiliado dijo...

João Henrique, pode procurar dois livros do Professor en Amazon: 

http://www.amazon.com/Juan-Antonio-Garcia-Amado/e/B001JX3GIA

Exiliado dijo...

João Henrique, de fato tres livros estan disponivels mas o terceiro é muito caro...

Aloe dijo...

Hay cierta proporción de gente que no tiene ilimitadas cantidades de agua caliente y una ducha siempre disponible. La pobreza no es un entelequia, y la realidad se está volviendo dickensiana a pasos agigantados. Yo, que no tengo nada que ver con los servicios sociales ni soy muy sociable, conozco a varios adolescentes o jóvenes de veintitantos que viven a salto de mata, de casa de amigo en casa de conocido, con familias desestructuradas o depauperadas que no les amparan, y cuyas posesiones terrenas están en dos bolsas de basura (y digo jóvenes porque supongo que los más mayores cuentan menos a los extraños y disimulan más).
Además de esos, está la fracción de la población que no está completamente bien de la cabeza y a quienes las miles de fastuosas instituciones que pagamos apenas atienden (después de pagar un palacete y quinientas nóminas de administrativos y asesores, a Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, casi no le queda dinero, hay que comprenderlo). Quien no tenga una familia abnegada estando en esa situación, que Dios le ampare, porque nadie más lo hace.

Por supuesto, hay gente que tiene simplemente malos hábitos y poca consideración, sin más excusas, pero no sabemos, por lo general, cual es cual. Igual que no sabemos si quien está pidiendo en la calle está ahí por su mala cabeza o por qué.

Ser cortés y tolerante me imagino que es inevitable que ocasione a veces esfuerzo y molestias. Supongo que por eso son virtudes.

Unknown dijo...

La verdad es que ésto de la tolerancia está muy sobrevalorado.
Fuimos monos grupales gracias a ella y esa tolerancia simiesca, o quizá como fruto de la misma, nos ayudó a superar las dificultades de una realidad cambiante.
Monos depredadores, carnívoros, en los que la tolerancia solo fluía en un sentido. Nunca fluyó en el de nuestras víctimas, la tolerancia, como la justicia que decía Tucídides, solo se usó entre pares.
Quizá también por ese palo vino la guerra, interpretable como una actividad cazadora de tolerancia simiesca, que es otra forma de intolerancia.
El otro, siempre el otro. Diríase que vivimos en la vida del otro o que, en ella, esperamos un morir.
Lo dijo, antes que yo, Bonald: "Vida, delincuencia presunta..."

Aloe dijo...

La tolerancia solo se usa entre pares, sí.
La cuestión es quienes son nuestros pares.