02 febrero, 2006

Unimafias

Voy a poner al lector un caso práctico y a pedirle algunas respuestas, aunque sea para sus adentros. Vea esta historia imaginaria (más o menos):
Se hace un sorteo de siete profesores funcionarios para integrar un tribunal de habilitación para plazas de profesor titular o catedrático de Universidad, plazas funcionariales, por tanto. Los candidatos firmantes son un buen puñado, las plazas en juego son, pongamos, tres. En esa disciplina hay varios grupos de poder. ¿Que qué es eso? Pues quiere decir que hay un grupo de personas que obedecen sistemáticamente y sin rechistar las órdenes de un líder o capo, incluidas órdenes de ejecución sumarísima. Pues bien, en la historia más o menos (más bien menos) ficticia que estoy narrando, hay tres de esos capos implicados, pues cada uno de ellos cuenta con pupilos entre los aspirantes y tiene cada uno interés en que alguno de sus protegidos obtenga plaza, ya sea porque se le considera intelectualmente muy competente -caso excepcional, esa es la verdad; pero alguna vez ocurre y hace días lo he visto suceder en un caso- ya sea porque es diestro en otras artes que no benefician a la ciencia pero dan gusto al científico. Cada uno de esos tres capos tiene bajo su estricta y perruna obediencia a algunos miembros del tribunal sorteado (sit, X, sit), pero ninguno tiene votos suficientes para garantizar que ganen el concurso sus candidatos. ¿Qué hacen en tal caso? Pactan y se reparten el pastel: tal barrio para ti, tal otro para mí. Ay, perdón, me equivoqué, en qué estaría yo pensando. Quiero decir que pactan en términos de el tuyo sale con mis votos y el mío con los tuyos y así gana uno de cada uno. La cosa funciona a la perfección, pues lo que excluido estaba de antemano es que no cumpla con su voto alguno de los mandangas a sueldo -baratísimo, eso sí: unas caricias en el lomo y, si acaso, una conferencita; pero hay excepciones y algunos son mas caros, de alto standing propiamente- que cumplen las órdenes a pies juntillas. Cada uno votó al que le mandó el macho dominante de su camada, y todos se fueron a la cama tan contentitos. Pero algunos de esos jefes de grupo quedaron tan satisfechos con los resultados del acuerdo que decidieron mantenerlo hacia el futuro y repartirse así todas las plazas venideras, en los nuevos concursos. Alguno de ellos hasta ha escrito sesudos artículos contra la corrupción, mira tú que cosa, cielo.
Sólo me falta darle al lector un detalle adicional, ciertamente importante y en el que seguro que ya ha reparado: con esos pactos el resultado del concurso está decidido mucho antes de que comiencen las pruebas del mismo, por lo que nada van a contar el mérito y las capacidades que los distintos candidatos ahí muestren. El señalado por el dedo velludo de los dioses va a triunfar aunque rebuzne; el que no tenga tal visto bueno celestial no gana ni aunque sea el Pelé de la disciplina.
Y ahora vienen las preguntitas, y vuelvo a rogar al lector paciente que trate de responderlas para sí con toda la buena fe de que sea capaz, que será poca, por fortuna:
a) ¿Qué ideología cree Vd. que tienen los tres capos de la historia? ¿Serán derechistas, izquierdistas, multiculturalistas, sarracenos, masones, contorsionistas...?
Respuesta correcta: todos fervorosos defensores del Estado de Derecho, garantistas y legalistas a más no poder, no faltaba más.
b) ¿Qué actitud cree Vd. que mantienen esos capos frente a nuestra vigente Constitución?
Respuesta correcta: continuas proclamaciones de amor encendido a la norma suprema, juramento incluso de dar por ella la vida y lo que sea que no sea muy caro, más exégesis esmeradas para sacarle a la norma de normas lo mejor de todo lo que lleva dentro.
c) Dice esa Constitución que algunos nos creemos que el acceso a la condición funcionarial estará regido por el principio de mérito y capacidad. ¿Qué cree Vd. que opinan los referidos maestros constitucionalistas de tal pauta?
Respuesta correcta: se la suda y se parten de risa.
Y ahora vamos con esos que con tan acrisolada disciplina (inglesa) obedecen y ejecutan las decisiones de los capos, muchas veces con un rictus de pena en la boca y mirada de lo siento chico, pero órdenes son órdenes (es bien conocido el argumento de la obediencia debida en ciertos ámbitos, por ejemplo en los ejércitos totalitarios).
Pregunta: ¿qué cree Vd que ven esos/as tipos/as cuando se miran al espejo?
Respuesta correcta: eso, exactamente eso que usted está pensando y que ni usted ni yo vamos a pronunciar ahora, pues se acerca la hora de comer.
Eso sí, unos y otros, amos y sumisos, se proclaman progresistas a carta cabal, personas de exigentísima moral y paladines de todas las causas nobles. Dicen en mi pueblo un refrán que viene de perillas, y pido perdón por sus términos: “el cagau no se huele”. Pues eso.
Y luego presumimos de ser un Estado moderno. Una mal administrada casa de putas decadentes, eso es lo que somos. Comenzando por la Universidad.
Firmo y rubrico: Juan Antonio García Amado, Catedrático de Universidad.
PD: la responsabilidad por todas y cada una de las cosas dichas en este post es plenamente mía y solo mía. Ruego, por tanto, que quien se sienta molesto no tome revancha por ellas contra ningún amigo mío que sea más débil o se halle más indefenso que éste que suscribe. Porque tal proceder, también habitual es este medio, es propio de despreciables cobardes.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Podría grabarse el concurso para que fuera público el criterio seguido por el tribunal? Quizá alguno se avergüence o, por lo menos, no presuma tanto de académico modelo.

