llegar a bolzano desde Múnich es fácil: apenas cuatro horas de tren que transcurren a través de un paisaje feliz que se encarna en alturas altivas, en lagos apacibles, en bosques cuyo corazón en verano es un torrente en ejarbe, y donde las temperaturas son tan cordiales que parecen ofrecer los buenos días como lo hacen esos enanitos jocundos que pueblan los jardines de tantas casas de la región.
Además, el tren austriaco dispone de esos vagones tradicionales que ya apenas quedan y donde se cometían los crímenes de la época gloriosa y novelada. En el que me instalo había un matrimonio japonés con su hijo de 12 o 13 años que se dirigía hacia Milán. Curiosa la actitud de los tres: habían venido -según contaron- por primera vez a Europa en viaje turístico, estaban atravesando nada menos que los Alpes Dolomitas... Pues bien, ¿alguien cree que dedicaban alguna atención al paisaje? Es probable que ese hubiera sido su deseo pero les resultaba imposible pues estaban literalmente enredados entre cables: del ordenador, del iPod, del iPad, de los móviles, de la máquina de fotos, de la de vídeo... En medio de aquel lío era imposible mirar por la ventana ni disfrutar de aquellos montes suntuosos y venerables.
Bolzano (en alemán, Bozen) es, como ciudad, un descubrimiento sobre todo si se disfruta de un tiempo sereno en el que aletean las brisas finas y se reciben por doquier las galanterías de las flores. Bolzano es una maravilla urbanística, una coquetería arquitectónica, el mimo austriaco y la gracia italiana maridadas... No me extraña que se hayan peleado por esta joya unos y otros a lo largo de los siglos. Perteneció al Imperio austrohúngaro y pasó al dominio italiano tras la Gran Guerra. Mussolini quiso italianizarla utilizando los métodos recios a que acostumbraba y Bolzano hizo como que aceptaba los deseos de aquel histrión de teatro en almoneda. Pero siguió con sus sentimientos partidos, entre las culturas italiana y germánica.
Capital de lo que hoy es, jurídicamente, una provincia autónoma dentro de una región italiana, Bolzano es, en términos geográficos e históricos, la zona sur del Tirol. El Imperio de Austria se vio obligado a ceder en 1858 ciudades y espacios a la Lombardía y en 1866 a Venecia. A partir de ese momento, los italianos bajo dominio austriaco eran los que vivían en los territorios costeros de Goricia, Istria, Gradisca y Trieste así como de Dalmacia. En el Tirol estaban mezclados con la población alemana. El catolicismo era, en esta zona, militante -se le llamaba el sagrado Tirol- y ya en las jornadas revolucionarias de 1848-1849 se gestó la idea de dividir el territorio en dos partes: un Tirol alemán en el norte, con Innsbruck como referencia, y otro italiano en el sur, con Bolzano como epicentro. En el marco del Imperio regido desde Viena, los tiroleses disfrutaron de una suerte de Administración autónoma que perdieron en buena medida cuando se convirtieron en zona fronteriza con el reino de Piamonte-Cerdeña primero y de Italia después en el conocido proceso de unificación de este país. Ante estas nuevas circunstancias, se impuso por parte de las autoridades austriacas una discreta pero vigorosa vigilancia. Con todo, los tiroleses siguieron disfrutando de unas ciertas libertades e incluso se hubiera podido crear alguna universidad italiana en el Imperio austriaco si dificultades menores no hubieran desbaratado el proyecto.
Esta región fue, para el Imperio, un problema limitado si lo comparamos con los gigantescos causados en otros lugares. Cuando llegaron sus amenes, las pérdidas territoriales establecidas por el Tratado de Saint-Germain (septiembre de 1919) fueron muy aflictivas para los austriacos: cesión a Italia del Trentino, Tirol del Sur, Trieste, Istria, varias islas de Dalmacia y el Friuli. Se reavivaron las lágrimas derramadas con ocasión de las derrotas de 1859 y 1866.
