02 abril, 2012

Amnistías fiscales: sus verdades y sus mentiras

Vamos a imaginar la siguiente tesitura. En un Estado por el estilo del nuestro, el partido gobernante decide en un determinado momento crear un nuevo impuesto, que se paga en proporción al número de veces que se va al médico. El que a lo largo del año haya acudido a una consulta médica una vez deberá abonar el diez por ciento de sus rentas totales del año, el que haya ido dos tendrá que apoquinar el veinte por ciento; y así, con un tope del ochenta por ciento de las rentas cuando se haya visitado al galeno ocho o más veces. Muchos de los ciudadanos encuentran mil y un trucos para evadir tales pagos, bien acudiendo a consulta con nombres falsos, bien sobornando a los doctores para que no anoten su visita, o por vías similares. Hay quien, de ese modo, se ha ahorrado treinta o cuarenta mil euros; otros, doscientos o trescientos. Pero la evasión del impuesto es masiva, aunque también hay quien lo abona a tocateja, más que nada porque no tiene escapatoria.

Si hubiera una amnistía fiscal para que salieran a la luz sin mayor contratiempo los dineros así ahorrados por el contribuyente, ¿consideraríamos que se hace injusticia o que se corrige la injusticia? Yo diría que lo injusto era el impuesto y que, al perdonar a los que se escaparon de su pago, la justicia más bien se restaura, en lugar de violentarse, aunque quede el agravio comparativo con los que sí soltaron la mosca.

Si eso es así y nos preguntamos por qué nos produce tal rechazo y tanta inquina la amnistía fiscal que han sacado de la manga los rajoyanos, creo que únicamente caben dos respuestas:

a) Porque somos fetichistas de la ley o positivistas ideológicos, según la vieja categoría doctrinal de Norberto Bobbio. Es decir, porque pensamos que lo que mande el legislador, sea lo que sea, va a misa y, en consecuencia, obra con injusticia tremenda el ciudadano que no lo acate y no lo cumpla a pies juntillas. Si de impuestos hablamos, da igual que se trate de un sistema fiscal radicalmente antiigualitario o de uno que sirva de base para la explotación de los bajitos o la extinción por hambre de los pelirrojos. Lo manda la ley, punto redondo. No creo que sea por esto por lo que estamos en contra de esta amnistía para evasores. Además, no es el nuestro un pueblo que destaque por su amor a la ley y su celo al cumplir la misma.

Lo curioso es que muchos de los que echan sapos y culebras contra esta amnistía propuesta por los peperos se pirran por evadir impuestos, por ocultar ingresos y porque no les hagan facturas con IVA. Así que, insisto, por cariño a la legalidad no ha de ser tanto mesarse los cabellos.

b) Si lo que fastidia no es que se perdone al que violó la legalidad impositiva, a lo mejor el tema se plantea en el terreno de la justicia social. El razonamiento podría ser más o menos así, con estos pasos: (i) estimamos que el sistema impositivo vigente es bastante justo, porque hace pagar al que más tiene, y menos al que menos; (ii) la evasión importante la hacen los llamados a contribuir más fuertemente, esos ricos a los que les corresponden mayores pagos; (iii) sentado lo anterior, la amnistía fiscal implica muy principalmente el perdón para los ricos que no pagaron y, por tanto, dar por bueno que no contribuyan o que contribuyan menos de lo debido los que más deberían aportar a las arcas públicas. No se estarían perdonando aportaciones fiscales a los que son víctimas de impuestos injustos, sino a los que hicieron injusticia al evadir impuestos justos y bien asignados.

Estupendo, supongo que es por ahí. Pero, si esto es así, no se nos puede escapar un detalle incómodo. Si la base de nuestro razonar y del correspondiente cabreo es una concepción de justicia fiscal que tiene su idea principal en la noción de progresividad y en el propósito de que más abone al Estado y para el sostenimiento de la cosa pública el que mayor riqueza posee, debemos caer en la cuenta de que hay dos formas funcionalmente equivalentes de atentar contra dicha concepción de la justicia social y fiscal. Una, perdonar a posteriori a los que en esa proporción debían contribuir y no contribuyeron. Dos, exonerarlos de antemano de tal obligación de pagar en correspondencia con su nivel de riqueza e ingresos.

