Ya sé que estamos en pausa en este blog, pero solo hoy y un ratito nada más, ¿vale? Luego, a seguir con la labor debida, hasta dentro de unos días.
Me he tronchado a base de bien con la que se ha armado con las frasecillas de don Gregorio en el gran congreso de la abogacía en Cádiz, conmemorando la Constitución de allá. Está genial: en los congresos de abogados se dedican, en 2011, a festejar la Constitución de Cádiz, de 1812, y llevan de ponente al doctor Peces-Barba, que es padre de Constitución, sí, pero no de constituciones en general, y menos tan viejas. O será que aquí en cuanto perpetras una, te las cuelgan todas. El caso es que imagino yo que los abogados ya ven más viva la Constitución gaditana que la de 1978, que se va quedando chuchurría y despeinada y que entre unos y otros la tienen trabajando en un garito de mala muerte, con bidé y en tandas de veinte minutos.
La prueba de que andamos desconstitucionalizados y de que nuestra Carta Magna nos la sacamos por los pies cada vez que nos vamos de farra es que en casos como este no se discute sobre ella o a partir de ella, sino que nos cagamos en nuestras madres directamente y dejamos el Estado constitucional para retornar al de naturaleza, de donde nunca quisimos salir en verdad. Ya TARDÁbamos en reconocerlo. Pero lo interesante sería preguntarse, Constitución en mano, si es más inconstitucional preferir a los portugueses o hacer referendos en los ayuntamientos para ver si dejamos a los castellanos, o si lo es en mayor o menor medida bombardear retóricamente Barcelona o incumplir las sentencias del Tribunal Supremo, sacándole la lengua, encima, mientras se le enseña la barretina erecta.
Pero yo iba a otra cosa, a la pregunta que da título a esta entrada sobrevenida. Conozco de hace tiempo a Gregorio Peces-Barba y durante un puñado de años fue buen amigo y persona que hacia un servidor tuvo grandísimas deferencias. De buen nacido es ser agredecido. Luego vinieron las circunstancias y el blog y retorné a la vida civil y me echaron de las tinieblas interiores. Ahora las cosas están bien, con Gregorio me saludo muy cordialmente cuando nos encontramos y con algunos de los chusqueros me saludo cordialmente cuando ellos no echan a correr si nos encontramos o no les sobreviene un ataque de tos o no se les adelanta la regla de reconocimiento.
Y a eso vamos, un poco. Estos chistes de catalanes y bombardeos y conde-duques, sobre todo de conde-duques, se los he oído yo a Gregorio un montón de veces y siempre se los hemos reído todos mucho, los hemos celebrado a base de bien y ahora mira a ver si tienes algún dicho de vascos o cuéntanos uno de sabinos y sabinas. Nos reíamos sin reservas, aplaudíamos y hasta los catalanes presentes, generalmente autoridades ya o que iban camino de serlo, no replicaban más que con un "Ayssss, Gregooorio, cómo eressss". No digo yo que tuviéramos que organizar un seminario internacional en San Sebastián para sacarle punta a los chistes que no eran más que eso, humor gris con estampados, ni que nadie debiera picarse o retar a duelo al otrora diputado por Valladolid y rector siempre. No es eso. Pero caramba, quizá aplaudíamos un pelín más de la cuenta, dos horas o así, y nos quedábamos con la sonrisa puesta hasta la noche, hasta que en la habitación cada cual se desmaquillaba y se estiraba el rictus.
Esa es mi explicación. Don Gregorio no se lo esperaba, y menos en Cádiz y con unos abogados melancólicos. Le salió como otras veces y estoy seguro de que los de casa se reinstalaron la sonrisa y cabecearon que sí y se dieron el típico codazo de jo cómo es Gregorio y qué bien se conserva. Lo que pasa que estaban los otros también y no son tan cariñosos, y encima algunos harán dictámenes convergentes o tendrán una señora o un señor que es subsecretario de algo en Girona o serán aficionados al teatro o administrarán un liceo o estarán hasta las pelotas o los senos de ver a los andaluces en el bar o a los extremeños jugando a las siete y media, después de su jornada laboral, o estarán en el Consejo Social de alguna universidad con nombre de prócer comarcal o vaya usted a saber si simplemente es que les encantaría que los bombardeara don Gregorio o cualquiera con un par de aviones, porque hay gente masoca también, eso no lo perdamos de vista.
Así que, sin que nadie me haya dado vela en el entierro, rompo una lanza por mi viejo amigo, por mi amigo de antes, y sugiero al resto que deje de ponerle emboscadas en tacita de plata. Y las palmaditas, mejor en los periódicos que en la espalda, tropa.