Después de la Segunda Guerra Mundial se creó la región del Trentino Alto Adige porque Alcide De Gasperi era oriundo de esas tierras y porque quería compensar la alemanidad de una zona con la italianidad de la otra. Tras las últimas reformas constitucionales hay dos provincias: el Trentino, con la capital en Trento, italiana; y el Alto Adige (Südtirol para los alemanes) cuya capital es Bolzano donde se habla el italiano y el alemán con normalidad. Ha habido en el pasado enfrentamientos lingüísticos e incluso terrorismo -en los años 60- pero hoy parecen superados, en todo caso no conocen expresiones violentas. A esta situación se ha llegado por la conjunción de varios factores, entre ellos la prudencia de sus gobernantes y de sus poblaciones, y la incorporación de Austria a la Unión Europea.
El quiosquero, los empleados del hotel, los conductores de los autobuses, los camareros, los jóvenes que uno se tropieza por la calle, hablan uno y otro idioma. En la escuela se aprenden y es así como se construye una comunidad. Comparo la situación lingüística con la de Bélgica, dividida en dos poblaciones rencorosamente enfrentadas y donde las lenguas no se utilizan como instrumentos del entendimiento sino como armas de combate. Lenguas como trincheras. Pruebe el viajero a acudir en tren desde Bruselas a Amberes, a Brujas, a Gante: en cuanto sale de la región de Bruselas -bilingüe- los anuncios de las estaciones del recorrido ya se hacen solo en neerlandés. Sin concesión alguna, ni siquiera al inglés. Para qué hablar del francés...
O en España, donde los partidos nacionalistas vascos, catalanes y gallegos están empeñados en formar comunidades unilingües a base de forzar la historia de la tierra, de las familias, de las costumbres, de todo aquello al alcance de su obstinación política. Bolzano es, por el contrario, tierra donde las lenguas se entrelazan que es como más gustosas son las lenguas. Por sus bosques de músicas, olores y colores anduvo hace miles de años un hombre que careció en su tiempo de significación alguna pero que, convertido en momia y descubierto 5.000 años después en un estado de conservación apreciable, le ha hecho ser un personaje de telediario. ¡No eres nadie en vida y de momia eres un momio!
ES TIERRA además de vinos. Hay varios pero quiero recordar que la famosa uva Gewürztraminer tiene su origen en un pueblecito que se halla a poco más de 20 kilómetros de Bolzano. Se llama Tramin, un lugarejo bellísimo. Es lástima que un domingo, en pleno verano, sea imposible en él comprar nada, ni una botella de vino, ni un recuerdo, pues todos los comercios cierran. El único mesonero que trabaja me cuenta que Tramin es un paraíso porque está a poco más de 200 metros sobre el nivel del mar, apenas nieva en invierno y disfruta de un clima que permite grandes cosechas de peras, manzanas y verduras. Y tiene razón pero tampoco hay que llevar esa condición paradisíaca a sus últimas consecuencias pues es verdad que en el paraíso no se pegaba golpe pero, al final, de él fueron expulsados nuestros primeros padres para «ganarse el pan con el sudor de su frente» y este mandato podría ser observado con mayor rigor por los privilegiados habitantes de este lugar.
En fin, de Tramin queda la uva milagrosa, una uva audaz pues se ha escapado hace ya años a buscar aventuras por Francia, por Alemania, por España (Cataluña, El Bierzo...), lugares todos donde ha echado raíces. El vino que produce, tomado frío, con quesos suaves o con un postre pecaminoso por pingüe, es una tentación por la que toda persona bien conformada debe dejarse atrapar.
8 comentarios:
Comparto la delicia por la región del Südtirol o Alto Adige que queramos llamarla, que a mi juicio es una de las mejores de Europa para una vacación estiva. Dedíquele un poco de atención a Merano, que es una joya - ya el emperador Carlos, que evidentemente podía escoger entre abundantes oportunidades, la eligió para algún periodo de reposo.
