16 octubre, 2005

Marruecos

Interesante artículo de Ángel Aznarez, notario en mi querido Gijón (y en tiempos pasados profesor de Derecho Internacional en Oviedo), sobre Marruecos y otras cosas, publicado hoy, domingo 16, en La Nueva España, sección de opinión. Me permito cortar y pegar aquí lo que opina del Estado marroquí en cuanto empresa familiar de sus monarcas. De todos modos, ¿acado eso nos va a hacer dudar de que Mohamed VI es un amigo leal y su sistema político mucho menos merecedor de reproche y rechazo que estas pervertidas democracias occidentales, y no digamos la de EEUU?
Ahí va lo que dice Aznarez:
"En este siglo nuevo, la mal denominada comunidad internacional sigue teniendo a los estados como actores y protagonistas principales -la mayoría de las organizaciones internacionales son una mera yuxtaposición de estados-, habiéndose multiplicado el número de éstos. Sí en vísperas de la II Guerra Mundial eran sesenta, con los procesos de descolonización pasaron a ser ciento dieciocho en 1963, alcanzando en el año 2000 la cifra de ciento noventa y seis. Tal hecho permite tres deducciones. La primera es el atractivo que la idea de Estado sigue teniendo para muchos pueblos (o mejor, para sus dirigentes), que aspiran tenazmente a la autodeterminación y a la soberanía estatales. La segunda es lo que se ha llamado «la descomposición interna y externa de la soberanía» (Pierre Rosanvallon «Lección inaugural del Colegio de Francia el 28 de marzo de 2002»), haciéndose los espacios físicos y territorios de la política cada vez más pequeños y reducidos, al tiempo que, opuestamente, los espacios económicos se hacen cada vez más globales. Por ello, lo que viene ocurriendo en España desde hace años forma parte de una tendencia generalizada y preocupante, donde la política, cada vez más encerrada en pequeños territorios, facilita la aparición de señores feudales, como si del Estado moderno se regresase al medievo, y de caciques, cuyos intereses particulares, básicamente económicos, van en contra de los generales del pueblo (cada vez más los discursos políticos falsean conscientemente esa realidad lamentable). Finalmente, la tercera deducción es que en tan elevado número de estados hay de todo; junto a verdaderos estados, hay otros, que de Estado sólo tienen la apariencia (fantoches), siendo en realidad organizaciones dedicadas a la delincuencia (al terrorismo, al narcotráfico, a tráficos ilegales, a la evasión fiscal y a la custodia de los dineros de la corrupción política y económica). Y nuestro vecino del sur, Marruecos, ¿qué tipo de Estado es? Su importancia geoestratégica siempre ha sido grande. Antes, en plena guerra fría (hasta 1989), fue pieza fundamental en el norte de África al servicio de Occidente, controlando el filocomunismo de otros vecinos, en particular el de Argelia (República Socialista de Houari Boumédienne). Ahora es instrumento clave, también al servicio de Occidente, en la estrategia primera de información y penetración en el hermético Islam radical (no hay país musulmán donde los espías trabajen tan cómodamente) y la posterior de su contención. Fue a la muerte de Hassan II, en libros y en revistas especializadas de economía y geopolítica, donde se reveló el entramado económico-financiero del Reino alauita, resultando que los intereses económicos de la llamada «familia real» son los motores de la política marroquí. Eso es nuestro vecino Marruecos: una empresa familia dedicada al «business» con forma de Estado, a merced del más pagador, y con una gran importancia estratégica. Tal naturaleza del vecino ha colocado y coloca a España en una posición delicada y frágil, pues muchas cosas graves aquí ocurridas han sido dirigidas desde allí, bien por cuenta propia o bien por cuenta de terceros. Los españoles no deberíamos haber olvidado el episodio de la «marcha verde», que fue uno -entre otros- de los preludios de la intervención extranjera en la Transición política española; ahora ya sabemos quién estuvo detrás de tal marcha, allá en 1975, que dejó muy desairado al entonces Príncipe de España, que se estrenaba en funciones de jefe de Estado, por el vergonzoso abandono del Sahara Occidental y de sus habitantes en infame retirada española. Meses antes, la que era emblemática revista «Cambio 16» (número 155, de 10 de noviembre de 1974), titulaba en portada: ¡Que viene la CIA! Haría muy bien el Gobierno de España, si pudiere, profundizar y responder a las informaciones de algunos medios españoles, acaso sin fundamento, sobre la intervención marroquí, por su cuenta o por la de otros, en el criminal atentado de marzo de 2004 en Madrid. Y ello, porque aclarar dudas es, aunque atípico, un derecho de los ciudadanos; y también porque la «seguridad del Estado», expresión pomposa donde las haya, debe ser algo más consistente que una frágil pompa de jabón para distracción de niños.¡Qué temerario es tener tal vecino, ser al tiempo detestado por Norteamérica y aliarse con el venezolano Chaves! Y eso aunque los EE UU a veces se distraigan, como distraídos debían de estar en marzo de 2004".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este tipo de reyezuelos tenían que haber existido cuando justificaban los filósofos lo de la monarquía de origen divino, seguro que la teoría hubiese sido distinta.
A vueltas con lo de Cataluña, Vascongadas, Galicia ..., hoy ha escrito Sosa Wagner en el Diario de León una Sosería de soserías impresionante.