16 agosto, 2007

Hijo de etarra

Hace una semana venía en los periódicos una noticia la mar de guapa, estimulante, de las que te enseñan bien sobre el mundo y las ladillas que lo pueblan. Amor de padre; la familia, célula básica de la sociedad, y clandestina; todo por la patria; arriba parias de la tierra. En fin, corto la exaltación poética, no vaya a darme un sofoco, y cuento el caso en los términos en que venía en el titular de El Mundo a la hora que yo lo vi ese día: “Un etarra abandona en el Pirineo a su hijo al creer que le seguía la Policía”. Al muchacho, de 13 años, lo encontró, perdido en la montaña, un pastor francés. A este chaval dicen que lo engendró, quién sabe si a punta de pistola o de qué, un etarra de esos que llaman “históricos” porque no dejan de ser idiotas por mucho que envejezcan, un tal Zaldua Corta, que vaya usted a saber lo que significará Zaldua en la Gudariensprache, pues Corta está muy claro y se referirá o bien a su inteligencia o bien a su sensibilidad.
Un gudari de tres pares de narices, un valeroso soldado -qué digo soldado, cabo, lo menos- de los que luchan a brazo partido y tiro en la nuca por la liberación de su pueblo de las garras del imperialismo y la paternidad responsable. Me encantan esos gudaris a los que luego los oligofrénicos de su pueblo ponen monumentos y organizan homenajes cuando se los lleva por delante una bomba que iban a colocarle a un inocente cualquiera o cuando se los come un cáncer y se muere de asco. Y es para estar orgullosos de los gudaris de los cojones, no me digan que no. Si yo fuera paisano suyo, qué digo paisano, compatriota, estaría lleno de gozo por compartir Lebensraum con una fauna así, todo amor y sacrificio. Oye, Pachi, ¿que tienes que dejar a tu hijo tirao en el monte porque ves a un par de jubilatas franceses y piensas que son de la pasma?, pues lo dejas, qué hostias, que de mayor él ya te va a comprender, hombre, ya se dará cuenta de que es un hijo de etarra, ahí va Dios, que eso es muchísimo más que ser un hijo de puta, oye, dónde vas a parar. Y el otro, que sí, Iñaki, que en realidad no lo dejas tú, qué hostias, que es España la que te obliga, no te jode, que si no nos tuvieran así de acogotaos y explotaos sin libertades ni nada, no andaríamos por el monte y mataríamos de otra manera, oye, y con vida familiar y todos los derechos, ya ves tú.
El niño estará bien convencido de que su papá es un héroe del copón, un insurgente, incluso. ¿Y por qué te dejó en el monte, monín? No, pues porque tenía que luchar por la liberación del pueblo vasco. Ah, pero ¿las hienas tienen pueblo? Pues claro, qué se cree usted, y familia y todo. ¿Y tú de mayor qué quieres ser, majete? Matarife, como mi papá, y tener muchos hijos y hacer con ellos excursiones al monte cuando no haya nadie, para que no nos asusten los putos turistas opresores. Vaya, mira que mono el Zalduín, también es cortito.
Por cierto, que si estos carniceritos de Hernani son capaces de dejar así de abandonados y perdidos a sus hijos, cómo no iban a hacer otro tanto con el Forrest de nuestras entretelas. Pero a éste dejémoslo en paz hoy, que está de vacaciones, el pobre.
