12 noviembre, 2006

Vuelve la película "Raza". Por Francisco Sosa Wagner

Quienes, como es mi caso, se empeñen en coleccionar trienios, recordarán que, en los años de la dictadura, el primero de abril, la televisión daba la película “Raza” cuyo guión había escrito el general Franco, aunque figuraba con un seudónimo. Se trataba de la historia de una familia, Churruca creo que se llamaba, y en la peripecia vital de sus miembros se advertía cómo el niño que de pequeño era bueno e iba a misa, se hacía de mayor, falangista; mientras que el niño malo, que mataba gorriones y ponía la zacandilla a las mozas, tenía su destino marcado como rojo comecuras. Todo ello nos movía a la risa porque era el sectarismo en estado puro. Bazofia incomestible.
Pues bien, ahora vuelve el espíritu de “Raza”, es decir, de la simplificación histórica, solo que desde distintos presupuestos ideológicos. Así ha sido en un Congreso sobre la II República celebrado en León, de cuyas ponencias he tenido noticia por la información detallada de la prensa leonesa. Se ha ofrecido en él una visión idílica de un período histórico que está lleno de luces y sombras, como todo aquello que atrapa en su seno la madre Historia. Las conferencias han corrido a cargo de unos historiadores serios pero degradados en esta ocasión a la condición de sectarios oportunistas.
Al parecer, la II República no conoció etapas diversas, fue un “continuum” sin sobresaltos. La realidad es que hubo varias repúblicas, la que llega hasta 1933, la que se cierra con la victoria del Frente Popular, la que empieza en ese momento hasta la guerra civil y la de la propia guerra. ¿Cómo se puede hablar de esa experiencia trufada de acontecimientos contradictorios como de un todo, un “paquete” propio de las actuales ofertas comerciales? Al parecer tampoco hubo enemistad entre Prieto, Besteiro y Largo Caballero (este, por cierto, abrazado en el Consejo de Estado a Primo de Rivera durante su dictadura); ni entre los comunistas, cuando en rigor reflejaron en España la pugna entre el estalinismo y el trotskismo, lo que llevó al asesinato de Nin por los agentes de Stalin; ni Azaña estuvo permanentemente enfrentado a Alcalá Zamora, y por lo visto Azaña estaba encantado con los nacionalistas catalanes y lo pasaba pipa con ellos...
Quiero concretarme a lo que son mis conocimientos profesionales. La República no significó avance alguno en el ámbito del procedimiento administrativo ni en el de las garantías jurídicas de los ciudadanos ante la Administración. Por el contrario, la ley de Defensa de la República y, después, la de Orden público, consagraron una peligrosa evanescencia al configurar infracciones abiertas que hoy se ponen como ejemplo de libro de lo que es una burla al principio de tipicidad (que sí se respeta en la ley hoy vigente). Tampoco significó avance alguno en la jurisdicción contencioso - administrativa, anclada en una ley de finales del siglo XIX. La legislación municipal de 1935 no aportó novedad respecto de lo que se había hecho en los Estatutos de Calvo Sotelo. En cuanto a los funcionarios se siguió con el sistema de “despojos”, alejado del modelo de función pública profesional y neutra, como lo demuestra el caso de los secretarios municipales, sucesivamente depurados en el 31, en el 33 y en el 36.
El traje republicano tuvo pues muchas arrugas y también zonas perfectamente planchadas (así, las obras públicas o la instrucción primaria). Ambas han sido objeto de estudio por historiadores rigurosos (entre ellos, algunos de los venidos a León) en los muchos libros publicados: en ellos debemos estudiar, no en los mítines oportunistas. Es decir, el espíritu de “Raza” y su mensaje bobalicón han de ser enviados sin complejos al cuerno. O a freír espárragos en el fuego del rigor.

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