27 mayo, 2008

Cocinero a la hoguera

Teníamos pendiente decir alguna cosa sobre la disputa de los cocineros españoles. Hace unos días, Santi Santamaría, afamado chef, cometió el imperdonable pecado de criticar a los de su gremio de muchas estrellas y muchos tenedores, con el argumento de que preparan platos escasamente comestibles y no siempre con los ingredientes más santos y saludables. El acabose. Ochocientos colegas se le han echado encima con furia unánime y lo quieren condenar para siempre a las llamas del Averno. Por cierto, ¿hay tantos cocineros buenísimos en este país? Aquí, cuando se trata de atizarle al que va por libre, se apunta hasta el palo de la bandera al bando de los buenísimos e intocables.
No sé cuánta razón asistirá al señor Santamaría. Por otro lado, si los ciudadanos de estos lares quieren adelgazar la tarjeta de crédito y hacer lista de espera de meses y años para degustar una espuma de aire con aromas de percebe deconstruido, están en su derecho. Donde vas, Vicente... Ya nos pondrá en nuestro sitio la desaceleración antipatriótica. Pero a un servidor le cae simpático el señor en cuestión, nada más que porque se atreve a marchar contra corriente en estos tiempos en que el discurso único y la ortodoxia bienpensante se imponen hasta para los guisos.
Uno se imagina que ante una acusación como la que osa formular el tal Santamaría los que se den por aludidos se apresurarán a abrir sus cocinas y a explicar ingredientes y aditamentos, para que quede claro que, aunque no maten el hambre, tampoco ponen en riesgo la salud del comensal. O sea, a replicar propiamente. Pero no, vade retro, leña al discrepante, condena al ostracismo, boicot y que se entere el mundo de que quien se mueve no sale en la foto. Todo un símbolo de cómo nos las gastamos en estos tiempos, y que viva el pluralismo y la libertad de expresión.
No se me tome como inmodestia, pues uno ni es chef ni pinta gran cosa en ningún lado, pero un poquito sí que me identifico, humildemente, con el cocinero de las malas pulgas. Así que ahí va un pelín de desahogo y de expresión de mi particular desorientación. Será puro azar, pero esta temporada me he encontrado por el mundo con un puñado de amigos que me han reconvenido de modo tan amable como insistente por andar despotricando a diestro y siniestro. Que si la universidad no está tan mal, que si España va bien, que si la pedagogía a la violeta tiene su aquel, que si las doctrinas de los colegas no se deben cuestionar tan contundentemente, que si no es correcto tomarla así con leyes y sentencias, que si te has pasado ocho pueblos en el blog cuando escribiste aquello y lo otro y dijiste lo de más allá. Que si te va a retirar el embajador hasta el Vaticano...
De acuerdo, no me duelen prendas en reconocer que puedo resultar faltón, que la ironía no es plato de gusto para todo el mundo y que a ninguno le hace ilusión que lo llamen feo. Pero, caramba, uno se ha pasado media vida leyendo y oyendo que sin pluralidad y pluralismo no hay democracia que valga, que la libertad de expresión es madre de todas las libertades, que la ciencia se alimenta de la crítica y el debate y que la tal democracia debe ser muy deliberativa y discutidora. Zarandajas, por lo que se ve. Marchemos unidos bajo la bandera que toque y ya nos dirán los jefes cuál es.
Pase que los cobistas medren, que los grupúsculos sociales, políticos y académicos cultiven cuatro dogmas pueriles con la fe del carbonero, que los mandamases de turno mantengan la lealtad de su tropa con el espíritu más sectario, palo y zanahoria en ristre. Pero lo que no se asimila tan fácilmente es que las conciencias acaben tan alienadas como para sumarse en masa al rechazo de la discrepancia, al dictado de las formas y a la crítica al crítico nada más que porque critica. Con lo fácil que sería responder a la ironía con una ironía mayor y a la objeción con el debate de sus razones. Pero no, te invitan a callarte, a sumarte a la tropa de los conformes y a mantenerte en la estéril satisfacción de los estómagos agradecidos y los cerebros engatusados. Si no te sale del alma ser un buen mamporrero, por lo menos mantén la boca cerrada o úsala únicamente para el agasajo al pelanas de guardia. En caso contrario, atente a las consecuencias.
Pues va a ser que no.
Más cocineros con agallas hacen falta en este país de cuitados. Y el que se pica...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Concuerdo, la historia del autodafé contra Santamaría -a mi también me cae simpático- huele a corporativismo hispánico de gran reserva ... que te pasas.

Qué lujo discutir de estas cosas ... cuando los enésimos cuatro chavales de la clase social equivocada han sido 'deconstruidos' en las obras del estadio de Valencia ... en caviar de subcontratista caramelizado con gelatina de exceso de extraordinarias. Mmmmh ... ¿Qué opinarían estos chicos de la disputa entre Santamaría y Adrià?

No quiero quedarme en la provocación de mal gusto, sino que quiero seguir la exhortación lanzada en el post: pero veo un cierto paralelo entre las declaraciones del Fiscal de Riesgos Laborales que reporta la prensa ... y la de los prestigiosos cocineros que se han cerrado en legión tebana en torno al Sr. Adrià.

Salud a todos, y muy especialmente a los que trabajéis en un andamio,

Anónimo dijo...

Pues es una provocación de mal gusto, estimado un amigo; o a mi así me lo parece. Sobre todo si no va seguida de un hacer que no se limite a escribir un parrafito aquí, otro allá, y dolerse acaloradamente tomándose unas copas con los amigos -que no sé si será su caso porque no le conozco, hablo en general-. Yo, a día de hoy, no puedo hacer nada por esos pobres chicos que han muerto en los andamios, y no se me ocurre nada que pueda hacer para evitar que otros vayan a morir. Dígame dónde hay que firmar, y firmo. O dónde hay que manifestarse. O qué coño hay que hacer. Pero estoy viejo para que me ofenda leer una bobadina simpática sobre cocina elitista y snob, y más viejo aún para creer que un párrafo de condolencia vaya a cambiar algo que no sea limpiarme a mi por un ratín la conciencia.
Que pasen un buen día

Anónimo dijo...

Tiene Vd. razón, Venator, son todo accidentes, qué fatalidad, qué requetedesgracia, válgame Santa Caterina de Siena, protégeme Señor de los tornillos en mal estado.

Pobres empresarios de la construcción, pobres presidentes de clubes de fútbol, la cantidad de empleo que crean, lo que dinamizan nuestra economía ¡y la mala suerte que tienen! Si es que no hay derecho ...

Buena caza, estimado

Anónimo dijo...

Estimado un amigo,
¿he dicho yo que eran accidentes? ¿he dicho yo que pobres empresarios, etc.?
Si lo hubiese dicho no tendría razón, por eso no lo he dicho.
Lo de la caza no lo entiendo.
Pero buen día.

Anónimo dijo...

¿por qué cuando muere un obrero no salen los politicastros con cara de pena y compungidísimos como cuándo matan a un picoleto?