13 marzo, 2015

Más sobre estudiantes, fiestas y daños



    Hace algo menos de un par de meses, un grupo de padres y madres del colegio de mi hija nos fuimos de protesta ante la Dirección Provincial de Educación de León por un problema muy serio con el profesor de nuestros hijos. No pasó nada, fuimos recibidos, negociamos y la cuestión se resolvió satisfactoriamente. Pero quienes sabían nos advirtieron: cuidado, haced las preceptivas comunicaciones a la autoridad gubernativa y no montéis mucho lío, pues os puede caer una multa de cuidado por desórdenes, daños y demás. Pregunta: ¿el tipo de fiestas estudiantiles a las que aludo en la entrada anterior requieren algún tipo de comunicación a la autoridad o de permiso de esta? Si hay daños - yo diría que, por de pronto, ha habido un evidente daño medioambiental- ¿existen y son aplicables mecanismos para la exigencia de sanciones, responsabilidades o reparaciones? Si la respuesta fuera afirmativa, tendríamos que preguntar por qué no se aplican tales mecanismos, del tipo que sean.

   Supongamos que varios cientos de ciudadanos cabreados nos plantamos en una zona verde del campus universitario o a un parque municipal o a los jardines de un ayuntamiento y los inundamos de desperdicios (bolsas con basura, restos de comida, botes de cerveza, botellas enteras o rotas, papeles), orinamos en los árboles y las paredes, destrozamos el césped y rompemos unos bancos, etc., etc. Pregunto: ¿llegaría por allí la policía, cumpliendo órdenes de la autoridad competente, y haría algo para disolvernos? ¿Se buscaría a los convocantes y responsables del desaguisado? ¿Se pedirían documentos de identidad y se tramitarían expedientes sancionadores? ¿Se utilizarían cámaras, grabaciones o imágenes tomadas de alguna manera para buscar a los causantes de los desperfectos y desórdenes? Me parece que sí.

   Una vez, cuando mi padre ya era viejecillo y vivía en la ciudad, se le ocurrió bajar la basura casera al contenedor a las dos de la tarde, en sus bolsas bien cerradas. Pasaban en ese momento unos policías municipales y lo abroncaron un poco, no digo que sin razón, pues la ordenanza municipal prohíbe llevar la basura a sus recipientes antes de no sé qué hora de la noche, igual que prohíbe y permite sancionar el dejar las bolsas de desperdicios en el suelo, etc. Pregunta: ¿sí está permitido que en las fiestas estudiantiles se llenen de porquería las zonas verdes, las aceras y las calles?

   En cualquier comunidad de vecinos, si hay uno que arroja de mala manera sus desperdicios en la escalera, en el portal o ante la puerta del edificio, todos van a decir que menudo marrano y más de uno le llamará la atención o lo denunciará como pueda y ante quien pueda. Pregunto: ¿opinarán esos vecinos indignados lo mismo sobre sus hijos cuando hacen el gorrino de esta manera que sabemos, en terrenos públicos y en instalaciones que son de todos? ¿Estarán esos vecinos de acuerdo si sus hijos reciben una multa o cualquier forma, aun levísima, de sanción?

   Las consideraciones que a muchos se les ocurrirán sobre el caso de los estudiantes y sus peculiares fiestas, son bien conocidas:

   a) Son jóvenes y ya se sabe, hay que entenderlos. Sobre eso:
   - ¿Ser joven es atenuante o eximente a efectos de responsabilidad moral o jurídica de cualquier tipo? Si pensamos que sí, que ser joven es atenuante o eximente, debemos ser congruentes y aplicar el criterio con carácter general. Igual de jóvenes son si se ponen a gritar “gora ETA” o a quemar banderas del Estado o si conducen sus coches borrachos como cubas. Que se suba la edad penal a veinticinco años o que se aplique la causa de exoneración a cualquier delito, falta o ilícito administrativo. Y consideremos que, puestos a considerarlos moralmente inimputables, tampoco debemos verlos como moralmente capaces y responsables en lo que les convenga.
   - Como cincuentón que soy, me sublevo y me resisto. Si la juventud es razón válida para la exoneración de deberes, sean deberes jurídicos, morales o de pura cortesía entre ciudadanos, la discriminación se hace insoportable. Reivindico el mismo tratamiento para viejos, maduros, cuarentones y cualquier grupo de edad, incluidos los niños de cuatro años, a los que en el cole y en casa regañamos cuando no usan las papeleras o se dejan las cacas en cualquier rincón. Selva para todos, y arreglado.
   - Otra discriminación, quizá, más sutil. Lo que tales estudiantes dañan y el limpiar lo que ensucian se paga con el dinero de todos, sobre todo con el dinero de los que apoquinan impuestos, que son generalmente los mayores, incluidos también los padres de chavales no selváticos. Preferiría que los recursos públicos se empleasen para otros menesteres, a ser posible ligados a la justicia social; por ejemplo, para becas de alumnos con escasos ingresos familiares.

