Nunca me han gustado especialmente las fiestas navideñas. Bien es verdad que ya no milito y que me he hecho acompasado asistente que ya no busca para su discurso crítico víctimas inocentes con gorro de Papa Noel. Además, con cierta preocupación observo que hasta empezaban a agradarme algunas luces navideñas en las ciudades –digo algunas, ojo-, justo ahora que las crisis de las lleva por delante y nuestras urbes se van pareciendo en estas fechas a lo que me imagino que sería el ambiente lumínico en Vladivostok en tiempos de Stalin. Es el sino de algunos: o no llegamos, o llegamos tarde. Menos mal que nos quedan los centros comerciales. En León hay ahora mismo al menos uno primorosamente iluminado y, lo que tiene más mérito, sin trineos de bombillas ni estrellas de Belén. Quien quiera saber por anticipado hacia donde van las mentalidades y los usos, que se fije en los centros comerciales. En lo que al asunto navideño toca, ellos sintetizan y avanzan la nueva naturaleza del espíritu de estos días: la más grande festividad de una religión laica.
Las reuniones familiares ante la mesa tampoco son mi estricta vocación, aunque cómo no reconocer que representan la mejor muestra del modo en que la sacrosanta institución familiar se hace objeto de museo y de recuerdo a fecha fija, como las grandes batallas del pasado, las fiestas nacionales o las efemérides de algún descubrimiento notable. Más todavía, la actual organización de las familias con motivo de la navidad constituye el más claro laboratorio para apreciar cómo nacen y se consolidan las reglas sociales, nuevos usos que, luego, los jueces reconocerán como derechos y que el legislador autonómico recogerá enseguida en sus códigos civiles. Me refiero, por ejemplo, al reparto de los hijos de matrimonios separados o divorciados, nochebuena en casa de la madre de mamá y nochevieja en la de los padres de papá; o al paréntesis que en estos días hacen muchas parejas de hecho, para que cada uno esté dizque con los suyos y que parezca que siguen vigentes las normas antañonas. La navidad es también tiempo de provisional armisticio y la vieja costumbre bélica de interrumpir las batallas y brindar de trinchera a trinchera se traduce aquí en tregua entre cuñados, en esmerados buenos deseos entre consuegros y hasta en puntuales colaboraciones entre yernos y suegras, nueras y suegros, todos de colmillo retorcido. Sólo el guirigay de los niños nos recuerda que jamás se está del todo a salvo, ni por un rato siquiera, y que la vida sigue, con su crueldad de algodón.
Todo se aprende con el uso y la repetición y es muy probable que, para muchos, la liviandad del ánimo navideño se alimente de resentimientos surgidos en la infancia. Así de descarnadamente he llegado a explicarme mi propia actitud y mi muy moderado entusiasmo. Cuando niño, se me hacía cuesta arriba ese espíritu navideño que transmitían las radios y la televisión y que en mi casa y mi pueblo era levísima e imposible imitación. Las vacas comían todos los días, mis padres tenían que levantarse a la misma hora tempranísima para ordeñarlas, la austeridad innata del campesino no era muy compatible con el adorno y la simulación, el dinero no daba para excesos y en mi casa solíamos tener nada más que una tableta de turrón duro y otra del blando. Los regalos, por reyes, eran solamente un regalo modesto. La aversión a la navidad, pienso ahora, es el rescoldo de resistencia de quienes no tuvimos ocasión o agallas para hacernos revolucionarios. Es mejor templar gaitas que autoanalizarse.
Para mí la nochebuena y la nochevieja eran como las tardes de domingo, pero multiplicadas, momentos para una melancolía irreflexiva y para una nostalgia sin objeto. Creía que me perdía una fiesta sublime que tantos otros disfrutaban, o que se me hurtaba un gozo colectivo que era privilegio de los urbanitas y los adinerados. Luego ya vi que no y me fui tranquilizando.
Dentro de un rato cenaré con buen ánimo junto a mi familia política. Mis padres murieron, mi hijo hace felizmente su vida en California, la pequeña Elsa arde de entusiasmo porque va a encontrarse con sus primos y considera que es una gran juerga, tengo ganas de fumar y al teléfono móvil no paran de llegar felicitaciones. Por cierto, acabo de leer en un libro magnífico (Bill Bryson, En casa. Una breve historia de la vida privada), que la felicitación navideña mediante tarjetas fue una invención de un tipo inglés llamado Henry Cole, allá por la mitad del siglo XIX, con el propósito de animar a la gente a utilizar el nuevo correo de a un penique (p. 21). Ahora son las cadenas de grandes almacenes las que alientan la autenticidad del espíritu de la navidad y de sus ritos.
Es posible que haya personas que celebren el aniversario del nacimiento de Cristo, no digo que no. Pero hasta mi querida suegra anda más preocupada por el calibre de las almejas o la frescura de los langostinos. No seré yo, repito, quien ponga pegas al amor universal ni a los afectos programados. En modo alguno. Lo que no voy a hacer, porque todo tiene un límite, es escuchar el discurso navideño del Rey. No me lo tomen a mal.
Feliz navidad, amigos, disfruten todo lo que en su mano esté y que cada cual lo viva como pueda o como prefiera, como amoroso concilio o como aquelarre. Les deseo lo mejor, de corazón. Mañana será otro día y ya vendrán los lunes o los miércoles con sus prosaicas y muy dichosas rutinas.
11 comentarios:
Felices Fiestas para todos los amigoas del blog y para todo el mundo.