Y comparto también la admiración por el Gewürztraminer, blanco de grandísima calidad.
Donde tomo distancias de su descripción idílica es en la cuestión lingüística, y en las políticas que le están detrás. No es lo mismo ver la zona como extranjero -la hospitalidad tirolesa es espléndida, y le hablarán en italiano, en inglés o en lo que se tercie- que como italiano no germanoparlante, empleado en una empresa o funcionario de un cuerpo del estado, que es destinado a la región. Ahí comienzan otro tipo bien distinto de experiencia, y no sin sinsabores, créame.
Baste un insignificante dato: la región está gobernada desde sus comienzos (los de la República Italiana, el 1948) por el Südtiroler Volkspartei, partido del color que usted bien se imagina. Pues bien, los ciudadanos de lengua madre italiana tienen vedada la inscripción, por disposición estatutaria. Cómo haya podido subsistir un estatuto tal bajo la Constitución italiana es un misterio para un servidor ... pero hay tantos misterios en Italia, y de mucho mayor calibre, que uno ya está curado de espantos.
El hecho es que no hay ninguna iniciativa política en Europa, que yo conozca, que sepa utilizar el multilinguismo como instrumento de convivencia (sí hay, en cambio, muchos individuos inteligentes que lo saben hacer, y los encuentra en todas partes). Pero las políticas públicas o son ferozmente discriminatorias, como la de la mayor parte de las regiones en ese caso que conozco, o son ingenuas y tontorronas 'tó er mundo e güeno', como las de la Unión Europea. Ningún ente político coge el toro por los cuernos y habla de las lenguas en convivencia como de riquezas que hay que relativizar, que se pueden y deben modular recíprocamente. Y sobre todo, ninguno actúa en consecuencia.
Salud y óptimas vacaciones,
Si no le molesta dejo aquí mis impresiones de ese viaje en tren que menciona. Soy bilbaína y vivo en Múnich desde hace unos años. Recomiendo a todo el mundo montarse en ese tren. Qué gracia, los dos nos fijamos en los turistas asiáticos que no miran a través de la ventanilla del tren.
Oiga, pero todos los compañeros de trabajo que tengo de Bolzano, no hablan bien alemán. Lo hablan porque lo han estudiado en clase, como nuestro inglés cuando salimos del instituto. Les es familiar, pero yo creo que no se puede hablar de multilingüismo propiamente dicho. Aunque sí es verdad que no he percibido esa hostilidad hacia uno de los idiomas, que también noté en los trenes belgas de los que habla. Un saludo y perdón por la extensión.
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El último municipio de Alemania donde para el tren se llama Kufstein. Desde las vías del tren en la estación se ve un enorme castillo en una colina. Tiene varios torreones circulares, de gran perímetro. Domina el río caudaloso de aguas color verde grisáceo.
Pasamos por pueblos de iglesias puntiagudas, por túneles, hasta que llegamos a Innsbruck, ciudad que es más grande que los pueblos que íbamos atravesando y se nota, porque a las afueras ya se veían edificios altos y feos, pintados con colores estridentes. Pasado Innsbruck el paisaje se escarpa. Apenas se puede ver porque el tren va suspendido en la ladera de los montes y mi ventana da al lado pegado a las paredes de piedra caliza. En el lado derecho pueden verse los trazados de las autopistas rodeando los montes y en lo alto, cumbres nevadas. Hay puentes descomunales que sostienen las carreteras entre monte y monte y abajo, intuyo, muy abajo, algún río que serpentea en el desfiladero.
