02 noviembre, 2014

Signos de distinción. Por Francisco Sosa Wagner



Recuerdo cuando la distinción del personal se basaba en la forma de cubrirse la cabeza: el proletario llevaba gorra y el burgués sombrero. Era una época feliz aquella, época facilona pues que permitía a simple vista saber el número que jugaba nuestro interlocutor en la rifa social. 

El sinsombrerismo arruinó esta arcadia que describo aunque el coche vino a facilitarnos la identificación de las clases sociales y su elocuente catalogación en estratos. Estaba en primer lugar el menesteroso obligado a tomar el autobús; después venían los que, a base de firmar letras (mayúsculas y minúsculas, como los sillones de la Real Academia), habían comprado un seiscientos y, en un estrato superior, quienes se pavoneaban a bordo de un Simca mil. Allá en la lejanía inalcanzable veíamos a quien pilotaba un coche de importación, normalmente enchufados del Régimen a quienes se retribuía su heroísmo bélico - patriótico con una licencia que actuaba como cauterio de los sinsabores padecidos.  

Vino después el chalé en la sierra o el apartamento en la playa cercana. Y los viajes: inicialmente tenían como destino esos lugares, con un agua muy buena, pero llenos de primos, cuñados y tíos que se conocen como “el pueblo”. Con los planes de desarrollo se pasó a los viajes, ya por todo lo alto, a Perpignan a ver aquella cochinada del tango o, los más intelectuales, a comprar ese libro en el que se atizaba sin respeto alguno al caudillo. Cuando un abogado de éxito me confesó que él no vestía más pijamas que los comprados en Londres mi corazón dio un brinco y me pareció estar delante de un ser quimérico.

En definitiva, los signos de distinción son como los huesos en el botillo: inevitables.

Sin embargo, las nuevas técnicas me habían hecho concebir la esperanza de una igualación de las clases sociales porque en el tren, en las calles o en los bares veía a todo el paisanaje con los mismos móviles, las mismas tabletas y la misma ansia enloquecida por estar transmitiendo mensajes superfluos y/o mentecatos.

Pero, ay, el optimismo ha durado poco. De nuevo han surgido las diferencias humillantes y así hoy el prestigio social solo lo alcanza quien queda incorporado a un buen sumario de gerifaltes especializados en comisiones de contratos públicos. O, supremo signo de distinción, en una macroredada que acoja por igual a salteadores, estafadores, descuideros y bandoleros, todos ellos con sus títulos obtenidos por oposición y tras trapicheos bien contrastados.

Quien llega a estas cumbres está ya pasaportado para ese cielo donde se acunan todos los merecimientos.

No acaba ahí la escalera de la reputación. Porque sépase que la verdadera gloria adorna ya solo a quien dispone de botón para borrar desde el móvil los datos comprometedores guardados en la nube. Confieso que no sé muy bien en qué consiste este embrollo pero se convendrá conmigo que estamos ya en el paraíso: la nube, esa fugaz caminante de los cielos que se deja dar bufidos por los vientos, convertida en refugio de secretos contables. Y, por si fuera poco, el botón, antes usado para cerrar un abrigo, hoy talismán para despistar jueces y turbar fiscales.

Quien estas navidades, entre los avíos de agasajos, no reciba nubes y botones debe saber que es un ser opaco incapaz de recibir los estremecimientos de la luz.  

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que me perdone Sosa Wagner (al que felicito por sus artículos), pero Don Antonio, ¿para cuando una entrada de las suyas? es que ya se echan en falta.
Un saludo de un lector asiduo y antiguo alumno suyo.

Juan Antonio García Amado dijo...

Ya va, estimado anónimo, ya va. Regreso enseguida y empezaré por contar mis nuevos propósitos y las razones de mi silencio aquí, que tienen que ver con los absurdos de una vida académica absurdamente entendida, además, por mí mismo. O de cómo hay que librarse de las trampas que este sistema universitario-académico nos tiende para que no hagamos más que cosas tan prosaicas como inútiles. Esta misma semana vuelvo al ruedo, palabra.
Gracias y saludos.

Sueños escondidos dijo...

Buenos días, intenté escribirle para darle la enhorabuena por su blog, por su pluma tan aguda. Intenté preguntarle por el artículo sobre Colombia que eliminó de su blog, ¿habría alguna posibilidad de que lo permitiese leer de algún modo? Un saludo y gracias.

Anónimo dijo...

A eso -gorra o sombrero- volveremos, pero no ya por distincion, sino para proteger nuestra intimidad de tanta cámar, drones y/o satélites visionarios ...