Yo me voy a ir a una fiesta de bacalao de estas remember a gozar un poco de la vida.
Felices Fiestas para todos los amigoas del blog y para todo el mundo.
Yo me voy a ir a una fiesta de bacalao de estas remember a gozar un poco de la vida.
Profesor acabo de emplear la frase suya : "Amar es animar al amado a estar solo...bla,bla,...en paz con sus secretos". Me ha quedado de puta madre para cortar.
Es el tiempo de compras de Invierno. Los grandes almacenes nos felicitan y animan a entrar y comprar felicidad en forma consumista. Vemos algún pordiosero o algún pelmazo conocido, pero cambiamos de acera o fingimos que son invisibles, basura que nos convierte en indiferentes de hielo una vez más. Nuestra visión de la navidad, la fiesta más pagana del año, está plagada de series americanas para adolescentes, villancicos ya en inglés, comercialismo a tope, reinvención de la navidad en los países protestantes de lengua inglesa por la publicación de " un cuento de navidad " de Charles Dickens, que tuvo un gran éxito, y que exhortaba a la compasión universal, la bondad, los valores familiares y el recuento de las obras buenas realizadas en el año agonizante. Sin embargo, nuestra antropología castiza ibérica, iberista, española, de los países de lengua española, nos habla de peculiaridades únicas como la zambomba, el turrón navideño, el aguinaldo por los pueblos y vecindarios, sentar un pobre a la mesa incluso, etc. Me da un poco de pena su concepto de la navidad, en la que no se celebra nada, salvo el grosor de los langostinos y la mesa, en general. El sentido de unas fechas ( no hace falta tanto agit- prop comercial o pseudoreligioso formalista )
para hacer el bien, hacer obras compasivas pensando en los demás, ser solidarios y "portarse como personas " está bien pensado, aunque Santa Claus, vestido de rojo y con gorro, sea un invento de la Coca-Cola, el árbol de navidad pagano de origen celta, nórdico y escandinavo, sustituya a nuestros franciscanos,únicos y hogareños belenes, etc
las navidades son vacaciones de invierno, que coinciden efectivamente y totalmente con el solsticio de invierno, en la que hay una amalgama, un totum revolutum, una hidrización de mensajes y culturas, estilos y significados consumistas, comerciales, pseudoreligiosos, de culturas anglosajones y nórdicas, mediterráneas españolas ibéricas y belenistas, de buenas voluntades de ONG y de celebración del nacimiento de Jesús, nacido en un pesebre en Belén, junto a un buey y una mula, en un pesebre, adorado por humildes pastorcillos, y reyes magos guiados por una estrella hasta el portal sagrado, etc En esto de la navidad, no está de más recordar nuestros orígenes pastoriles, de boñiga y ambiente pueblerino, de prosas religiosas y llenas de imágenes de Papini y Pasolini, etc. Recordar la más bella historia humilde jamás contada: el nacimiento de un Niño-Dios entre estiércol y arrinconado.
una hipocresía-montaje gigantesco descomunal, donde por cojones te hacen sentir la falta de seres muy queridos, que ya no están.
Y luego hablan de nosotros :
Tommy Robinson, líder de la Liga de Defensa Inglesa, fue apaleado el pasado 23 de diciembre por una caterva de musulmanes. Los mafiosos, que no dejaron de descargar sus golpes cuando la víctima ya se hallaba inconsciente, gritaban: “Tommy, feliz Navidad, Alá es grande”.
Y el abogado que ha logrado esto es una máquina de argumentación :
Hace tan solo unos días, un juez declaró la inocencia de unas señoritas somalíes de confesión musulmana que habían atacado salvajemente a una joven londinense al grito de: ¡Puta Blanca! Su Ilustrísima consideró que la borrachera de las hijas de Alá debía considerarse como una eximente completa, ya que no estaban habituadas al consumo desmedido de alcohol.
Atención amigos del blog hace falta más solidaridad :
En España hay 1.500.000 hogares en los que ningún miembro trabaja y 500.000 que ya han agotado todos los sistemas de ayuda
Y más igualdad en el reparto :
juguetes y alimentos sobre todo
Familias inmigrantes, sobre todo musulmanas, se hacen con las ayudas de Cáritas, es decir, la Cruz (roja) a beneficio de inventario.
Y ojo que para algunos en el mundo celebrar la navidad puede salirles muy caro :
Nigeria confirma al menos 25 cristianos muertos en el atentado de la iglesia de Madala
Cuando era pequeña (seis años) tenía una amiga rica. Ricos de campo, pero mi amiga no tenia regalos de reyes. Sus padres tan modernos no creían en la navidad. Yo era pobre pero tenía mis abuelos y por navidad recibía muñecas y cocinitas, regalos sexistas; según las nuevas voces, pero que a mi llenaban de felicidad. Y mi amiga no recibía regalos y eso que tenía muchas más cosas materiales que yo, que por no tener no tenía ni calzado. La navidad es más para los niños, profesor; son ellos los que viven la magia de la navidad. Tenlo en cuenta, con Elsa; tienes mucha suerte de tener una niña tan pequeña, mucha diría yo.Y mala suerte, por tener un hijo en California. Hoy mis padres hablaban de eso, un matrimonio de aqui; que solo tienen un hijo y estudio en los mejores sitios y hoy vive en el extranjero. Mi madre dijo ricos pero pobres, solo tienen un hijo y lo pueden disfrutar tan poco tiempo. Tu tienes a Elsa. FEÑIZ NAVIDAD!!!
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