Es curioso ver cómo se juega hoy en día con los conceptos. Grandes nombres para meras apariencias, y en el fondo todo lo contrario. Ocurre también con la tan cacareada autonomía universitaria. Que las universidades tengan autonomía se está entendiendo como que de puertas adentro puedan hacer lo que les venga en gana. Por ejemplo, seleccionar el profesorado con criterio localista y endogámico o confeccionar los planes de estudio según el capricho de los que mueven los hilos en cada ocasión. Ahora va a suceder que, en nombre del proceso de Bolonia y de la convergencia con Europa, una misma carrera universitaria impartida en Madrid, Zaragoza o León puede no parecerse apenas. Paradojas que resultan de retorcer las nociones y de un perverso manejo de políticos, que dejan al albur de cada lugar lo que debería estar más controlado, pero tratan de que no se les vaya de las manos todo lo que afecte a su mando y repercuta en sus votos. Quien busque argumentos más contundentes y bien fundados, que lea el libro de nuestro amigo Francisco Sosa sobre El mito de la autonomía universitaria, que va por su tercera edición.
Las universidades, supuestamente tan autónomas, a la hora de la verdad están a merced de los poderes externos. Los rectores pronto descubren que toda iniciativa pasa por complacer al poder político, que ninguna innovación se les tolera si no acarrea rédito electoral para partidos y para gobiernos y que, a nada que se guíen ante todo por el interés legítimo de la institución académica que gestionan, se les cierra el grifo de los euros. Con los títulos se juega demagógicamente, las plantillas encogen o adelgazan en función de la docilidad rectoral y los poderes fácticos se apresuran a dejar claro que el que rige dentro ha de ser sumiso con los mandamases de fuera.
En la Universidad de León tenemos nuevo rector, con un equipo competente. También hay, por supuesto, profesores de la máxima talla, investigadores de primera, personal eficaz y estudiantes que no deben permitir que se les dé gato por liebre, todos con ansias de que su trabajo se reconozca en lo que vale, de que la razón académica prime sobre cualquier otra influencia y de que las decisiones de gobierno se tomen con plena consideración de las prioridades de la institución, que no son otras que docencia de calidad y ciencia del mejor nivel. Del resto de los poderes públicos y de la sociedad tenemos que exigir sólo financiación suficiente, sin regateos ni servilismos, control de la legalidad de la gestión y de las decisiones y respeto a la autonomía universitaria, pero rectamente entendida. La Universidad no puede ser correa de transmisión de ningún grupo político o económico ni pretexto para que el saber y la ciencia se pongan de rodillas ante nada que no sea el rigor del trabajo universitario bien hecho. Ojalá el nuevo rector le ponga el cascabel a ese gato.
Las universidades, supuestamente tan autónomas, a la hora de la verdad están a merced de los poderes externos. Los rectores pronto descubren que toda iniciativa pasa por complacer al poder político, que ninguna innovación se les tolera si no acarrea rédito electoral para partidos y para gobiernos y que, a nada que se guíen ante todo por el interés legítimo de la institución académica que gestionan, se les cierra el grifo de los euros. Con los títulos se juega demagógicamente, las plantillas encogen o adelgazan en función de la docilidad rectoral y los poderes fácticos se apresuran a dejar claro que el que rige dentro ha de ser sumiso con los mandamases de fuera.
En la Universidad de León tenemos nuevo rector, con un equipo competente. También hay, por supuesto, profesores de la máxima talla, investigadores de primera, personal eficaz y estudiantes que no deben permitir que se les dé gato por liebre, todos con ansias de que su trabajo se reconozca en lo que vale, de que la razón académica prime sobre cualquier otra influencia y de que las decisiones de gobierno se tomen con plena consideración de las prioridades de la institución, que no son otras que docencia de calidad y ciencia del mejor nivel. Del resto de los poderes públicos y de la sociedad tenemos que exigir sólo financiación suficiente, sin regateos ni servilismos, control de la legalidad de la gestión y de las decisiones y respeto a la autonomía universitaria, pero rectamente entendida. La Universidad no puede ser correa de transmisión de ningún grupo político o económico ni pretexto para que el saber y la ciencia se pongan de rodillas ante nada que no sea el rigor del trabajo universitario bien hecho. Ojalá el nuevo rector le ponga el cascabel a ese gato.
4 comentarios:
El nuevo rector, parece de lo más brillante y competente, sin duda. Pero el equipo...ayyyyyyy, parece que usted no conoce bien a las "gentes" de esta universidad.
Saludos
A ese gato es imposible ponerle cascabel, sobre todo desde que Bolonia es la banda sonora del quehacer universitario. El objetivo no escondido de Bolonia es que la Universidad forme estudiantes que sepan algo de mucho y mucho de nada, estudiantes a los que el mercado pueda poner en cada momento donde más le convenga; estudiantes a los que se ha dicho que lo importante es que tengan competencias transversarles -que valgan un poco para todo- no que persigan una vocación o que traten de procurarse un trabajo que les llene. Estudiantes a los que el sistema universitario bolonio quita toda ilusión ya el primer año, a base de hacerles tragar pildorazos de contenidos que podrá canjear por créditos en cualquier grado que quiera realizar. La Universidad Bolonia se ha vendido al mercado, pero al peor mercado posible: al que reclama mano de obra quemada, barata, intelectualmente poco crítica, sin preparación profunda en nada, con pocas ideas y con menos iniciativa. Los que dirijan ese mercado, no tengan duda, tendrán otra formación: irán a otras universidades, saldrán al extranjero, practicarán feng sui y se aprovecharán de una enseñanza pública superior que se habrá convertido en una mala formación profesional universitaria.
Hay cinco ruinas en León : la cárcel, el hospital, comisaría, santa Isabel y la Audiencia Provincial.
Ante este panorama nada mejor que declararse sosawagneriano. El manifiesto pro castellano va a ser sin duda uno de los pilares para recuperar la racionalidad en el Estado.
De acuerdo, pero ¿como resolver esto?.
Como siempre estudiándose aquello que funciona.
Si uno le echa una ojeada a esto se percata como evitar que los políticos metan sus "sucias" manos en la Universidad preservando su autonomía, y los Rectores dependan de los votos, que en su mayoría son de gente sin cualificar.
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