Hoy no me ha quedado tiempo para escribir nada, ni siquiera para pensar un rato. Además, participo del luto de mis amigos colombianos: la selección colombiana de fútbol ha perdido con Uruguay y seguramente no estará en el Mundial.
Así que me limito a recomendar una lectura, un excelente artículo de Rafael Argullol sobre los males de la Universidad española. Se titula "Disparad contra la Ilustración" y se publicó en El País el día 7. Lean y lloren.
4 comentarios:
Descripción demasiado amable, para mi gusto. No hay excepción a la regla de la ventaja (por emplear la terminología del articulista); a lo sumo, lo racional, lo normal, el triunfo de lo ilustrado en la Universidad (tanto mirando para los estudiantes como para el profesorado) puede darse como resultado de la casualidad, de la excentricidad o de una resistencia personal, siempre temporal y pasajera y con el desgaste inmenso que conduce a la huida como quizá única solución a una situación vital de abatimiento o encabronamiento crónico (o ambos, según el temperamento de cada cual), que se proyecta sobre familiares y amigos.
En cuanto a las razones de la huida, creo que hay que incidir en una no suficientemente explicitada en el artículo: además de una asunción individual y libre de la realidad (esto es así, no lo soporto y me voy) existe una presión exterior al profesor no abducido, desde la propia Universidad, para que se vaya. De hecho, este profesor veterano ilustrado comienza a ser concebido generalmente como un lastre para la "universidad moderna". Dentro de algún tiempo, no debe descartarse que en las memorias sociales o antisociales de cada universidad aparezca como logro principal el haber fumigado a tantos profesores que hacían leer a sus alumnos, que no alcanzaban el 95% de aprobados y que nunca llegaron al nivel mínimo de lealtad institucional con la casa.
Ostras, qué conclusión más siniestra.
Si los contribuyentes son los que pagan...
... y los contribuyentes no quieren una Universidad ilustrada sino una academia infantil apestosa...
... entonces sólo nos queda una salvación: que los contribuyentes, a la vez, quieran PARA SUS HIJOS una academia infantil apestosa pero quieran PARA LOS DEMÁS Y PARA LA SOCIEDAD EN GENERAL una Universidad de verdad. Quizá entonces...
(Estoy muy preocupado por D. Garciamado. No sé si habrá sido abducido por la Azafata Salander).
Ya me hace llorar el título. No estor dispuesta a una crisis de ansiedad. Se queda sin leer. Gracias por la sugerencia Sr. García Amado.
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