01 agosto, 2007

Ciencia dura y ciencia flácida

Esto de las ciencias sociales y humanas y tal cada día suena más a cachondeo. Luego nos quejamos de que los poderes públicos no meten bastante dinero para sus investigaciones. A lo mejor habría que ponerse serios y dejar de gastar en tomaduras de pelo.
Lo he pensado bastante esta temporada, aunque no tan radicalmente, pues, por distintas razones que no vienen al caso, ha tenido oportunidad estos últimos años de echar un vistazo a los proyectos de investigación en materia jurídica que se proponen para obtener financiación del Ministerio o de determinadas agencias autonómicas. Parece que en Derecho ya no se llevan nada los temas fuertes, los de fundamentos, conceptos básicos y sistema, que son los difíciles, por cierto, y donde está haciendo falta un buen repaso y renovar las categorías decimonónicas con que un tanto irreflexivamente seguimos funcionando. Pero, como digo, no van los tiros por ahí. De los proyectos cuyo título, al menos, vi el año pasado, una tercera parte llevaban ahí, en el título, la palabra globalización. Este año la moda avasalladora consiste en investigar sobre los mecanismos de protección de los discapacitados. Muy interesante todo, sí, pero ¿ya nadie va a trabajar sobre negocio jurídico, antijuridicidad, dolo, acto administrativo, contrato de trabajo, responsabilidad objetiva, control de constitucionalidad, tipos de normas, relaciones entre normas, etc., etc.? Claro, para meterse con eso hace falta una formación de primera, ser capaz de leer en bastantes idiomas y quemarse las pestañas repasando pilas de libros. En cambio, escribir cuatro chorradas sobre lo importante que es proteger más a los que están menos protegidos, o sobre cómo está cambiando todo desde que las relaciones humanas y jurídicas se han globalizado, o sobre cuanta injusticia existe en el mundo desde que los ricos son ricos y los pobres pobres, está al alcance de cualquier petimetre con ínfulas y ganas de pasar por tipo preocupado y la mar de progresista. No es que sobre esas cosas no merezca la pena pensar y escribir, es que la inmensa mayoría de lo que se hace no pasa de ser un repertorio de tópicos para uso de zapateros y pepiños.
Pero me temo que en otras disciplinas andan aún peor. Y conste que no voy a hablar de la peste de los pedagogos y sus ocurrencias para tontitos. Lo que me ha puesto así es que ayer leí en El Mundo que unos investigadores del departamento de Psicología de la Universidad de Texas habían descubierto que hay al menos 237 razones para practicar el sexo. Mira qué bien. ¿Cómo se les han ocurrido tantas? Muy sencillo, haciendo una encuesta y preguntando al personal por qué hace el amor. Cada ocurrencia o cada broma de un entrevistado, una razón científica que semejantes expertos recogen con afanes de contable. Venga, a por las quinientas razones. No será difícil, pues entre las que han contado hasta ahora están algunas de tanto fuste como “para acercarme a Dios” o “para quemar calorías”. Que vayan con el cuestionario por los campos de fútbol o las peluquerías españolas y verán qué cosas chuscas les contesta el personal.
Es la monda que a semejante proceder se le llame investigación científica. Y no digamos que tamaña bobada se considere digna de aparecer en un periódico con idéntica tipografía a la que merecería el descubrimiento de una nueva galaxia o de una vacuna revolucionaria. La ciencia para consumo de masas, pienso para ceporros.
Tiene guasa el tema mismo, el objeto de la investigación. Es curioso que alguien se ponga a buscar motivos para practicar el sexo. Es como si a usted le preguntan por qué come mejillones a la vinagreta o por qué se saca moquillos en los semáforos. Porque sí, oiga, no me moleste con tonterías. No, disculpe, es que estoy haciendo una investigación para la Universidad de Texas. Ah, perdone, en ese caso le diré que me los saco porque me alivia la comezón en los juanetes. Muchas gracias, ya tenemos la razón veintisiete, qué guay me va a quedar este trabajo.
Manda narices que alguien busque razones para darse al sexo en lugar de dejar que las partes se le apolillen. Si acaso, lo interesante sería interrogarse sobre qué explicación puede tener que haya gente que renuncie a su cuerpo y a placeres tan sanos y tan poco dañinos cuando se cultivan sin abusar de nadie. Desde luego, si a un servidor le vienen con la preguntita, respondería sin dudar que porque sí y que no me joda usted con semejantes memeces. Ya te digo. Como si hubiera que justificarlo. Habría que ver a los tejanos esos.
Quien quiera ver el resumen de tan sexuda investigación, que pinche aquí. Se le pueden quitar las ganas.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando las becas se las dan a quien les da la gana, el resultado (o el asunto, pues de resultado nada) de las investigaciones no es nada sorprendente.

