27 junio, 2007

Manos abajo, esto es sexo

No hay día en que los medios de comunicación no dediquen algún espacio a cuestiones relacionadas con las artes amatorias y con las alegrías y sinsabores de los asuntos de entrepierna. Ya no es sólo que haya cadenas de televisión especializadas en sacarle punta a los polvos realizados o soñados por todo tipo de peripatéticas de la farándula y gigolos camuflados de nobles o de artistas circenses, o que en el zapeo de después de cenar acabe uno siempre quedándose con el programa más presentable, que suele ser la porno cutre que ofrecen esas cadenas piratas a las que el personal envía mensajes cual náufragos que echan al mar su botella con papelito. Es que va siendo hora de que los politólogos clasifiquen los Estados y los sistemas políticos en razón de sus actitudes ante los gustos de cama. De esa manera tendríamos una información bien fiable sobre los lugares en los que se puede vivir libre y agradablemente y aquellos otros en los que la represión de la libertad comienza por el control feroz de las partes más íntimas.
En las últimas semanas se ha informado, por ejemplo, de que en la India el gobierno la ha tomado con unos condones que llevan vibrador acoplado y que han sido prohibidos porque incitan a un intolerable desgaste de los ciudadanos, lo cual, en opinión de la ministra india de energía –precisamente de energía- resulta intolerable. O que en Irán siguen empeñados en ahorcar homosexuales y en condenar a muerte a las actrices porno. Mal vamos a dialogar con civilizaciones que reprimen los cuerpos como técnica primera para someter las almas. Menos mal que en España nuestra inefable ministra de sanidad sigue absorta en las cosas de comer, beber y fumar, pues el día que decida racionarnos el apareamiento se nos va a acabar la risa.
Pero la noticia más sorprendente nos la daba hace unos días el ABC. Resulta que el Pentágono anda experimentando con un arma nueva, la bomba gay. Las guerras pueden acabar como el Rosario de la Aurora, pues, al parecer, la idea consiste en bombardear a los ejércitos enemigos con hormonas, en lugar de con napalm o metralla. Lo contaba así nuestro periódico conservador: “El maquiavélico plan tenía como oscuro fin crear un dispositivo que rociase con un potente afrodisíaco a los combatientes enemigos, algo que desencadenaría una bacanal derivada del presumible comportamiento homosexual que experimentarían los afectados”. ¿Maquiavélico? ¿Oscuro fin? ¿Comportamiento previsible? Vaya, la monda.
¿Se imaginan? Pasa un avión sobre los combatientes, los fumiga con el afrodisíaco e inmediatamente las tropas enemigas se abandonan al desenfreno, en una inimaginable orgía homo de la que no se libraría ni el general de división. Se acaban los tiros y se pasan todos a bayoneta. El furriel le declara su reprimido amor al sargento y el teniente ya no contiene ni retiene su afecto por el capitán. Así, de un día para otro, las trincheras se convertirían en ardorosos lechos, las camillas se cotizarían más que los cañones y los de intendencia tendrían que procurar cargamentos extra de mantequilla. Los bandos en liza ya no se tirarían con bala, sino que se lanzarían insultos de más grueso calibre: guarra, loca, pendón y así. Como reporteros de guerra viajarían los más reputados directores porno y los armisticios se firmarían en camas multitudinarias. Ejércitos enteros vendrían a Madrid a casarse.
No está mal la idea, pero no sobraría que los científicos se esmeraran un poco más, para que también se pudiera rociar a los más belicosos con sustancias que incentiven pasiones heterosexuales, a fin de que los pobres soldados tengan garantizado su sacrosanto derecho de elección. Y, desde luego, convendría extender el uso de tan expeditivos métodos, para que no se lo coman todo los militares. Como primera medida, me atrevo a proponer que el invento se pruebe una temporada en el mismísimo Pentágono y en la Casa Blanca. Ya me imagino la escena, con Bush, Cheney y Condoleezza perdiendo los papeles de a tres. Tampoco estaría mal una pasadita por el Vaticano. Luego, cuando los rendimientos del arma estén suficientemente demostrados, convendría regar países enteros, como Irán o Arabia Saudí, para ver a jeques y ayatolás con sus faldas a lo loco.
¿Y qué me dicen de nuestros servicios secretos impregnando con la excitante sustancia las paredes del caserío donde se reúnen para sus negocios etarras y gubernamentales. Ahí sí que iba a haber proceso para dar y tomar. Y todos en paz.
Entretanto, yo me voy a agenciar unos polvos de ésos para mandárselos a Elena Salgado. A ver qué pasa. Si sale bien, otro día se los echamos a Acebes y Zaplana cuando estén juntos. Arde Génova.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Lisergia popular en LNE