Pero de qué nos extrañamos. Las mitologías están en todas partes llenas de cabrones así. Luego, cuando ganan porque ya han exterminado a mogollón de invasores, hacen una constitución y ponen en ella aquello de que la familia es la leche de importante y que los poderes públicos la ampararán y pararán, pachín. ¿Se acuerdan de Guillermo Tell, el héroe de la independencia suiza? Joder con la independencia, parece que se paga en niños. Esto es como lo de las cien doncellas, pero aquí con cien infantes. ¿Qué hay que hacer para liberar a este pueblo? Cargarse unos niños, oiga. ¿Por cuál empezamos? Por el mío mismamente, que yo voy para héroe nacional y careto en las monedas. En aquellos libros de vidas ejemplares que nos hacían leer en el pueblo cuando los tiempos de Franco, Guillermo Tell salía siempre como ejemplo de valor y gallardía, pues se había apostado el país a que partía de un flechazo una manzana colocada en la cabeza de su hijo. Oye, Pachi, y no le tembló el pulso al hijoputa.
Entre los liberadores de pueblos y los colonizadores de cielos, venían aquellos libracos absolutamente plagados de desalmados. Pero lo de darle por el saco a la familia siempre puntuaba de lo que más, sea para la historia de la nación por los siglos de los siglos, sea para la beatificación y canonización. Claro, la cosa ya está hasta en la Biblia, con el bromazo aquel que Jehová le gasta a Abraham para que se cargue de un tajo a su hijo y luego lo ase, y con la buena disposición que Abraham, todo amor, mostró para ejecutar el encargo. Y luego vienen los obispos con el rollo de la célula básica. Ya ves. Y protegen el embrión, eso sí. Y, como no quiero meterme en camisas de once varas, no me voy a detener aquí a glosar la que armó Jehová, al parecer, con su propio hijo, algo bastante más chungo que dejarlo en el monte cuando pasaban unos turistas con cachava.
Por acabar con esto de los curas, contaré que hace un mes o dos escuché una misa, con ocasión de una ceremonia de ésas en las que se entra en la iglesia por cortesía y respetuosamente, aunque uno no sea de esa movida, y el sermón del cura me dejo la mar de contento con el humano género. Narraba, con el acostumbrado sonsonete y sonrosadas mejillas, la vida de la santa del día, que debió de ser en tiempos una torda pistonuda. Su mérito y lo que le había dado en el cielo un apartamentito con vistas era que se había ciscado en su padre porque éste no era muy partidario de la fe de ella. Se le ponían los ojos en blanco de emoción al párroco de marras, que creo que no era precisamente de los que se van a misiones a dejarse la salud, sino de los que comulgan con listos ricos para ir haciendo obra y caja.
Me hago a la idea de que igual el día de mañana tengo yo que pencar para que mi Elsa se salve y lo pase como una santa. ¿Que, por ejemplo, no me gusta que se case con uno se la secta de Acebes, Muchavilla y todos esos? Pues se lo digo a lo bestia: ¡te prohíbo terminantemente que te cases con ese malandrón! Y ella: papá, vete a la mierda, so cabrón ateo, réprobo, ojalá te mueras por descreído y pecador. Y yo: sigue, hija, sigue, que te salvas y te vas directa a los altares; ahora pégame un poco o apuñálame aquí.
Siempre he dicho -y lo dicen muchos- que lo del nacionalismo es lo más parecido a una religión, con sus mártires, su afición a la sangre y sus perrerías a la family y todo. Por eso sus hijos son hijos del pueblo, en realidad.
PD.- Releo la noticia aquella y veo que el abandonado no era hijo del gudari, sino sólo de su pareja. Bah, lo que yo pensaba. Así que no retiro ni una coma de lo dicho.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

