17 diciembre, 2007

¿Entiende Zapatero lo que lee? Por un nuevo informe PISA

En este país de fariseos andamos rasgándonos las vestiduras porque los escolares no entienden lo que leen. No se sabe si eso es causa o consecuencia de que lean tan poco. Pero de qué nos extrañamos a estas alturas. Menudo descubrimiento. ¿Acaso Zapatero o Rajoy leerán mucho? ¿Qué leerán o habrán leído? ¿Habrán entendido gran cosa alguna vez de sus lecturas? No hace falta más que oírlos hablar para darse cuenta de que el lenguaje no es lo suyo. Recitan lento y entrecortado, salmodia sin gracia ni agudeza, y ponen cara de ir a descubrir la pólvora cuando ensartan banalidades y mensajitos para crédulos y simplones.
Dime quién te gobierna y te diré cómo es tu sociedad. Elegimos a los que más se nos parecen y hemos llegado al no va más: que mande el tonto del pueblo, que es quien mejor nos representa. Y eso sin contar con el don de lenguas y esa facilidad para los idiomas que hace a Zapatero posar con la sonrisa helada en las reuniones de los jefes de gobierno europeos. Como un pulpo en un garaje se le ve al pobre. A su alrededor el presidente finlandés bromea con el letón, el francés le cuenta algo al oído a la alemana, el portugués le ríe el chiste al holandés. Zapatero ni sabe ni contesta: no entiende ni jota. Jaguaryú, jaguaryú, jaguaryú. Y de ahí no salimos. Quizá lamenta que en su infancia no le hayan escolarizado en lliunés. El nuestro debe de ser europeísmo de boina y de discoteca de Benidorm, procacidad tabernaria a base de señas, lengua de botellón y pellizco en el culete de alguna guiri. Total, para qué hablar mayormente, si vamos a lo que vamos.
Para participar en la política como ciudadano, o sea, para votar y punto, tampoco hacen falta mayores luces. Por eso últimamente hasta se suprime la jornada de reflexión. Basta con tener equipo. ¿Tú de cuál eres? Yo del Barça y de Zapatero, ¿Y tú? Yo de Rajoy y del Madrid. Pues ya está. ¿Jugarán Eto´o y Acebes? Por cierto, ¿quién arbitra? La Casas y compañía. Genial.
Puede que la lectura ya no haga mucha falta para moverse en este mundo en el que la fe va sustituyendo a la razón. Antes nos hacían leer el Nuevo Testamento, el catecismo y vidas de santos. Cada vez que se nos ocurría una pregunta medianamente aguda, nos respondían que la razón no entiende de los más altos misterios y que con la fe ya vamos bien servidos. Hoy se ha generalizado el argumento y vale para todo. Ya no se reflexiona ni se milita, se profesan credos, credos políticos, credos sociales. Las consignas y las poses hacen que esté de más el pensamiento libre. Comemos lo que nos manden los ministros, nos apareamos conforme a las cuatro reglas del manual del perfecto orgasmo, votamos al que esté mejor visto en nuestro círculo, recitamos los editoriales de El País o el ABC como si se nos hubieran ocurrido a nosotros mismos semejantes zarandajas. Y a lo que nos dictan los manuales de autoayuda lo llamamos autoayuda, suprema paradoja.
Que los críos y jovenzuelos no le cojan afición a la lectura no tiene nada de particular. ¿Cuántos de sus profesores leen alguna cosa que no sean las instrucciones de la cafetera nueva? Además, me han contado que a los más pequeños ya no se les enseña eso de que la p con la a es pa. Al parecer es retrógrado ese método. Ahora se les muestra un dibujito de un pato y se les hace repetir: pato. Luego se escribe al lado: “pato/pata”. Pero en los periódicos no salen dibujos de patos; en el Quijote tampoco. Eso sí, cuando ven la palabra “pato” se acuerdan del dibujo y sonríen, extasiados ante sus conocimientos. Cómo diablos van a entender luego el término “metafísica” si eso no hay dios que lo dibuje.
Deberíamos comenzar por cambiar las pruebas para ser profesor de primaria y secundaria. Nada de patos, un examen de cultura general. La capital de Estonia, el año de la Revolución Francesa, la fórmula química del agua, de qué pueblo era Franco, los nombres de las carabelas de Colón y el siglo de Carlos III. No pasan ni tres. Y también una prueba de comprensión lectora para los profesores. Sin patos ni leches.
Muchos de esos maestros enseñando a leer y de esos profesores de instituto enseñando literatura recuerdan a los curas en los cursillos prematrimoniales, cuando hablan del placer carnal en pareja. Disertan sobre lo que no saben. Al menos la mayoría. La lectura es ante todo y por encima de todo fuente de enormes placeres. Y en los placeres sólo puede educar quien los ha vivido. Ese placer de leer lo están perdiendo los jóvenes porque lo perdieron primero sus profesores. Pandilla de impostores con Prozac.