Perdón por el Off Topic:

Pero es que aún estoy bajo estado de shock, en estas minivacaciones que me había concedido.

Va sobre el tratamiento informativo del asesinato de unos soldados españoles en el Líbano.

Pos ná:

QUEREMOS SABER

¡¡HA SÍO LA ETA!!.

Todo el mundo esperaba el atentado aquí, pero se ha producido allí, en el sur del Líbano (...). Aquí o allí, es lo mismo, a fin de cuentas muy cerca de donde se produjo el terrible atentado, en el valle de la Bekaa, siempre se han entrenado los terroristas de la ETA.
No es tiempo para especular, pero no me extrañaría que el atentado fuese una UTE, una joint venture, una colaboración entre fanáticos islamistas y etarras.

Ya sé, ya sé, Everybody knows. Todos saben que es mentira. Que se trata de soltarlas para ir arrastrando el voto memo y para hinchar las hijoputertulias. No me hagan caso (rectius: sigan sin hacerme caso): serán las minivacaciones.

P.S. Ejercicio de estadística.

De entre 100 personas seleccionadas al azar que hablen de "la ETA", seleccione los principales rasgos específicos comunes.

Anónimo dijo...

No hay científico que invente algo que me haga a mí maricón; me gustan las mujeres más que a nadie en el mundo.
Insisto, al hombre que se crea que es el al que más le gustan las mujeres le gano yo de calle, me encantan y soy amplísimo, es decir, no soy excesivamente exigente con los cánones físicos femeninos aunque estoy impresionado por la belleza de la actirz esa Scarlett Johansson.

Anónimo dijo...

No, no, Roland Freiser, a mi me gustan más, te lo aseguro...

Anónimo dijo...

Anónimo
Puede que las mujeres le gusten a Vd muchísimo, pero más que a mí no. Es que me parece casi imposible que le gusten lo mismo que a mí.

Anónimo dijo...

Como ocurre de cuando en cuando, la realidad imita a la literatura, en este caso a la Lisístrata de Ralf König.

Ya lo he dicho en estas páginas alguna vez: qué enternecedor, el homoerotismo reprimido de todos los autoritarismos.

Saludos,

Anónimo dijo...

Un amigo
es que la homosexualidad no se trata de una forma de sexo, es que un hombre le mete a otro el nabo por el culo y eso es asqueroso.

Anónimo dijo...

¡Válgame Santa Catalina de Siena! Se me olvidaba otra docta referencia del Séptimo Arte ...

Saludos y buen sábado,

Anónimo dijo...

Un amigo
Que no es una cuestión de libertad sexual como nos quieren hacer ver; que es una asquerosidad, libertad sexual es si un hombre y una mujer deciden no besarse al hacer el amor o no parar de besarse o darse uno al principio y dos al final, pero una aberración no es libertad ni sexualidad, es una mierda que unos enfermos o psicóticos de algún tipo sodomita realizan queriendo ser mujeres o yo que se mierda creeran que es tomar por el culo.
Hablando con amigas mías prostitutas me han dicho que algunos clientes ,que follan, mientras lo hacen les gusta tener un vibrador en el culo ¿y eso? y la respuesta es : ¡mariconadas!, es decir, las profesionales en su inmensa mayoría (de las que a mí me han hecho ese comentario , todas)ven que eso es mal rollo.