16 marzo, 2015

Imputados: adios. Por Francisco Sosa Wagner



En España estamos en el camino de acabar con la corrupción porque ya no hay imputados. Por fin, este desdoro que tanto daño estaba haciendo a nuestro país, se aleja: ya nadie, ningún español será estigmatizado con la palabra infamante. Una España sin diputados imputados será ya irreversiblemente una España limpia, una España que se ha echado desodorante en el sobaco de sus entretelas más comprometidas.

A partir de ahora quien haya cometido alguna fechoría se le llamará “investigado”.

Ahora bien, no sé si con este cambio se logra el fin último que ha movido a los señores legisladores porque “investigar” es, según la Real Academia “aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente” por donde podemos empezar a colegir de nuevo que hay en la persona investigada gato encerrado o que el investigador presiente la existencia de un pastel “que huele y no a ámbar” que diría don Quijote.  

Hubiera sido preferible buscar una palabra algo más neutra, menos denigradora, yo diría un punto enjabonada, depurada de adherencias mefíticas, una palabra nimbada por la estética de la imprecisión. Por eso yo hubiera escrito “vigilado”, “fisgado” u “olfateado”. Fulano de Tal está siendo “olfateado” por el ministerio fiscal porque se le ha visto acarreando maletines por las calles de Ginebra, ciudad que, desde que la abandonó Calvino, es un ir y venir de maletines negros llenos de dinero negro y trasladados por los garbanzos negros del capitalismo.    

Es más: puestos a utilizar el lenguaje para acabar con la corrupción hubiera dispuesto una suerte de gradación y así podría haber un estadio anterior al del “olfateado” en la nueva ley de Enjuiciamiento criminal que sería el del “curioseado”, aquel sujeto que sufre la actitud impertinente de quien mete las narices en sus asuntos.

Es decir, recapitulando las situaciones resultantes serían las de “curioseado”, después “olfateado” y de ahí se pasaría a la de “desenmascarado”. Solo quien de verdad haya perdido el manto de la pureza podría ser ya “investigado” y, pasado este filtro, se abriría el capítulo de los vocablos recios y temibles: imputado, encausado, procesado, condenado, ejecutado...

Todo ello tendría además un efecto beneficioso en el empleo público, ahora que padecemos la lacra del paro. Porque habría policías y fiscales olisqueadores, fisgones, desenmascaradores, imputadores... separándose así funciones y ampliándose con ello el espectro de los oficios.

Es probable que los humoristas afilen sus plumas y encuentren en esta prestidigitación con las palabras motivo para el jolgorio y el choteo. No debemos criticarles porque los pobres viven de estas actitudes irreverentes ya que no son capaces de vivir más decentemente.

Quienes no somos humoristas pensamos, por el contrario, que el legislador ha encontrado un venero si cae en la cuenta de que lo mismo puede hacer con otras categorías molestas de la población española. Piénsese el alivio que supondría no tener “parados” sino “hogareños” es decir, personas con propensión a estarse en casa en vez de acudir al tajo; o librarnos de los “enfermos” porque en los hospitales habría simplemente personas que estarían “recuperando fuerzas” (“restauradores”). Y así podríamos seguir... hasta advertir que España ya no es nuestra querida España sino un país vuelto a bautizar como “Absurdistán”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Donen sangre, la situación es alarmante en los casos de los tipos 0 y A.

Un abrazo, profesores.

David.

un amigo dijo...

Como dice el retruécano que desde hace tiempo circula, la distinción esencial entre la sharia, el estado de derecho clásico, y la ley de partidos políticos española yace en una simple sílaba: bajo el medieval rigor de la primera, al que pillan robando le tocaría ser AMputado; por mor de los objetivos de ejemplaridad y de justicia del segundo, le toca ser IMputado; con la generosidad de la tercera, le tocará ser DIputado...

Como ocurre no pocas veces, la realidad se está apoderando de la ficción. Da que pensar...

Salud,

IuRiSPRuDeNT dijo...

Bienvenido a Absurdistan.
Este ya no es el País de los Quevedos ni los Góngoras...
Este es el país de la pestilencia absoluta.