15 noviembre, 2012

Filosofía (casera) de la educación infantil



                Hoy volví a oír, esta vez en boca de un querido amigo, una frase muy repetida. Me decía que cuando anda en sus variadas ocupaciones tiene remordimiento por no poder pasar más tiempo con su hijo pequeño. Por una vez, me quedé pensando en eso.

                Me pregunté si a mi padre o a los de su generación alguna vez les vendría a la cabeza una idea semejante. Sea cual sea la respuesta, y apuesto a que es negativa, bien sé que no son las generaciones del año catapún las que han de servirnos como referencia, hoy, al plantearnos cómo educar a nuestros hijos y cuánto dedicarnos a ellos. Tampoco es para echar en saco roto la posibilidad de que un servidor sea particularmente desalmado o insensible al compromiso paterno-filial.

                El lunes salgo para México y voy a estar fuera de casa seis días. No tengo remordimientos ante Elsa por ese motivo, aunque siempre que me voy lo hago con un sentimiento de mucho cariño y cuando estoy lejos tengo ganas de volver a verla y a jugar con ella un buen rato y de escuchar sus parrafadas.  Pero no siento que le quite nada esencial por no pasar con ella más tiempo, sabiendo, eso sí, que queda en buenas manos. Más digo, si tan bueno fuera acompañar a los hijos constantemente, el ideal tal vez sería andar con ellos todo el tiempo. ¿Por qué? ¿Para qué?

                Cada vez que medito un poco sobre cómo me gustaría “hacer” a Elsa, llego al mismo resultado: entre tantas otras cosas, querría que mañana fuera una persona capaz de estar sola y de no aburrirse por estar sola y de no necesitar a nadie porque no soporte la soledad. Pocas cosas nos hacen tan autónomos, tan independientes de los manejos ajenos, como la capacidad para que el tiempo no nos pese como una losa cuando no tenemos a alguien al lado y pendiente de nosotros. Y esa virtud, si lo es –y a mí me parece que sí-, también hay que inculcarla y también necesita su entrenamiento desde bien temprano.

                Si se me permite la pequeña vanidad, confesaré que una de las pocas cosas que de mí mismo me complacen es que apenas sé lo que es el aburrimiento o el hastío de las horas muertas. ¿Por qué? No tengo horas muertas. Siempre tengo algo que hacer o se me ocurre algo para hacer. Me da igual si he de pasar cinco horas en un aeropuerto o diez en un avión, puedo aguantar esperas en cualquier parte simplemente con tener un libro en la mano. Si no lo hay, me basta un papel, y si tampoco lo tengo, me concentro en pensar. Creo que el adiestramiento mejor lo recibí en las muchas jornadas que en la infancia viví de pastor con las vacas, a solas con ellas sin más ruido que el de los pájaros o el viento o la lluvia. Nunca lo agradeceré bastante, aunque puede que me pase un poco y que por eso de vez en cuando me sobra la compañía humana y debo escapar a refugiarme en el recogimiento interior.

                Si a un niño pequeño lo tienes todo el día de la ceca a la meca, si no le das respiro, si cada tarde te lo llevas al parque o al cine o a las tiendas, si en casa no lo dejas un instante a su aire y que se apañe para entretenerse, lo haces dependiente de ti y, luego y por extensión, de todos, de las personas, de la compañía. Si cada día le proporcionas tú el quehacer, te va a pedir sin parar que lo mantengas así y luego, cuando tú no estés o no esté contigo, necesitará a otro para que lo libre de sí mismo y de la soledad que no soporta. Una desgracia para él, una perniciosa dependencia. Tampoco sabrá ya qué cosas hace porque a él le gustan, nada más que le gustará el hacer con alguien y el hacer lo que sea, seguramente lo que alguien le mande o le organice. Y si no hay alguien a mano, llamará por teléfono. Son muy pesados, por cierto, los que llaman por teléfono cuando no disponen de personas cerca para pasar el rato. ¿Es tan difícil estar en paz y dejarse en paz?