Anónimo dijo...

Imagino que en esos concursos universitarios existirán actas, con sus motivaciones, argumentaciones y otras oportunas consideraciones.
¡Al menos esos Tribunales se integran, según he leído, por siete miembros, todos con la correspondiente categoria! ¿Se imagina lo que sería si estuvieran integrados por los representantes sindicales? ¿o por los concejales, como ocurre en las plazas que convocan muchos Ayuntamientos?
Mejor será no dar ideas porque según leí ayer en El Mundo los rectores quieren designar íntegramente las futuras comisiones.
Así que ¡suerte!

IuRiSPRuDeNT dijo...

Un pueblo que no conoce su historia esta condenada a repetirla; Menuda putada, nos van los rollos ciclicos, y eso quien coños lo dijo? Toynbee, el oso yoguy, bolivar a saber...

y me pregunto ¿el pueblo ó los gobernantes que acceden al poder sin presctiva alguna? ó el sindrome ese que anda por la moncloa? ( por cierto vaya culete que tiene sonsoles, no me había fijado) Por que es el propio ¿pueblo? en teoría el que derroca gobiernos. Mucho no debe equivocarse.

Anónimo dijo...

Soy Anónimo, "pero ya me conoces"
Mi comentario será breve. Es éste:
"Nueva hornada se incorpora a la infamia".

Anónimo dijo...

Ole sus cojones profesor, no se preocupe que tarde o temprano el mérito y la capacidad volverán a la Administración.
En mi opinión esos corruptos son de izquierdas aunque me despista el detalle de que defiendan la Constitución por lo del Estatuto catalán.
Pero vaya gentuza, dan ganas de aborregarse e insultar.

Anónimo dijo...

La opción de grabar los concursos no me parece del todo eficaz, astarkos. Presencié un concurso en que se grababan todos los ejercicios e, incluso, había presente un notario y ¿para qué? Cuando se forma una mayoría en el Tribunal no hay otra opción. Tampoco son suficientes las actas, rosmene: muchos concursos son impugnados y después de varios años los Tribunales declaraban su invalidez.
En fin, como otras muchas cosas en la vida depende de la "honorabilidad" y "profesionalidad" de los miembros del Tribunal.

Anónimo dijo...

Vosgo:
¿¿¿Contratos de cinco años???
Surgirían nuevas preguntas que generan mayores (por no utilizar otro adjetivo) problemas: ¿quién selecciona a los nuevos contratados?¿profesores contratados que luego esperarán renovar otro quinquenio y hoy por tí y mañana por mí? ¿y quién firma los contratos? ¿un rector que pedirá luego a estos contratados su voto para mantenerse el cargo? Y podría seguir preguntando.... Excesivo do ut des

Anónimo dijo...

Estimado Juan Antonio,

lo que describes/denuncias se llama inflación, producida por la impresión de moneda falsa. Coincido con que el resultado a corto plazo es frustrante para la gente decente, pero respira hondo, porque a medio plazo será más frustrante todavía para los capos y sus cuadrillas. Que la mediocridad es un trago muy duro.

Silláticos barlopas siempre los ha habido. Lo primero que tenemos que hacer es desmitificar la palabra "catedrático" -y los conocemos excelentes-, que habla de rangos y de escalafones, y volverle a dar brillo a la de "profesor/a", por supuesto que sin adjetivos enmohecidos. Será tal quien se gane el reconocimiento de sus discípulos. Para los demás, inmunda suerte les espera, aunque se hagan los duros con suficiencia.

Por su parte, los alumnos tienen que aprender a exigir, y si es preciso a cambiarse de carrera, o de universidad. Tienen que aprender a armarla, porque tienen mucho poder, no poco sentido crítico, y distinguen bastante infaliblemente quién los quiere. Lo único que les sobra es huevonería. Pero aquí también opinaré de modo neodarwiniano: el/la que se siente impertérrito a lo largo de la clase de un gilipollas, con perdón, se merece a ese gilipollas.