Me he tronchado a base de bien con la que se ha armado con las frasecillas de don Gregorio en el gran congreso de la abogacía en Cádiz, conmemorando la Constitución de allá. Está genial: en los congresos de abogados se dedican, en 2011, a festejar la Constitución de Cádiz, de 1812, y llevan de ponente al doctor Peces-Barba, que es padre de Constitución, sí, pero no de constituciones en general, y menos tan viejas. O será que aquí en cuanto perpetras una, te las cuelgan todas. El caso es que imagino yo que los abogados ya ven más viva la Constitución gaditana que la de 1978, que se va quedando chuchurría y despeinada y que entre unos y otros la tienen trabajando en un garito de mala muerte, con bidé y en tandas de veinte minutos.
La prueba de que andamos desconstitucionalizados y de que nuestra Carta Magna nos la sacamos por los pies cada vez que nos vamos de farra es que en casos como este no se discute sobre ella o a partir de ella, sino que nos cagamos en nuestras madres directamente y dejamos el Estado constitucional para retornar al de naturaleza, de donde nunca quisimos salir en verdad. Ya TARDÁbamos en reconocerlo. Pero lo interesante sería preguntarse, Constitución en mano, si es más inconstitucional preferir a los portugueses o hacer referendos en los ayuntamientos para ver si dejamos a los castellanos, o si lo es en mayor o menor medida bombardear retóricamente Barcelona o incumplir las sentencias del Tribunal Supremo, sacándole la lengua, encima, mientras se le enseña la barretina erecta.
Pero yo iba a otra cosa, a la pregunta que da título a esta entrada sobrevenida. Conozco de hace tiempo a Gregorio Peces-Barba y durante un puñado de años fue buen amigo y persona que hacia un servidor tuvo grandísimas deferencias. De buen nacido es ser agredecido. Luego vinieron las circunstancias y el blog y retorné a la vida civil y me echaron de las tinieblas interiores. Ahora las cosas están bien, con Gregorio me saludo muy cordialmente cuando nos encontramos y con algunos de los chusqueros me saludo cordialmente cuando ellos no echan a correr si nos encontramos o no les sobreviene un ataque de tos o no se les adelanta la regla de reconocimiento.
Y a eso vamos, un poco. Estos chistes de catalanes y bombardeos y conde-duques, sobre todo de conde-duques, se los he oído yo a Gregorio un montón de veces y siempre se los hemos reído todos mucho, los hemos celebrado a base de bien y ahora mira a ver si tienes algún dicho de vascos o cuéntanos uno de sabinos y sabinas. Nos reíamos sin reservas, aplaudíamos y hasta los catalanes presentes, generalmente autoridades ya o que iban camino de serlo, no replicaban más que con un "Ayssss, Gregooorio, cómo eressss". No digo yo que tuviéramos que organizar un seminario internacional en San Sebastián para sacarle punta a los chistes que no eran más que eso, humor gris con estampados, ni que nadie debiera picarse o retar a duelo al otrora diputado por Valladolid y rector siempre. No es eso. Pero caramba, quizá aplaudíamos un pelín más de la cuenta, dos horas o así, y nos quedábamos con la sonrisa puesta hasta la noche, hasta que en la habitación cada cual se desmaquillaba y se estiraba el rictus.
Esa es mi explicación. Don Gregorio no se lo esperaba, y menos en Cádiz y con unos abogados melancólicos. Le salió como otras veces y estoy seguro de que los de casa se reinstalaron la sonrisa y cabecearon que sí y se dieron el típico codazo de jo cómo es Gregorio y qué bien se conserva. Lo que pasa que estaban los otros también y no son tan cariñosos, y encima algunos harán dictámenes convergentes o tendrán una señora o un señor que es subsecretario de algo en Girona o serán aficionados al teatro o administrarán un liceo o estarán hasta las pelotas o los senos de ver a los andaluces en el bar o a los extremeños jugando a las siete y media, después de su jornada laboral, o estarán en el Consejo Social de alguna universidad con nombre de prócer comarcal o vaya usted a saber si simplemente es que les encantaría que los bombardeara don Gregorio o cualquiera con un par de aviones, porque hay gente masoca también, eso no lo perdamos de vista.
Así que, sin que nadie me haya dado vela en el entierro, rompo una lanza por mi viejo amigo, por mi amigo de antes, y sugiero al resto que deje de ponerle emboscadas en tacita de plata. Y las palmaditas, mejor en los periódicos que en la espalda, tropa.
4 comentarios:
jajajaja. No te has podido resistir a no escribir. Hay que preparar el discurso para cada ocasión. No se puede sacar del cajón siempre el mismo. La lección se de ha de perfilar antes de largarla. Aunque yo estoy cansada de ver apuntes del año la guerra..el caso es que en la tacita de plata, qué constitución; quieres que conmemoren..cada uno tiene que cuidar lo que le da nombre. En fin, no he oído el discurso, solo he leído esta entrada. Probablemente me falte material para formarme opinión al respecto.
A los nacionalistas catalanes no hay quien los entienda. Se pasan la vida promoviendo la desafección hacia España y cuando empiezan a conseguir que la desafección sea mutua, se cabrean.
Pues a ver si vuelven a ser amigos y visita Usted más veces la Charlie Zri.
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