26 diciembre, 2013

La condecoración



                Hace unos meses me encontré a Belarmino Cañaverales en la calle Ordoño II de Léon, que es la más distinguida y llena de ópticas de esta  aldea con catedral y rector universitario. Belarmino Cañaverales me tiene en grandísima estima, según descubrí aquel mismo día, pues me dio un fortísimo abrazo, me preguntó por mis hijos, se condolió de la muerte de mis padres hace siete años y me pidió mi firma para que el Ministerio de Sanidad le concediera a él la Vesícula de Honor, una alta distinción para gentes del mundo sanitario. Reconozco que firmé y que lo hice demasiado pronto, pues no había acabado de enterarme bien de los pormenores de tan altísimo reconocimiento y, a media explicación y en cuanto tuvo mi rúbrica sobre el papel que llevaba preparado al efecto, Belarmino salió a la carrera. O quizá fue el azar el que lo forzó a alejarse de mí tan raudo, pues acertó a pasar por la acera de enfrente una señora enjoyada y con muchas pieles y en cuanto Berlamino la vio gritó “espera, Esperanza”, o algo así, me dijo en voz innecesariamente baja (pues estaban unos operarios sacando a un camión cisterna los líquidos oscuros de una alcantarilla atascada) que se trataba de la viuda de un poeta antaño distinguido con varias flores naturales y a por ella fue con la pluma en ristre y la sonrisa a punto de serle disparada al centro de gravedad de la dama.
                Para esa misma tarde me había citado con Horacio, viejo amigo y compañero de oficio, que me recibió con gesto avinagrado.
- ¿Has visto lo de Berlarmino Cañaverales? -me soltó a bocajarro cuando ni habíamos apoyado los codos en el bar de la estación.
- ¿Lo de la medalla del páncreas?- pregunté yo.
- ¡Qué dices del páncreas! ¡Es la Vesícula de Honor lo que se está gestionando, con cordón rojo y blasón de oro!
Debió de captar en mi mirada algo más lamentable que la pura ignorancia, y se avino a ponerme al tanto.
- Es la más prestigiosa medalla en el campo de la Medicina, se viene dando desde los tiempos de Primo de Rivera y no hay ni mil personas que la hayan recibido en todo este tiempo.
- ¿De la Medicina? ¡Pero si Belarmino es catedrático de Latín!
- Ya, pero tiene una hija casada con un sobrino de Pene.
- ¿Pene? ¿Qué Pene?
- Penélope Marismas, la cuñada del alcalde, la que vive con Tino Mesones.
- ¿Y?
- Pues que Pene es íntima de la ministra, estudiaron juntas en las teresianas y luego creo que tuvieron una tienda de cojines o algo así.
- De cojines.
- Sí, Pati, la ministra, empezó Empresariales y luego lo dejó cuando se metió en el partido y se casó con Luisma.
- Luisma.
- El que tenía lo de talleres Riocastro. Ahora está en Canadá de agregado cultural de la embajada.
- A ver, recapitulemos. Belarmino Cañaverales anda trabajándose para sí mismo una condecoración de mucho renombre entre los médicos llamada la Vesícula de Honor.
- Así es.
- Aunque no tiene ni puta idea de Medicina y él es de letras, catedrático de Latín.
- Sí, pero lo justifican porque hace tiempo publicó un par de artículos sobre el latín anatómico tardomedieval.
- Vale. Y pide a todo dios firmas para lo de la Vesícula.
- Pide firmas porque en el Ministerio dicen que está hecho, pero que hay que cubrirse las espaldas y que se vea que Belarmino el prestigio tenerlo, lo tiene. Ha habido algún escándalo con lo de la medalla de la pesca marítima a un manco de Badajoz y andan un poco moscas.
- ¿Y para qué quiere Berlamino la condecoración de la Vesícula, si puede saberse?
- Es que creo que intenta meter a un hijo en el Hospital. El chaval estudió Enfermería y al parecer no es de los más brillantes.
- Bien, pero no veo la relación.
- Es que el gerente del Hospital se jubila en dos o tres meses y Belarmino anda mirando a ver.
- ¿Belarmino de gerente del Hospital? ¡Hombre, no jodas!
- No, su hermano, Pacho Cañaverales, el que llevaba lo de Automóviles La Cuesta hasta que quebró y se armó aquel lío.
- ¿Ése no estaba en la cárcel por no sé qué fraudes?
- Sí, pero lo indultaron el año pasado. Cuando lo de la medalla del Santo Camino de Berlarmino. Belarmino y Carrizo, el Secretario de Estado de Justicia, hicieron la mili juntos, creo que en Artillería.
- Entonces Pacho Cañaverales se hace con la gerencia del Hospital y…