¿Cómo van a leer los pequeños si no les dejamos tiempo? Primero a clase, luego tropecientas horas de actividades extraescolares muy útiles para monitores y apas ociosas. Suprímanse las apas y veremos cómo los niños se ponen a leer, aliviados. Durante la semana el niño entrena y los fines de semana tiene competición de tiro con arco, natación y esgrima. Ah, y el cumpleaños de un amiguito. No hay fin de semana sin el puto cumpleaños del amiguito. A la salida de ballet no te olvides de coger las chuches para llevar al cumple de Borja Mario, mi sol. Si hoy es trece de diciembre, este cumpleaños es el de Jennifer Vanesa. Pequeños ejecutivos en comidas de negocios.
Cuando los pedagogos a la violeta ven la colección de acémilas con mochila que han logrado, no se pegan un tiro, como deberían, ni piden perdón ni se ponen a leer para ver qué se siente y qué tal lo hacen ellos mismos. No, afirman que la culpa es de la familia. Y tan campantes se quedan. Pero también tengo entendido que cuando la familia se pone manos a la obra con los pequeños, en la escuela regañan a los padres, pues interfieren en el reconocimiento del pato. Si los mandan a la escuela leyendo ya, el pato se pone triste y el profe se acompleja. Los padres están mejor para ayudar con esos deberes tan majos que se inventan los iletrados con mando en aula: cuenta desde tu ventaja cuántos coches pasan en cinco minutos y clasifícalos por colores; luego escribe tus impresiones sobre la vida en una ciudad. ¿Qué son impresiones papá? Espera, hijo, que voy a buscarlo en el diccionario de Santillana para esta comunidad autónoma que nos recomendó la profe. A ver, a ver, aquí está. “Impresión”: aguda percepción o acertadísima opinión, de los riojanos más que nada; pues ya sabes, hijo. Papi, ¿cuentas tú los coches mientras echo una a la Play? Vale, mi chiquirriquitín, pero acábate la merienda y tómate los anabolizantes, que mañana tienes atletismo.
A mi padre nunca lo vi escribir. Creo que no sabía. Pero tengo muy presente su mayor placer: leer el periódico. A casa el periódico llegaba sólo los sábados, cuando mi madre bajaba a Gijón a vender algunas cosas de la huerta y un par de gallinas y a comprar cuatro provisiones para la semana. Si se le olvidaba llevar el periódico, que era El Comercio, de Gijón, mi padre aullaba de rabia. Se ponía sus gafas y no volvíamos a saber de él hasta que no lo repasaba entero. Yo no iba a actividades extraescolares, pues no se habían inventado aún. Tenía que llevar las vacas a beber a la fuente o que ir a buscarlas al prado o que desgranar maíz para las gallinas. También se jugaba al fútbol, pero por libre, sin entrenador ni padres babeando. Pero eso no eran actividades extraescolares, ya digo. Así que no aprendí ni a tocar el arpa ni a jugar al hockey sobre patines. Y bien que se me notan esas carencias que tantísimo lamento.
Cuando con diez años me mandaron a Gijón, a casa de mi tía Obdulia, descubrí los maravillosos quioscos en los que se podían cambiar comics por dos pesetas o así. Disfruté de lo lindo con Los Cuatro Fantásticos, la Masa y demás estímulos de la imaginación. Luego me cansé de las ilustraciones y pasé a Marcial Lafuente Estefanía, Keith Luger y Silver Kane. Por cierto, lo de Silver Kane lo escribía Francisco Gonzáles Ledesma, de quien estos días leí una novela negra que me gustó poquito.
A los catorce años el padre Corral, que nos daba literatura, pidió que cada uno de la clase comprara un libro y lo llevara al colegio. Todos los días nos daba media hora para que cada uno leyera lo que quisiera de todos esos libros. Yo me fui a la librería del barrio y el librero me recomendó Adios, Cordera. Ni que me hubiera visto la cara de campesino hermanado con las vacas. Nunca más me recuperé del vicio de leer.
Antes nos reprimían otros disfrutes. Ahora todo se alía para que los jóvenes no lleguen a averiguar el intenso placer que causa la lectura. Puede que no tenga mucho de particular todo ello. La plebe nunca leyó gran cosa, pues no tenía tiempo, ganas o capacidad. Las escuelas sirven hoy para producir plebe, votantes sumisos, consumidores de canales de pago, mano de obra clónica, cretinos de lo políticamente correcto. Miles de pedagogos les dicen a los niños “mira, tienes que ser como yo, un cantamañanas; lerdo, pero estiloso”. Y lo consiguen.
Pues nada, nada, lo de siempre: escupe a un pedagogo.
Y el nuevo informe PISA que verse sobre la formación de nuestros políticos, por favor. Verás qué risa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Trasnochado le veo: las apas ya no son tales: son ampas: asociación de Madres y padres de alumnos. AMPA.
Saludos

Anónimo dijo...

