18 diciembre, 2011

Cómo rehacer las plantillas universitarias

¿Sobran en las universidades profesores? Hombre, así de sopetón eso es mucho decir. Posiblemente en algunas sobren profesores de determinadas materias o, como se decía hasta hace poco, de ciertas áreas de conocimiento. Pongamos un caso imaginario, pero que tendrá su correspondencia real en alguna parte: si del área A hay en plantilla cuatro catedráticos y cuatro profesores titulares y esa área no tiene más docencia que una única asignatura en una sola titulación y, para colmo, tal asignatura es semestral, sí que estamos ante un desajuste, sin duda. O un desbarajuste.

En circunstancias normales, en el sentido de habituales (que ninguno de esos profesores titulares se haya acreditado para catedrático y su ascenso se supedite a la carga docente del área, que no tengan esos docentes un prurito laboral muy marcado o una ética profesional excesivamente exigente…), tal profesorado se sentirá intensamente feliz, pues, repartiendo a partes iguales la docencia, salen a unas diez horas de de enseñanza al año. No se desloman con la enseñanza. Tal vez el área B no cuente, sin embargo, con profesores bastantes para las clases que le tocan y haya que contratar a alguien para llenar ese hueco.

En líneas generales, y más en época de vacas flacas y crisis galopante, esa descompensación debería corregirse. ¿Cómo? Habría al menos tres vías, que también podrían combinarse en alguna proporción. Veámoslas.

a) Tomar en cuenta la investigación de cada profesor, investigación acreditada con criterios objetivos. No es grave, casi al contrario, que un profesor universitario tenga pocas clases, si su labor investigadora es intensa y da fruto. Es más, los resultados investigadores deberían computar dentro del cálculo global de la carga laboral y del rendimiento del profesorado. Así, el problema se presentaría nada más que con aquellos que ni enseñan apenas ni investigan casi nada. Haberlos, haylos.

b) Organizar la enseñanza sobre la base de la disponibilidad efectiva de profesorado para cada materia. Se fijaría un mínimo razonable de docencia por persona que cobra como profesor y, simplemente, las áreas mejor dotadas de personal tendrían más grupos. Si aquella área A tiene cien alumnos en un solo semestre, se hace el cálculo de en cuántos grupos se han de dividir sus cien estudiantes, en función del mínimo horario de cada profesor. Si resulta que cada uno de los docentes tiene para sí un grupo o dos de cinco estudiantes, será fantástico, se estará alcanzando el viejo y mentiroso (hasta ahora) ideal de la enseñanza de calidad muy personalizada. Hasta se podrá hacer en serio evaluación continua, seguimiento individual y demás aspiraciones que siempre se ponen en los papeles pero jamás se toman en serio.

c) Que ese profesorado imparta docencia en áreas afines, cercanas. Con esto estamos hablando del Coco y ya se me van a echar encima más de cuatro indignados. Pero tratemos de racionalizar el asunto. Permítanme que, para no complicarme más, ponga ejemplos de lo que me es más cercano, el Derecho. Un catedrático o titular de Filosofía del Derecho ha de ser capaz, si en algo se estima, de explicar Derecho Constitucional o lo que tradicionalmente se llamaba parte general de Derecho Civil. Y más cosas, especialmente unas cuantas partes generales. Uno de Historia de Derecho ha de poder con el Derecho Romano, y un romanista con la Historia del Derecho. Un mercantilista tiene que estar capacitado para habérselas con la asignatura de Derecho Civil que versa sobre obligaciones y contratos. A un profesor de Derecho Tributario hay que suponerlo en condiciones de enseñar los rudimentos primeros del Derecho Administrativo. Y así sucesivamente.

Lo que no cabe razonablemente es organizar esos tránsitos por la brava. Convendría combinar dos criterios. El primero, la elaboración de un catálogo indicativo de áreas y materias afines. El segundo, dar a cada profesor la opción de señalar, sin pillerías circunstanciales, las áreas cercanas a la suya para cuya enseñanza, en caso de necesidad, se considera más capacitado en razón de su formación, su investigación y su experiencia.

Pero pongamos que, o bien porque las anteriores medidas no se ponen en práctica o bien porque, aun con ellas, las plantillas siguen gravemente desajustadas, algunos se pasan el tiempo silbando tangos. Y que, en tal situación y con la crisis que asfixia, las universidades llegan a la conclusión de que sobra profesorado. Insisto, no debería ser así si se atendiera a las medidas hace un momento expuestas, pero aceptemos como hipótesis que se quiere descargar un tanto las plantillas. ¿Cómo habría que hacerlo para que la calidad de la enseñanza y de la investigación no se resintieran y para que no pagaran justos por pecadores?