Anónimo dijo...

Estoy más de acuerdo con lo primero que con lo segundo.

Sobre lo primero. Que en las ciencias sociales el concepto de investigación se ha desmandado desde hace mucho tiempo, no es nada nuevo. El oportunismo de un grupo está dañando a las ciencias sociales mismas (ojo, que en todas partes se cuecen habas: las ciencias "otras", como queramos llamarlas, físicas o naturales o empíricas -todos nombres insatisfactorios-, tienen su proporción regular y no desdeñable de falsos).

Creo, sin pretender ninguna originalidad, que los principios esenciales son dos: uno, que los trabajos deben seguir el mecanismo de revisión por iguales, que tarde o temprano expone las miserias que hayan; dos, que la financiación de la investigación debe ser competitiva de veras. La competitividad tiene a su vez otras dos dimensiones: el campo de competición debe ser lo más amplio posible (como mínimo nacional), y los criterios de baremación deben ser definidos y aplicados por un grupo de gente que valga, y sea proba.

No me escandaliza -perdóname, Juan Antonio- un cierto grado de dirección política a este mecanismo (por ejemplo, fijando una serie de líneas estratégicas de investigación), a condición de que luego no haya interferencia en la baremación de propuestas. Cuando ocurre en este segundo punto sí que me pone nervioso a mí también.

La razón por la que pienso esto es porque me parece que la ciencia no debe perder contacto con la sociedad. Y aún reconociendo, como se ha hablado aquí mil veces, las muchas insuficiencias del presente sistema político, hoy por hoy es lo que hay para expresar una cierta orientación social. (Sé que este punto es criticable, pero no quiero extenderme más ahora)

Junto al campo principal determinado por estas líneas estratégicas, creo que se deben reservar fondos y energías -quizás no principales, pero desde luego más que simbólicos- para dos familias adicionales: la investigación de base o fundamental -creo que es a la que se está refiriendo Juan Antonio-, y la exploratoria.

Sobre lo segundo. Una referencia a un suelto "científico" de una cabecera nacional cualquiera vale lo que un trozo de papel higiénico antes de que se lo lleve la cisterna, como demuestra una y otra vez el impagable www.malaprensa.com.

Antes de pronunciarme, para ser científico, yo querría ver tanto el estudio (un resumen está en Why Humans Have Sex, y me parece, a primera ojeada, solvente; el artículo completo es de acceso de pago, y no tengo subscripción ni institucional ni personal a la revista), como la producción de los últimos tres años del grupo. El hecho de que se vaya a publicar en Archives of Sexual Behavior, que Springer lleva publicando desde 1971 -con la ayuda de un consejo editorial que parece respetable- no me parece desdeñable, aunque claro, sea menos atractivo para la lectura que no otras anécdotas.

Hablemos de los autores. Para Cindy M. Busman encuentro 128 referencias en Google Scholar. David M. Buss debe tener homónimos, porque me salen 10.900 referencias, 3.440 como artículos recientes (incluyendo un libro recientemente traducido al castellano y publicado por Alianza, La evolución del deseo. No me parecen del todo indocumentados, tras cinco minutos de paseo internetiano.