Sólo una observación, por una vez no polémica: efectivamente, se enseña mucho mejor a leer conectando la imagen con la palabra integral, sin deletrear (como en cambio nos han enseñado a casi todos). En realidad lo que funciona mejor es la asociación grupo de letras-sonido (el dibujito del pato, pues, es para poner color).

Viene de una curiosa investigación pedagógica en los años 70, en la cual se estudiaron casos -para los que no había explicación- de niños de 2-3 años que habían aprendido a leer solos bastante bien. Y se descubrió que habían aprendido con la tele -títulos de programa, anuncios, etc.- ya que en ella es una práctica común proyectar una palabra entera y pronunciarla al mismo tiempo.

Y es que los niños son muy sensibles a la fonética, mira tú por donde.

Aquí me callo; salud a todos,

Anónimo dijo...

Magistral intervención del autor del texto "¿Entiende Zapatero lo que lee?. Por un nuevo informe PISA.
Éste, que hoy les escribe, huertano y Maestro, desea, simplemente, felicitar a su autor. Aunque feroz y agresivo en su forma, ha conseguido recoger -en el fondo- una situación que, a buen seguro, habrá de ser compartida por todos aquellos/as pedagogos y pedagogas, maestros y maestras, profesores y profesoras comprometidos con la práctica. Aquellos/as a quienes –todavía- no han podido secuestrar su capacidad para pensar, para expresarse y reaccionar; aquellos que, legislatura tras legislatura, se ven obligados a desertar de lo que antiguamente era tener ideología: ser de derechas, de izquierdas, de centro, anarquista, republicano… Aquellos/as que han tenido que extender un voto en blanco, cual cheque sin fondo, como símbolo manifiesto de su terrible discordia hacia aquellos hirsutos políticos que se presentan para ser “elegidos”. Aquellos/as que vivieron en los años setenta, y cuya mirada -todavía con ilusión- siente la necesidad de escuchar, a voz en grito, muchas más voces como ésta –de Dura Lex-, ante la situación atónita de un grupo de diplomáticos mercenarios de los medios que, como bien dice, no son capaces de expresarse correctamente de forma oral cuando, ante su frente, les plantan una cámara o un simple micro.
Y digo todo esto para que mis compañeras/os maestras/os, profesoras/es, pedagogas o pedagogos traten de prestar atención a su mensaje y, si al hacerlo, sintieran herida alguna porciúncula parte de su ser y sentir profesional, sepan hoy que, éste que aquí les escribe, les invitaría a suscribir una baja indefinida, al tiempo que rubricar una importante Carta a las Cortes.
Vivimos en uno de los pocos países que tiene, por bandera, la figura de FUNCIONARIO DE CARRERA. Jamás se ha visto una cosa tan atroz como esta. Supone que la persona que alcanza tan noble condición, se separa de la plebe y, a su frente, le aguardan unos treinta años de ejercicio profesional que, salvo causa de fuerza mayor (violar a una compañera, asesinar a su superior…), estará colapsando el crecimiento de empleo y las aspiraciones de ascenso de otras miles de personas que, si el sistema fuese otro (competitivo), tendrían opción de acceso a dicho puesto y, por lo tanto, de esforzarse para ello, de mejorar y… a la postre, de sanear la situación actual. Nuestro sistema es tan absolutamente capitalista e injusto. Sirva como ejemplo, pero con todo mi respeto, que incluso para algo como ingresar en los llamados Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, o al puesto de Profesor de Educación Física, existen una serie de pruebas físicas impepinables que, supuestamente, ofrecen una garantía en la selección. Ridícula medida si, tras dos meses o tres años de aprobar dichas pruebas y ser divino funcionario, el mismo sujeto no pudiera, sin flexionarse, verse los pies a raíz de la tremenda panza que ha acumulado. Entonces, si ya no puede correr tras un caco, ¿qué sentido tuvieron aquellas pruebas? ¿Cuánta gente quedó fuera porque ya tenía panza en aquella época y, tal vez, serían excelentes profesionales –eso sí, tras una mesa?. Nuestras calles están plagadas de estos Cuerpos que, más que de seguridad, parecen de mazapán.
Lo mismo sucede en las instituciones docentes. Se evalúa a las personas por algo que, en un día, dan cuenta: su memoria. Se premia a quienes son capaces de memorizar y repetir, aun sin saber qué diantres están diciendo. Se premia a quienes dicen lo que los miembros (vaya palabra) del Tribunal (como si fuesen reos) desean escuchar.
