16 abril, 2006

Una fe que ni fu ni fa.

El viernes pasado, viernes santo, estuve contemplando un acto de Semana Santa que comenzaba dentro de una iglesia con la representación de las caídas de Cristo. No diré el nombre del pueblo, no se me vaya a molestar algún lugareño. Yo estaba allí por lealtad familiar, pero sin fingir la fe que no tengo.
Mi actitud era, con todo, positiva, dispuesto a observar con respeto una manifestación de piedad religiosa de la que me habían hablado con encomio. Se me fue mutando la buena disposición con el paso de los minutos y los acontecimientos.
La ceremonia estaba programada para las seis de la tarde. El ambiente dentro de la iglesia era plenamente festivo. Ahí, ya, comienzo a pensar que aquella gente vive la Pasión con pasiones impropias. Dentro del recinto los grupos se saludan, se gastan bromas, comentan incidencias de los últimos meses, recrean anécdotas mundanas. Los niños corren y casi gritan. Los más viejos y las más viejas se colocan estratégicamente para no perder detalle de cada nuevo feligrés que penetra en el templo y cuchichean con descaro sobre las galas de cada uno o su nueva compañía. Aquí y allá saltas flashes de las cámaras de fotos y algunos posan con sonrisa festiva cerca de las imágenes del Jesús sufriente.
Temo que en cualquier momento entre el párroco, látigo en mano, y de mala manera saque de la iglesia a los que arman semejante bulla profana. Debe de haber en mi cabeza algún oscuro resabio tridentino o vaya usted a saber qué tenaz predisposición inquisitorial, pues, con ser probablemente el ateo más convencido de los presentes, creo que soy el único que se extraña de la romería. O tal vez por eso.
La deformación teórica me arrastra a mis viejas disquisiciones sobre el catolicismo. No sé si habrá una confesión en la que sea más abismal la cesura entre la fe primaria de las masas y la depuración teológica de un puñado de eruditos. La ignorancia doctrinal del católico de a pie es pasmosa. Por eso es la católica, para muchos, una fe tan versátil y acomodaticia, porque su falta de contenidos reflexivamente asumidos permite adaptarla a cualesquiera circunstancias y debilidades. Muy a menudo me he visto explicando a católicos algunos dogmas esenciales de su fe que ignoran y que, una vez sabidos, niegan con contumacia y sin sentir que traicionan su credo. Puro desconocimiento. Es toda una pendiente resbaladiza, pues ante la falta de conocimiento doctrinal va quedando sólo el rito, vacío cascajo, y también el sentido del rito acaba degenerando por falta de referencias que lo iluminen. Lo único que sobrevive, al fin, es superstición pagana. La fe católica popular es hoy la más depurada forma de paganismo, exenta como queda de toda pretensión de trascendencia que vaya más lejos de invertir, por si acaso, en una parcelita cómoda de un trivial y rancio más allá, una pseudoeternidad de supermercado y antenas parabólicas. Es una religiosidad que, como decía Kant del Derecho, se conforma con la acción externa, con la adecuación al rito y el trámite, sin que importen mayormente las intenciones; una religiosidad de pólizas, timbres y grises escribanos. Insisto, no afirmo que sea así la esencia de tal fe, sino que así resulta su práctica masiva, por obra, seguramente, de una tradición institucional que no quiere que los fieles sean doctos en los entresijos y la historia de su credo, sino mansos catecúmenos y sumisa grey. El precio de la homogeneidad y las disciplina se paga en frivolización y superficialidad. De tanto separar la fe de la razón, acabaron por oscurecer toda razón de la fe. Allá ellos.
Y ahí me tienen a mí, desengañado ya de que vaya a presentarse el cura blandiendo látigo para reverdecer el episodio de Jesús en el templo con los mercaderes, y diciéndome que si murió Cristo en la cruz para que lo recuerden así los suyos, entre chanzas y vocerío, no le cundió mucho el sacrificio. Dicho sea sin el más mínimo ánimo blasfemo ni querer hacer sangre de una feligresía de horchata.
Por fin aparece el cura. Para mi sorpresa, desde el altar hace un breve discurso alusivo a la profunda piedad con que la comunidad aquella vive la celebración que va a comenzar. No doy crédito, pero, al fin y al cabo, a mi qué me importa, pues no soy más que un mirón ajeno.
Pasan unos minutos más y va a comenzar la representación. Y en ese instante, un sobresalto mayor. La banda de cornetas se arranca con “Moliendo café”. Aquello de “cuando la noche languidece renacen las sombras y en la quietud los cafetales vuelven a sentir...”. Alucino. Miro a mi alrededor y veo más caras de guasa. En fin, será un toque multicultural. Al cabo, callan las cornetas y comienza en el centro de la iglesia la recreación de las tres caídas. Cada vez que el que hace de Cristo se cae, con estrépito de cadenas, una parte de la concurrencia se desternilla de risa.
Después la procesión por las calles del pueblo, cargando tres o cuatro imágenes. Me cuentan que la única de cierto valor es un Cristo yacente que tiene algunos siglos. Al parecer, así me lo aseguran, hubo que restaurarla recientemente, pues hace unas décadas los lugareños le compraron un féretro de cristal para que descansara, pero se encontraron con que no cabía dentro de él la imagen entera tumbada. Así que le cortaron los pies y tan contentos. Ancha es Castilla. Qué no habrán hecho con los mortales del común.
Durante la procesión la gente reanuda su charla amable y retoma toda la alegría propia de la ocasión. Supongo que es porque están reflexionando sobre la inminente resurrección. Aleluya.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de leer su docto artículo me siento inevitablemente animado a pedirle dos cosas:
1/ Que me explique racionalmente su ateísmo; es decir, que me razone la no existencia de Dios.
2/ A ser coherente con su ateísmo: ¿acaso ha trabajado estos días de Semana Santa? Se lo digo porque son unas fiestas eminentemente religiosas. Con lo cual, no me venga con monsergas.