Saludos a todos,

Anónimo dijo...

"Inflación" se escribe con una sola "c". En cambio, "fláccido" lleva dos "ces", lo cual es fácil de explicar acudiendo a la etimología respectiva.

Me sorprende que personaje tan ilustrado y tan proclive a zaherrle el vocablo a los demás incurra en este usul y periodístico error.

Anónimo dijo...

A resentido:
mire usted el DRAE y verá que admite las dos formas: flácido y fláccido. Es más: el significado de fláccido es flácido, y el de fláccidez es flacidez. Para mí que va a ser más correcta la forma elegida por garciamado...
¿O es usted uno de esos pedantes que cree que aún deberíamos escribir en latín?
Buen día a todos
A

Anónimo dijo...

Otrosí:
zaherrle y usul tampoco vienen en mi edición del DRAE. Supongo que son simples errores (no sé mucho de etimologías) pero es lo que tiene ponerse estupendo, que te conviertes en propicia nuca para collejas...

Anónimo dijo...

Que la RAE, en la que se sientan gentes como Anson (antes, Ansón) y Cebrián, haya decidido consagrar la ignorancia, que al fin y al cabo es el más poderoso transformador de las lenguas, no quiere decir que esa mera constatación deba ser aceptada por los hablantes cultos, en los que sin duda nos incluimos todos nosotros. La forma etimológica y correcta es fláccido y, por supuesto, que todo iría mejor si volviéramos a hablar en latín: algo va a hacer Benedicto XVI sobre el particular.

Anónimo dijo...

... y, además, me parece repulsivo el tono general alabancioso y acrítico de los comentarios ¿se trata, tal vez, de alumnos o becarios, que tienen mucho que perder? ¿será este García Amado de esos profesores "enrollados" (si se les da la razón en todo) y satisfechos de sí mismos, poseedores de la única verdad, frente al resto de corruptos, ignorantes o majaderos? ¡Menos mal que el Señor, en su infinita sabiduría, permite que existan Catedráticos justos, que nos digan dónde está el grano y dónde la paja! ¡Gracias, Dios míos, por haberlo puesto en este mundo!

Anónimo dijo...

Coño, resentido, para ser usted tan culto puntua usted bien mal.
Lo del latín hágaselo mirar, hombre, que igual tiene cura y sufriría usted menos. Aunque ya viendo el apodo que ha elegido, va a ser difícil. El resentimiento es corrosivo, igual con una sangría lo neutraliza.
Buena jornada

Anónimo dijo...

A mí me mola más hablar de contenidos, por lo general, pero hay veces en las que la forma es contenido.

Respuestas de Google:

fláccida: 216.000 versus flácida: 225.000

fláccido: 83.100 versus flácido: 150.000

fláccidas: 13.600 versus flácidas: 61.800

fláccidos: 13.300 versus flácidos: 63.800

Creo que el anfitrión de estas páginas está en sólida compañía -libre de insidiosas influencias, a propósito-.

Saludos a todos,

Anónimo dijo...

¡Siempre fláccido, nunca flácido!, ¡abajo el progreso!, ¡vivan la puntuación clásica, el latín y el Evangelio de San Pablo! Si quis inter vos videtur sapiens esse, stultus fiat, ut sit sapiens.

Anónimo dijo...

Sin que sirva de precedente, te contesto desde aquí, en público, aunque ya lo sabes. Si metes globalización, hay muchas posibilidades de que te financien; si pones dolo y error, poquitas. Ergo buscas cómo meter el dolo y el error en la globalización. Tiene su mérito, no creas. Pero, en fin, sobre lo del sexo: de momento, no hacen falta razones, la cosa va bien. Besos y abrazos desde un ciber en el Sur. Tu hermano.