                Estoy estos días solo en casa con Elsa, tenemos a su mamá de congreso en ciudad lejana. Comimos juntos -unos garbanzos de mi autoría que estaban de rechupete- y luego yo me puse a hacer lo mío de siempre, con mis libros, mis papeles y mi ordenador. Ella, autónomamente con sus cinco años y medio, vio un rato los dibujos en la tele. Luego se vino conmigo y se puso a dibujar, a pintar y a recortar figuras de papel. Todo de su cosecha. De vez en cuando se me arrimaba, me enseñaba lo que había hecho y volvíamos cada uno a su concentración. Canturreaba sin parar y alguna que otra vez me contaba lo que tenía en la cabeza. Estaba pensando en sus cosas. Es una maravilla tener cosas de uno para pensar y aprender a estar con uno mismo mientras se piensa. No, ni un pesar tengo por no haberla entretenido, pues de nuevo comprobé que ya sabe entretenerse sola y disfrutar así. La mejor educación también se compone de esos momentos en que el pequeño sujeto se educa a sí mismo y descubre lo rica y placentera que es la vida interior, lo bien que se está sin que te incordien organizándote los días o impidiéndote descubrir poco a poco lo que te gusta o esforzándote en conseguir lo que íntimamente sueñas. O eso me parece a mí, vaya.

                Mientras escribo estas líneas, Elsa se está durmiendo. Hace un ratillo me dijo buenas noches, papá, y sonrió. Luego se quedó con sus pensamientos y quién sabe qué planes habrá estado haciendo antes de que la venciera el sueño. Son planes suyos y eso debo respetárselo. Tiene la suerte, me parece, de que no la necesito para pasar con ella el tiempo y no aburrirme yo. Nos entendemos.

4 comentarios:

Exiliado dijo...

Gracias por los consejos de esta entrada. De manera intuitiva, y en parte porque fui educado de la misma menera, siempre he estado a favor de dar cierta independencia a los niños y de no abrumarlos con actividades. Como usted bien explica, ellos son los primeros beneficiados de esta línea educativa, que desgraciadamente parece en desuso.

roland freisler dijo...

Amigos del blog, me llama poderosamente la atención que a los ciudadanos que al término de la manifa del 14 N protagonizaron disturbios se les denomine por la inmensa mayoría de la prensa como "radicales", sin adscribirles a la ideología de izquierda que representan.
Si fuéramos los de derechas los que lo hiciésemos nos califican de fascistas o ultraderecha.
Les pregunto ¿se comprende mejor la violencia si es llevada a cabo por ciudadanos de izquierdas?

roland freisler dijo...

Profesor si tiene tiempo y le apetece me gustaría comentara algo acerca de los piquetes informativos en el siglo XXI, con acierto, un columnista ha manifestado que a día de hoy la sociedad está más que informada de las razones de una huelga.
No se si habrá visto el video que hoy ponen en Libertad Digital donde a una trabajadora se le insulta de una manera que si lo hacemos así los de derechas, por ejemplo si esto en vez de hacerlo los "rojos" lo hace gente ddel partido griego Amanecer Dorado, los calificativos serían de bestias para arriba.
Por si no quiere ver el video le comento, por encima : una gente no quiere cerrar una cafetería, una trabajadora sale fuera para que no la llenen la luna de pegatinas o excrementos y un educado piquetero ya la dice "no te pongas chula cuando el pueblo (ni más ni menos que todo el pueblo) viene a poner una pegatina a tu puto portal (el portal es puto)" a continuación ya se les empieza a llamar esquiroles y fascistas, si , si fascistas, por querer abrir un negocio son fascistas. Luego empiezan a desear a la mujer que se quede en paro con calificativos como "cabrona y desgraciada, mierda y cerda" todo a cara descubierta como el Che en sus mejores tiempos.
Hay que decir también que otras expresiones eran más acertadas como acusarla de falta de humanidad y de solidaridad,se oye algo acerca de las razones de la huelga un 37% de paro juvenil se escucha, pero que al realizarse en un ambiente de acoso restan credibilidad.
Luego un airado joven que si "tonta" y luego el rebaño tipo consigna a lo Rebelión en la Granja de Orwell"hoy no se trabaja hoy no se consume" y creo escuchar que se la acusa a la trabajadore de prohibir el matrimonio gay, aunque debe ser una ensoñación mía.
Luego la toman con un empleado o el dueño con otra seríe de insultos que acaban con "pijo de mierda"
Y lo más jodido es que al final consiguen que cierre el local, en fin un fascismo de la ostia...uyyy
A partir de ahora justifico y apruebo cada acción que emprenda amanecer Dorado en defensa de los ciudadanos griegos por analogía con lo visto en este video.

roland freisler dijo...

También interesan las reflexiones de un ciudadano en Youtube "Me cago en los piquetes" Cojoncalvo