Anónimo dijo...

No quiero hablar en nombre de Garcia Amado, pero se me ocurren algunas respuestas.

1. Decía, creo que Gorki, que Dios sólo existe si crees en él. Asumiendo que ésto es cierto, la demostración de la existencia de Dios está dentro de cada uno, en la propia creencia. La inexistencia también.

2- Yo no soy ateo y trabajé como una hormiguita en Semana Santa. Que ¿por qué?, pues porque lo que yo tengo que hacer no me lo hace nadie. Ojalá me hubiera ayudado un 10% de cuantos iban a todas y cada una de las celebraciones religiosas que se oficiaron en mi pueblo, siendo caprichoso eligiría al 10% que tiene más dinero y más hipocresía religiosa que yo, y al que nunca he visto hacer mucho por los que sufren tanto o más que cristo en la cruz.
Es más, me conformaría con que ayudansen a otra gente que lo necesita más que yo.
Otra cosa: Si fuera trabajador o funcionario y mi calendario se rigiera por el de todos los vacacionistas de España, lo asumiría más o menos bien. La Semana Santa, la Navidad, el día del padre, de la madre, casi todas las fiestas patronales.... están regidas por la tradición cristiana en España (y medio mundo), pero en lo que a mi respecta, ojalá cada uno cogiera las vaciones y los días libres cuando má s le apeteciera, siempre y cuando no fuera como es ahora, todos a una. Creo que el país mejoraría, menos atascos, más servicios mínimos, menos actos multitudinarios...
Que alguien me corrija, pero creo que por Alemania hacen algo parecido para los estudiantes de secundaria.
Pero las cosas son como son.

Anónimo dijo...

Primero, sobre el "post" de Juan Antonio. Aunque arriesgue caer en el psicologismo barato, me parece que la mejor explicación para eso que te asombra es que la gente que has visto en esa romería, simplemente, se siente moderadamente bien con ello. Basta. Por supuesto que carecen de rigor teológico y de coherencia, pero es que nunca se han propuesto tenerlos.

Para mí, esas manifestaciones son inocuas. Lo que no es inocuo es que, con la cabeza fría y lejos de las procesiones, unas minorías maniobren descaradamente por el poder, tratando de imponer al conjunto de los ciudadanos elecciones puramente confesionales.

En cuanto a la fe o la falta de fe de las gentes, ambas me dejan totalmente tranquilo. No me interesa la teología, porque pienso que es una construcción autorreferencial sin aplicaciones a mi juicio interesantes, pero me interesa, y mucho, una teopragmática, para vivir en paz con la gente que, sin coherencia (una enorme mayoría, dicho de forma no evaluativa) o con ella, dice creer. Respetando sus procesiones de ellos, en las que no me agrada encontrarme, y haciendo respetar las leyes de todos.

Relativamente a los dos puntos del primer anónimo, quizás les falte algo de claridad de ideas.