En 2006, 3.015 muertos en carretera, y en 2007 ya se ha pasado de 1.700.

La verdad, si yo tuviera una varita mágica con la que pudiera, de un golpe, hacer a los conductores españoles la mitad de hijueputas, y a ETA lo doble, daba el varitazo sin pensarlo medio segundo.

Saludos a todos,

Anónimo dijo...

Qué mezcla más rara... Como mueren más en la carretera que por ETA, ¿los conductores son más hijoputas que los de ETA? (Nunca se me había ocurrido que lo de ETA fuesen accidentes)
Igual lo entendí mal, porque si lo entendí bien no lo entiendo.
Agur

Anónimo dijo...

¡¡¡HA DICHO JEHOVÁ!!!

Juan Antonio García Amado dijo...

Pues ya ve.

Anónimo dijo...

Gracias por la docta cita, ATY.

Añadiré tres pensamientos,

1) por sus obras los conoceréis,

2) las etiquetas (en este caso la de 'accidentes', en otros la de 'Y*w*h') tranquilizan a los bienpensantes, pero no cambian la realidad,

3) los números joden, precisamente porque describen (imperfecta pero crudamente) la realidad.

Saludos a todos,

Anónimo dijo...

I. Cómo está la neurona estival, lamerdedié. Tardé en entender lo de "Pues ya ve".

II. Uno lleva soñándolo desde pequeñito... un día se encuentra una varita mágica... y en vez de pedirle la paz mundial o la paz vega, le pide...

Anónimo dijo...

Estimado ATJCDTQM,

hombre de D**s, utilice los asteriscos (como nuestro anfitrión los espacios blancos, jeje), que como su propia didascalia enseña, nunca se sabe quién tenemos a nuestras espaldas con el cantazo preparado.

Y no habla usted de poco: sueña con la varita universal, con la metavarita madre de todas las varitas.

Mi inocente fantasía era bastante más humilde: la de una varita de segunda división, o de tercera, restringida localmente, una varita con condiciones de contorno, como si dijésemos con chirriante sube y baja de parque de juegos de barriada cutrecilla. Que no sería poco ...

Pero ni esa me encuentro, así que sigo soñando en esta inmerecida paz veraniega.

Saludos a todos,

Anónimo dijo...

Los números de los muertos en carretera describen la realidad del número de muertos en carretera. Nada más.
Pedir una varita y querer hacer la mitad de hijoputas a los conductores y el doble a los de ETA, ya no es describir nada.

Juan Antonio García Amado dijo...

Equiparar a los conductores desaprensivos con los terroristas puede tener dos propósitos: o extender la consideración de terrorista a formas de delincuencia común, o incluso, de comportamientos inmorales, pero que no son delictivos o que no deben serlo, si somos partidarios de un derecho penal mínimo; o diluir la propia categoría de terrorismo a efectos de su tratamiento penal y, seguramente, desconociendo la particular perversidad moral y el especial dolo con que opera el que con toda deliberación coloca bombas que maten a inocentes o da tiros en la nuca para presionar a gobiernos y sociedades. Sólo veo la equiparación posible si hablamos de conductores que intencionadamente lancen sus coches contra otros por razones ideológicas y buscando, además, tanto salvar su pellejo como sustraerse a la acción de la justicia. Habrá alguno, no digo que no, pero no es lo común.
Esto no quita para que haya que seguir tomando medidas contra los conductores más bestias e inconscientes. Y arreglando carreteras,claro.

Anónimo dijo...

[4.462] Tautologie und Kontradiktion sind nicht Bilder der Wirklichkeit.

Tautología y contradicción no son imágenes de la realidad.

Sonrisas a todos,

Anónimo dijo...

¿Y quién pretende equipararlos, estimado anfitrión de estas entretenidas disquisiciones? Si está cristalinamente claro -para quien sepa contar, obvio- cuál es el problema más grave.

Dicho brutalmente: la posibilidad fáctica de que esta misma noche yazgas, lector -sí, tú, no mires para otro lado- bien lavadito sobre mesa de acero inoxidable, esperando la ronda de reconocimiento del familiar o amigo al que le toque el trago, por una causa u otra de las dos que aquí se discuten, difiere en más de tres órdenes de magnitud. Como tu masa y la de una ballena azul de medias dimensiones, para ilustrar con un ejemplo sencillo qué diantre significan en el mundo de los hechos "tres órdenes de magnitud".

Equipara tú, lector, o incluso invierte el juicio, si así lo deseas. Amistosamente, no cuentes conmigo para ello.

Surtidores cordiales para todos,

Anónimo dijo...

Estimado un amigo:

Lamento comunicarle que tras un largo tratamiento la perdiz ha fallecido de una sobredosis de Biodramina (©). No hemos podido hacer nada por evitarlo.

Nuestro más sentido pésame.

Descanse en pío. Sit tibi scabex levis!.

Anónimo dijo...

Hace unos días, Arcadi Espada escribía lo siguiente (a propósito de conductores y puntos):

El carnet por puntos ha contribuido a reducir el número de accidentes y es, por tanto, una medida acertada. Cualquier endurecimiento de las sanciones es un acierto. Y contra más duro, más acierto. Sólo hay que deducir lo que sucedería si el que infringiera los límites de velocidad perdiera el carnet de por vida. Los accidentes disminuirían hasta el punto (concédaseme) de que ni falta haría mejorar las carreteras. La pregunta es por qué no se aplican este tipo de endurecimientos, dado que en este año han muerto ya más de dos mil personas en las carreteras españolas. La respuesta, breve y seca, es porque dos mil personas aún no valen la pena, nunca mejor dicho.