   b) Puede ser peor el remedio que la enfermedad. Aquí el argumento se relaciona con los posibles incidentes de orden público si es llamada y aparece la policía. Se supone que, en camada y con unas calimochos puestos, los muchachos y muchachas pueden volverse violentos y más destructivos. Sobre eso:
   - Si un hijo mío hubiera estado en dicha fiesta, no sé si me gustaría que fuera, como miembro del grupo en cuestión, tildado de sujeto posiblemente violento y descontrolado. Se transforma perversamente nuestro argumento protector cuando se basa en la imputación a los jóvenes de una condición genérica de malas bestias.
  - Si vale el argumento para los chavales de fiesta, no sé por qué no ha de valer para los chavales o los mayores en otras tesituras, por ejemplo de manifestación política o de “kale borroka”. ¿Puedo yo reunir un buen puñado de amigos el día de mi cumpleaños y organizar en los jardines municipales o en el campus universitario un buen botellón con cantos hasta la madrugada y siembra de basura? Si me cuentan que a mis amigos y a mí no se nos permite porque somos pacíficos, ya sé cómo conseguirlo: montando una buena bronca para que nos teman.
 
   c) La fiesta es en terrenos del campus universitario y el régimen legal es peculiar. No es lo mismo que en unos jardines de la ciudad o en un parque municipal. Cierto. Pero al respecto:
   - Matiz para leguleyos: ¿las calles y aceras, que igualmente estaban esta mañana plagadas de cristales, botellas, papeles y bolsas de plástico, también son de competencia exclusiva de la autoridad académica? Si yo circulo en mi coche por una de esas calles a cien kilómetros por hora no me podrá multar la policía municipal?
   - El argumento sí vale, al menos en parte, para fijar ciertas responsabilidades, pero en ningún caso para exonerar a todo el mundo. Si tamaño desmán se comete en un parque de la ciudad y se permite sin que nadie tome ni la más mínima medida, al día siguiente la gente y los periódicos pondrán de vuelta y media a alguna autoridad, sea el alcalde, sea el concejal de seguridad, sea el de parques y jardines, sea el delegado del gobierno. ¿Por qué, en lo que a la universidad corresponde, se van de rositas los rectores? ¿A los rectores no les podemos pedir responsabilidad de ninguna clase? ¿Por qué? Si mañana cien profesores del mismo campus nos juntamos y nos vamos a defecar gozosamente en los mismos terrenos, ¿vamos a ser tratados con idéntica tolerancia? No estaría mal comprobarlo, ya puestos.

   d) No es tan grave ni son tan tremendos los daños. La basura se recoge, los espacios se limpian y la hierba volverá a crecer con las lluvias de primavera. Veamos:
   - Muy cierto, pero, como ya se ha dicho, esos daños tienen unos costes y no acabo de comprender por qué no los pagan los que directamente los causan. Supongo que a nadie se le ocurrirá alegar que ya va en los costes de la matrícula.
   - Siguiendo por la escatológica comparación de hace un momento (discúlpeseme) es como si ante las deposiciones del profesorado en los jardines, alguien dice que no pasa nada porque a fin de cuentas es abono o ya vendrán los del ayuntamiento a recoger las cacas.
   - Importante, los daños más notables no son para el medio ambiente, los derechos del común de los estudiantes y ciudadanos, las arcas de las instituciones, etc. El daño principal es de tipo social. Nos quedamos de brazos cruzados y por activa o pasiva consentimos impunidades de todo tipo ante lo que directamente atenta contra la ética, la estética, la decencia y los fundamentos de la convivencia civilizada. No tenemos, al parecer, recursos de ningún género para poner límite a la radical expresión del mal gusto, la ordinariez, la insolidaridad… No permitiríamos a un ganadero soltar sus cerdos en el campus o poner a sus vacas a pastar y cagar allí y aduciríamos mil razones. Mil razones que se podrían aplicar a este caso. He visto en el mismo campus incidentes con ciudadanos que sacan sus perrillos a pasear por el lugar y los dejan sueltos y sin bozal. También cuando alguno no recoge las heces de su can. ¿Entonces?
   Cuando la afición de un equipo llega al campo de fútbol, hay mil y un controles para evitar desmanes. La gente paga su entrada, pero no puede llevar ni botellas de vidrio ni otros objetos peligrosos. Tampoco se les deja invadir el terreno de juego ni arrojar en él los papeles del bocadillo. ¿Por qué es más sagrado un estadio deportivo que un campus universitario? No sé ayer, pero no es inusual que al hospital llegue algún estudiante en coma etílico tras una de estas fiestas multitudinarias. La comparación con los estadios y los espectáculos deportivos es discutible, lo sé. Pero ¿por qué es mayor la presión para que el comportamiento sea civilizado en los estadios que en los campus de las universidades?