- Colocan a Benitín Cañaverales, el hijo de Belarmino.
- De enfermero.
- Hombre, de enfermero no. De director de planta o algo.
- Y para eso les hace falta que le den a Belarmino la Vesícula de Oro o como se llame.
- Sí, porque el consejero de aquí está de capa caída en el partido y en cuanto vea que los Cañaverales tienen hilo directo con Madrid se aviene a lo que sea.
- ¿Y tú has firmado?
- Sí, tío, qué  mierda. Es que mi hijo Luisín está de becario en el Departamento de Berlarmino y andamos a ver si le conseguimos una posdoc.
- Claro, claro.
- De todos modos tú no tenías que haber firmado, esto es todo una mierda y Belarmino un impresentable. Yo te tenía en mejor concepto, la verdad.
- Ya.
                Pasó algo de tiempo y un día llegó a mi despacho una carta con la invitación para asistir al acto de entrega de la Vesícula de Honor a Belarmino Cañaverales. Iba a ser en el Hostal San Marcos y el programa impresionaba, discurso del alcalde, del consejero, del rector de la Universidad, de la presidenta de la Diputación y del embajador de Japón, aunque esto último no entendí a qué venía. Tiré la tarjeta a la papelera, pero a los cinco  minutos sonó el teléfono y era Belarmino, quien me suplicó que asistiera e invocó sorprendentes amistades nuestras de toda la vida y un futuro tentador de proyectos comunes y éxitos compartidos. Como mi mujer y mi hija se habían ido un par de semanas a París por no sé qué lío familiar, me dije que total qué y que me tomaría un vino y unos canapés y me echaría unas risas para mis adentros.
                Llegó el día y todo se desarrolló según lo previsto. Abrazos y palmadas, discursos y homenajes, camareros bien uniformados, un grupo de cámara del conservatorio local interpretó algo de Brahms, la presidenta de la Diputación con visón y novio nuevos, varios invitados que me tomaron por promotor inmobiliario o concejal en ciernes y quisieron hablarme de los proyectos para el nuevo hospital. Se hizo tarde, pero no me apresuré, pues en casa no me esperaba nadie. Los más rezagados ya se marchaban, pero me vino la necesidad de ir al baño. Estaba algo achispado y me senté tranquilamente en mi cubículo, hasta temía quedarme dormido allí. Entones oí que se abría la puerta del recinto y que alguien entraba entre cuchicheos. Se metieron en el cubículo de al lado. Se escucharon primero susurros y luego un jadeo que  iba subiendo de tono.
No lo pensé bien, tal vez fui imprudente. Me puse de pie sobre la taza del váter y asomé mi cara por el hueco de arriba. El embajador japonés tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos en blanco, pero captó mi presencia sorprendida y me sonrió. Belarmino, arrodillado, le estaba haciendo una felación. El diplomático nipón gesticuló algo muy tenuemente con su mano izquierda, pues con la derecha le movía la cabeza a Belarmino. No sé qué querría decirme el oriental, quizá que el amigo Cañaverales se había propuesto ser caballero de la Orden del Sol Naciente o cosa de ese jaez o que quería mandar a un hijo suyo a poner un restaurante de sushi en Talavera de la Reina y necesitaba una carta de presentación.
                Llevaba yo dos años y medio sin fumar pero al primer viandante que me crucé al salir del San Marcos le pedí un cigarrillo. Después de tenderme uno y de darme fuego, me preguntó si no me importaría firmar un manifiesto para que hicieran hijo predilecto de la ciudad a no sé quién. Le dije que tenía mucha prisa pero que en los baños del Hostal había un japonés que seguro que firmaba y movía unos hilos, y allá se fue con prisa y agradecido.

6 comentarios:

IuRiSPRuDeNT dijo...

おめでとうございます

Diego 11 dijo...

Me encanta su forma de redactar y de expresarse, siempre, es interesante leer sus entradas. Provoca reflexión, y vaya que aprende uno cosas.

Unknown dijo...

Lo del diplomático nipón....me he caído encima de la mesa del despacho riéndome...en fin...

Gran surtido de besos y abrazos varios.

Antón Lagunilla dijo...

Feliz Año, Profesor (así, con mayúscula). Sigue siendo un placer leer su blog. Y también Feliz Año a toda la concurrencia.
Saludos
Antón Lagunilla

roland freisler dijo...

a los felices de los años

Anónimo dijo...

algunos si que nos merecemos una condecoración por haber llegado al 2014.