En otras palabras y hablando en plata: en esencia, es tan injusta una amnistía fiscal como la eliminación de ciertos impuestos para los que disfrutan de un elevado nivel de vida. ¿Cuáles impuestos? Pues por ejemplo, el de sucesiones o el impuesto sobre el patrimonio, cuando, repito, se superan unos holgados mínimos que podrían estar exentos. ¿Se acuerdan de aquello de que bajar impuestos es de izquierdas y de cuando se iban quitando esos que acabo de mencionar? Tanto va contra aquella idea de justicia social decir que a Fulano se le perdona por no haber pagado lo que debería por el impuesto X, como que se elimina el impuesto X para que no tengan que pagarlo Fulano ni ninguno que esté en su situación. El plus de la amnistía viene de la mano del incumplimiento por el evasor de la correspondiente prescripción legal, pero vuelvo a repetir que ese incumplimiento solo podrá ser moralmente reprochable si damos por sentado que la ley impositiva vulnerada es justa. En cuyo caso retornamos a esto en lo que concluíamos: que lo malo no es que la ley se cumpla o se incumpla, sino que se tenga un sistema impositivo injusto, radicalmente inicuo, sea por el camino de la eliminación de los impuestos para los ricos, sea por el camino de perdonar a los ricos la evasión de sus impuestos.

Bien, no sé si a ustedes, amigos, les habrá divertido este pequeño ejercicio analítico o si les parecerá de alguna utilidad para los debates de estos días. Pero ni ustedes ni yo debemos engañarnos. Ese dinero negro que se acumula en algunas manos no es dinero que se haya ahorrado al no pagar impuestos legalmente sentados. Para nada. Hace unos meses hice una obra en casa, seis mil euretes, y me ahorré el IVA. ¿Voy a irme yo mañana a Hacienda a decir que tengo seiscientos y pico euros que no debería tener y que me los legalicen? En modo alguno, son perfectamente legales ya. ¿Y el Pepe Gotera que me hizo la obra y se llevó los seis mil? ¿Los va a sacar a la luz? En modo alguno, con ellos habrá ido pagando en el supermercado o en el puticlub, cash.

Entonces, ¿de qué estamos hablando, de qué dineros? De dineros provenientes del delito, de actividades ilícitas, más que nada: tráfico de estupefacientes, trata de blancas, comercio ilegal de armas, explotación organizada de la prostitución, tráfico ilegal de personas. Esa es la plata que necesita ser blanqueada y a sus perceptores es a los que se da ocasión de sacar a la luz los millones para, luego, poder invertirlos legalmente y que, ya así, tributen con normalidad. Ahora es el Estado mismo el que blanquea el producto del delito a lo grande y percibe por ello su comisión, su mordida: el diez por ciento. El Estado se ha puesto a competir con ciertos directores de banco y con determinados bufetes bronceados y mediterráneos. Como quien dice y a los efectos, es como si el gobierno estuviera contratando sicarios para que nos ayuden a acabar con la crisis, a matarla. ¿Y saben lo que ocurre cada vez que un gobierno pide ayuda a unos sicarios, a una banda poderosa y organizada? Pues que los sicarios se hacen con el gobierno después de vencer en esa guerra de bandas: la gubernamental y la de los sicarios.

Más tristeza no cabe. Pero, al menos, llamemos a las cosas por su nombre y dejémonos de hablar de la amnistía fiscal como si en verdad fuera una amnistía y fuera fiscal. Es un paso más, y bien sencillo, dentro del imparable proceso de apropiación de los Estados y sus maquinarias por la delincuencia internacional y por sus servidores y esbirros de todo pelaje. Los funcionarios, por ejemplo, ya empezamos a cobrar nuestras nóminas, en parte, con el dinero de esa gente, ese dinero que, dicen, servirá para reducir el déficit y que no tenga que haber mayores recortes. Lo siguiente será ver qué nos piden; y qué hacen con nosotros. El que crea, mismamente, que del principio de mérito y capacidad va a quedar algún rastro de aquí a una docena de años está listo. Salvo que se llame mérito a darle gustito al capo de turno. Que todo se andará. Al fin y al cabo, las universidades ya funcionan así, y las universidades siempre han sido punteras con sus experimentos sociales.

