07 marzo, 2009

Mujeres

Vaya por delante que me considero feminista práctico, ejerciente y convencido, partidario radical de la igualdad plena entre mujeres y hombres. No me cabe en la cabeza ni una sola justificación razonable de lo contrario. Mi feminismo, si así se puede llamar, se basa simplemente en eso: convicción teórica y ejercicio práctico rotundo y radical. Permítaseme la inmodestia de afirmar que conozco muy pocos hombres que en su vida diaria apliquen con más rotundidad esa convicción y se lo curren más continuamente. Además, lo hago con un punto de orgullo masculino -¿ya empezamos a contradecirnos? Pues no- ya que igual que no admito que haya nada que los hombres hagan por naturaleza mejor que las mujeres, tampoco tolero la idea opuesta y no veo por qué las mujeres hayan de ser por definición más competentes que yo para nada, y, desde luego, para ninguna de las tareas que tradicionalmente les ha asignado el pensamiento conservador y discriminatorio. No permito que ninguna mujer se dedique a cocinar para mí, a cuidar mis hijos más que yo o a organizar mi descanso porque me ve como su guerrero. Que no. Y punto. El movimiento se demuestra andando, no con frases ni posturitas.
Dicho lo anterior, y precisamente por eso, me ponen de los nervios muchos de los discursitos de estas fechas en que se celebra el Día Internacional de la Mujer. Son celebraciones que hacen a los y las panolis sacar lo mejor que llevan dentro, lo mejor de su condición de panolis. Por ejemplo, esta mañana escuché en la radio un fragmento del discurso de la señora Aido que tenía muchísima gracia. Para empezar, desde la firmeza en la igualdad deberíamos ver con sumo recelo que existan ministras florero. ¿Que también hay ministros jarrón? Seguro, pero también sobran. Como se dice una cosa, se dice la otra. Afirmaba la ministra recomendada por su padrino -no por su madrina, casualmente- que siempre que en la historia de la humanidad han pasado cosas grandes y se ha progresado, “las mujeres estaban ahí”. Y enumeraba ejemplos, aunque ya no me acuerdo cuáles. Pero era más o menos así: cuando progresó la ciencia, la mujer estaba ahí; cuando se descubrió América, la mujer estaba ahí; cuando se consiguió la democracia, la mujer estaba ahí; etc. Mira qué cosa. Ozú. Discursos fungibles, verborrea de quita y pon. Pues claro que estaban las mujeres, cómo no. Cuando se hallaban oprimidas y sometidas, estaban allí, y cuando se van haciendo libres siguen aquí. Dónde carajo van a estar, vamos a ver, ¿en Marte? Con la misma lógica tontaina podría el machista construir una pieza oratoria idéntica: cuando se hicieron las guerras, la mujer estaba ahí; cuando se instauraron dictaduras, la mujer estaba ahí; cuando se explota y se abusa, la mujer está ahí; cuando se vota a un idiota o un Berlusconi, la mujer está ahí y también vota. Qué solemnes gilipolleces. ¿De verdad es así, con frasecitas de usar y tirar, como se fomenta la igualdad entre mujeres y hombres?
Y habló también Zapatero, of course. Al parecer, el auditorio estaba lleno de mujeres. Supongo que eso sería casualidad, igual que si se tratara de celebrar una asamblea machista estaría lleno de hombres y si es una reunión de enfermos del riñón van los enfermos del riñón. Oye, igual resulta que son divisiones naturales, aunque uno se resista a creerlo. Zapatero dijo: “que sepáis que me siento feminista”. Y el auditorio (¿o era auditoria?) estalló en gritos de “guapo”, “guapo”. Genial. Si yo asisto a un acto público de Bibiana Aido y a las primeras de cambio empiezo a gritar “guapa” y “tía buena” me caen mamporros hasta en el DNI, y si se lo llamo a Zapatero se produciría la gran descojonación. Pero si soy señora en mi Día puedo hacer esas concesiones a los viejos usos del género, de cuando el género andaba más bien alienado. A veces cuesta mantenerse en el antimachismo, no me digan que no. Pero hay que perseverar, pese a tanto feminista postizo y tanta feminista al baño maría.
El Presi aprovechó para retar de nuevo a la crisis e intentar acoquinarla con su verbo. También afirmó que no permitirá que la crisis afecte más a las mujeres que a los hombres. Oigan, y eso cómo se hará. Ya embalado y crecido volvió a asegurar que "de ninguna manera la crisis puede suponer un deterioro de los derechos civiles o sociales, antes al contrario". Me encanta, sobre todo por la parte del “antes al contrario”. Usted, señor o señora, se va al paro sine die, le regala la casa al banco (al banco y a la banca, ojo) porque ya no puede con la hipoteca y se acerca a Caritas a buscar un plato de sopa, pero tranquilo o tranquila, sus derechos sociales siguen incólumes y los civiles ni te cuento. Menudo cuento.
Supongamos -es un decir- que vuelve la peste negra y que la gente muere por miles, como hace siglos. Ya imagino a Zapatero desafiando a la epidemia con voz tronante: no pasarás, morirá el personal a mogollón, pero con los derechos civiles y sociales bien puestos. Hasta vendajes le tirarían de puro entusiasmo, como a un Jesulín de la política y en aras de la igualdad y contra los estereotipos. La fe mueve montañas, pero no alimenta mayormente, aunque nos la den con queso.
La igualdad habrá comenzado en serio el día que no se hagan discursos para mujeres.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Efectivamente, estoy completamente de acuerdo. Sólo añadiría que, la igualdad habrá comenzado en serio el día que mueran tantos hombres (+/-) como mujeres a manos de su pareja o ex.

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Carmen, mujer, yo no sé si quiero esa igualdad. Prefiero que las mujeres sigamos matando poquito a igualarme con esos cafres, aunque sea por abajo.

Anónimo dijo...

No es posible la igualdad que reclama el autor del blog.

Hay diferencias, no sólo fisiológicas, sino también culturales que plasman una diferencia notoria. En cuestión de habilidades y de afinidades.

No es ni siquiera deseable ese tipo de igualdad que conllevaría la desnaturalización o la despersonificación del individuo renegando de su carácter sexual o renegando de su conciencia cultural.

Tampoco es meritorio ese empeño por igualarse con las mujeres, pues puede producir la mayor de las enajenaciones mentales.

Ahora que el autor del blog está en todo su derecho de si quiere cambiarse de sexo o simultanear ambos como si fuese hermafrodita. Lo que no es de recibo es una arenga para que los demás sigamos su camino.