Antes que nada se debe resaltar que las dos medidas facilonas que muchas universidades están aplicando son una catástrofe y carecen de toda justificación en términos de calidad académica. Ni se debe dejar de renovar el contrato a los jóvenes profesores contratados que sean bien competentes ni tiene pies ni cabeza la actual política de prejubilaciones de los profesores funcionarios. Por lo general las prejubilaciones sirven para que se vayan a su casa, hartos y aburridos, los docentes e investigadores más expertos y capaces, mientras que los mantas se quedan en sus puestos porque dónde van a vivir mejor y marcar más paquete sin merecerlo. Con las excepciones que se quiera, por supuesto. Que se prejubile con sesenta años un catedrático cargado de sexenios de investigación y en plena madurez es una catástrofe que solo pueden asumir ciertas cabezas de chorlito con mando en plaza. Salvando las distancias que haya que salvar y rogando que el ejemplo se me entienda nada más que en lo que valga, es como si a “El Guaje” Villa o a Xavi Alonso les dijeran: mira, cuando llegues a los veintiocho años puedes irte a tu casa y no jugar más, pero seguirás cobrado lo mismo que hasta ese momento percibías en el Barcelona o el Madrid. Supina estupidez. Naturalmente, estoy hablando desde el punto de vista de la institución y sus funciones y no juzgo a los que aprovechan tal tesitura para largarse y decir ahí os quedáis. Si cuando un servidor cumpla los sesenta esa posibilidad de prejubilarse se mantiene (no creo), me lo plantearé seriamente. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Si me insinúan que ya no hago falta pero que me pagan igual, a lo mejor los tomo por la palabra y me libro de Bolonia y los pedagogos. Aviso.

No hay tratamiento acertado sin un buen diagnóstico previo. Y el diagnóstico apropiado, creo, es este que paso a exponer. Hay una mayoría de profesorado competente o muy competente. Y tenemos también un cierto número de “paquetes”. Digámoslo sin tapujos y a calzón quitado. Yo mismo conozco unos pocos profesores de Derecho de unas u otras universidades que no tienen ni repajolera idea de nada. Cuando digo nada, digo nada. Docentes de la materia jurídica tal o cual que ni están al día de la legislación correspondiente ni investigan un carajo ni leen un libro de su disciplina desde hace varios lustros. No serán muchos, pero son, eso va a misa, y el que diga lo contrario es que está en la inopia o aplica una caridad muy mal entendida. Pero están y cobran casi tanto como los mejores. Además, suelen ser los que más tocan los cataplines y más indignados se ponen cuando se les dice que tienen clase por la tarde o que deben explicar un viernes. Esos son los que sobran, si es que sobra alguien. A la puñetera calle. Con puente de plata si hace falta. No hay mejores candidatos para una dorada prejubilación. ¿Que no hay derecho porque cobrarán sin trabajar? Caramba, pero si ya no dan palo al agua ahora. Aire. De paso, la calidad real de la docencia aumentará considerablemente y el promedio de los resultados investigadores del personal se incrementará de inmediato.

Concretemos. Imaginemos que se concluye que para que los números cuadren sobran tres profesores de Derecho, Física, Química o Filología Hispánica. ¿Cómo los elegimos para incitarlos a la prejubilación, aunque sea ganando más que si trabajaran? Muy sencillo. Se ponen en relación sus años de dedicación con su número de sexenios investigadores o con cualquier otro criterio de rendimiento lo más objetivo posible. Y a los tres a los que les resulte el índice más bajo de rendimiento se les muestra amablemente la puerta de salida. Ganarán ellos, aunque se aburran en casa, y, sobre todo, ganará la universidad y se beneficiarán los estudiantes.

Por supuesto, en un tal proceso de descarte no pueden admitirse los truquitos baratos. Nada de computar favorablemente el tiempo en carguetes o el haber formado parte de múltiples comisiones y comités. Peor me lo ponen. A la rue y a vigilar obras con los jubilatas. Es más, me permito un ejemplo que tal vez no me van a tomar en serio, pero que en serio planteo. Para todo catedrático que haya sido rector ocho años la jubilación de lujo tendría que ser obligatoria. Perdieron el tren por andar en moto. A otra cosa, mariposa. Si su vocación se mantiene incólume, pese a tan largo desfallecimiento, nada les impedirá seguir produciendo excelsos resultados desde su casa; o desde su despacho en la Facultad, si se les conserva. Pero fuera de las plantillas.

No me digan que me he puesto utópico e irreal del todo, pues bien lo sé. Es obvio que nada se va a hacer de tal manera. Nos gobierna la chusma, la chusma política y profesoral. Solo les estorban los competentes. Así que esperanza no hay, aunque las soluciones sean de cajón. Pero que no se diga que, al menos, no se dice.