En definitiva, qué se puede esperar de un sistema que forma iletrados y que les evalúa para que, cuando el otro deje el sillón, sea otro ignorante quien lo ocupe. Como decía mi maestro, la educación está al servicio del poder político; al político no le interesa que las personas piensen, se ilustren... porque ello les haría ser críticos y, posiblemente, librepensadores con fuerza revolucionaria, fuerza para reaccionar y no permitir tamañas injusticias sociales como estamos viviendo hoy. ¡Sí!, hoy, en apariencia un momento de bienestar… siempre que miremos hacia otro lado. Habría que preguntarse qué relación tiene esto con la falta de inquietudes políticas de los jóvenes… y de la que tanto se aprovechan los señores de los partidos estos cutres que nos representan. Concuerdo, plenamente, con la manipulación de los medios a la que el autor hace mención. Hoy en día, pareciera que sólo existiesen dos partidos políticos potentes en España, y uno pequeñito (IU). Como igual parece que sólo hay dos equipos de fútbol… hasta el punto que la gente ignorante, que vive en Benidorm, en Teruel o en Burgos dicen, a voz en grito, o incluso tatuado a fuego en sus propias pieles, que son del Barcelona o del Madrid; lloran o gritan cuando pierden o ganan tales equipos… Pagan montones de maravedíes por entrar a un campo de juego, alentando a sus hijos a emular a los jugadores… sin ser conscientes de que, con ello, están contribuyendo a una grandísima injusticia social como es saber que hay deportistas de élite internacional, en deportes muy sufridos como el triatlón, atletismo, ciclismo, natación… que, aunque medallistas de oro y olímpicos, han de trabajar en algo más para poder sobrevivir. Tales deportes no tienen presencia en los medios, en comparación con el abominable fútbol, que mueve montañas de dinero y que ni este gobierno ni el anterior parecen querer cambiar. ¿A caso no sería justo –desde el punto de vista social- realizar una intervención estatal en los contratos de los deportistas –y del resto de trabajadores?. ¿Es justo que, por ejercer una profesión –cualquiera que ella fuese-, con la misma dedicación horaria mensual, una persona pueda ganar ochenta mil pesetas y las otras centenas de millones o incluso billones? ¿Acaso no debería el Gobierno intervenir para reducir estas injusticias?
Hoy en día estamos viendo estas barbaridades como algo normal. Vemos normal que si un constructor de viviendas construye una vivienda por diez millones de pesetas, pueda venderla por sesenta, y no parece que el ciudadano pueda hacer nada. En otros lugares del mundo, incluso en nuestra vieja Europa, esto no sucede porque el gobierno media. Lógicamente, el constructor ha de ganar, no sólo por su trabajo, sino también por la inversión que realiza y el riesgo de la misma –estoy deacuerdo-. Pero seguramente, jamás podría ser, ni tan siquiera, duplicar el beneficio. Pero seguramente estamos en un momento en el que los propios que cobran millones son aquellos diputados y diputadas (di= doble) que se sientan en los escaños. Revisar estas injusticias les tocaría los bolsillos. Lo mejor es que la gente no lo sepa, no hable de ello… no sepa lo que nos cuesta mantener la Casa Real, con todo su séquito de nietos, sobrinos, primos, seguridad, yates, mansiones, cotos… (todo un atentado a la humildad, a la conciencia social en el mayor despotismo feudal que jamás ha existido). O también saber, por ejemplo, lo que gana el Presidente del Gobierno, o sus secuaces, o quienes están –como las hienas- esperando en eso que llaman “hacer oposición” para ver cuándo será derrocado el poder.
Ahora todo el mundo quiere dar un braguetazo con Elena, o echarse un rosario al cuello, engrifarse el pelo, tintárselo de rubio en punta, camisa blanca abierta en el pecho, pulsera y reloj a juego con los zapatos… y ¡ale!, a la discoteca, como quien va a la carnicería, a tratar de buscar sexo al menor precio posible (unas cuantas copas, pastillas o coca… y un aliento Trident), porque, al parecer, hemos perdido la capacidad para dialogar, para cortejar, para adivinar cuándo nos están cortejando… para entrar en el sistema nervioso del otro. Y como ya no sabemos hacerlo, necesitamos otras sustancias y música que impida mostrar nuestra labilidad verbal. ¡Qué triste!, ¿verdad?

