09 septiembre, 2009

Algo le pasó al autor de este blog

De nuevo un largo viaje, con vuelo transoceánico. Tomo el primer avión en León muy temprano y me encuentro con mi querido amigo Paco Sosa, que va camino de sus ocupaciones en Bruselas. Seguimos charlando un par de horas en la T4 de Barajas. No me he acostado la noche anterior y creo que el viaje a Colombia se me hará corto, pues lo pasaré durmiendo. Además, he conseguido una estupenda plaza en una salida de emergencia y, para colmo de la felicidad, descubro que ni siquiera tengo vecino de asiento.
Las ganas de dormir no me asaltan tan rápido como esperaba. Así que leo por encima un par de periódicos y, entretanto, llega la comida. Me gusta comer en los aviones y en los aeropuertos, debe de ser algún vestigio infantil, aunque en la infancia jamás me monté en un avión. No tomo café y me quedo relajado un rato. Con la primera somnolencia, me levanto para ir al baño. Lo tengo al lado. Mientras estoy dentro, una extraña sensación comienza a bullirme en la cabeza. Estoy inquieto. Sé que he notado algo inusual, pero no soy consciente de qué. ¿Alguna persona conocida entrevista por el rabillo del ojo? ¿Alguna actitud sospechosa o impropia en algún pasajero?
Salgo del baño y me quedo observando todo el fondo del pasillo. Pronto capto lo que sucede y me sorprendo. En cada plaza ocupada que abarca mi mirada hay una persona que tiene en la mano uno de los libros de la famosísima trilogía de Stieg Larsson, que si las mujeres, que si la gasolina, que si no sé qué más. Yo no las he leído, pero he repasado muchas críticas y me las han contado muchas veces. No doy crédito, uno de esos libros por cada pasajero. La mayoría lee, pero alguno que otro dormita sin soltar el volumen. Una pareja comparte la lectura del mismo ejemplar, apoyada la cabeza de la chica en el hombro de él, que lo sostiene y va pasando las páginas cuando corresponde. Un niño hace garabatos en las páginas de otro.
No sé cuánto tiempo he estado observándolos sin que, al menos en apariencia, nadie reparara en mí. Me digo que quizá Iberia ha repartido uno de tales libros por asiento, pero, desde luego, en el mío no había ninguno. Me propongo preguntar a la primera azafata que pase por mi lado. Entre tanto, cojo el libro con que me torturo un poquito antes de que me venza el sueño, uno más de Michele Taruffo sobre la prueba y otros misterios de procesalistas. Me quedo dormido sin terminar ni un párrafo.
Ignoro completamente cuánto habrá durado mi sueño. Abro los ojos y en la pantalla que tengo a dos metros veo que están pasando una película. Todas las persianillas están bajadas y hay penumbra. Creo que es la versión cinematográfica de la primera novela de la dichosa trilogía de Larson. Vuelve a mi cabeza la inquietud de antes, como un chispazo. Noto que tengo erizados los cuatro cortos pelos de mi cabello. El avión está completamente vacío, estoy yo solo. Bueno, no, aparece de inmediato una azafata y se queda mirándome a muy corta distancia. Va toda de negro. Intento levantarme, pero no consigo soltar el cinturón. Es imposible, estoy atado al asiento. La azafata no deja de mirarme y de sonreír.
Tengo el ordenador a mano y apresuradamente termino de escribir estas líneas, por lo que pueda pasarme. Desde aquí no puedo colgarlas en el blog. No sé qué va a ocurrir.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me ha gustado mucho el primer libro de esa trilogía; el segundo también lo he leído con interés y el tercero es el que más me ha cansado, pero también lo he leído de un tirón. Entiendo perfectamente que se elija como lectura transoceánica: un buen libro para olvidar que se sobrevuela toda esa cantidad de agua. A quienes estén tentados a despreciar su lectura, y a sus lectores, con argumentos elitista literarios ñoños, les remito al artículo de este fin de semana de Vargas Llosa hablando maravillas de la saga en cuestión. No se puede decir más claramente: no está bien escrito y desde luego tiene fallos que no pasan desapercibidos, pero la dosis de enganche que proporciona compensa con creces sus defectos. Si uno no va buscando en el libro más de lo que puede ofrecer, ni nada distinto, sin duda lo pasará bien y lo disfrutará mucho. Y lo regalará y lo recomendará a los amigos. Así que ya sabe: para la vuelta.

Andran dijo...

Te paso un enlace con un chiste que publiqué en mi blog sobre la dichosa trilogia.

Yo no la he leido ni tengo pensado leerla. No me gusta que me digan lo que tengo que leer. Por muy de moda que esté.

http://sinestrellas.blogspot.com/2009/07/millenium-de-stieg-larsson_26.html

Por cierto: una entrada muy buena.

Un saludo.

elquebusca dijo...

Muy divertida la entrada.
Yo tampoco la he leido y me siento como un marciano.

Hace poco leí una desmedida alabanza de Vargas Llosa que me hizo preguntarme si no me estaré perdiendo algo bueno.

Durante mis primeros años de casado no tuve televisión en casa. Hasta que no vi la película (SÍ, yo ya he caído en el larssonismo más accesible) me volví a sentir como aquellos años.

Mercedes dijo...

¡Genial! pero confío que le sigan pasando cosas al autor para contarle que no he penado leyendo su último artículo jurídico.

Y sobre Millenium. Todavía no he comprado las novelas porque desconfío de que la traducción sea satisfactoria tras leer la carta que publicó Francisco Hidalgo en El País sobre los títulos:

http://www.elpais.com/articulo/opinion/titulos/Millenium/elpepiopi/20090624elpepiopi_11/Tes

Y no es que me quiera hacer la sueca, porque si fuera sueca lo leería. Saludos.

AnteTodoMuchaCalma dijo...

Sólo faltaría que Vargas Llosa dijese que es una obra excepcional y que su protagonista ha ascendido al olimpo de la inmortalidad de la ficción; que el Consejo General del Poder Judicial le diese un premio post mortem a Larsson, que el Book Bench del New Yorker lo santificase...

¿Cómo ha sido todo esto? En Enero de 2008, The Times hablaba de un memorable debut y decía: "Es poco probable que haya oído hablar usted de Stieg Larsson". Un año después, otra crítica en un diario alemán decía: "Por si acaso acaba de llegar usted de otro planeta", Stieg Larsson es el autor de Millenium bla bla bla.

La comparación de Vargas Llosa es con Dumas. Me parece muy acertada en muchos niveles.

Joder, para una vez que un antifascista militante hace leer a medio planeta sobre el fascismo en los aparatos del Estado y la necesidad de garantías... ¡va y casca antes de ver que ha llegado a la gente!