17 febrero, 2010

La mujer como objeto (de investigación)

Ya se organizó de nuevo la guasa. Varios medios de comunicación dan cuenta hoy de la noticia, por ejemplo con este titular: “Aído destina 26.000 euros a un mapa de excitación del clítoris”. Algo de sensacionalismo hay, seguro. ¿De qué se trata en realidad? Pues de que el BOE se ha convertido en una mina de noticias más o menos chuscas o escandalosas. Esta vez se trata de la siguiente disposición que venía en el de ayer, 16 de febrero: “Resolución... del Instituto de la Mujer por la que se publican las subvenciones concedidas destinadas a la realización de investigaciones relacionadas con estudios feministas, de las mujeres y del género, para el año 2009”. La cantidad total destinada a esos peculiares proyectos de investigación es de 845.803 euros. El total de proyectos subvencionados es de veintidós, de los que los mejor dotados se llevan 50.000 y los que menos 15.000.
Lo que llama la atención de algún periódico es sobre todo que uno de esos estudios financiados versa sobre “Elaboración de un Mapa de Inervación y Excitación Sexual del Clítoris y Labios Menores; aplicación en Genitoplastia”. Me he puesto a buscar en la red qué es la genitoplastia y he encontrado que tiene relación con cirugías de la vulva y que es definida en algún lugar como “procedimiento médico utilizado para diagnósticos tales como: micropene, insensibilidad androgénica y hiperplasia suprarrenal congénita”. Así que, ante la duda, no me voy a sumar en esta ocasión a las bromas y me permitiré hacer consideraciones más generales sobre este tipo de políticas.
Vaya por delante que conozco personalmente a unas cuantas de las investigadoras (sólo hay un hombre) que han triunfado con sus proyectos y que, al menos en algunos casos, se trata de personas que me merecen todos los respetos, expertas en estudios de género y profesionales competentes en ese campo.
Dicho esto, y antes de entrar en el fondo, sí comentaré que me produce particular extrañeza otro proyecto, el que tiene como investigadora principal a Amelia Valcárcel Bernaldo de Quirós y que se titula “Ética, religión y normativa de género: el papel de los principios en las sociedades tradicionales y en las democracias complejas”, subvencionado con cincuenta mil euros. Resulta que doña Amelia Valcárcel es catedrática de Ética de la UNED y, desde 2006, Consejera Electiva del Consejo de Estado. En mi ignorancia, doy por sentado que no hay incompatibilidad de ningún tipo entre ser Consejero de Estado y disfrutar de este tipo de subvenciones para proyectos de investigación. También asumo que un estudio con ese título, y más llevando en él la palabra “género”, encaja de lleno en la categoría de “estudios feministas, de las mujeres y del género”. Lo mismo doy por supuesto, aún con mayor fe, en el estudio rotulado “Trastornos de la conducta alimentaria, veinte años después. Estudio de estado psicopatológico y físico y su relación con el funcionamiento general”. Habrá que entender que las mujeres están más trastornadas por ese lado, y que por eso.
Puestos a imaginar proyectos realmente importantes que versen sobre problemas muy serios de las mujeres, echo en falta en la lista algún estudio sobre cáncer de mama o de útero, por ejemplo, o sobre alguna otra enfermedad propia de las mujeres o que a ellas afecte en mayor medida. Deduzco que no se habrán recibido propuestas al respecto, vaya usted a saber por qué, y que por tal razón en lugar de esos temas figuran otros, como el de “La construcción cultural del tiempo desde la perspectiva de género: de la conciliación a la corresponsabilidad” (50.000 euros), o el de “Topografías domésticas en el imaginario femenino. Una visión comparativa, transnacional y hemisférica” (15.107 euros). Dicho sea de paso, a mí me encanta la visión hemisférica.
Podríamos hacernos los ingenuos y preguntarnos por qué existe un Instituto de la Mujer y no un Instituto del Varón en un ministerio que se llama Ministerio de Igualdad. Sí, ya sé, es ministerio de la igualdad de la mujer porque es la mujer la discriminada por razón de género, no el hombre. Vale. Pero entonces no se debería hablar, como en el título de la disposición que comentamos, de “investigaciones relacionadas con...el género”, sino relacionadas con el género femenino. En realidad, repárese de nuevo en ese rótulo que aparece en el BOE y que ya se citó: “subvenciones concedidas destinadas a la realización de investigaciones relacionadas con estudios feministas, de las mujeres y del género”. Parece que se alude a tres tipos de investigaciones:
a) Investigaciones relacionadas con estudios feministas. Tomado al pie de la letra, un análisis crítico de los estudios feministas al uso y cuestionador del feminismo entraría en esa categoría de “investigaciones relacionadas con estudios feministas”. ¿Colaría?
b) Investigaciones relacionadas con estudios de las mujeres. ¿Qué quiere decir “estudios de las mujeres”? ¿Se refiere a estudios que tengan por objeto a las mujeres o a estudios hechos por mujeres? Y si fuera un estudio que analizara qué tipo de traseros o de senos de mujeres gustan más a los varones españoles y lo firmara una mujer, ¿tendría posibilidades? ¿Y uno sobre qué culos de paisano prefieren las mujeres?
c) Investigaciones relacionadas con estudios del género. ¿Del cuál género? ¿Sólo hay uno? ¿Una investigación sobre el cáncer de próstata o sobre topografías domésticas del imaginario masculino es un estudio de género?
Qué cosas más raras se le ocurren a uno, ¿verdad?
Puedo entender perfectísimamente que asuntos atinentes a las mujeres puedan ser objeto de investigación científica de cualquier tipo, igual que pueden serlo los referidos a los varones, los patos, los gusanos de seda, los judiones de La Granja o el vino de Cariñena. Lo que se me escapa un poco, sin duda obnubilado por mi género, es por qué ha de existir un programa específico de subvenciones para estudios feministas dependiente de un Ministerio. Se me dirá, no sin algo de razón, que se pretende promocionar investigaciones cuyos resultados sirvan de algún modo para superar la discriminación femenina. De acuerdo, pero ¿seguro que esos veintidós proyectos aportan algo a ese objetivo y se justifican por él?
Dejémonos de líos de hombres y mujeres y pasemos a otro asunto, más de fondo aún: el gasto en investigación. Ochocientos mil euros no son moco de pavo en estos momentos de recorte del dinero destinado a investigación científica. En lo que voy a decir a continuación tiro piedras a mi propio tejado, pero hay que decirlo: es necesario establecer prioridades. Si los cuartos abundaran y alcanzaran para todo, estaría muy bien gastar unos miles en estudios sobre el género de las mujeres o financiar aquella fundación de los cocineros vascos que mencionábamos el otro día aquí. Pero no es el caso. Y vuelvo a repetir lo mismo: que se haya suprimido el programa Consolider y que se mantengan estas cosas no tiene presentación. Al bienestar, el futuro o la salud de una mujer de mi pueblo no le aportará absolutamente nada lo que se concluya en los veintidós estudios para los que pone dinero el Instituto de la Mujer. En cambio, puede que el buen desarrollo de la investigación sobre el cáncer sí. ¿Que estoy cayendo en la demagogia y el populismo? Tal vez. Como mínimo, desconcertado sí que ando, lo confieso.
La política de investigación no debería fragmentarse en distintos ministerios, consejerías autonómicas, diputaciones, etc., sino obedecer a un programa único y centrado en lo que hay que centrarlo. Y tampoco debería estar a merced de modas intelectuales y etiquetas frívolas. El otro día, en conversación con unos queridos colegas, hablábamos de proyectos de investigación y me decían que es muy difícil acceder hoy en día a subvenciones, al menos en ciencias sociales, jurídicas y humanidades, si en el título no se colocan términos como “igualdad”, “género” o “multicultural”. Es así en buena medida, y mi experiencia de ocasional evaluador me indica que más de la mitad de los proyectos que se presentan emplean esa estrategia. Pues no es serio, es una tomadura de pelo. Quieren que la investigación científica española sea sobre todo del género tonto, que es el más común y no tiene ni sexo ni seso.