1. La pugna demostrativa es característica de los teístas, y lo que reivindicamos los ateos no es vencer en la pugna, sino desenfilarnos de ella. Que cada uno crea lo que quiera. Si alguien me dice que "no creer" es "creer", y se queda tan contento con la ecuación planteada, le sugiero con una sonrisa que la lea en el otro sentido. Efectivamente, si vale en uno, vale también en el otro, por lo que "creer" es "no creer". Y estamos donde comenzamos, es decir, en un banal problema de lenguaje. Quien dice "yo creo" no está describiendo una acción, aunque lo parezca de la forma activa personal de un verbo transitivo, sino simple y llanamente autodefiniéndose. Como hacía Juan Antonio por su parte. Derecho que reconozco a todos sin tapujos, faltaría más. Pero invocar demostraciones para las autodefiniciones me parece una mala interpretación de lo que sea una demostración, que se debe limitar a proposiciones lógicas, o a hechos físicos.

2. En cuanto a identificar la Semana Santa con una fiesta fundamentalmente religiosa, me parece un maldiestro tentativo de expropiación de lo que es de todos; a saber, unos días festivos reconocidos por la reglamentación laboral para todos los ciudadanos. Esa es la situación jurídica objetiva. Cada ciudadano es libre de asignarle a esos días el significado subjetivo que más le complazca, por ejemplo, el de la conmemoración de la pasión del ungido. Me parece fenomenal, como siempre, hasta que entramos en el terreno de las imposiciones (o más bien de los tentativos de ídem). Eso ya no.

Vivimos en una parte del mundo donde hay una tradición cultural cristiana. Pero los frutos de esa tradición cultural, siendo frutos humanos, son de legítimo disfrute para todos los hombres. Yo me corro de gusto, sin perdón, viendo el descendimiento de Van der Weyden, o escuchando la Misa en Si menor de Bach. O comiendo una buena torrija. Y, por supuesto, gozando de unos días de reposo en el comienzo de esta tardía primavera.

Así que tranquilo, animado anónimo. No nos propine usted, dicho sea con la misma animación, las monsergas de las que dice querer librarse.

Cordialmente,

Juan Antonio García Amado dijo...

Oiga, anónimo, usted quiere acabar conmigo, está claro. Por ateo, pretende que trabaje festivos y todo. Por "rojo", que todo lo que saco trabajando tanto lo reparta. Voy a hacerme creyente y derechoso para poder vivir tranquilo, descansado y opulento sin caer en contradicción.
De todos modos, le diré que casi ningún día de mi vida dejo de trabajar, poquísimos. Mas si descanso en algún festivo, aplico derecho laboral, no derecho divino, como muy bien ha indicado "un amigo".
Por cierto, y cambiando de tema, le debía felicitación por su última narración, la de la aventura en el bar con aquella señora. Muy bueno, nuevamente.

Anónimo dijo...

Profesor, lo de numerarnos los anónimos creo yo que será lo más adecuado, ya que veo que se pueden confundir, si se da cuenta la sintaxis del primer post es mejor que la mía y tiene razón en que me gustaría que trabajase Vd los domingos y todo pero no como castigo por ateo y malo sino porque la sociedad necesita cabezas pensantes.
Pero ya puestos a comentar su post, tengo que partir de que mis hermanos en Cristo los católicos tienen una manera de expresar su fervor diferente a la de los protestantes que somos demasiado creyentes y esperamos que Dios nos perdone a la hora de la muerte nuestros muchos pecados cometidos precisamente en virtud de su sacrificio en la cruz.
Respecto a la extrañeza de los lugareños eso es como si en la apertura del año judicial con todos allí esperando que llegue el Rey están allí todos con sus capas de Drácula puñeteras (que diga, con puñetas)y sus cruces policiacas y peñafortianas y toda la parafernalia justiciera comentando lo mal que se llevan el del Supremo y la del Constitucional y bromeando y vacilando y de repente entro yo allí con mi chandal y me les quedo mirando, pues tal vez sea la misma extrañeza del desconocido y luego llega el Rey y en vez de darles de patadas en los cojones y a las damas nada (por lo de la violencia de género)comenta que la Justicia va de puta madre. No lo se , pero creo que no se puede pedir peras al olmo y aparte en Semana Santa no creo yo que un creyente tenga que estar con más bondad y compungimiento de corazón que el resto de los días, joder y en el pueblín con la limonada y la sidra y tal pues se ríe uno otra cosa sería si eso lo víese Vd en la iglesia de San Pedro en Roma ahí ya se guarda más compostura social, pero por el rito católico, en la Biblia no consta que estuviesen todos detrás de mi Señor como con una educación extremada y como en silencio, más bien no.
Y no es tanto como dar todo lo que saca honradamente trabajando pero ya dos casas en el extranjero mientras aquí hay gente que vive muy malamente.

Anónimo dijo...

Respecto al 2º post -o anónimo 2, siguiendo el consejo de numeración de los anónimos-, simplemente decirle que me parece una demostración clarísima de soberbia intelectual; o sea, que la existencia o inexistencia de Dios depende de lo que tú o cualquier otro crea. Si creo, existe; si no creo, no existe. Es un argumento ciertamente futil.