Cuando llegamos a Brenero, el tren se detiene mucho tiempo. Dos policías italianos recorren la vía. Son ya muy distintos a los germanos. Hay una chica en el andén con pantalones pitillo y altísimos tacones, pelo largo negro, fuma. Creo que ya hemos alcanzado el otro mundo. Mi suposición se confirma cuando un chico en chanclas, pantalón corto, camisa de cuadros azul y gafas de sol atraviesa corriendo el andén para auparse al tren. Los letreros están en una mezcla de alemán e italiano que se entremezclan como el euskera y el castellano de nuestros carteles, pero aquí ningún idoma está tachado. En una pared de hormigón de la estación de trenes se adivina una marca de pintura ya desconchada que tiene a cada lado una gran bandera: Austria al norte, Italia al sur. Los anuncios que se ven en los carteles publicitarios también están en ambos idiomas, hasta para promocionar el detergente de lavadora.
En cuanto pasamos Brenero el tren parece que se precipita vías abajo. Estamos descendiendo y las vías trazan curvas entre los montes que cada vez son más bajos. Atrás quedan las paredes más altas y las nubes de tormenta que nos habían amenazado. Frente a nosotros todo es cielo claro. Las primeras poblaciones que atravesamos continúan teniendo iglesias puntiagudas con remates de bronce oxidado. Pero en las casas ya se aprecian cambios sutiles. En las balconadas, en las ventanas. Pronto desembocamos en un valle con montículos aquí y allá, dominados por antiguas fortalezas. Los montes que se ven tienen un tono más rojizo. Los dolomitas. La dolomita es una piedra caliza con un color más férreo, granulosa e inconfundible. El valle está surcado por riachuelos con el mismo agua color gris verdoso que había en Múnich. Aparecen cientos de invernaderos. En estas tierras uministro alimentario de Germania, los arroyos también se precipitan valle abajo junto al tren.
Los altavoces dicen primero en italiano, después en alemán y por último en inglés, que estamos llegando a Forteza. La luz que incide en el paisaje ya es la de la tarde.
Las fronteras de Italia con Austria son como las de España con Francia. Qué francés es San Sebastián y qué germano es aún este paisaje italiano. O quizás debería decir, más bien, tirolés.
y sigue, como los conejitos Duralex.
Desde que hemos dejado Bolzano el paisaje ha cambiado. Seguimos con montes, pero ahora los árboles son robles en lugar de abetos. Y las cumbres no son picudas, sino redondeadas. Los valles cada vez son más amplios. Es una sucesión de campos de cultivo de vid y de manzanos. Constante. El paisaje me recuerda muchísimo al de la llanura alavesa una vez has dejado atrás la cordillera cantábrica. Es la misma sensación, sólo que el tránsito no es una única barrera de montes, sino que se prolonga durante muchos kilómetros. A mitad de altura de los montes se suceden las fortificaciones, las abadías. En las laderas que bajan al valle todo son cultivos de vid. Se han ido montando pasajeros italianos en le tren y ya no se les oye sólo a las dos chicas orientales que se han pasado todo el viaje charlando y jugueteando en sus aparatitos electrónicos portátiles, contorsionadas en los asientos. Las casas ya no son tirolesas, son italianas. Las tejas ya no son grises ni negras, son anaranjadas, tejas árabes como las nuestras españolas. A estas horas es sol es ya muy tenue, pero la luz reminiscente me recuerda también la de La Rioja. Qué verdor, qué franjas de verde se encaraman a los montes. Parece no cesar nunca el verde. Las cúpulas de las iglesias son ya venecianas y aparecen los primeros cipreses. Qué cantidad de robles con hoja nueva y de verde, estoy impresionada.
En estas montañas y parajes parece como si, en lugar de brotar del suelo, el verde de los árboles cayese espolvoreado sobre los montes. Como azúcar glas en un pastel.
Qué bonito una confederación de pueblos ibéricos regidos nominalmente por la corona de la monarquía borbónica española, católica, apostólica y romana, con concesiones al liberalismo de libre conciencia salvo que se promocionase activamente el desorden moral, tumultuoso; la inmroralidad del homosexualismo, el incesto o la ruptura fácil del sagrado vínculo familiar.
la diversidad étnica de casi todos los países de Europa, con la excepción de Islandia, es bastante mayor que la de España. En el Alto Adigio también se habla ladino o conjunto de dialectos romanches.