4 comentarios:

Rogelio dijo...

Pues me va a disculpar, pero está vd. un pelín inoportuno con su artículo.

Precisamente viendo la posibilidad de redondear mis ingresos, en estos tiempos difíciles, con algunas pelillas extras merced al amplio abanico de posibilidades de trinque que proporciona este Estado Social y Democrático, había optado por la vía del cambio de sexo (registral) para lubricar el camino hacia una suculenta subvención de 154.323 euracos, del; próximamente extinto; Ministerio de Igualdad, tan sensible él (y Bilbaina) a los temas que en verdad nos preocupan a las mujeres; estaba totalmente metido en el papel; y había preparado un ladrillo de 450 páginas, encuadernado en weflex, titulado “Estudio multidisciplinar de los motivos por los que ya no le pongo a mi Mariano como el primer día que me vio el liguero y la profunda huella psicológica derivada del sorprendente cambio de actitud del otrora solícito Mariano” por Fraternidad Mariezcurrenabengotitacervera, por aquello del prestigio de los apellidos vascos.

HVN dijo...

Estudiar la discriminación femenina no hace mas que ahondar en ella, y esto queda lejos de solucionarla. En esta sociedad se está acabando con esta discriminación de manera progresiva y eso no hace más que fomentar el odio de ciertos residuos machistas además de la indignación del resto de ciudadanos que ven que ese dinero, por ejemplo, no se destina a una empresa para que subencione la contratación de mujeres.

Es como si mientras estemos apagando un fuego, a un listo se le ocurriese que en vez de gastar el tiempo con la manguera estuviese bien hacer fuegos para ver cómo se propagan.

Una última incisión en esa época de política correcta, pero el mero hecho de que haya un varón entre los investigadores que conoce, ya hace que deba llamarlos investigadores y no investigadoras. La lengua española no define el género de un colectivo por la mayoría de los que lo conforman, sino que define el masculino como impersonal cuando hay mezcolanza de género. No pervirtamos ahora la lengua por el capricho de unos pocos.

un amigo dijo...

Sobre todo, no nos incidamos la lengua.
Ni otras protuberancias más o menos socorridas para la relación interpersonal.

Salud,

HVN dijo...

En efecto, un amigo, gracias por la corrección; como bien habrás visto, me refería a inciso, que no incisión ;)