Todas las discusiones sobre el tráfico padecen de esta gran hipocresía central. Porque contra lo que se dice un gran número de esas muertes son evitables. Basta que los ciudadanos renuncien al fragmento de feliz libertad que supone infringir escrupulosamente las normas. La libertad es un asunto muy complejo. Hay quien prefiere que otros mueran en un atentado antes de que a él le registren su equipaje en el aeropuerto. Si los ciudadanos no respetan las normas de tráfico es porque, de momento, les sale a cuenta. ¡Ahí es nada, llega antes, reventar de adrenalina en la curva o experimentar la invulnerabilidad, realmente prodigiosa, de conducir borracho! Estas experiencias no son, en absoluto, despreciables y hay muchos hombres dispuestos a pagar por ellas. El precio no es la propia vida, que nunca entra en la subasta por obvias razones psicológicas. El precio es el castigo. Por el momento el castigo transige con dos mil cadáveres.

El número de víctimas del tráfico se ha reducido paulatinamente en los últimos años. No es previsible que la tendencia cambie, aunque la disminución seguirá creciendo, al ojo humano, como la hierba. Cíclicamente, y coincidiendo con repuntes azarosos (plenamente compatibles con la tendencia) los comentaristas exigirán soluciones. ¡Dos mil muertos!, clamarán. Y las autoridades, sobre todo en período electoral, tratarán de hallarlas confiando en el efecto (tan útil para aterrorizar a los prudentes) de la concienciación mediática. Hasta aquí todo normal, y propio del efecto acción-reacción que vincula el periodismo y la política. El problema, sin embargo es que a diferencia del cambio climático o las infraestructuras de la ciudad de Barcelona, en este caso sí existe la solución rápida, concluyente y mágica. Se llama represión. Pero como en otros casos sólo a las víctimas les sale a cuenta.


(Coda: “En 2000, más de 1,2 millones de personas murieron por accidentes de tráfico, la novena causa de muerte en el mundo. A pesar de que los vehículos son ahora cuatro veces más seguros que en 1970 y se han reducido en un 50 % el número de muertes en la UE desde esa fecha (periodo durante el cual el volumen de tráfico se ha triplicado), los accidentes provocan más de 40.000 muertes al año en Europa.

Anónimo dijo...

"Hay quien prefiere que otros mueran en un atentado antes de que a él le registren su equipaje en el aeropuerto". Cuando lo leí no daba crédito. Nos pasamos de libres, y por eso pasa lo que pasa. Con más mano dura se terminaban las muertes: que va usted distraído y pisa un poco el acelerador, pues que le quiten en carnet para toda la vida, aunque no haya pasado nada. Así aprende usted. Muerto el perro se acabó la rabia. En el mes de mayo, si no recuerdo mal, los alemanes se planteaban si deberían introducir límites de velocidad en sus carreteras, y llegaban a la conclusión de que no: sin esos límites, tienen una de las cifras más bajas de mortalidad por accidentes de tráfico de toda la Unión Europea. Y son muchísimos, los alemanes. Así que optaron por dejar las cosas como estaban. El caso alemán es digno de estudio. Quizá el estado de las carreteras cuente -y mucho-. Quizá cuente disponer de una buena red de transporte público. Quizá cuente que no haya tramos rectos con limitaciones de velocidad incomprensibles, ni tramos en los que las limitaciones de velocidad se suceden y cambian cada doscientos metros. Quizá sea mejor que los controles de velocidad estén en los puntos negros, y no (sólo) en las magníficas rectas castellanas, con indudable afán recaudatorio. Quizá los paneles de información harían bien en advertirte de que vas directo al atasco, aunque tengan que dejar de recordarte que no pueden conducir por tí. Quizá la educación debería acompañar a la necesaria represión.

Decir que la culpa de un atentado es de quien se resiste a quitarse los zapatos, a mi me parece demagogia barata.
Que alguien escriba un post llamando hijoputas a los de ETA y otro responda que más hijoputas son los conductores españoles, también me parece raro. Y, teniendo en cuenta que yo no soy de ETA, y sí conductora española, incluso me parece ofensivo.
Saludos

Anónimo dijo...