OJO, EL LADINO HABLADO EN ALTO ADIGE, EN ABSOLUTO ES ROMANCHE O CONJUNTO DE DIALECTOS ROMANCHES, RÉTICO, HABLADO TAN SÓLO EN EL CANTÓN SUIZO DE LOS GRISONES. EN EL TERRITORIOS DE ITALIA SE HABLAN NO SÓLO LENGUAS ROMANCES, SINO TAMBIÉN GERMÁNICAS, ESLAVAS, GRIEGO Y ALBANÉS.
A PESAR DEL " MERCADO ÚNICO " ESTATAL, LA EDUCACIÓN EN ITALIANO, LA INMIGRACIÓN INTERIOR Y EL TRASVASE CONTINUO DE POBLACIÓN, LA ESTANDARIZACIÓN Y PRESIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS, LA MODERNIZACIÓN,ETC, SÓLO UN 44% DE ITALIANOS HABLA DE MODO EXLUSIVO, PREVALENTE Y EXCLUYENTE DEL ITALIANO, UN 51% LO ALTERNA CON UN DIALECTO DE OTRA U OTRA LENGUA Y UN 5% HABLA EXCLUSIVAMENTE UN DIALECTO U OTRO IDIOMA DISTINTO DEL ITALIANO
OJO, EL LADINO HABLADO EN ALTO ADIGE, EN ABSOLUTO ES ROMANCHE O CONJUNTO DE DIALECTOS ROMANCHES, RÉTICO, HABLADO TAN SÓLO EN EL CANTÓN SUIZO DE LOS GRISONES. EN EL TERRITORIOS DE ITALIA SE HABLAN NO SÓLO LENGUAS ROMANCES, SINO TAMBIÉN GERMÁNICAS, ESLAVAS, GRIEGO Y ALBANÉS.
A PESAR DEL " MERCADO ÚNICO " ESTATAL, LA EDUCACIÓN EN ITALIANO, LA INMIGRACIÓN INTERIOR Y EL TRASVASE CONTINUO DE POBLACIÓN, LA ESTANDARIZACIÓN Y PRESIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS, LA MODERNIZACIÓN,ETC, SÓLO UN 44% DE ITALIANOS HABLA DE MODO EXLUSIVO, PREVALENTE Y EXCLUYENTE DEL ITALIANO, UN 51% LO ALTERNA CON UN DIALECTO DE OTRA U OTRA LENGUA Y UN 5% HABLA EXCLUSIVAMENTE UN DIALECTO U OTRO IDIOMA DISTINTO DEL ITALIANO
OJO, EL LADINO HABLADO EN ALTO ADIGE, EN ABSOLUTO ES ROMANCHE O CONJUNTO DE DIALECTOS ROMANCHES, RÉTICO, HABLADO TAN SÓLO EN EL CANTÓN SUIZO DE LOS GRISONES. EN EL TERRITORIOS DE ITALIA SE HABLAN NO SÓLO LENGUAS ROMANCES, SINO TAMBIÉN GERMÁNICAS, ESLAVAS, GRIEGO Y ALBANÉS.
A PESAR DEL " MERCADO ÚNICO " ESTATAL, LA EDUCACIÓN EN ITALIANO, LA INMIGRACIÓN INTERIOR Y EL TRASVASE CONTINUO DE POBLACIÓN, LA ESTANDARIZACIÓN Y PRESIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS, LA MODERNIZACIÓN,ETC, SÓLO UN 44% DE ITALIANOS HABLA DE MODO EXLUSIVO, PREVALENTE Y EXCLUYENTE DEL ITALIANO, UN 51% LO ALTERNA CON UN DIALECTO DE OTRA U OTRA LENGUA Y UN 5% HABLA EXCLUSIVAMENTE UN DIALECTO U OTRO IDIOMA DISTINTO DEL ITALIANO
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