6 comentarios:

Pedro Serna dijo...

Se acabará haciendo el ajuste, necesario o no, a costa de los jóvenes, más motivados y mejor preparados... Al tiempo.

roland freisler dijo...

Profesor a vueltas con lo de la igualdad de oportunidades, como yo le expuse en su argumentación al respecto no tiene Vd en cuenta que además, debes ser del rebaño.
Por ejemplo, da igual que por méritos propios y en buena liz llegues a cumplir tus sueños que estos se pueden venir abajo de golpe simplemente porque un amigo vaya disfrazado de nazi, esta es la noticia que tal vez conozca :
REINO UNIDO | Se publicaron las fotos
Un diputado 'tory', expulsado por fotografiarse con un amigo disfrazado de nazi
Efe | Londres
Un diputado 'tory' (conservador) británico, Aidan Burley, ha sido expulsado de su puesto de secretario parlamentario, tras fotografiarse con un amigo que iba disfrazo de nazi durante una despedida de soltero, según informó la BBC.
El domingo pasado el periódico 'Mail on Sunday' publicó unas fotografías en las que se veía a Burley, durante una cena en una estación de esquí en Francia, en la que uno de los invitados iba disfrazado con un uniforme nazi.

Según el periódico, durante la celebración, que tuvo lugar el 3 de diciembre, uno de los doce invitados llegó a hacer un brindis por el Tercer Reich.

A pesar de que Burley se disculpó a través de la red social Twitter y aseguró que sentía "profundamente arrepentido", el Partido Conservador ha decidido retirarle de su puesto de secretario parlamentario del Ministerio de Transporte y ha calificado su comportamiento como "ofensivo" y "estúpido".

¡¡¡ Increíble !!! , ahora bien si llevas la camiseta del Ché tal vez consigas un enchufe para aprobar alguna asignatura.

roland freisler dijo...

duende de imprenta en "liz" por lid

Anónimo dijo...

Aquí lo que sobran son universidades enteras. La mía, y la suya, entre ellas.

Manuel Fondevila dijo...

Hay dos puntos de los que discrepo. El primero en lo de las materias afines. Sin duda muchos filósofos del Derecho serían magnificos profesores de Derecho Constitucional, pero hay otros que equivocan la Teoria del Derecho con la del Estado, o el Estado con el Derecho mismo, pero eso es harina de otro costal...Igualmente un romanista será demasiado "formalista" si está imbuido de su disciplina como para explicar Derecho Civil etc. Por poder ser, cualquier cosa puede ser. En las Universidades privadas, jueces o abogados cogen primero una asignatura, luego otra etc. Cualquier licenciado puede explicar cualquier asignatura de Derecho. En la UNED, muchos profesores de un área dan tutorias de una o varias asignaturas distintas. Otra cuestión es que lo enseñen para algo más que salir del paso. Que puedan transmitir, por ejemplo, la vocación de doctorado en ese área.
El segundo aspecto es lo del Catedrático que lleva de Rector 8 años. Yo pienso más como Blas Cabrera, que creia que la carrera universitaria debería ser: de los 25 a los 40 investigando, porque eres joven, tienes fuerza y motivacion para viajar etc. de los 40 a los 55, que tienes experiencia de vida y conocimientos, gestionando, y de los 55 a los 70, fundamentalmente, dando clase. Por supuesto, no son compartimentos estancos, habría que poner, delante de cada regla un "sobre todo....". Lo que entiendo es que quien ha sido rector 8 años es dificil que vuelva a ser un "profesor más" y que ello puede causar disgustos entre el claustro. Pero ello se debe más a la falta de virtud democrática en la Universidad (y en este país fuera de ella), que a que una experiencia de gestión a más alto o bajo nivel, le haya incapacitado para enseñar e investigar. Si esa idea se impusiera, los puestos de mando serían "el cementerio para elefantes" en la Universidad, que acabaría por convertirse en una gerontocracia.

Anónimo dijo...

Un día voy a comentar, espero que no suprimas la entrada, por qué dices todo lo que dices... Más te valía callar. Si te has erigido en vocero de tantas y tantas causas perdidas, aquí y acullá, es porque no te aguantas el afán de protagonismo. El problema es que te faltó coro entre los tuyos, después de andar de flor en flor, por cierto que ya veo para dónde diriges tus pasos ahora... Te pediría que nos dejes tranquilos, que no necesitamos abogados que como tú denuncian lo que en realidad son. Después de Madrid, Alicante, parece que tus pasos se dirigen a... La Coruña??. Menuda rabia tienes que no aguantas un solo día sin soltar tus ocurrencias...