18 marzo, 2011

Para qué valen los obispos

Medianoche. Ceno con muy queridos colegas, regreso al hotel y echo un vistazo a la prensa en internet, más que nada por ver qué pasó en Japón en este rato. Me encuentro con unos obispos en la portada digital de ABC. Ellos a lo suyo; o sea, metiéndose donde nadie los llama, donde carecen de toda competencia y donde tienen la misma legitimidad que un ciudadano cualquiera sin sotana ni gaitas. Que dicen que reconocen “los rasgos nacionales propios de Cataluña”. El desinteresado reconocimiento aparece en una carta pastoral titulada “Al servicio de nuestro pueblo”. Yo, que no soy oveja de su redil, pensaba, tonto de mí, que su pueblo era el pueblo de Dios y que ahí no había fronteras ni estatutos ni más autodeterminación que la heterodeterminación de no desear a la del quinto ni comer carne los viernes de cuaresma. Pero no.

Tampoco sé de qué me sorprendo. Será por las cervezas que traigo, que me ponen sensible y pelín áspero. Al fin y al cabo, ellos siempre reconocen lo que toque allí donde estén, lo mismo un alzamiento que un bajativo. En Madrid reconocen una unidad de destino en lo universal y en Tarragona o en Almería, si se tercia, reconocerán una unidad de destino en lo particular. Tan impropio de su ministerio lo uno como lo otro, aunque su ministerio no tiene a estas alturas ningún misterio: estar a bien con el que mande en cada lugar y colocarse los primeros para hacer méritos, por lo que pueda pasar. Señorito, deme algo y yo le aplico hisopo y bendigo su empresa. Tienen su criterio y lo tienen bien claro, sólo que es el suyo. Como sus ideales son trascendentes más que nada, aquí abajo tienen malos libres para estar en la procesión y repicando, una vela a Dios y otra a su panza. Dejemos que los niños se acerquen a ellos mientras ellos juegan con el manos libres.

En cuanto vuelva a casa voy a presentar una propuesta en mi comunidad de vecinos: que hagamos una carta ganadera con una lista de objeciones a la Santísima Trinidad y a varios mandamientos. Ya sé que no es de nuestra incumbencia y que bastante tenemos con el lío de los jardines y los garajes. Pero tampoco esos señores pintan nada reconociendo naciones unitarias o mediopensionistas, y míralos. Así que, si jugamos, jugamos todos.

Citan a Juan Pablo II y dicen que "los pueblos europeos unidos no aceptarán la dominación de una nación o de una cultura sobre todas las demás". Vale. Pueden decir lo que quieran y hasta decir misa, porque nosotros no somos muy de hogueras. Tan fuera de lugar como si afirmaran exactamente lo opuesto. Pero los de mi portal vamos a cambiar nada más que una frasecita y por la misma regla de tres de que cada uno se puede meter donde no lo llaman. La nuestra va a quedar así: “Los pueblos europeos unidos no aceptarán la dominación de una iglesia o de una fe sobre todas las demás”. Firmado, Juan Antonio I, papá. Qué pasa.

1 comentario:

un amigo dijo...

Y de nuevo, por casi idénticas razones, ¡Viva el relativismo! ¡Mueran las caenas!

Salud,

p.s. ¡En este segundo caso, he tenido más dificultades para reprimir las carcajadas mientras lo gritaba muy seriamente! ¿Querrá decir algo?