¿Conductora española?
¡¡¡TERRORISTA VIAL!!!

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Y en próximos episodios...

¡¡Terroristas domésticos!! (autores de agresiones en la familia).

¡¡Terroristas tributarios!! (defraudadores a hacienda).

¡¡Terroristas serológicos!! (los guarros que se sacan mocos en los semáforos).

¡No baje la guardia! Podría suceder cerca de su casa...

Anónimo dijo...

Terrorismo intelectual: Andrej Holm.
Hoy en la prensa alemana, y en El País.

Anónimo dijo...

Estimados contertulios,

Me explicaré un poco, aunque no sé, veo indicios de que las pasiones se hayan apoderado de algunos comentarios. Pero por escrúpulo.

1) Sobre el fondo de mi comentario inicial. Reitero que no he equiparado a nadie con nadie; simplemente he señalado algunos datos objetivos que, a mi juicio, indican que el problema de la siniestralidad vial es demostrablemente mucho más grave para la sociedad española que el de la violencia criminal de ETA.

2) Sobre mis intenciones comunicativas, seguramente fallidas. Había por supuesto intenciones en mi observación; la más evidente era la de suscitar la reflexión sobre el hecho de que en este país se ganan o se pierden elecciones hablando de ETA, y que en cambio se considera un ¿éxito suficiente? -con la oposición de muchos- unas medidas que a lo mejor han ahorrado un 10% de muertos en carretera, permaneciendo de cualquier manera cifras absolutas que serían de vértigo en cualquier otro ámbito. No sólo eso, sino que un ex-presidente del gobierno se ha permitido eructar en público su desvergonzado apoyo al consumo de alcohol por parte de los conductores.

3) Sobre mi uso (errado) de términos coloquiales. Usé el término "hijueputas", sobre cuyo empleo "en serio" me he expresado críticamente más de una vez en estas páginas, de manera coloquial, y tomando pie del uso que se hacía en la entrada original en la bitácora. En (10) propongo un método para reparar mi desatino, que espero encuentre el favor de todos.

4) Sobre el significado real al que aludía con tales términos. Cuando coloquialmente hablo de nuestra hijueputez, característica evidentemente no medible, me estoy refiriendo a lo medible que hay debajo. A la alucinante estela de cadáveres, tetra- y parapléjicos, mutilados y lisiados varios que estamos dejando detrás de nosotros, año tras año, el colectivo de conductores españoles. Permítanme ver por consiguiente en las reacciones a la tal "hijueputez" un rechazo y una incomodidad enormes ante la idea de hablar de esta estela. Diré que no me ha sorprendido. Se vive probablemente mejor con la cabeza bajo la arena -hasta que alguien se salte el stop adonde nuestro vehículo está llegando incauto, claro está-.

5) Sobre mi condición personal. Soy yo también conductor español, aunque eso probablemente no calmará a quien se sienta ofendido por lo que prediqué con ligereza del colectivo. Pido perdón desde ya, y vuelvo a remitir a (10) para la solución concreta.

6) Sobre la "T-palabra". Ni la he usado para hablar del problema, ni la pienso usar, y aunque parezca mentira, no fue por un despiste, ni por timidez. Encuentro la última intervención de ATPDT, en el fondo, apropiada, porque viene a recordar lo mismo que ya considero, es decir que la pobre está casi vacía de significado desde hace tiempo.

7) Sobre algunos hechos técnicos. Enfatizar en la discusión las carreteras inadecuadas y las señales mal puestas me parece una aburrida figura de lenguaje, que a mi juicio persigue sólo un fin: desplazar la responsabilidad a otros. Pasar la patata caliente, vamos. La responsabilidad del conductor es llevar su vehículo a la velocidad adecuada a la carretera y a las condiciones de la misma, e interpretar prudentemente las señales, incluyendo en esa prudencia la posibilidad de que las señales estén equivocadas. Persiste una interpretación contractualística (que considero inane, o criminal, según lo que ocurra como consecuencia de ella) de las señales de tráfico, según la cual un signo de "prohibido circular a más de 80" se considera como compromiso vinculante de la Administración de Obras Públicas con la sociedad, garantizando el derecho de circular en ese punto a 80,0 kms/hora, y atribuyendo a la Administración cualquier desgracia que de ello derive. Cuando lo que dice realmente la señal es, "conduce como mucho a 80", expresión donde permanece intacta en cualquier circunstancia la responsabilidad que implica la palabra "conduce" -que es independiente de la velocidad, pues deriva de la acción de ponerse al volante, encender el motor y poner el vehículo en movimiento-.