Respecto a "un amigo", sólo dos preguntas:
1/¿me podrías explicar qué quieres decir cuando hablas de "construcción autorreferencial"? Gracias.
2/ ¿teopragmática? No me vengas con rollos. Si incluyes la partícula "TEO", estás haciendo referencia a Dios, quieras o no; no puedes hablar de "teopragmática" como altruísmo o estar en paz con los demás.

Y por último, decir que yo no estoy hablando de respeto o no. Por supuesto que respeto a los que no creen. A lo que voy al pedir "demostraciones racionales" es a combatir esa pretensión de relacionar continuamente Dios y razón. Qúe poquito sería Dios si entrase en mi razón. Porqué voy a tener que "razonar" la existencia de Dios. Que me razonen los que no admiten su existencia qué les lleva a no admitirla.

Anónimo dijo...

soy anonimo 2:

Veamos, si no hubiera hombres ¿alguien pensaría en Dios?

Si nadie creyera en Dios, en ningún Dios, sería razonable ¿mantener que existe?

Que haya fenomenos que la ciencia y la razón no aciertan a comprender es la mejor justificación para ampararse en el concepto de Dios.
Miremos hacia atrás en la historia: Galileo, Copérnico, la estructura de la materia, los fuegos fatuos...

IuRiSPRuDeNT dijo...

Lo más triste de Dios
es que no puede creer en DIos.
Ni ponerse el sombrero nuevo
para ir a misa como tú y como yo.
Tampoco puede dar gracias al Señor,
ni hacer novillos,
ni tirar una piedra aun farol.
¿Qué sería sin nosotros de Dios?

-Gloria Fuertes-

Pd: Dichosos los que son felices creyendo, que suerte tienen. Pero que no se metan conmigo. Yo acompaño a quien sea a misa si con ello fortalezco su fe o lo que sea.

Anónimo dijo...

Anónimo 2 sus preguntas para nada justifican la inexistencia de Dios. Para un creyente nos es difícil explicar la existencia de Dios palpablemente, pero que tampoco estamos obligados a ello. Lo que ,sin embargo, en mi opinión un ateo si tiene que explicar la existencia de la pobreza en relación a sus posibilidades económicas, dar ejemplo en lo referido a las palabras teóricas sin plasmación práctica como libertad y justicia, entonces a mí personalmente me es más fácil y justificable creer en Dios que creer en palabras vanas e inexistentes y que quieren que por cojones me las crea.
Iurisprudent sin dejar de reconocer la calidad superlativa de Gloria Fuertes hay poemas preciosos de alabanza a Dios , sin rebuscar mucho cualquiera de los sonetos sacros de Lope de Vega.

Anónimo dijo...

Iurisprudent:

Los cristianos creemos que:

Dios (Hijo) nació en Belén;
no hizo novillos en el taller, porque tenía que ganarse el pan;
no tiró piedras a un farol, porque no había en Israel en aquella época (tampoco nadie se atrevió a tirar la primera piedra);
no se puso sombrero, pero sí túnica;
creía en Dios, porque creía en sí mismo y en el Padre que le envió. No habría podido sanar ni resucitar a nadie sin creer en Dios;
Así que:
1/ Más bien: qué sería de nosotros sin creer en Dios.
2/ Gloria Fuertes tiene poesías buenas, pero pocas. Y esta claramente es nefasta (también desde el punto de vista poético).
Un saludo.
PD: soy anónimo 1

Anónimo dijo...

hola anónimo 2:

1/ si no hubiera hombres (ni mujeres) nadie pensaría en Dios....de acuerdo: y qué? Tampoco nadie pensaría en la hierba, y eso no quita para que exista.
2/ Si nadie creyera en Dios....simplemente, nadie creería en Dios. Y ya está. No es una deducción lógica correcta la tuya:"si nadie creyera en Dios ¿sería razonable mantener que existe?" Es que realmente no sé adónde vas.

PD2: también soy anónimo 1

IuRiSPRuDeNT dijo...

PD:A ninguna parte anonimo.

Simplemente manifestar que genial para quien le ayude, sinceramente siento envidia de la gente que cree y se motiva con ello. Me da exactamente igual si dios existe o es una simple piedra. Solo se que soy una persona y tengo anhelos de ser cada día mas feliz. Y si alguien cree no seré yo quien vaya a joderle el tinglado. Y te habla alguien que en su día creía y le daba resultado. Fuera de ahi no se donde quiero ir.

IuRiSPRuDeNT dijo...
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