7 comentarios:

galicia caníbal dijo...

Así nos va...

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/04/03/galicia/1333478950_850726.html

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2012/04/04/alcalde-santiago-gerardo-conde-roa-denunciado-hacienda-declarar-300000-euros/00031333527039988502988.htm

Jacobo Dopico dijo...

Querido Toño:

Debo estar especialmente obtuso o especialmente polemista, pero veo objeciones a las dos tesis principales del post.

Respecto de la primera: se me hace muy difícil hablar de cuál es el "nivel justo" de impuestos. En cualquier caso, y si bien entiendo lo que expones, creo que lo injusto bajo cualquier perspectiva es jugar como si las reglas no te afectasen, imponiendo así la máxima de que para ti no rigen (que diría don GFW); y consecuentemente, lo es que el Estado permita que esos jugadores ventajistas se lleven su tajada ante las caras de idiota del resto, simplemente pagando una pequeña tarifa del 10%.

Por ello creo que un intento de comparar el establecimiento PARA TODOS de pautas tributarias [que tú o yo juzgamos como] erróneas con el establecimiento de ESTATUTOS PERSONALES PRIVILEGIADOS PARA LOS INFRACTORES contradiría un principio básico de isonomía. Máxime, cuando el delito fiscal sólo lo puede cometer quien posee o administra FORTUNONES.

Y el postulado de igualdad ante la Ley no se basa en legalismo ético o adhesión subjetiva a la regulación. Tan normal (o tan idiota) es establecer la regla de prohibición del "fuera de juego posicional" (?) como no establecerla. Ni fetichismos, ni adhesiones, ni leches: hay un juego con unas reglas. Ahora bien: una vez establecidas Y JUGANDO TODOS BAJO SU IMPERIO, lo que no es posible es CONVALIDARLES A LOS INFRACTORES TODOS LOS GOLES ANULADOS, cuando los demás equipos jugaban sometidos a dicha regla. El fundamento de la Vergeltung hegeliana es la cara de gilipollas que se le quedaría al cumplidor si se perdona al incumplidor. De la justicia material de la regla se habla otro día.

Dicho de otro modo: lo que dices sólo me convencería si TODOS hubiesen infringido y TODOS estuviesen siendo exonerados; o si, tratando a todos por igual, se indemnizase a los cumplidores retribuyéndoles el coste de oportunidad que les supuso pagar a tiempo sus impuestos. Que es, obviamente, superior a un 10% años después.
(...)

Jacobo Dopico dijo...

Respecto de la 2ª tesis:
En Alemania la década pasada hicieron una parecida. El recargo era del 25%. Lo obtenido fue menos de 1/6 de lo proyectado.

Dentro de los poco prometedores resultados de esta rechazable medida, dudo que la masa principal de dinero vaya a ser de origen criminal (= de delitos como tráfico de drogas o trata de personas; parto de que el delito de elusión tributaria NO es un delito que produzca dinero).

Mis dudas van por aquí:

1. Las medidas de perdón fiscal sólo son útiles si no son ratoneras. Imagina que te perdonan el delito fiscal pero no las falsedades contables en que has incurrido para cometerlo. Sería tanto como decir: "entréguese, que le metemos en la cárcel, pero poquito". Nadie confesaría. Por eso el art. 305.4 CP (excusa absolutoria de regularización fiscal) te perdona TODAS LAS FALSEDADES en las que hayas incurrido (que, por cierto, y dicho sea con toda reserva: carajo).

2. Quien tiene una gran masa de dinero de origen criminal no lo oculta para no pagar impuestos: de hecho está DESEANDO pagar impuestos para poder introducirlo en el mercado (¡es una manera fetén de blanquear! Fingir que el dinero de origen criminal es fruto de una actividad lícita y pagar impuestos por ella). Pero claro: quiere pagarlos SIN QUE LE INVESTIGUEN EL ORIGEN DEL DINERO; y como eso no es posible, tiene problemas para convertir su dinero "negro" en dinero del que paga impuestos.