Tampoco es justo echar toda la responsabilidad ante la clase docente. No, no lo es, pero sí, sin lugar a dudas, ante el modo en que a ella se accede. Tengo certeza absoluta de que este país funcionaría, a las mil maravillas, si, de una vez, algún Gobierno acaba, de una vez, con la existencia de funcionarios, y nos sume en un proceso de estabilidad profesional pero por objetivos (como el carnet por puntos), ya existente en infinidad de países.
Es impensable que un profesor que “gana” (se dice así, ¡tiene narices!) sus oposiciones (esta palabra también es chocante –oposición, que está en contra), deje de leer, estudiar y preparar su labor docente una vez que aprueba, porque entiende que ya hizo su esfuerzo en un año (de preparación para el acceso) y que de ahí en adelante puede tumbarse a la bartola. Y muy injusto porque no hay autoridad que controle tales situaciones de abandono. Al final, quienes trabajan y se ilusionan, se ven arrastrados por la masa de torpes, mendrugos, tiranos de la tiza y desalmados que se acercan a esta profesión (y al resto de profesiones donde se es Funcionario), por el simple hecho de disfrutar de unas mal llamadas vacaciones, sueldo, trabajo descafeinado y estabilidad.

Esto debería acabar. Es tremendamente injusto, a nivel social, que los jóvenes no tengan esperanza laboral en aquello que les gusta, simplemente porque hace diez años (o cinco o dos… o anualmente) se coparon las aspiraciones y, en los próximos 20 (por poner un ejemplo), no será posible tener acceso, independientemente de lo que tales jóvenes pudieran hacer: estancias en el extranjero, cursos de formación, docencia en centros privados, Master, Doctorados… etc.

¿Esta es la calidad que nos ofrece el grupo del J.L. Zapatero? Si lo pensamos bien, ¿no parece hermana carnal de la heredada del señorito Aznar, y esa a su vez de otra…?.
Decía el refrán, “ande yo caliente…”. Y qué cierto es. Ojalá que todos los funcionarios de España, sobre todo aquellos/as que no pueden verse los pies, aquellos que están en un tribunal pensando en la mona de pascua y disfrutando mientras otro “canta” una lección (curiosa palabra), se sientan terriblemente afectados con estas letras. Sería un indicio de que todavía están a tiempo de recuperar su humanidad.
Ojalá todos podamos ser conscientes de que vivir en sociedad, debería estar regido por el principio de igualdad de oportunidades, no sólo entre hombres y mujeres, sino entre jóvenes y mayores…

No todo tiempo pasado fue mejor. En este momento que me toca vivir, estoy convencido que quienes no son funcionarios, como nosotros, podrían llegar a ejercer su profesión, sus ideas revolucionarias, si no existiese ese tapón profesional y administrativo que son los funcionarios. Estoy convencido que si todos los sectores que dependen de la Administración, tuviesen que rendir cuentas desde el punto de vista de objetivos, de satisfacción del cliente, de tributo como servicio social del Estado que son, la cosa sería diferente. Para que sirva de ejemplo, todo el mundo está a favor de las penas de prisión, indemnizaciones, inhabilitación… etc. contra quienes violan a un/a menor; todos salvo los violadores. Por tanto, la función pública debería ser transparente, y a favor del control deberían estar todos; todos salvo quienes llevan años al margen de la ley moral.

Convencido estoy de que si cualquier empleado sabe que si la profesión que escoge libremente está orquestada teniendo que estudiar durante el resto de su vida, teniendo que asistir a cursos, congresos, jornadas, reuniones, trabajar en equipo, dominar habilidades sociales, fomentar la cordialidad… y por todos estos indicadores será evaluado y, a tenor de ellos, su puesto podrá –o no- ser continuado… la cosa iría diferente. En ese caso, los ciudadanos también sentiríamos que poner una reclamación sirve de algo. En este momento, quejarse, al parecer, sirve como catarsis personal… pero poco más.
Por tanto, señorías, cierren sus labios y piensen bien si escribir en esta página, porque si lo hacen, que sea en alabanza al autor… Si no es así, sean valientes, y escriban esa Carta a las Cortes para que les anulen el vínculo como Funcionarios, y queden como contratados laborales. O, como mínimo, traten de buscar otro foro porque, por su valentía, el autor no merece ser molestado…
Un saludo, con la boina bien calada, vigilando el sueño del autor.