Arreglar las carreteras y mejorar las señales es una ayuda a la responsabilidad del conductor, no un sustituto de la misma. Los criminalmente irresponsables sobre "buenas" carreteras con señales "correctas" seguirán siendo criminalmente irresponsables.

8) Sobre otros hechos técnicos, demasiado técnicos. La energía cinética de una masa en movimiento es proporcional al cuadrado de su velocidad. Los daños que recibe un cuerpo humano de un impacto son aproximadamente proporcionales, a igualdad de otras circunstancias, del cuadrado de la energía absorbida. De donde se sigue, como regla de andar por casa, que los daños recibidos por peatones y ocupantes de vehículos en accidentes de tráfico son más o menos proporcionales a la cuarta potencia de la velocidad. En un impacto a 80 km/h a hay un potencia de daño 16 veces mayor que en un impacto a 40 km/h. La responsabilidad de ese agravamiento del 1500% (en absoluto, de 15 veces, 16-1) reside íntegra en la persona que, libremente, había decidido aumentar la velocidad. [Nota supracultural: estos datos técnicos siguen siendo ciertos expresados en alemán, o en swahili].

Para los peatones se conocen bastante bien las probabilidades de supervivencia en un atropello. Más allá de 30-35 km/h de velocidad, en el momento de impacto, comienzan a ser dolorosamente bajas. Por eso hay limitación de 50 km/h en los cascos urbanos, considerando (arriesgadamente) que en la mayor parte de los atropellos se suele reducir algo la velocidad de impacto, relativamente a la de circulación, gracias a un inicio de frenada.

9) Sobre casualidad y causalidad. La interpretación de los accidentes como hechos "casuales" es manifiestamente acientífica. La influencia de lo casual es ya baja para el accidente aislado -prueba palmaria de ello es que hay, o debería haber, una detallada investigación forense sobre cada accidente de tráfico-. Cuando se contempla el sistema, y se evalúa el impacto conjunto de las decenas y decenas de miles de accidentes graves de un año, con sus miles y miles de muertos, argumentar que ello se deba a la mala pata da las espaldas -obcecadamente- a la realidad. De esos números, y de todos los análisis científicos y judiciales que llevan años haciéndose, y que son archiconocidos, emerge un sistema de causas bien definido. Prepondera entre ellas, con mucho, la responsabilidad de los conductores.

10) Sobre las excusas que debo a todos los ofendidos, y el método de reparación que propongo. Cerrando el círculo de los adjetivos que mal usé. Pido perdón, los retiro, y voy a sustituirlos por los que ustedes exijan. Les pido sólo equidad y ponderación, y la garantía –me basta su palabra, faltaría más– de que habrán hecho el mejor esfuerzo por encontrar un adjetivo que describa adecuadamente los hechos que todos conocemos. Cuando tenemos un sistema que produce 3.000 muertos al año, amén de otros horrores innumerables, y donde sobresale la clara responsabilidad de un colectivo que, nos pese o no, es definible como el de los "conductores españoles" (si queremos ser más precisos, el de los conductores activos en España, mayoritariamente españoles), ¿qué adjetivo piensan ustedes aplicable, estimada Ariadna y estimados contertulios, para describir la responsabilidad ética de nuestro colectivo?

¿Nos autodenominamos "malandrines"? ¿"Pillines"? ¿"Traviesones"? ¿"Descocados"? ¿Nos tiramos de las orejitas, o nos privamos del postre esta noche?

Elija Vd., estimada; me apremiaré en ese momento a retirar públicamente lo de la "hijueputez", cubriéndome la cabeza de cenizas, y presentando mis más sentidas excusas a todos los ofendidos. Y reescribiré mi imprudente primera entrada de esta serie de comentarios con el término correcto de "malandrinez", o el que usted me señale.

Cordiales saludos a todos,