Por ello, que le perdonen la elusión fiscal no es lo que le preocupa. Lo que le preocupa es lo que le preocupó siempre: que no investiguen los delitos de los que trae causa el dinero. Si no le "amnistían" esos delitos, no lo sacará a la luz. Y la amnistía fiscal no se extiende al delito de tráfico de drogas, de trata de personas, etc.

3. Una amnistía fiscal parte de cierta flexibilización probatoria; y es en esa flexibilización donde se puede colar el dinero de origen criminal. Por ello, todo depende de cómo se plantee la "amnistía".

a) Extremo improbable nº 1. Si para entrar en la amnistía te exigiesen prueba de la actividad productiva LEGAL en los mismos términos en que se exige la tributación ordinaria, la propia amnistía no sería posible: se trata en la mayoría de los casos de un dinero que no trae causa de negocios con facturas emitidas y aceptadas ni anotado en los libros CON SU IMPORTE REAL. Por ello, la documentación "ordinaria" no existe.

b) Extremo improbable nº 2: "Traiga la pasta y no haré ni una pregunta sobre su origen". Carajo, no puede ser. Si un Nécora cualquiera te trae 800 millones, aunque sea la puñetera legislación antiblanqueo te obliga a comunicar algo. De hecho, cuando la pasta entra, y tras la absolución de la AEAT, quien no te ha absuelto es la Policía ni la Fiscalía. Y la Fiscalía y la Policía al ver la entrada de dinero puede preguntar por el origen de la pasta. ¿Tú estarías tranquilo introduciendo la pasta así? Yo no. Al menos no hasta que el delito del que traiga causa hubiese prescrito.

Entre ambos extremos se moverá la cosa. Y por supuesto es razonable prever que esta "flexibilidad probatoria" abra muchas oportunidades de blanqueo (¡si se comete en situaciones ordinarias, desde luego no va a dejar de cometerse en situaciones extraordinarias!). Surgirán (supuestos) negocios inmobiliarios realizados en documento privado por mucha gente por cantidades distintas de las (declaradas como) reales, etc. Pero por lo dicho dudo que la masa de dinero criminal sea tan relevante. Demasiados focos, demasiado concentrado en el tiempo, demasiado identificable. Será sin duda una oportunidad para el blanqueo en cantidades medianas, pero no creo que el blanqueo criminal vaya a ser la parte principal de esta rechazable operación.
En cualquier caso: qué triste todo.

Jacobo Dopico dijo...

Pues dice el Maestro, que algo sabe de estas cosas del Derecho Penal Económico, que lo que yo llamaba "Extremo improbable nº 2" no sólo es probable, sino que al parecer es lo que nos va a caer encima.

Jo---der. Pues como sea así, lo que decías en tu post se va a quedar corto...

Juan Antonio García Amado dijo...

Querido Jacobo, me parece que tú y yo no estábamos ni estamos tan en desacuerdo en estas cuestiones -ni en otras-, matices al margen. Tampoco es raro que resulte yo más pesimista. Será por la edad o porque mi falta de fe viene de las montañas.
Sí te reconozco, con absoluta sinceridad, que la tribuna de tu maestro me ha dejado helado. Lo del dinero criminal medio me lo había inventado, a ver qué pasaba y si sonaba la flauta, o por oiros la voz a los expertos. Diantre, y no suena una flauta, no, es toda una sección de viento.
Abrazos y ánimo: todo ha de empeorar.

Jacobo Dopico dijo...

Respecto de lo de los capitales de origen criminal la diferencia era de de grado, pero si se confirma lo que apunta JMGB, al parecer mi visión sería la ingenua: TENDRÁN LOS SANTOS XXXXNES DE IMPONER UNA CONFIDENCIALIDAD EXTREMA.

Me sopla un ave que en unos días hay otro articulo más al respecto en El Pravdís. Ahondando en lo gravísimo de la propuesta.

Jacobo Dopico dijo...

Pues se ve que los del dinero negro no se creen que vaya a haber confidencialidad extrema. Parece que pensaban lo mismo que yo: aquí ni Blas se decide a apuntarse a la amnistía. 115 solicitudes, y ninguna es de una gran empresa.

http://politica.elpais.com/politica/2012/06/27/actualidad/1340822654_467303.html

Será que tengo una mente criminal.