14 septiembre, 2009

Celíacos

(Publicado en El Mundo de León el pasado jueves, 10 de septiembre)
Tengo una hija celíaca. Tiene poco más de de dos años. Es como una condena de por vida; no grave, pero condena y de por vida. Da pena pensar que, mientras las cosas sigan igual y no haya más sensibilidad con los celiacos y más atención a sus necesidades, mi hija no podrá disfrutar de una de las mejores cosas de la hostelería leonesa: las tapas de los bares. Tampoco podremos llevarla a los restaurantes, pues, que yo sepa, los de León no se esmeran en ofrecer platos para los celíacos, sin gluten y sin contaminación en los instrumentos de cocina y en la manipulación de los alimentos. No sería tan difícil que cuidaran este detalle, pues existen harinas especiales con las que se puede elaborar cualquier exquisitez, pero todavía falta conciencia y vista comercial. Se equivocan.
Los celíacos son cada vez más, crece su número en progresión sorprendente. En España están diagnosticados unos cincuenta mil a día de hoy. Donde hay un celíaco, la familia y los amigos acaban comprando en las tiendas que venden productos aptos y bien etiquetados y acudiendo a los locales con oferta para ellos. Por eso los más avispados comerciantes y hosteleros del país ya están captando que también por el negocio les conviene tomarlos en consideración.
Los niños celíacos también nos enseñan otra lección bien interesante, en estos tiempos en que la educación se confunde con la tolerancia boba y en que cualquier disciplina aplicada a los críos se tiene por abuso intolerable. Como la necesidad obliga, los padres de celíacos les insistimos en lo que pueden comer y lo que no. Y aprenden con suma rapidez y sin ningún trauma. Muy pronto saben rechazar hasta la más apetitosa golosina, preguntar si cualquier alimento que les ofrecen tiene gluten y explicar ellos mismos a los mayores lo que les está vedado y permitido. Si otras pautas educativas que se justifican por el bien de los niños las aplicáramos con la misma claridad, todos saldríamos ganando. Además, parece que los chavales celíacos suelen ser mejores estudiantes y personas bien concienzudas, pues se acostumbran desde pequeñitos a ejercitar su fuerza de voluntad y a gobernar sus propios impulsos. Y, encima, siempre lucirán buen tipo. No hay mal que por bien no venga.

4 comentarios:

AnteTodoMuchaCalma dijo...

¡Un abrazo para esa belleza de Elsa!

AnteTodoMuchaChaqueta dijo...

Respecto de aquel post sobre "Caer de la burra o cambiar de chaqueta", el NYT parece sostener que ni lo uno ni lo otro: llevan la misma chaqueta de siempre (la suya).

http://tinyurl.com/NewYorkTimes-Zapatero

Unknown dijo...

Pues me he emocionado con la niña celiaca.
Tengo una nieta , también celiaca de siete años de edad. Soy muy sensible al tema :-)))
Le digo al papa de la niña, que estamos trabajando en la difusion de la enfermedad, que estamos trabajando para mejorar la calidad de vida del celiaco, hemos avanzado aunque nos queda un largo camino por recorrer.
seguiremos en ello.
Un afectuoso y saludo solidario
sonia gluten free

Lopera in the nest dijo...

Un gran beso para la preciosa Elsa!.

Me ha recordado la historia de la pequeña Marita que allá en el Bronx se levanta cada mañana muy temprano para ir a la escuela, participa en el Programa KIPP. La historia de Marita la leí en "Outliers, the story of success". Autor: Malcolm Gladwell.