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Grabar las oposiciones, exigir que todo conste en acta, que los funcionarios tengan que someterse a evaluaciones periódicas... Todo puede estar bien, por qué no, todo puede ayudar, pero nada de eso será suficiente y nunca será suficiente. El que hace la ley... ya saben como sigue el resto. Los problemas, las disfunciones del sistema -del sistema que sea, también del universitario- ni se deben al sistema -sólo-, ni las puede solucionar el sistema -como si tuviese alma o algún demiurgo guiase sus designios-. La situación de desvergüenza generalizada que Garciamado cuenta -y las que todos conocemos, cada uno en su mundo, en su lugar de trabajo, en su vida- tiene que ver con algo de lo que ya no se puede hablar porque parece carca y suena antiguo, a colegios de curas y monjas: tiene que ver con la decencia; pero no (o no solo, o no tanto) con la decencia como virtud personal, sino más bien con la decencia como estética, como forma, como moral.
Esa carencia no la soluciona ningún sistema, por pefecto que queramos hacerlo. Piensen cuántas veces se oyen decir a sí mismos eso de "¿y no se les caerá la cara de vergüenza?". Da igual el contexto, el problema es que a la gente ya no se le cae la cara nunca, por nada. Son -somos, a veces, todos un poco- caras de ladrillo, de cemento armado. Al alumno jeta que ha copiado todo el examen no le importa -porque está bien visto- vanagloriarse de su hazaña ante el que, por ejemplo, ha aprobado a duras penas, o ha sacado un sobresaliente, sólo con codos y buenas dosis de horas. Al copión no se le cae la cara de vergüenza, no disimula, no se calla. No se siente estéticamente comprometido. Usen al copión como metáfora y verán que el mundo está lleno de copiones, felices y consentidos.
Ignatius, en busca de geometría y teología, tenía a su modo razón. La conjura de los necios. (Si no lo han leído se lo recomiendo encarecidamente: la única forma que conozco de reirse, también de esto, a carcajadas)
Feliz fin de semana

Anónimo dijo...

Interesante debate. Pero parece ya que la selección del profesorado (universitario y no universitario) es una causa perdida. ¿O alguien va a tomar la antorcha ahora, ante las posibilidades que abre el procedimiento de reforma de la ley, para presentar propuestas sensatas? Sería una oportunidad para que reconocidos catedráticos ofrecieran sus ideas. ¿No existen asociaciones o federaciones de profesores?

Siempre han existido grupos, trueques y rencillas y, quizá, sea preferible que el ascenso lo controlen los propios académicos de la misma disciplina que no otros autoproclamados representantes universitarios.

En todo caso, garciamado transmita mi mensaje (¿de una cándida viejecita?) para los vocacionales profesores concursantes, que no han sido suficiente moneda de cambio: lo importante es que sigan con sus estudios e investigaciones y que cada cierto tiempo pongan sobre la mesa una obra. Así se diferenciarán de los que alcanzaron la habilitación y luego no hicieron nada o enredaron para un cargo público. Ánimo.

Anónimo dijo...

Entonces, tú ¿cómo llegaste a catedratico? Confiesa ¿cuánto pagaste?

Anónimo dijo...

Me han dicho que no hubieras escrito la mitad de esto si hubiera salido tu discipulo en esa oposicion. firmado: un alumno que te ha sufrido

Juan Antonio García Amado dijo...

Jejejeje, hola, anónimos valientes. El viejo truco de matar al mensajero cuando jode el mensaje. Y cree el ladrón que todos son de su condición. Me gustaría veros la trayectoria y las señales, jeje.
Aunque yo fuera más vil y canalla que todos los que describo, eso en nada afectaría a la verdad o mentira, en su caso, de lo que en este post cuento. Por supuesto, no voy a defenderme ante imputadores tan valientes, sólo faltaba. Pero leed, majetes, lo que vengo escribiendo sobre la Universidad de este país desde hace tiempo, y no sólo en este blog, también en algún periódico. Y la cosa, queridos, funciona más bien al revés: posiblemente habría salido ése que llamáis discípulo y que es en realidad amigo personal, si yo antes hubiera sido obediente, no hubiera obrado en conciencia y no hubiera dicho ya muchas veces cosas de éstas.
Y, por último, ¿sabéis, pichoncillos, lo que hacen la inmensa mayoría de los cátedros cuando no sale un discípulo suyo? Callar y mostrarse mansos y en pompa, a ver si a la próxima hay más suerte. O si cae una pedrea. Pero qué os voy a contar, supongo. De anónimos sois así, y en persona es fácil imaginaros. Aprovechad, que este mundo os va bien. Aún quedan plazas.
En cualquier caso, gracias, pues me animáis mucho.

Anónimo dijo...

ánimo por su denuncia Profesor, porque como en la España del siglo XVII, la universidad de hoy es un gigante con pies de barro. Ánimo porque no es Ud. el hombre más honesto ni el más piadoso, pero es un hombre valiente...

Como diría mi buen amigo Don Francisco de Quevedo: "No queda sino batirnos".

—¿Batirnos contra quién, Don Francisco?

— Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia— dijo lentamente, y al hacerlo parecía mirar su reflejo en la superficie del vino —. Que es como decir contra España y contra todo..."