11 mayo, 2009

Currículos como castañuelas

La nueva regulación del acceso a la condición de catedrático y profesor titular de universidad ha provocado profundas alteraciones en los hábitos académicos, y, muy en particular, en los de los jóvenes profesores, siempre más sensibles a los cambios del viento y más vulnerables ante el empuje de las mareas. Puede que esta vez se haya llegado a un punto de no retorno, como indica el que en las consultas de la psiquiatría pública hacen cola profesores e investigadores poseídos por las más extrañas manías y con los delirios más espeluznantes. Y lo bueno del caso es que, al acabar la consulta, todos le piden al pobre médico un certificado de que pasaron por allí con gran disciplina y excelente actitud. Repasemos la génesis de esta situación y echemos un vistazo a lo que está ocurriendo ahora mismo.
Aunque hay quien sostiene que el mal viene de lejos, la última y quizá definitiva vuelta de tuerca la dio el Decreto de hace un lustro en el que se sentaban los requisitos y los baremos para la evaluación de los aspirantes a la condición funcionarial del profesorado universitario. Se mantuvieron las antiguas agencias evaluadoras y se cambiaron aspectos nimios del procedimiento, pero la modificación más relevante afectó a la lista de méritos alegables y a su respectivo valor. Éste es el asunto que debemos glosar brevemente.
En efecto, la mencionada norma introduce, en teoría como méritos de mucha importancia, pero a la hora de la verdad como requisitos prácticamente ineludibles, los siguientes. En primer lugar, los aspirantes deben presentar certificaciones de sus maestros en la escuela primaria y, en su caso, en el parvulario. Se discute si a estos efectos son válidos y se computan también los certificados expedidos por el jardín de infancia o guardería en la que cada uno o una hizo su primer pipí en grupo, así como las certificaciones dispensadas por el responsable de la catequesis, esto en el caso de que el profesor en cuestión hubiera hecho la primera comunión y no hubiera apostatado más tarde.
Ante la dificultad de muchos para localizar a los que fueron sus primeros maestros y cuidadores, están haciendo su agosto las agencias de detectives. Hace poco, la presidenta de la Asociación de Detectives Especializados en Pesquisas Académicas (ADEPA), Arsenia Lapón, narraba en una entrevista en el Canal de Isabel II algunas anécdotas bien jugosas. Contaba, por ejemplo, que un viejo maestro de primaria recibió a tiros al profesor contratado de una universidad catalana que fue a reclamarle un certificado de buen aprovechamiento en matemáticas de EGB, pues lo confundió con un antiguo cuñado que solía importunarlo con bromas sobre su tartamudez.
La desesperada búsqueda de certificados antiguos de escolaridad ha hecho que, como siempre, florezca la picaresca. Así, la policía del campus de Ponferrada (León) ha descubierto que toda una residencia de la tercera edad de la localidad vecina de Cacabelos se había especializado en la falsificación de tales documentos. Los ancianos residentes, a cambio de una hora o dos de conversación, se avenían a firmar que habían dado clase de cualquier cosa y con grandes resultados por parte de quien se hacía pasar por su antiguo alumno. El escándalo subió de tono cuando se averiguó que el cerebro de tal fraude es una antigua limpiadora de la ANECA que mora en esa residencia y que asegura que en sus tiempos se dio a felaciones con varios ministros y un par de vicerrectores, por turno y en su orden.
Más de cabeza aún trae al profesorado en edad de merecer otro sorprendente mérito que en el antedicho Decreto se puso por primera vez y que, en palabras de la Ministra de entonces, Mercedes Maut Jausen, supone una innovación que pronto será imitada por todos los países de nuestro entorno. Se trata de premiar con una gran puntuación al postulante que demuestre que ha sido capaz de criar en su casa al menos dos orquídeas del género Selenipedium, que son orquídeas semiterrestres que crecen en ambientes tropicales y sobre un lecho de hojas putrefactas. Hay quien piensa que todo obedece a un malentendido de algún redactor del Decreto, que debió de pensar que las hojas en cuestión eran hojas de libro y no de árbol. Pero el caso es que desde el Ministerio y la ANECA se sigue asegurando que las hojas de libro en descomposición son un magnífico alimento para tales orquídeas y que de ese modo los jóvenes investigadores aprenden lo que se puede hacer con sus propios trabajos científicos, una vez que ha quedado demostrado hace años que en la ANECA nadie se los va a leer antes de evaluarlos y que a sus universidades les importa un carajo que publiquen o que se toquen las orquídeas.
Como los puntos correspondientes por orquídea no se consiguen enviando la orquídea a la agencia evaluadora, sino con una foto en la que se vea la flor en cuestión acompañada del aspirante a cátedra o titularidad, han comenzado a proliferar estas especies en las floristerías de medio país y, además, muchos fotógrafos ya logran un buen sobresueldo a base de montajes en los que aparece el profesor de que se trate ante una orquídea que lo mira y sobre un lecho de hojas del BOE en descomposición.
Pero, con ser significativo todo lo anterior, nada ha provocado tanto trastorno como la exigencia de que quienes se postulen para titularidades o cátedras demuestren por cualquier medio a su alcance que no están afectados por prejuicios de género o hábitos sexistas. Al principio, varios aspirantes, sin duda movidos por un exceso de celo, amén de por una legítima ambición académica, adjuntaron entre su documentación sendas fotos que daban fe de que se habían amputado todo vestigio físico de identidad sexual, los penes ellos y las nalgas ellas. Seguramente fue casualidad que todos estos lograran su objetivo de acreditarse para el tan deseado puesto, pero su ejemplo ha cundido y en la actualidad son prácticamente todos los aspirantes los que se quitan las partes a fin de lograr la mayor calificación en el apartado de la aplicación informática que lleva por título el de “Méritos genéricos ligados al género”. Ante tan interesante fenómeno y tan profunda vocación, casi todas las universidades han dispuesto ya el correspondiente servicio de atención y alivio para antiguas parejas de los acreditados, así como futbolines para que puedan matar el tiempo esos profesores triunfantes que ya no van a saber qué hacer sin sus cosas ni donde tocar.
De todos modos, y pese a los grandes éxitos cosechados, el nuevo ministro con competencia en universidades, que ahora es el de Medio Ambiente, acaba de manifestar que está en estudio un nuevo Decreto que añadirá ulteriores exigencias, como la de que se pruebe que se tiene el culo depilado y que no se levanta uno con el pie izquierdo ni se acuesta sin rezar el Jesusito de Mi Vida.
En Europa están impresionadísimos con nosotros, se mueren de envidia y siempre se apartan al vernos converger hacia ellos. Desagradecidos. Qué querrán, oiga, qué querrán.

2 comentarios:

bibiana dijo...

Supongo que con lo del "exceso de celo" no estará haciendo referencia a un furibundo apetito sexual por parte de una fémina.

De ser así se le ha caido a vd. el pelo y acaba de poner punto y final a su brillante carrera.

Corporación Gataca dijo...

Estimado profesor García Amado:

Quedo muy tranquilo al comprobar que las exigencias para el profesorado universitario son las que usted apunta.

Ya era hora que se contemplaran. ¡Adónde íbamos a parar! Espero, además, que con el tiempo las depuren en su eficacia, pues, como usted bien sabe, no se puede tolerar que el personal ande fabricándose un pasado curricular como si de unos replicantes cualquiera se tratara.

Atentamente, "La Corporación Gataca"