25 febrero, 2010

Dichoso fútbol

(Publicado hoy, jueves, en El Mundo de León)
Vaya por delante que siempre he sido aficionado al fútbol, que me gusta ver en la televisión de vez en cuando un buen partido y que me pongo contento cuando gana el Sporting de Gijón, pues no en vano es gijonés mi origen. Dicho esto, proclamo que esta omnipresencia del fútbol, el continuo hablar de fútbol en todas partes, el que sea noticia de primera plana cada día, el que la mayor parte de las cadenas de radio suspendan sus programas normales cada vez que hay partidos de algún relieve, el que a todo el mundo -o casi- le preocupe ya más el equipo de sus amores que su propia familia, el que tantas personas consideren que lo más grato, estimulante y divertido que les ocurre cada semana es contemplar un partido de fútbol..., todo eso es estomagante, repulsivo, deprimente, insoportable. Es una calamidad. Da pena. Y asco.
Hace falta tener una vida personal y social muy triste para excitarse con los asuntos futboleros más que con cualquier otra cosa; hay que ser muy zote y muy cabestro para dar más importancia a lo que ocurre en los terrenos de juego que a cualquier otro acontecimiento que suceda en el mundo, el país o al lado de casa; se necesita tener la sensibilidad muy embotada para pasarse las horas y los días pensando en alineaciones o disertando con otros obsesos sin seso sobre las virtudes de este o aquel entrenador o los méritos de tal o cual árbitro; es preciso ser un verdadero demente para estar dispuesto a partirse la crisma con un conciudadano por el mero hecho de que no sea de nuestro equipo o no respete su gloria y sus gestas.
Escribo estas líneas desde El Salvador, a donde he llegado hace unos días por motivos de trabajo. Aquí, como en todos los países de los alrededores, el fútbol está por todas partes y todo el rato: en la mayoría de las cadenas de televisión, en las pantallas de los aeropuertos, en los noticiarios... Posiblemente es un indicio patente del subdesarrollo y la alienación en los que viven estos países míseros y desgraciados. Y mucho me temo que ésa es la misma función que al fútbol le toca cumplir entre nosotros: alienarnos, anestesiarnos, insensibilizarnos ante los problemas sociales y ante nuestra propia inanidad. Porque cuanto más borregos, más manejables.

4 comentarios:

Leónidas dijo...

para mí lo preocupante es hablar de millones de € como si fueran pesetas de aquellas... que 96 millones ya son millones!!y eso que estamos en crisis,que si no...

Javier dijo...

El fútbol, al igual que otras actividades teleológicas, cumple a la perfección su finalidad social como potente y maravilloso narcótico. Se trata de una de las vías de escape mejor estudiadas por parte de los sociólogos de todo tipo y pelaje, e incluso es campo de interés ya para los antropólogos, pero sin duda constituye la perfecta herramienta del poder, en sentido amplio. Quizá en la misma medida que la Educación, según el axioma "más das, más recibes". Sólo cabría preguntar qué es eso que nos dan.

Un saludo

roland freisler dijo...

Una de las mejores reflexiones que he leído en mi vida.

Michael Klode dijo...

Para los que nos hemos pasado semanas sin pago en los rincones más turbios de las ciudades europeas utilizando el fútbol como herramienta para empoderamiento social y cívico, el fútbol también es otra cosa ... pues para aquellos que entienden por Universidad un equipo y no una institución, el fútbol o una convocatoria vinculada al balompié puede brindar más posibilidades de aprendizaje que una cátedra magistral. http://www.streetfootballworld.org/home?set_language=es
Saludos!