   No abogo por la represión ni por el palo y tente tieso, para nada defiendo esa alternativa. Pero me molestan ciertas impunidades, la resignación ante el mal gusto, la tolerancia acobardada con los comportamientos incivilizados en masa. Al menos, que no parezca que ciertos gobernantes y gestores achantan para tener contenta a la tropa y que luego se mantenga dócil en lo demás y vote a quien se le diga. Que cada uno se acostumbre a pagar lo que gasta y a compensar lo que daña. Y, puestos a hablar de derechos, usted, amigo lector, y yo, tenemos derecho a que cuando pasemos por el campus de mi universidad no esté lleno ni de boñigas de vaca ni de porquería de jovenzuelos que con su conducta nos hacen ver qué poco son y cuánto nos desprecian. Las vacas ni estudian ni presumen de nada, las pobres.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi humilde opinión, la situación se solventaría por sí sola si la policía local hiciera su trabajo. Si efectivamente patrullaran el campus, solicitando identificación a los "estudiantes", requisando el alcohol a los menores de edad y llevándolos a comisaría para que los recojan sus padres, si se controlaran los supermercados de la zona donde compran gozosos las botellas más baratas de alcohol que encuentran. Que yo sepa, los menores de edad no pueden comprar ni beber alcohol. Si sus papás se vieran incordiados por la noche-madrugada, tuvieran que recogerles en comisaría y pagar, quizá, las correspondientes multas y/o daños, puede que se molestaran más en saber dónde están y lo que hacen.
Yo estudié en ese mismo Campus. En mi época las fiestas se hacían en la cafetería. La planta de arriba se utilizaba para guardarropa y en la planta baja los concesionarios se encargaban de servir y compartir beneficios con estudiantes. Había que acceder con la preceptiva entrada. Recuerdo pasarlo en grande. No recuerdo pelea, botella rota, vomitona o compañero orinando mesas, sillas o paredes... En fin, lamentable la situación, lamentable policía, lamentable Alcalde (se trata de no ser represivo, ni facha, faltaría más), lamentables padres, en fin, lamentable sociedad aquella en la que hay que suspender clases y cerrar edificios a cal y canto para que hordas de salvajes se dediquen a romper, manchar y destrozar lo que entre todos pagamos y reponemos jueves tras jueves...

Anónimo dijo...

Más de lo mismo."Esta juventud está perdida".Evidentemente no voy a justificar esta cerdada, pero si los jóvenes pueden comportarse de esta manera es porque hay adultos que les ríen las gracias.
Los cerditos son las crías de los cerdos.
Mariel



No tan anónimo dijo...

¿De verdad solo tienen ellos la culpa?

http://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Hermida-Cree-Que-El-dano-Colateral-Del-Botellon-En-La-ULE-vn169603-vst383

un amigo dijo...

Yo creo que se trata de un acto educativo perfectamente planificado. Nos dificulta verlo así el hecho de que (algunos de nosotros) no compartimos sus objetivos. Nuestra sociedad, desde hace muchos años, exalta lo privado y desprecia lo público. No duda, por ejemplo, en acuñar y utilizar profusamente oxímoros, como "universidad privada". Lo que se planifica y lleva a cabo en estos casos es un acto simbólico, ritual de mancillación del espacio público. Tiene una profunda carga educativa, insisto. Aprender haciendo, se llama técnicamente, y se imprime en nuestras meninges mejor que mil lecciones magistrales (que serían políticamente incorrectas). Pero el objetivo está claro - y desde el punto de vista de nuestras autoridades, está cumplido. Todo un éxito.

Salud,

Anónimo dijo...

Y como muestra de que son los adultos los que les ríen las gracias,¿alguién me puede explicar como hay profesores que cambian los horarios de prácticas a antojo de esos niñitos atontados?¿Cómo le explicamos al hombre de 40 años que está estudiando una segunda carrera que no va a poder hacer las prácticas porque los horarios que se entregan a principio de curso no se respetan?Ah,ya sé,que le diga a su jefe que le cambie el horario de trabajo,porque a sus compañeritos no les da tiempo a ir a comer a casa.
Mariel