13 mayo, 2008

Mecagoentó y en sus progenitores

Desahógate o revienta. Pues me desahogo. Esto no hay quien lo aguante y un servidor es tonto de baba. Mecagoenlaputaleche, en las universidades, en los títulos, en los convenios y en el cambio climático. Me voy a encerrar en casa con una cesta de libros y un fusil y al primero que se asome con un impreso en los dientes me lo cargo, previa minuciosa tortura leyéndole los estatutos de todas las universidades y los currículos de los miembros de la ANECA.
Vayamos por las partes. Entrar en el despacho de uno en la universidad es sentarse en el potro de tortura. Y encima quieren que pongas cara de placer y que sonrías a la webcam. Mecagoentossusmuertos y hasta en el último cargo. Dos cosas me vienen ocupando horas y neuronas desde hace semanas y meses y vuelven a incordiarme hoy a cada rato. Las contaré sin dar muchos datos y confiando en que nadie se me mosquee, encima. Porque me cago en los putos muertos del que encima se mosquee, carajo.
Una. Cuando viajo a algunos países latinoamericanos suelo decir por inercia a todo que sí, pues luego es que no, nadie más, allá, se preocupa de lo hablado y no pasa nada. Es por pasar el rato y hacernos colegas y tal. Rediós, pero hace una temporada dije que sí a una propuesta de convenio entre la universidad de allá y esta de aquí de la que como. La contraparte iba en serio, maldición. Que si cómo va, que si para cuándo, que si enviamos convenio marco, que si recibimos borrador de convenio, que si falta una firma, que si sobra una firma, que si ahora que tenemos el marco pongamos la ventana, que si está de más ese párrafo, que si convendría meter el otro, que si localiza al vicerrector –por cierto, el de aquí es un tipo excelente, aunque suene extraño el calificativo en mi prosa-, que si averigua cuándo se aprueba, que si.... Semanas, meses.
Si no me meten prisa a mí, me olvido de todo. Si me meten prisa, me cabreo. Para qué hostias me complico, ¿eh? Pues no lo sé. Y la última en esto. Mensaje americano: que no sé quién del ministerio va a revisar una propuesta de no sé qué, que el convenio con León es muy importante para nosotros, que por qué no nos lo mandaron, que nos urge y no nos llega. Llamo aquí al vicerrectorado: que se envió por correo ordinario el seis de marzo, hace más de dos meses. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Comenzamos de nuevo? ¿Firmamos otro y lo llevo yo en la boca o apretadito en el culete? Quién tiene la culpa de que en algunos lugares no funcione ni el servicio de correos, vamos a ver.
A ver, amigos, confidentes míos, les voy a pedir a ustedes un favor: recuérdenme cada tanto que no me meta en líos estúpidos. A mí qué recataplines me importan los convenios, las convenias y la madre que lo parió to, si yo sólo quiero leer libros y escribir cosas y que me dejen en paz, hombre. ¡Que no quiero saber nada de papeles y firmas, coño! Y, encima, gratis. Que, al menos, le podían pagar a uno como gestoría. Pues no. En cuanto acaban de echarte el polvete te preguntan si no te gustaría también invitarlos a cenar y qué tal explicar treinta horas por doscientos dólares brutos. Eso sí, luego los más jamelgos de allá te escriben que sólo vas a robarles el oro. Mecagoen... Y conste, desde luego, que mis interlocutores en este asunto al otro lado del charco son gente trabajadora, seria y que se merece el apoyo.
Otra. Hace año y pico o dos me llega de rebote un doctorando, esta vez europeo. Lo recibo. Buena gente, honesto y trabajador. Tiene casi terminada una tesis un poco rara, muy original, relacionada con algo que en tiempos un servidor investigó un poco. Que no encuentra director, sólo codirector (?) y que si no me importaría ser la otra media naranja doctoral. Le digo que sí. Cumple con formalidad con trabajos y plazos, del sujeto no hay queja. Es centroeuropeo, no sé si lo había dicho. Toca defender la tesis, que ha de leerse en universidad histórica, tradicional y cataplasmática. Trámites, trámites, trámites, meses y meses de trámites. Se reúnen comisiones y comités, se computan plazos, se piden aceptaciones e informes, se recaban firmas y más firmas, se solicitan vistos buenos y vistos malos. Envío todo tipo de documentos, siempre urgentísimos y cumpliendo con el ruego de que la fecha la deje en blanco, pues al funcionario de turno se le olvidó remitirme el impreso en el momento debido y ahora tenemos que falsificar un poquito, pues, en caso contrario, habría que recomenzar los trámites y échele usted otro par de años de informes, comités, vistos buenos y malos, etc., etc.
Había contactado en su momento con queridos colegas para ese tribunal. Cumplidores como solemos ser los de Derecho (aunque digan que no los pedagogos que nunca tienen más que hacer que sacarse los parásitos de las partes, como los monos) mandan sus informes en cuanto se les requieren. Ah, pues noticia de ayer: es que mire usté, esos amigos suyos enviaron los informes con tanta diligencia y tan cortésmente, que se nos perdieron porque no los esperábamos tan rápido. Que se le traspapeló al funcionario todo eso porque todavía no tenía rotulada la carpeta ad hoc, vaya. Como lo cuento, palabra. Quod natura non dat... Y que hace falta que los manden de nuevo, pero dejando la fecha en blanco, porque, si no, no puede reunirse la comisión de doctorado con efectos retroactivos. Y que, tal como van las cosas y con todo lo que falta por hacer, a lo mejor puede defenderse la tesis a mediados de junio, pero eso si los del tribunal son muy puntuales al enviar por segunda vez estos informes repetidos, porque si se retrasan la cagamos y prescribe no sé qué plazo y hay que volver al empezar.
Mecagoenzeus y en todo el olimpo pagano. ¿Quién me manda aventurarme en semejantes aguas procelosas? ¡Pero si está llena la universidad de desocupados y ladillas que no tienen otra cosa que hacer y que se lo pasarían pipa llamando cada día a la secretaria del secretario del cuñado del felador del presidente del la comisión de doctorado! Juro por la firmeza ideológica de nuestro Gobierno que no vuelvo a aceptar tesis sobrevenidas, ni convenios transoceánicos ni proyectos patafísicos ni nada de nada. ¡Que me pagan para enseñar e investigar, hostias, no para mover el culo como puta vieja! Pues o aprendo o, ya puestos, monto en serio un chiringuito con churris, churros y títulos varios. O sea, otra casa de putas como tantas universidades.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece que son Fito y los Fittipaldis los que tienen una canción titulada "Por la boca muere el pez", pero ¿ quien podemos con nuestra puta condición ?.

Suerte.

PD. Siempre podría excusarse, poniendo como pretexto los inacabables deberes, derivados de su casi recién estrenada paternidad.

Anónimo dijo...

Lo mejor del comentario es el divertidísimo estilo Pérez Reverte (Arturo) con ironía y sarcasmo a raudales. Lo mas cuestionable es la coherencia de quien es profesor universitario cuando vive ( o sobrevive) en un sistema universitario cuyas reglas del juego, como la omertá, no son precisamente la flexibilidad y los atajos de la razón, sino que la Universidad española es un mar de los sargazos de trámites burocráticos, buena parte de los cuales se deben a la propia comunidad académica, pues como decía un buen amigo Vicerrector: " Todo profesor universitario tiene dentro un burócrata empujando para salir", y la prueba viene dada por todos los que presumen de investigar y enseñar y que codician una mísera Dirección de Departamento, de Aréa o Vicerrectorado. Luego...¡No se quejen!.P.D. Te agradecemos esas frescas crónicas de la Universidad.