19 diciembre, 2008

Tutelando, que es gerundio

Un amigo rescata un informe que escribí allá por el 2005 y me sugiere que lo cuelgue aquí. Lo releo y puede que no sea mala idea, pues me recuerda que estas cretineces de la universidad actual también pueden tomarse a broma.
Pondré brevemente en antecedentes al lector. Hace unos años mi universidad puso en marcha lo que pomposamente llamó Plan de Acción Turorial. El Decano de entonces, amigo del alma, me pidió que me metiera en eso para hacer un poco de bulto, y transigí. Consistía el invento en que a cada profesor dispuesto a tutelar le asignaban unos veinte estudiantes de primero para que se reuniera con ellos tres veces durante el curso, escuchara sus observaciones y quejas y los llenara de sabios consejos sobre cómo sortear con éxito los obstáculos de la carrera. Generalmente a tales encuentros no acudía ningún estudiante, o aparecían cuatro o cinco con cara de qué hemos hecho nosotros para merecer esto y quién se ha pensado que seguimos en el cole. No abrían la boca, pero si hablaban era peor. Así que yo empleaba tres minutos en decirles que ánimo y tal y se volvía cada mochuelo a su olivo con la satisfacción del deber cumplido.
Me borré de tan meritoria iniciativa hace un par de años, cuando a un director de área ocioso -perdón por la redundancia- se le ocurrió que los tutores deberíamos asistir a un curso para tutores impartido por algún pedagogo en celo. Hasta ahí podíamos llegar. Que tutele su p.m., es decir, su policía municipal.
Como después de cada reunión, real o virtual, había que redactar un informe, escribí en una de las ocasiones este que a continuación copio y se lo mandé al jefe. No me consta que hiciera gracia. Será que no la tenía. Pero ahí va:
PLAN DE ACCIÓN TUTORIAL. Curso 2004-2005.
Facultad de Derecho.

Informe de la segunda reunión. Miércoles 23 de marzo, 12 hs.


Dice un adagio zulú
no trates de dar consejo
al que no es pobre ni viejo
y está tan bien como tú.

La anterior letrilla, muy extendida entre las celestinas y comadres del Diecisiete leonés, deja bien a las claras, en su sencilla dicción, que es vano intento pastorear a quienes no gustan de sentirse rebaño, o tutelar a los que se tienen por muy responsables y dignos. Y comienzo así para hacer más llevadera la caída en la triste realidad de los aconteceres, pues es verdad, que ha de escocernos, la de que acudí a la reunión prevista, y en tiempo convocada, armado de los útiles que de un buen tutor (por lo demás, personalizado) se esperan, esto es, lista completa de pupilos, variada documentación sobre el modo cabal de conducirse en estos eventos y variopintos informes de las muchas y ricas cabezas que con la teoría de estos menesteres prácticos y prosaicos se ganan el diario sustento. Y todo para qué, pues compareció solamente un mozo, apellidado Pómez, de porte no muy galano y dicción dificultosa, para indicarme cortésmente que nadie más que él se dignaría presentarse, y que incluso a él lo tuviera por no aparecido, pues no obedecía a más propósito su visita que la de hacerme saber que ninguno se prestaba a ser objeto de mis atenciones en día tan señalado. No me fueron ofrecidas mejores razones, pues el rapaz me argumentó tal que así: “Estábamos ayer de fiesta y nos dijimos que tendríamos que venir hoy a la tutoría, pero...”. Y ahí, en los puntos suspensivos que hacen el suspense, dejó la frase estar, y se calló para siempre.
Ante tamaño desajuste entre lo esperado y lo en verdad acontecido, se nos vienen a la cabeza aquellos otros versos de un reputado arcipreste que antaño ejerciera ministerio en estas tierras ariscas:
No quieras llamar reunión
a lo que no tuvo gente,
sé preciso y sé valiente:
llámalo equivocación.

Y así, corroído por la duda y asaltado por la inquietud, cierro este informe preguntándome quién se equivoca,
Si el que construyó el cercado
el que eligió a los pastores
el que hace las labores
o el mismísimo ganado.

Y cómo no acabar, pues, con la reflexión sesuda de la estrofa quevediana:

Mejor harían los prelados,
los curas y sacristanes
en darse a nuevos afanes
que porfiar denodados
como tutores inanes
que no encuentran tutelados.
Y si fuere menester
seguir con tal encomienda
que venga otro y la atienda
con más profundo saber.
Tal vez en Educación
toquen mejor este palo,
pues, más hechos a lo malo,
tienen mayor vocación
para fingir que es legión
un ejército tan ralo.
Y pues no hay estudiante
que merezca nuestro amor
que venga el Vicerrector
y nos enseñe el talante
con que trata el gobernante
al alumno pecador.
Y si fuere menester
seguir con tal encomienda
con gusto le doy mi hacienda,
si me libra del deber,
al colega que pretenda
mejorar mi mal hacer.

En la muy noble ciudad de León, a 23 de marzo del año del Señor 2005

1 comentario:

Anónimo dijo...

No tengo yo hoy humor para contestarle en redondillas, como se merece: pero tampoco puedo dejar de observar que, probablemente, lo que no le perdonará la calaña de burrócratas pedagogos que nos aflige no será el afilado colmillo hincado justamente donde era preciso, porque no les llegará el caletre, sino que, ¡por favor, eminente profesor!, mira que preferir el román paladino al mucho más sonoro "tutorizando", y describir a la "persona humana joven en vías de adquisición de competencias" como "mozo", "rapaz" o, peor aún "pupilos"...